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  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Esta fue la asignación de tres misioneros solteros que llegaron a la capital, Addis Abeba, el 14 de septiembre de 1950.

      Tuvieron que acostumbrarse a muchas cosas nuevas para ellos: para empezar, los 2.400 metros de altitud a los que está situada Addis Abeba, una de las capitales más elevadas del mundo; después, el idioma amhárico, con sus consonantes oclusivas p, t y s, y el alfabeto etiópico, que consta de 33 caracteres y más de doscientas cincuenta variantes; además, las más de setenta lenguas tribuales y otras doscientas lenguas minoritarias, y, por último, una lengua casi muerta llamada geez, que todavía utilizaban los sacerdotes de manera similar a como algunos eruditos europeos emplean el latín.

      Las personas tenían una atractiva tez bronceada y lucían peinados extraños, ropa típica y trajes festivos. Algunos llevaban cruces tatuadas en la frente. Tenían nombres interesantes. Un hombre podía llamarse Gebre Meskal (“Esclavo de la Cruz”), Habtemariam (“Siervo de María”) o Tekle Haimanot (“Planta de la Religión”). Una mujer podía tener el nombre de Leteberhan (“Esclava de la Luz”) o Amaresh (“Eres hermosa”).

      Maestros de escuela a la vez que predicadores

      En su primer hogar misional, ubicado en un apartamento en el sector de la Case Popolari de Addis Abeba, los misioneros recibían con asombro la visita regular de un colobo. Este mono travieso se metía por todas partes y armaba un lío tras otro. No se conformaba con echar mano a la salsa de tomate, no; tenía que dejar el rastro de tomate por toda la casa y restregarlo por las paredes. Por supuesto, también recibían visitas humanas, y conducían estudios bíblicos en el porche del hogar misional.

      A fin de proteger los intereses de la Iglesia de Etiopía, estaba prohibido hacer proselitismo entre los cristianos; solo se permitía entre los musulmanes y los “paganos”. Así pues, se autorizó la entrada a los misioneros con la condición de que abrieran escuelas donde enseñar inglés, mecanografía y contabilidad.

      Cuando las clases nocturnas para adultos estuvieron debidamente formadas, los misioneros tuvieron que mudarse a un local más grande, en Churchill Road, la calle principal de la capital. Los hermanos decidieron no mezclar las enseñanzas religiosas con los temas académicos, pero invitaban a los alumnos a asistir a las reuniones de la congregación. Una de las aulas se convertía en Salón del Reino a la hora de las reuniones.

      En 1952 llegaron a Addis Abeba ocho misioneros más de la clase número 18 de Galaad, entre los que se hallaban Harold y Anne Zimmerman, a quienes se asignó a ayudar a dar las clases nocturnas de la capital. Dos parejas de la clase número 12, los Brumley y los Luck, abrieron una escuela en la histórica Harar, cerca de la frontera oriental con Somalia, en otro tiempo ciudad vedada a los extranjeros y que todavía visitan regularmente las hienas. De hecho, el visitante puede disfrutar del espectáculo nocturno que ofrecen los “hombres de las hienas” alimentando a estas fieras. (Véase ¡Despertad! del 22 de noviembre de 1985.)

      Los misioneros de Galaad Dean Haupt y Raymond Egilson abrieron una escuela similar en Diredawa, un centro comercial próximo a Harar ubicado estratégicamente en la única línea de ferrocarril etíope, entre el puerto de Yibuti y Addis Abeba. Esta era la ciudad donde había muerto el hermano Hatzakortzian.

      La vida cotidiana estaba exenta de lujos. El hermano Haupt explica: “Nuestra primera noche fue una experiencia inolvidable. Todavía no teníamos muebles, de modo que a la hora de comer utilizamos un baúl como mesa y unas maletas como sillas. Pusimos los colchones en el suelo, ya que todavía no habían llegado las camas. No se estaba tan mal después de todo, pero cuando apagamos las luces, empezaron a bajar chinches de las paredes para probar nuestro sabor. Parece ser que este sector de la casa llevaba algún tiempo vacío, así que las chinches salieron para chupar sangre fresca. Creo que no pegamos ojo en toda la noche”.

      Una sucursal pequeña

      Pese a los insectos, los hermanos disfrutaban efectuando la obra, como explica un misionero: “Un día iba caminando por una carretera cuando me encontré con un joven etíope y me detuve para hablarle. En cuanto se enteró de que era misionero, me pidió: ‘Señor, por favor, hábleme de Jesucristo’. Le invité a ir al hogar misional al día siguiente, y a los diez minutos de su llegada ya habíamos empezado un estudio con el libro ‘Sea Dios veraz’. Al día siguiente volvió acompañado de otro joven para seguir estudiando. Llegaron a ser los dos primeros publicadores etíopes”.

      Constantemente acudían personas interesadas al hogar misional para pedir un estudio bíblico, de manera que siempre tenía que haber un misionero en casa.

  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • [Fotografía en la página 96]

      Los misioneros de Galaad Dean Haupt y Haywood Ward en Addis Abeba

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