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  • ¿Qué hay detrás de la crisis?
    ¡Despertad! 2003 | 8 de octubre
    • ¿Qué hay detrás de la crisis?

      “En la Línea Directa para Granjeros con Estrés estamos preparados para ayudarlo a sobrellevar la tensión que conlleva su trabajo. Somos —al igual que usted— agricultores y ganaderos, o lo fuimos en el pasado, por lo que entendemos las dificultades que afrontan las familias de las zonas rurales. Le pondremos en contacto con gente que lo puede ayudar. [...] Todas las llamadas son confidenciales.” (Fragmento extraído de un sitio en Internet del gobierno canadiense.)

      HOY día, muchos profesionales de la salud concuerdan en que el estrés que padecen los trabajadores del campo es un riesgo propio de su profesión. A fin de ayudarlos, hay psicólogos clínicos especializados que ofrecen a las comunidades rurales varios servicios, como grupos de apoyo y líneas telefónicas directas para combatir la tensión.

      Jane, quien fuera esposa de un granjero, asiste a terapia de grupo todos los jueves por la noche. “Empecé a asistir porque mi esposo se suicidó —explica—. Su sueño siempre fue ocuparse de la finca de la familia; supongo que debió de pensar que si no podía hacerlo, no haría ninguna otra cosa.”

      Se ha observado un aumento sin precedentes en el número de agricultores y ganaderos que están luchando contra el estrés. Pero ¿cuáles son las causas de la crisis que afrontan?

      Los desastres naturales y las enfermedades

      El sitio en Internet mencionado al principio señala: “La misma naturaleza del trabajo agrícola implica que gran parte de los asuntos que son importantes en su vida diaria —el estado del tiempo, los precios del mercado, las tasas de interés y las averías mecánicas— no están bajo su control. Dado que los resultados de las decisiones tomadas son impredecibles, puede ser estresante incluso escoger entre un cultivo u otro, o entre vender la tierra o traspasársela a un acreedor”. Cuando estos factores se suman a las enfermedades, la amenaza de una grave sequía o la posibilidad de perder la hacienda, la tensión puede ser abrumadora.

      La escasez de lluvia, por ejemplo, tiene en ocasiones un doble efecto. Un granjero llamado Howard Paulsen explicó que la sequía de 2001, una de las peores de la historia de Canadá, hizo daño tanto a sus cultivos como a su ganado. Sin pastos ni cosecha, tuvo que comprar alimento para los animales. “Ya he gastado 10.000 dólares en dar de comer al ganado, y ahora estoy alimentándolo con lo que debería reservar para el invierno —dijo Paulsen—. Si empiezas a hacer eso, ni siquiera la cría de reses te da dinero.” En otras zonas han sido las inundaciones las que han devastado muchos cultivos, haciendo que se pierdan cosechas enteras.

      En Gran Bretaña, el brote de fiebre aftosa que se produjo en 2001 fue tan solo el último de una serie de problemas que han afligido a los ganaderos británicos, quienes también han tenido que hacer frente al mal de las vacas locas y la fiebre porcina. Estas enfermedades —y la alarma social que generan— no solo causan estragos económicos. La agencia de noticias France-Presse informó: “Hombres de campo fuertes y robustos, la clase de personas que no suelen conmoverse con facilidad, sollozaban mientras los veterinarios del gobierno quemaban en una pira sus vacadas, las cuales habían tardado en reunir toda una vida”. Después del brote de fiebre aftosa, la policía empezó a confiscar las escopetas de algunos ganaderos por temor a que trataran de suicidarse. Los servicios que ofrecían orientación a los granjeros preocupados se vieron inundados de llamadas.

      La inestabilidad económica

      También se han producido cambios drásticos en el panorama económico. “Desde 1940 hasta mediados de la década de 1980 —dice la contraportada del libro Broken Heartland (Una tierra desolada)—, los gastos de producción en el interior de Estados Unidos se triplicaron, la compra de maquinaria y otros bienes se cuadruplicó, los pagos de interés se multiplicaron por diez, las ganancias cayeron un 10%, el número de agricultores se redujo dos terceras partes, y disminuyeron la actividad comercial, la estabilidad económica y la población de casi todas las regiones agrícolas.”

      ¿Por qué han aumentado más los gastos que los beneficios? En la comunidad mundial en la que vivimos, agricultores y ganaderos dependen de los mercados internacionales. Tienen que competir con productores de alimentos que se encuentran a miles de kilómetros de distancia. Es cierto que, gracias al comercio exterior, los productos agrarios y de granja han hallado nuevos mercados, pero la inestabilidad del mercado mundial es muy peligrosa. Por ejemplo, en 1998, varios cultivadores de cereales y criadores de cerdos de Canadá se arruinaron cuando sus clientes asiáticos sufrieron un revés económico.

      La desaparición de las comunidades rurales

      Mike Jacobsen, profesor de la Universidad de Iowa y especialista en temas agrarios, afirma que la crisis agropecuaria es causante a su vez de la crisis que afecta a las comunidades rurales. Él observa: “Cuando uno piensa en una de estas localidades, se imagina un lugar limpio, ideal para los niños, con buenas escuelas; en fin, un lugar donde uno quisiera casarse y criar a sus hijos. ¿Verdad que sí? Pues bien, el nivel económico de estos pueblos depende muchísimo de las pequeñas granjas familiares de la zona”. Por consiguiente, la crisis agraria y ganadera también provoca el cierre de escuelas, hospitales, restaurantes, tiendas e iglesias. Así es, está desapareciendo uno de los mayores atractivos de la vida en el campo: sus comunidades estrechamente unidas.

      Por tanto, no sorprende que, como indica la revista Newsweek, casi el dieciséis por ciento de la población rural estadounidense a duras penas tenga lo necesario para vivir. En el informe “The Rural Crisis Downunder” (La crisis rural australiana), Geoffrey Lawrence escribe que en Australia, “los índices de desempleo, subempleo y pobreza son mucho más elevados en el campo que en las ciudades”. La inestabilidad económica ha obligado a numerosas familias —sobre todo a los jóvenes— a emigrar a los centros urbanos. Sheila, quien trabaja en una finca junto con su familia, pregunta: “¿Cuánto más podremos aguantar antes de quedarnos sin gente que quiera cultivar la tierra?”.

      Debido al éxodo de los jóvenes a las ciudades, la población de numerosas localidades rurales ha envejecido considerablemente. Dichas comunidades no solo han perdido el vigor de la juventud, sino el medio que tienen de cuidar de sus mayores, a menudo cuando más lo necesitan. Así pues, es comprensible que muchos ancianos se sientan confusos y asustados ante estos rápidos cambios.

      Como hemos visto, la crisis agropecuaria es demoledora, y sus efectos tienen un gran alcance. De hecho, nos perjudica a todos. Sin embargo, hay razones para creer que esta crisis se acerca a su fin. De eso tratará nuestro siguiente artículo.

      [Comentario de la página 6]

      En la comunidad mundial en la que vivimos, agricultores y ganaderos dependen de los mercados internacionales

      [Comentario de la página 6]

      “¿Cuánto más podremos aguantar antes de quedarnos sin gente que quiera cultivar la tierra?”

  • La crisis se acerca a su fin
    ¡Despertad! 2003 | 8 de octubre
    • La crisis se acerca a su fin

      “SEGURO que quienes observan desde fuera nuestra situación se preguntan por qué no cambiamos de trabajo”, dice Rodney, hijo y nieto de granjeros. Sin embargo, millones de ellos siguen cultivando la tierra y cuidando de su ganado. En algunos países en desarrollo existen muy pocas posibilidades de hallar empleo, y el cultivo o la cría de animales por lo menos permiten que las familias tengan algo que poner en la mesa.

      Además, para muchos granjeros, su trabajo es más que un modo de ganarse el pan: es un estilo de vida. El que un gran número de ellos hayan seguido adelante a pesar de sequías, enfermedades, duras condiciones económicas y otros problemas es prueba de que tienen un gran poder de recuperación y que aman lo que hacen. Antes de examinar la solución a la crisis que les afecta, veamos cómo han logrado algunos hacerle frente.

      Cómo algunos han afrontado la crisis

      Es inevitable que quienes se dedican a las actividades agropecuarias corran ciertos riesgos. Tienen que reconocer que hay muchos factores fuera de su alcance, como por ejemplo la economía y el estado del tiempo. “Una lección difícil de aprender para muchos granjeros es el hecho de que el trabajo duro no siempre redunda en beneficios —dice un informe publicado por la Extensión de la Universidad Estatal de Carolina del Norte—. La ética del trabajo por la que rigen su vida no siempre les brinda las recompensas esperadas. Todos afrontan situaciones o problemas que escapan de su control.” Un agricultor ya mayor resume así cómo se las arregla para estar contento: “Sencillamente he aprendido a cooperar con lo inevitable”.

      Un antiguo proverbio dice: “El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará” (Eclesiastés 11:4). Así es, la incertidumbre y la indecisión pueden ser paralizantes, de modo que sustituir los pensamientos negativos por acciones constructivas contribuirá a reducir el estrés.

      Alimentarse bien, descansar lo suficiente y hacer ejercicio también puede dar resultado. The Western Producer indica que los granjeros que se mantienen en buena forma “toman mejores decisiones”. Un agricultor llamado Eugene y su esposa, Candace, dijeron a ¡Despertad!: “Descansar lo necesario nos ayuda a sobrellevar el estrés. Los problemas parecen más pequeños y fáciles de resolver cuando uno está descansado. También es bueno comer bien, sobre todo en compañía de la familia”. Este consejo armoniza con lo que menciona la Biblia: “Que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios” (Eclesiastés 3:13).

      Cómo mantener la familia

      Un granjero dijo a ¡Despertad!: “Muchas familias de agricultores han tenido que realizar otros trabajos para mantenerse. Aunque lo hacen con el motivo de aliviar sus presiones económicas, pueden surgir otras presiones dentro del círculo familiar. Por eso, algunas familias que antes estaban muy unidas ahora se han distanciado”. ¿Cómo afrontar la situación?

      Hace unos dos mil setecientos años se dio a los cabezas de familia el siguiente consejo: “Prepara tu trabajo fuera, y alístatelo en el campo. Después también tienes que edificar tu casa” (Proverbios 24:27). Un agricultor llamado Randy, padre de familia e hijo, nieto y bisnieto de agricultores, dice: “Es indispensable mostrar agradecimiento a los miembros de la familia. Todos ellos necesitan apoyo y amor. Unas palabras y gestos de cariño hacen que se sientan necesitados y apreciados”.

      Cuando tienen lugar cambios drásticos, son los niños los que más atención precisan. El sentimiento de pérdida que tienen los pequeños tras el embargo de la propiedad familiar se ha comparado al de los niños cuyos padres se han divorciado o han fallecido. A los niños les hace falta saber que ellos no tienen la culpa de lo sucedido y que la familia seguirá unida.

      Cómo pueden ayudar los demás

      Es posible que los agricultores y ganaderos agobiados se aíslen y eviten incluso la compañía de sus amigos (Proverbios 18:1). Sin embargo, en tiempo de dificultades, uno necesita más que nunca el apoyo de otras personas.

      ¿Tiene usted algún amigo o vecino que esté sufriendo a causa de la crisis agropecuaria? Pues con solo demostrarle empatía ya podrá ayudarlo. “El mero hecho de que nuestros amigos sepan por lo que estamos pasando nos consuela”, dice un granjero llamado Ron. De modo que tome la iniciativa, visite a sus amigos y escuche cuando le digan cómo se sienten.

      A Jack le beneficiaron mucho las visitas. Cuenta: “Recuerdo con cariño las ocasiones en que mis amigos, al darse cuenta de la difícil situación en que me encontraba, me hacían una afectuosa visita para darme ánimos”. No es necesario saber mucho de agricultura o ganadería para brindar apoyo. Rodney, citado al principio, señala: “Saber que mis amigos comprenden la pesada carga de trabajo que tengo ya me da las fuerzas y el ánimo que necesito para hacer lo que pueda”. Estas palabras nos recuerdan el proverbio bíblico que dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).

      La solución definitiva

      La crisis agropecuaria constituye una de las muchas pruebas existentes de que el ser humano es incapaz de administrar apropiadamente la Tierra y sus recursos. El profeta Jeremías dijo: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Es obvio, pues, que necesitamos la ayuda divina, y podemos estar seguros de que tal ayuda está en camino.

      La Biblia señala: “Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15). En efecto, fue el mandato de nuestro Creador lo que dio comienzo a la agricultura. Siglos más tarde, Dios introdujo a su pueblo Israel en Canaán. El registro inspirado dice respecto a aquella tierra: “De la lluvia de los cielos bebe agua; una tierra de la que Jehová tu Dios está cuidando. Los ojos de Jehová tu Dios están constantemente sobre ella, desde el principio del año hasta el fin del año” (Deuteronomio 11:11, 12). Jehová también entregó a su pueblo leyes que protegían la Tierra Prometida de una mala explotación. Por ejemplo, a fin de que el suelo se conservara fértil, los israelitas tenían que dejar sus campos, viñedos y olivares en barbecho cada siete años (Éxodo 23:10, 11).

      Podemos tener la seguridad de que bajo el futuro Reino de Dios —un gobierno celestial en manos de Jesucristo—, la Tierra disfrutará de una productividad agrícola sin precedentes (Isaías 35:1-7). Mientras estuvo en la Tierra, el Rey nombrado de este Reino, Jesucristo, demostró su capacidad para controlar las fuerzas naturales que perjudican los cultivos (Marcos 4:37-41). El Salmo 72, que describe las condiciones que existirán cuando Cristo ejerza su poder para restaurar el planeta y sanar a sus habitantes, nos asegura: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia. El fruto de él será como en el Líbano, y los que son de la ciudad florecerán como la vegetación de la tierra” (Salmo 72:16). Sí, al pueblo de Dios le aguardan cosechas excepcionalmente abundantes en el nuevo mundo, que serán segadas con infinito gozo.

      [Comentario de la página 9]

      “Una lección difícil de aprender para muchos granjeros es el hecho de que el trabajo duro no siempre redunda en beneficios”

      [Ilustraciones de la página 10]

      Atender las necesidades emocionales y espirituales de los miembros de la familia puede ayudarlos a hacer frente a la situación

      [Ilustración de la página 10]

      Bajo la gobernación divina, la Tierra producirá sobreabundante alimento

      [Reconocimiento de la página 9]

      Garo Nalbandian

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