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    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Etíopes que mantienen integridad

      La oposición del Estado se intensificó en Etiopía. Las autoridades anunciaron sentencias de muerte para dos hermanos, pero no los ejecutaron. Se ha presionado a los Testigos para que violen su conciencia; a algunos se les ha llegado a amenazar apuntándoles con una pistola en la sien.

      Las dificultades económicas llevaron a un cumplimiento casi literal de la profecía de Revelación que dice que ‘nadie podría comprar o vender salvo la persona que tuviera la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su nombre’. (Rev. 13:17.) Era muy difícil encontrar un ejemplar de la Biblia. El Estado controlaba cada vez más la vida de los ciudadanos. Se necesitaba un visado para viajar al interior del país. Hombres, mujeres y niños estaban distribuidos en organizaciones políticas.

      En marzo de 1978 Wubie Ayele murió apaleado por su adhesión a los principios bíblicos. Unos meses más tarde también fueron asesinados Ayele Zelelew, anciano y precursor, y el publicador Hailu Yemiru, y sus cuerpos se expusieron en una calle de Addis Abeba durante un día entero para que todo el mundo los viera.

      La presión se intensificó. La radio, la prensa y la policía lanzaron ataques contra los Testigos. En varias ocasiones hubo más de cien hermanos en prisión al mismo tiempo. Algunos fueron liberados, entre ellos hermanos que habían soportado dos años y medio de tortura. Sorprendentemente, unos cuantos hermanos habían servido de precursores auxiliares en la cárcel.

      Entonces se maquinó un plan atroz: erradicar a los testigos de Jehová. Cuando llegó a oídos de los hermanos, algunos se sobrecogieron de miedo. Además, tenían que enfrentarse a dificultades económicas; la carne y los cereales escaseaban, así como los neumáticos de automóviles, la gasolina y otros artículos necesarios.

      Más de cien hermanos se mantuvieron fieles incluso después de perder sus trabajos, una verdadera prueba de fe para hombres que tenían que mantener a familias numerosas. Pero era conmovedor ver a Testigos que tenían trabajo ayudar económicamente a los necesitados, una expresión de amor similar a la de los cristianos primitivos. (Hech. 4:32.) Los Testigos necesitaron mucho ánimo y guía espiritual para sobrellevar estas espantosas situaciones, y los recibieron bajo la dirección de Jehová.

      Valor hasta el fin

      Las detenciones y los juicios se sucedían interminablemente. Un precursor especial ha sido detenido quince veces desde 1972. Se ha encarcelado incluso a jóvenes de catorce años, algunos por períodos de más de cuatro años. A pesar de ello, no han transigido. Luego empezaron los reclutamientos para la guerra, que incluían a las mujeres jóvenes. Muchos Testigos utilizaron el tiempo de reclusión para servir de precursores auxiliares, ayudando a otros prisioneros a conocer la verdad bíblica. Una hermana recibió permiso para ausentarse momentáneamente de la prisión para dar a luz, después de lo cual tuvo que regresar.

      Un hermano valeroso que viajaba en automóvil hacia una zona rural de repente se dio cuenta de que no había escondido su paquete de literatura bíblica. Lo llevaba bien visible debajo del tablero de instrumentos. Oró que pudiera encontrar un lugar conveniente donde esconder la voluminosa carga, pero parecía que no existía tal lugar. Tuvo que dejarla donde estaba, confiando en que Jehová le ayudaría. Pasó por nueve controles de carretera, en algunos de los cuales le registraron el vehículo exhaustivamente, y ¡ni un solo funcionario sospechó del paquete!

      En diciembre de 1982 se detuvo a seis Testigos a causa de su postura cristiana de neutralidad. También eran hombres valerosos, que ayudaron a muchos compañeros de prisión a tener la esperanza del Reino. A los tres años se los llevaron de la prisión y nadie volvió a verlos. Todos fueron ejecutados.

      En Desié, ciudad del centro norte del país, Demas Amde, maestro de escuela y padre de cinco hijos, padeció más de cinco años de torturas en la cárcel: primero, trabajos forzados; después pasó seis meses de incomunicación encadenado en posición encorvada, seguidos de una enfermedad que no recibió atención médica; luego permaneció desnudo por dos meses, con el cuerpo infectado de piojos, y finalmente fue trasladado a una celda en la que yacían otros prisioneros muriéndose de fiebre tifoidea. Cuando su estado de salud se volvió crítico, con su cuerpo debilitado por el cáncer, lo dejaron salir de la prisión para morir. Murió el 4 de febrero de 1991, fiel hasta el fin y con la firme esperanza de la resurrección. (Compárese con Hebreos 11:37-40.)

      Otros Testigos se salvaron. A un hermano que viajaba hacia una zona rural lo detuvieron como sospechoso de pertenecer a la guerrilla. El hermano no pudo callarse y, con gran riesgo para su vida, declaró con intrepidez que era testigo de Jehová. Nadie lo creyó, y lo encerraron en una celda junto con otros prisioneros.

      ¿Cómo pasó la noche? En lugar de lamentarse por su desgracia, aprovechó la oportunidad para hablar de las buenas nuevas con los demás. Por la mañana, se sorprendió al ver que se llevaban a algunos prisioneros de la celda para interrogarlos. “¿Qué clase de hombre es el que les metimos anoche en la celda?”, preguntaron los oficiales.

      “Ah, ¿se refieren al que estuvo predicando casi toda la noche y no nos dejó dormir?”, contestaron. Los oficiales en seguida se percataron de que era de verdad testigo de Jehová. Su declaración pública de fe le abrió las puertas de la cárcel; ¡estaba libre!

      Un hombre interesado del sur del país aguantó fielmente más de cuatro años de reclusión. El primer año estuvo con las piernas encadenadas y permaneció seis meses incomunicado. Enviaron sus efectos personales a sus familiares, quienes pensaron que lo habían ejecutado. Subsistió con raciones exiguas de comida y finalmente, cuando su cuerpo se hallaba debilitado, lo sentenciaron a muerte. No obstante, altos cargos de la administración revocaron la sentencia.

      A veces le metían prostitutas en la celda para tentarlo. Después de tres años recibió estímulo cuando ingresó en la prisión otro hombre interesado, con quien pudo compartir su fe. No parecía haber posibilidades de ser puesto en libertad. Pero un día, con gran asombro suyo, le dijeron que estaba libre. ¡Por fin podía simbolizar su dedicación a Jehová mediante el bautismo!

      Sentenciado a muerte ocho veces

      En Debre Zeit, una ciudad cercana al centro de Etiopía, detuvieron al precursor Worku Abebe a causa de su postura neutral y lo sentenciaron a morir aquella misma noche. Antes de ejecutar la sentencia, detuvieron a veinte hermanos y hermanas más de otra ciudad de los alrededores. Las autoridades pensaban que estos transigirían cuando vieran muerto al hermano Worku (creían que era su cabecilla). De modo que los funcionarios de esta otra ciudad querían que se les entregara al hermano Worku para ejecutarlo ellos mismos.

      Mientras lo trasladaban de prisión, el hermano Worku explicó sus creencias ante 300 personas. Aprovechándose de la costumbre local de no interrumpir al que habla, se pasó cuatro horas contando su historia y la de los testigos de Jehová desde Abel hasta el presente. Cuando concluyó, un guardia dijo: “Deberíamos separarle del resto. ¡Casi me convence!”.

      Una tarde los guardias los llevaron a él y a los demás prisioneros Testigos hasta la orilla de un río para ejecutarlos allí. Mientras los apuntaban con sus pistolas, les preguntaron: “¿Van a renunciar a su fe, o no?”. Los Testigos contestaron al unísono con voz resuelta que jamás negarían a Jehová. Al final no los ejecutaron, sino que los golpearon cruelmente durante horas. “El dolor era tan intenso, que les rogábamos que nos mataran en vez de golpearnos, pero no se detenían”, contaron los hermanos.

      A continuación separaron al hermano Worku del grupo para ejecutarlo. Sonó un disparo. Él se quedó perplejo durante unos instantes, pues no estaba herido ni había caído al suelo. Entonces cayó en la cuenta: la bala no le había dado. Los perseguidores no perdieron el tiempo. Le golpearon con la culata de un arma. Cayó inconsciente y volvieron a llevarlo a su celda.

      Cuando regresaron a la prisión, los guardias recibieron órdenes de hacer que todos los Testigos transigieran aquella noche. Al poco rato empezaron a resonar detonaciones de armas de fuego por las celdas. Dijeron a los Testigos: “¿Han oído esos disparos? Hemos matado a sus hermanos. Mañana verán sus cuerpos muertos en las calles. Y si no transigen, también los mataremos a ustedes”.

      Ellos respondieron: “Estamos dispuestos a beber de la copa de la que han bebido nuestros hermanos”.

      Durante la noche, los guardias empezaron a golpear con palos al hermano Worku y a los demás Testigos. Un guardia muy violento ató los brazos del hermano Worku con tanta fuerza, que se le reventó la piel de los dedos y le empezaron a sangrar. Al encontrarse con los demás hermanos, escondió sus dedos mutilados para no desanimarlos. Cuando se produjo un respiro, los Testigos oraron hasta quedarse dormidos; pero a la una de la madrugada los feroces perseguidores se abalanzaron sobre ellos y los golpearon una y otra vez hasta las cuatro. Después los Testigos volvieron a orar a Jehová para agradecerle el que les hubiera dado fuerzas y para pedirle que les siguiera ayudando.

      Por la mañana se presentaron más matones en la celda, que se pusieron a darles patadas. Por la tarde volvieron a separar del grupo al hermano Worku, y entre veinte personas le dieron una paliza y lo pisotearon. A pesar de esto, no cedió. Luego decidieron de nuevo que lo mejor era matarle. A las diez de la noche llegaron veinte guardias más y estuvieron golpeándolo hasta las dos de la madrugada aproximadamente. Uno de los torturadores estaba tan furioso, que agarró a otro Testigo por detrás y lo mordió brutalmente, por lo que al hermano le han quedado cicatrices. Tuvieron a los Testigos encerrados en una habitación oscura sin comer ni beber y recibiendo palizas continuas durante cuatro días. Todos tenían fracturas en varios huesos, incluso en el cráneo. Su estado de salud era muy malo.

      Un alto funcionario que visitó la cárcel y vio en qué condiciones físicas se encontraban se compadeció de ellos y ordenó que les dieran algo de comer. No obstante, el guardia violento antes mencionado se enfureció al ver que se suministraba alimento y agua a los Testigos, y urdió un plan: los acusó de intento de fuga. Su estratagema tuvo éxito, de modo que se programó una nueva ejecución. Los hermanos oraron fervientemente para ser liberados, sobre todo en vista de las acusaciones falsas y vergonzosas de que habían sido objeto. Un funcionario de rango superior suspendió la ejecución, pero no se libraron de ser apaleados durante toda la noche.

      Al cabo de unos cuantos días llegó otro funcionario, y anunció que el hermano Worku iba a ser ejecutado y los demás serían puestos en libertad. Fue sorprendente que, además de liberar a estos hermanos, pocos días después dijeran al hermano Worku que también podía marcharse.

      En seguida aprovechó la ocasión para reunirse con otros hermanos en un domicilio privado e infundirles ánimo. No obstante, le habían seguido sin que se diera cuenta, y lo denunciaron. Al día siguiente, pues, volvieron a detenerlo y a sentenciarlo a muerte.

      Intentaron una vez más embaucarlo para que transigiera. Se dirigieron a él amistosamente y le animaron a gritar ciertos lemas. El hermano Worku se negó; solo pronunció sus propios lemas bíblicos en favor del Dios verdadero. La “amigabilidad” de aquellos hombres se convirtió entonces en una cruel tortura.

      Algunos días más tarde, los carceleros quisieron volver a hablar con él. La conversación duró cuatro horas. Le ofrecieron un importante puesto político, que rechazó. Le dijeron lo siguiente: “Lo van a fusilar para que se lo coman los gusanos”.

      Al final, funcionarios imparciales se interesaron en su caso y votaron a favor de su liberación. Él consideraba todo el sufrimiento un gozo; no había cedido. (Heb. 12:⁠2.) Antes de que comenzaran sus pruebas, siempre se había tomado en serio el estudio regular de familia y la oración. Sin duda eso le ayudó a aguantar. Él explicó qué había dicho un “Nicodemo” actual, un pastor de la cristiandad, respecto a la diferencia entre los Testigos que habían sufrido persecución y la gente de su religión: “Nosotros nos atemorizamos y transigimos, le fallamos a Dios, pero ustedes se declararon de parte de él con firmeza, sin temer ni siquiera a la muerte. ¡Muy bien!”. Al hermano Worku lo sentenciaron a muerte un total de ocho veces, pero Jehová le protegió la vida.

      Aprenden una buena lección

      Durante aquellos años de duras pruebas, los Testigos etíopes descubrieron que en su caso se cumplían las palabras del apóstol Pablo: “De un estado débil fueron hechos poderosos”. (Heb. 11:34.) A una hermana humilde que trabajaba de sirvienta y estaba aprendiendo a leer la metieron en la cárcel junto con un grupo de Testigos cultos. Mientras que algunos de estos oraban por su liberación, ella centraba sus oraciones en pedir fuerzas para mantenerse fiel. Un día los perseguidores llevaron un cuenco de aceite hirviendo y amenazaron con sumergir en él los dedos de todos los prisioneros. Algunos Testigos se amedrentaron y cedieron, pero la humilde hermana se mantuvo firme. Y a sus dedos no les pasó nada. Poco después la pusieron en libertad.

      Los que habían concedido una gran importancia a la posición social y a la educación seglar aprendieron una buena lección de la conducta de la hermana. Por fin se dieron cuenta de que la fidelidad era lo primordial.

  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Los Testigos de Jehová jóvenes de este país se vieron sometidos a una presión especial. Se les negaron muchos derechos fundamentales, como el de recibir atención hospitalaria, presentarse a exámenes escolares y obtener empleo. ¿Se sintieron abandonados por ello? ¡De ningún modo! Con plena fe en que sus tribulaciones eran pasajeras, siguieron adelante con el poder que Jehová les impartía. (Fili. 4:13.)

  • Kenia y los países vecinos
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • [Fotografías en la página 177]

      Rostros que esperamos ver en la resurrección. Todos fueron asesinados debido a su lealtad a las buenas nuevas. Desde la parte superior izquierda: Ayele Zelelew, Hailu Yemiru, Wubie Ayele, Kaba Ayana, Gebreyohanes Adhanom, Adera Teshome, Wondimu Demera, Kasa Gebremedhin y Eshetu Mindu

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