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  • Aprendí a confiar en Dios
    ¡Despertad! 2006 | abril
    • Pruebas en la Estonia de la posguerra

      Las hermanas Sannamees me permitieron trabajar con ellas cosiendo ropa para las familias de las granjas, a quienes pudimos hablar en muchas ocasiones de las verdades bíblicas. Fueron momentos felices, pues no solo aprendí a coser, sino que también adquirí más experiencia en el ministerio cristiano. Aparte de la costura, también conseguí trabajo como profesora particular de matemáticas. Pero en 1948 las autoridades comenzaron a detener a los Testigos.

      En octubre del año siguiente me encontraba trabajando en una granja cuando me avisaron que la policía había ido a la casa de las hermanas Sannamees para arrestarme. Quise esconderme en la granja del hermano Hugo Susi, pero acababan de detenerlo también. Una mujer a quien le había hecho algunos trabajos me invitó a quedarme con ella. Después me mudé de una granja a otra, trabajando en la costura y predicando.

      A principios del invierno, el Comité de Seguridad del Estado soviético (KGB) me descubrió en Tartu, en la casa de Linda Mettig, una celosa joven Testigo algo mayor que yo. Me detuvieron y me llevaron a la comisaría para interrogarme. Allí me obligaron a quitarme toda la ropa mientras unos policías jóvenes miraban boquiabiertos. Me sentí humillada, pero le oré a Jehová, y eso me trajo paz y tranquilidad de corazón.

      Luego me pusieron en una celda tan pequeña que no podía ni acostarme, y solo me sacaban para los interrogatorios. Los policías me decían: “No te estamos pidiendo que niegues la existencia de Dios. Solo deja tu tonta predicación. Puedes tener un futuro prometedor”. Y después venía la amenaza: “¿Quieres vivir, o prefieres morir con tu Dios en los campos de Siberia?”.

      Por tres días no me permitieron dormir entre un interrogatorio y otro, pero logré soportarlo gracias a que meditaba en los principios bíblicos. Por último, uno de los interrogadores me pidió que firmara un documento en el que declaraba que dejaría de predicar. “He pensado mucho en este asunto —le dije—, y preferiría vivir en la cárcel y mantener intacta mi relación con Dios a estar libre y perder su aprobación.” Ante eso, el hombre gritó: “¡Tonta! ¡A todos ustedes los vamos a arrestar y mandar a Siberia!”.

      De pronto, libre

      Para mi sorpresa, justo antes de la medianoche, los interrogadores me dijeron que tomara mis cosas y me fuera. Estaba segura de que me seguirían, así que no fui a la casa de ninguno de mis hermanos cristianos, pues los hubiera puesto al descubierto.

  • Aprendí a confiar en Dios
    ¡Despertad! 2006 | abril
    • Al regresar a Tartu, Linda y yo nos enteramos de que habían arrestado a más Testigos, entre ellos a la madre de Linda. Casi todos nuestros hermanos estaban detenidos ya, incluso las hermanas Sannamees. Como sabíamos que la KGB nos buscaba, conseguimos un par de bicicletas y seguimos predicando en las afueras de Tartu. Cierta noche, la KGB me encontró en la casa de Alma Vardja, una Testigo recién bautizada. Cuando uno de los agentes revisó mi pasaporte, exclamó: “¡Ella! ¡Te hemos estado buscando por todas partes!”. Eso fue el 27 de diciembre de 1950.

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