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    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • PRIMEROS EVANGELIZADORES

      Los colportores predicaban el extenso territorio en bicicleta y pasaban la noche donde podían: algunas veces en casas, y otras en pajares. Como a la gente —que era pobre— le encantaba escucharlos hablar sobre el mensaje del Reino, estos dedicaban gustosamente entre ciento cincuenta y doscientas horas mensuales a la predicación. De hecho, una hermana informó doscientas treinta y nueve horas en un solo mes. El servicio de dichos cristianos se caracterizaba por la diligencia, el valor y la perseverancia. A continuación se narra lo que le ocurrió a una publicadora la primera vez que salió a predicar:

      —¿Sabes montar en bicicleta? —le preguntó una entusiasta hermana finlandesa.

      —Sí —respondió la publicadora.

      —Pues vámonos a Saaremaa —dijo emocionada la hermana, refiriéndose a la isla más grande de Estonia, localizada a unos 200 kilómetros (125 millas) de donde ellas estaban.

      Cuando llegaron al primer pueblo en Saaremaa, la hermana finlandesa sugirió: “¿Qué tal si empiezas en este extremo, y yo empiezo en el otro? Por la tarde nos encontramos en el centro del pueblo”. Aunque la nueva hermana nunca había predicado, sintió la ayuda de Jehová al llamar a la primera puerta. Esto le infundió confianza y pudo disfrutar del resto del viaje.

      Hellin Aaltonen (de casada Grönlund) se encontró con algunas personas de la isla de Vormsi y se dio cuenta de que hablaban otro idioma.

      —¿Saben estonio? —les preguntó.

      —No, hablamos sueco —respondieron.

      —¿Tienen libros en sueco? —prosiguió.

      —Hace siglos que no vemos un libro en sueco —contestaron exagerando un poco.

      Consciente de que los pobladores de Vormsi necesitaban publicaciones en sueco, Hellin decidió visitar la isla con Fanny Hietala, quien hablaba el idioma.

      Hellin recuerda: “Nos llevamos todos los libros en sueco que había en la sucursal y nos fuimos en transbordador. Predicamos por toda la isla en tres días y dejamos casi todas las publicaciones. Décadas más tarde me enteré de que un hermano en Suecia había aprendido la verdad gracias a unos libros que obtuvo en Vormsi”. Una y otra vez los predicadores del Reino experimentaban la veracidad de las palabras de Eclesiastés 11:6: “Por la mañana siembra tu semilla, y hasta el atardecer no dejes descansar la mano; pues no sabes dónde tendrá éxito esto”.

      ENFRENTAN DESAFÍOS

      La labor de los colportores distaba de ser fácil. Durante el invierno recorrían diariamente entre 20 y 40 kilómetros (12 y 24 millas), fuera esquiando o caminando. El frío era intenso, y había pocos lugares adecuados donde alojarse. Llevaban algunos alimentos básicos y otros artículos indispensables, aparte de las cajas de publicaciones. A menudo las carreteras quedaban intransitables debido a las fuertes lluvias. Muchas noches, los hermanos tuvieron que dormir a la intemperie. Sin duda, este sacrificado servicio exigía resistencia y una buena condición física. Pero ¿cómo lo consideraban estos devotos proclamadores?

      Considere el caso de Vilho Eloranta, un diligente hermano finlandés que predicó de tiempo completo en territorios aislados durante meses. Él recuerda: “Nunca me faltó nada que fuera indispensable. Casi siempre conseguía alimento y hospedaje a cambio de publicaciones. Raras veces necesitaba dinero. Cuando llegaba la noche, les pedía alojamiento a las personas. Pocas me lo negaban, especialmente si ya era tarde o la próxima granja estaba muy lejos.

      ”Lo que más me interesaba era transmitir el mensaje del Reino a las personas —continúa Vilho—. Por eso, llevar una vida sencilla jamás me robó la felicidad y satisfacción que sentía al predicar.”

      Aquellos laboriosos hermanos prepararon el camino para el crecimiento futuro al distribuir grandes cantidades de publicaciones. Por ejemplo, en 1929, el pequeño grupo de evangelizadores repartió un total de 53.704 libros y folletos.

      “Los aproximadamente treinta colportores que había en Estonia —dijo Adolf Kose— lograron predicar en todo el país antes de la II Guerra Mundial.”

      La huella que dejaron estos diligentes predicadores aún perdura. Por ejemplo, a principios de la década de 1990, los testigos de Jehová visitaron a una ancianita llamada Ruth. El mensaje de los hermanos le sonó familiar, y recordó que hacía más de sesenta años lo había escuchado de boca de una Estudiante de la Biblia alemana que visitó un par de veces a su vecina. Ahora, pese a su edad avanzada y sus problemas de audición, Ruth reconoció la verdad, aceptó un estudio bíblico y con el tiempo se bautizó. ¡Y pensar que pasaron casi setenta años desde que conoció a los Testigos!

  • Estonia
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • [Ilustración de la página 170]

      Jenny Felt e Irja Mäkelä, las primeras precursoras que llegaron de Finlandia

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