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Trabajar mucho. ¿Cuáles son las consecuencias?¡Despertad! 1993 | 22 de junio
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Trabajar mucho. ¿Cuáles son las consecuencias?
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón
“‘LAS bebidas vigorizantes’ se han hecho muy populares; hay más de doscientas marcas disponibles, que producen al año un total de 900 millones de yenes en ventas”, informa el Mainichi Daily News, el periódico japonés de más tirada. La popularidad de estos productos, de los que se dice que proporcionan un aporte energético instantáneo a los trabajadores fatigados, “da testimonio del impulso japonés por el cumplimiento del trabajo a pesar del estrés, las pocas horas de sueño y el sofocante calor del verano”, continúa diciendo el informe.
Al otro lado del Pacífico, “casi uno de cada ocho estadounidenses dijo que trabajaba sesenta horas o más a la semana”, según la Agencia Estadounidense de Estadística Laboral. Los que ocupan los mandos intermedios ven necesario dedicar tanto tiempo y energía al trabajo, que a veces su empleo se convierte en el factor que controla su vida.
En casi todas las culturas se alaba a las personas que son industriosas, concienzudas y trabajadoras, pues se considera que poseen grandes virtudes. Hasta un escritor bíblico dijo: “En cuanto al hombre, no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. Esto también lo he visto, yo mismo, que esto proviene de la mano del Dios verdadero”. (Eclesiastés 2:24.) En general, casi todo el mundo aún cree en estos valores. Pero tanto si lo juzgan una virtud como si no, la mayoría de la gente trabaja desde la mañana hasta la noche, cinco, seis o hasta siete días a la semana.
¿Qué se ha conseguido trabajando tanto? Los “milagros” económicos logrados en Japón y Alemania desde el fin de la II Guerra Mundial son la envidia de las naciones en desarrollo. Ambos países resurgieron tras su derrota hasta convertirse en potencias económicas que el resto del mundo tiene que tomar en consideración. Sin embargo, ¿cómo ha afectado a muchas personas la devoción al trabajo?
El Mainichi Daily News dice que aunque el nivel de vida ha subido considerablemente en Japón, a la mayoría de los japoneses “todavía les resulta difícil percibir en su vida cotidiana una sensación de verdadero bienestar económico”. Peor aún, en su pertinaz búsqueda de la llamada ‘buena vida’, muchos caen enfermos o hasta mueren por exceso de trabajo y estrés. En un estudio elaborado en Estados Unidos, una tercera parte de los tres mil gerentes encuestados opinaban que trabajaban demasiado, que estaban quemados y que no eran capaces de sentir ningún entusiasmo por su trabajo.
Las mujeres que se han incorporado al mercado laboral también presentan señales de angustia. Una encuesta llevada a cabo en Italia reveló que en ese país las mujeres trabajan a la semana una media de treinta horas más que su cónyuge. Además de las muchas horas que pasan en la oficina o la fábrica, cuando regresan a casa tienen que atender las tareas domésticas. Una trabajadora confesó a la revista Europeo: “Mi vida social es prácticamente nula. No tengo tiempo para mí. No puedo resistirlo más”.
¿Cómo está la vida de familia? “Al tratar de hacer realidad el ‘sueño americano’, estamos sacrificando nuestra persona y nuestra familia por conseguir dinero y poder”, dice Herbert Freudenberger, especialista neoyorquino en agotamiento laboral. Como resultado de lo absortos que están los esposos en el trabajo, algunas esposas de hombres de negocios británicos que trabajan en el extranjero dicen sentirse aisladas y desdichadas. Pero no son las únicas que se sienten así.
Fíjese en las consecuencias que esto tiene en la vida de familia en una nación como Japón, donde menos de la mitad de todos los trabajadores de oficina de mediana edad regresan a casa antes de las ocho de la noche. Algunas esposas ya no consideran a su esposo como un verdadero cónyuge en el sentido pleno de la palabra; ya no lo quieren tener en casa más tiempo del que está. Un anuncio de la televisión resume el desengaño de las esposas diciendo: “Lo mejor es tener el marido sano y fuera de casa”.
De lo susodicho se desprende que trabajar mucho tiene un lado positivo y uno negativo. Cuando se lleva a extremos, puede convertirse en una desventaja. ¿Qué puede hacerse, entonces, para que no sea una carga, sino una auténtica virtud y una fuente de felicidad?
Por otra parte, ¿qué peligro hay de poner el trabajo por delante de todo lo demás o de seguir adelante a toda costa? Examinemos con detalle estas facetas del hábito de trabajar mucho.
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Trabajar mucho. ¿Es peligroso para la salud?¡Despertad! 1993 | 22 de junio
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Trabajar mucho. ¿Es peligroso para la salud?
UN VENDEDOR de seguros de mediana edad se desplomó sobre su automóvil, vomitó y sufrió un colapso. Todavía agarraba con fuerza su maletín, el símbolo de su trabajo. Durante aquel mes había recorrido en automóvil unos 3.000 kilómetros trabajando bajo el lema de su compañía: “Estamos en un momento crucial. Esfuércense al ciento cincuenta por ciento”. Falleció cuatro días después de sufrir el colapso.
Este no es un caso aislado. Los “guerreros corporativos”, como se les denomina en Japón, se ven perturbados por la pesadilla del karoshi, o muerte por exceso de trabajo. Cierto abogado especializado en estos casos calcula que “en Japón [mueren] de karoshi todos los años por lo menos 30.000 personas”. No es de extrañar que más del 40% de los oficinistas japoneses encuestados recientemente temieran la posibilidad de morir por exceso de trabajo.
Aunque quizás resulte difícil demostrar qué relación hay entre el exceso de trabajo y ciertos trastornos de la salud, los familiares de las víctimas no tienen la menor duda. De hecho, la expresión “muerte por exceso de trabajo” la acuñaron los propios familiares dolientes, que reclamaban indemnizaciones. “Desde un punto de vista médico —dice Tetsunojo Uehata, del Instituto de Sanidad Pública de Japón—, se refiere a muerte o incapacidad causada por apoplejía cerebral, infarto de miocardio o insuficiencia cardíaca aguda como resultado de un trabajo pesado que agrava un estado de hipertensión o de arteriosclerosis.” Un informe reciente del Ministerio de Sanidad y Seguridad Social de Japón advierte que trabajar horas extraordinarias constantemente roba a la persona tiempo de sueño y degenera en mala salud y enfermedad.
Sin embargo, tal como los fumadores se niegan a admitir los peligros del tabaco y los alcohólicos los del alcohol, los laboradictos son reacios a reconocer los riesgos de trabajar demasiadas horas. Pero la muerte no es el único peligro al que se enfrentan.
Extenuación y depresión
Aunque algunos laboradictos quedan minusválidos o mueren, hay otros que caen extenuados. “La extenuación no tiene una definición médica precisa —explica la revista Fortune—, pero algunos de los síntomas aceptados comúnmente son fatiga, desaliento, absentismo, más problemas de salud y drogadicción o alcoholismo.” Algunas víctimas se vuelven hostiles, mientras que otras empiezan a cometer errores por descuido. Pues bien, ¿cómo cae alguien víctima de la extenuación laboral?
Por lo general, los que terminan extenuados no son los inadaptados ni los que padecen trastornos emocionales. Suelen ser las personas que dan mucha importancia a su trabajo. Puede que estén luchando por sobrevivir a la competencia cruel o que estén afanándose por ascender en la escala empresarial. Trabajan mucho y durante muchas horas tratando de cumplir bien con su responsabilidad. Pero cuando su devoción inquebrantable al trabajo y su continua actividad no les producen la satisfacción y la recompensa esperadas, se desilusionan, se sienten agotadas y caen víctimas de la extenuación laboral.
¿Cuáles son las consecuencias? En Tokio se ha abierto un servicio telefónico denominado Cuerda de Salvamento con el fin de ayudar a personas con tendencias suicidas; dicho servicio cada vez recibe más llamadas de oficinistas de mediana edad y mayores que están desesperados. De los más de veinticinco mil suicidios contabilizados en Japón en 1986, nada menos que un 40% correspondió a personas de entre 40 y 50 años, y el 70% eran hombres. “Esto se debe a que aumenta la incidencia de la depresión en los asalariados de mediana edad”, se lamenta Hiroshi Inamura, profesor de Psiquiatría.
Luego está lo que ha recibido el nombre de neurosis de los días de fiesta. ¿Qué síntomas presenta? A la persona le exaspera no hacer nada durante los días de fiesta. Como el laboradicto es un trabajador compulsivo, la conciencia le molesta durante los días libres. Al no poder hallar paz mental, camina de un lado a otro de su pequeña habitación como un animal enjaulado. Cuando llega el lunes, le alivia volver a la oficina.
Un tipo extraño de depresión que actualmente lleva al médico a bastantes trabajadores de mediana edad es el denominado síndrome de fobia al hogar. Estas personas, agotadas, se quedan por las cafeterías y los bares después del trabajo. Con el tiempo, dejan de ir a su casa totalmente. ¿Por qué temen regresar a casa? Aunque un factor que puede contribuir a esa reacción es que tengan un cónyuge poco comprensivo, ‘muchos han estado trabajando demasiado y ya no son capaces de adaptarse al mundo exterior, en muchos casos ni siquiera a su propia familia’, dice el Dr. Toru Sekiya, que ofrece un “Sistema de Hospital Nocturno” para tales pacientes.
Acaban con la vida de familia
Es posible que el laboradicto no sea quien más sufre. El enviciamiento con el trabajo “suele dar más problemas a las personas que comparten su vida con el laboradicto”, comenta la revista Entrepreneur. La vida matrimonial del cónyuge puede convertirse en una pesadilla. El laboradicto “ya ha encontrado el amor de su vida —dice la revista The Bulletin, de Sydney (Australia)—, y aceptar el segundo puesto no siempre resulta fácil”. ¿Qué sucede en tales matrimonios?
Veamos el caso de Larry, un estadounidense empleado por una empresa japonesa en Estados Unidos. Trabajaba muchas horas extraordinarias sin que se las pagaran, llegando a incrementar la productividad de la fábrica hasta en un 234%. ¿Resultó en su triunfo y felicidad? “¡Está loco!”, exclamó su esposa ante el tribunal que los divorciaba.
Aún peor fue el caso de un ejecutivo japonés que todos los días se iba a trabajar a las cinco de la mañana y no regresaba a casa antes de las nueve de la noche. Su esposa empezó a darse a la bebida. Un día, al discutir por lo mucho que bebía, el hombre la estranguló. El juez le declaró culpable de homicidio y dijo: “Como usted estaba completamente dedicado al trabajo, no se dio cuenta de la soledad de su esposa y no se esforzó lo suficiente por darle razones para disfrutar de la vida”.
Estrangular al cónyuge es un resultado extremo; sin embargo, la sobredosis laboral puede acabar con la vida de familia también de otras maneras. Cuando el esposo está en casa los domingos, quizás se limite a acomodarse frente al televisor para ver su programa deportivo favorito y pasar el resto de la tarde dormitando. Estos esposos no se dan cuenta de lo poco que están al corriente de otros aspectos de la vida. Agobiados por el trabajo, desatienden una cosa sumamente valiosa en la vida: su familia. Al pasar por alto la necesidad de que haya comunicación en la familia, lo que hacen es preparar el terreno para una vida solitaria tras la jubilación.
Viejos e insatisfechos
Un libro sobre el trabajo titulado At Work advierte lo siguiente en la introducción: “En nuestra sociedad [...] es tan fuerte el vínculo entre el trabajo, el amor propio y la posición social, que algunas personas encuentran que tras la jubilación les resulta en extremo difícil ajustarse a una vida en la que no desempeñan su anterior función laboral”. Los que centran su vida en el trabajo deben formularse esta pregunta: “¿Qué me quedaría si me quitaran mi puesto de trabajo?”. Recuerde que cuando una persona se jubila, su vida probablemente tenga que girar en torno a su familia y su comunidad.
Los que han desatendido la necesidad de comunicarse con su familia y sus vecinos no saben de qué hablar con ellos una vez jubilados. “Siegan las consecuencias de no haber querido pensar más que en el trabajo, ¿verdad? —dice una experimentada consejera de matrimonios de mediana edad en Japón—. En su vida faltaba el aspecto humano, y por el simple hecho de mantener a la familia lo daban todo por sentado. Sin embargo, al jubilarse, parece que la situación cambia.”
Esos treinta o cuarenta años de trabajar tanto, supuestamente para la familia, pueden resultar en lo contrario de lo que se esperaba. Qué triste sería que después de muchos años de trabajo arduo, los miembros de la familia llegaran a considerar a aquel que los mantenía como un simple “desecho industrial”, o como nureochiba (hojas caídas y mojadas). Esta última expresión se utiliza en Japón para designar a los maridos jubilados que no tienen otra cosa que hacer más que haraganear alrededor de su esposa todo el día. Por eso se les asemeja a hojas caídas y mojadas que se pegan a la escoba y que no se desprenden por mucho que se sacudan; no son más que una molestia.
En vista de todos los riesgos implicados, es natural preguntar: ¿Qué hacer para que el hábito de trabajar mucho sea una auténtica virtud? ¿Existe algún trabajo que produzca verdadera satisfacción? En el siguiente artículo de esta serie se tratan estas preguntas.
[Fotografía en la página 5]
La extenuación laboral a veces conduce a graves problemas
[Fotografía en la página 7]
Los cabezas de familia que son laboradictos suelen arruinar la vida de aquellos a los que deberían estar más unidos
[Recuadro en la página 6]
Advertencia oportuna
“Si su marido pierde el apetito, sufre insomnio y no quiere hablar, está enviando señales de socorro. Dígale que disfrute de otras cosas aparte del trabajo y que trate de relacionarse con personas ajenas a su empresa.” —Toru Sekiya, Clínica Neurológica Sekiya, Tokio (Japón).
“Me gusta trabajar muchas horas, pero si por ello hay que perder al esposo o a la familia, no estamos haciendo las cosas bien. No tiene gracia contar el dinero a solas.” —Mary Kay Ash, presidenta de la empresa Mary Kay Cosmetics.
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