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  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Un precursor en el imperio oculto

      En aquella misma época, otro valiente precursor, Krikor Hatzakortzian, entró en Etiopía para ofrecer iluminación espiritual en su lengua materna, el armenio, así como en griego y en francés. Etiopía era un país peculiar en muchos sentidos.

  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Este era el país en el que se encontró el hermano Hatzakortzian en 1935 sin compañero, pero con plena confianza en Jehová. El siguiente extracto de una carta en la que daba un informe de su actividad y que se publicó en La Torre del Vigía de marzo de 1936, nos da una idea de a qué se enfrentaba:

      “No considero extraño ser perseguido por causa de la justicia, y espero más persecución. [...] Jehová de los ejércitos me ha protegido en ocasiones pasadas y también lo hará en el futuro.

      ”Al mediodía volvía a casa del trabajo, cuando uno de los agentes de Satanás salió de repente de su escondite y me hirió dos veces en la cabeza con un garrote grande; me golpeó con tanta fuerza, que el garrote se quebró. No obstante, con la ayuda del Señor, la herida no fue muy grave, para admiración de los vecinos. Estuve en cama solo dos días. En otra ocasión los representantes del enemigo me atacaron con cuchillos; pero en el momento en que iban a apuñalarme, por la influencia de algún poder desconocido, tiraron sus cuchillos y me dejaron solo.

      ”Pero [...] siguen con su persecución. Esta vez inventaron declaraciones falsas acerca de mí, y me enviaron a la capital (Addis Abeba) para comparecer ante el emperador. Mientras estuve en la capital (cuatro meses), fui por donde quise y di el testimonio de casa en casa, así como en los hoteles y los cafés. Por fin comparecí ante el emperador. Me escuchó, y no encontrando culpa alguna en mí, me liberó y me mandó que me fuera a casa. ¡Alabado sea el Señor por esta victoria!

      ”La gente vive en temor y perplejidad, mas yo me regocijo en el Señor. Que el Todopoderoso Jehová los bendiga con creces y los fortalezca para terminar la obra que les ha encomendado.

      Su hermano en Cristo,

      K. Hatzakortzian.”

      Durante la agitación de la II Guerra Mundial, no se tuvieron noticias del hermano Hatzakortzian, pero misioneros de Galaad que llegaron a Addis Abeba en la década de los cincuenta oyeron hablar de un hombre de Diredawa que ‘hablaba como ellos’. Haywood Ward fue a esa ciudad, situada hacia el este, y encontró a un anciano que no hablaba ni una palabra de inglés. Después que el misionero se identificó, el anciano se echó a llorar, levantó la vista a los cielos y musitó unas palabras, entre ellas el nombre de Jehová en armenio. Era el hermano Hatzakortzian. ¡Por fin había llegado el día que tanto había anhelado! Llorando de alegría, abrazó al hermano Ward. Luego sacó con orgullo unas cajas viejas, donde tenía revistas La Atalaya y libros manoseados, sin parar de hablar con júbilo en un idioma que su visitante no entendía.

      El hermano Ward se quedó maravillado por este encuentro y tenía la intención de repetir la visita, pero no fue posible. Cuando otros misioneros fueron a verlo, encontraron a la gente de duelo. El hermano Hatzakortzian había muerto.

      Para los misioneros fue como un “Melquisedec”. (Heb. 7:1-3.) Se hacían muchas preguntas sobre él: ¿Quién era? ¿De dónde había venido? ¿Dónde había aprendido la verdad? ¿Qué le había sucedido durante los turbulentos años de la II Guerra Mundial? En cualquier caso, fue un valiente precursor en Etiopía.

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