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Kenia y los países vecinosAnuario de los testigos de Jehová 1992
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Pese a los insectos, los hermanos disfrutaban efectuando la obra, como explica un misionero: “Un día iba caminando por una carretera cuando me encontré con un joven etíope y me detuve para hablarle. En cuanto se enteró de que era misionero, me pidió: ‘Señor, por favor, hábleme de Jesucristo’. Le invité a ir al hogar misional al día siguiente, y a los diez minutos de su llegada ya habíamos empezado un estudio con el libro ‘Sea Dios veraz’. Al día siguiente volvió acompañado de otro joven para seguir estudiando. Llegaron a ser los dos primeros publicadores etíopes”.
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Kenia y los países vecinosAnuario de los testigos de Jehová 1992
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Un seminarista pone la mano en el arado
Una de las personas que respondió al mensaje del Reino fue un seminarista que no hablaba ni una palabra de inglés. La primera conversación que mantuvo con un misionero fue mediante un intérprete. Cuando surgían cuestiones polémicas, el seminarista acudía a su Biblia en el antiguo lenguaje geez. Le sorprendió descubrir que su argumento preferido a favor de la Trinidad en 1 Juan 5:7 no aparecía en su traducción. Con su propia Biblia se le mostró rápidamente la falsedad de otras doctrinas.
Se presentaba tres o cuatro veces por semana para estudiar y llevaba con él a otros. Cuando abandonó el seminario para irse a casa de un Testigo, el director fue con un policía y se lo llevó de nuevo al seminario, donde lo tuvieron encerrado cuatro días. Desde allí envió una nota a los hermanos, en la que les decía que no debían sentir lástima de él, porque se alegraba de estar prisionero a causa de Jehová. “No crean que voy a volver con ellos —dijo—. Nadie que ha puesto la mano en el arado mira las cosas que deja atrás.” Tras su liberación se mudó a la capital, donde asistió a las reuniones, y llegó a ser uno de los primeros etíopes que se bautizaron como testigos de Jehová.
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