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EsponsalesPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Los hebreos veían a una pareja comprometida como si estuviera casada, aunque la cohabitación no tenía lugar hasta que se terminaban las formalidades de la boda. (Gé 19:8, 14; Jue 14:15, 16, 20.)
Para los judíos los desposorios creaban tal grado de obligación, que en el caso de no celebrarse el matrimonio debido a un cambio de opinión del novio o por alguna razón justificada, la joven no podía casarse con otro hasta recibir un certificado legal de divorcio que la librara de su compromiso. (Mt 1:19.) Si la muchacha cometía fornicación con otro hombre estando ya comprometida con su novio, se la juzgaba como adúltera y se la sentenciaba a muerte. (Dt 22:23, 24.) Incluso si un hombre tenía relaciones con una muchacha esclava que estaba “designada para otro hombre”, pero que todavía no había sido redimida o liberada, a ambos se les consideraba culpables y se les castigaba. Sin embargo, no se les daba muerte, porque no había sido puesta en libertad. (Le 19:20-22.)
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EsponsalesPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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El cristiano debe considerar su palabra con la misma seriedad, y en el caso de un compromiso para casarse, ha de seguir el principio que expresó Jesús: “Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No; porque lo que excede de esto proviene del inicuo” (Mt 5:37), y que luego recordó Santiago: “Pero que su Sí signifique Sí, y su No, No, para que no caigan bajo juicio”. (Snt 5:12.)
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