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Página 2¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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La belleza, la variedad y el diseño que se observan en la creación llevan a muchos a creer que tiene que haber un Creador inteligente. Sin embargo, el mayor impedimento para que otros muchos crean en Dios es el sufrimiento y el mal que existen en el mundo. Si “Dios es amor”, ¿por qué permite que le sucedan tantas desgracias a la gente buena? ¿Existen razones de peso para que Dios permita el mal? ¿Hay algún motivo para creer que el mal desaparecerá en el futuro cercano?
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¿Por qué le suceden desgracias a la gente buena?¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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¿Por qué le suceden desgracias a la gente buena?
En El Salvador, al pie del volcán San Salvador, está ubicada la ciudad de San Ramón. El día 19 de septiembre de 1982 por la mañana, esa ciudad fue alcanzada por tres enormes oleadas de barro. Debido a las lluvias torrenciales, la primera oleada adquirió una altura de casi dos pisos y arrastró grandes piedras y troncos de árboles. A medida que bajaba por la ladera del volcán, fue abriendo un cañón de 50 metros de profundidad y 75 metros de anchura, aumentando progresivamente su velocidad y tamaño. Al llegar abajo, embistió contra las casas de adobe que encontró a su paso.
La casa de Ana se derrumbó en un instante aterrador ante la implacable ola. Sus hijas se agarraron de ella y gritaron: “¡Ora por nosotras!”, y a continuación el barro se las tragó...
Pero, por casualidad, una teja fue a parar frente al rostro de Ana, dejándole un poco de espacio para respirar. “Estuve pidiendo ayuda sin parar”, dice ella. Unas cuatro horas después, los vecinos oyeron sus gritos y empezaron a liberarla. Se la encontró enterrada en el barro hasta las axilas y con los cuerpos de sus hijas apretados contra ella y asfixiados por el barro.
LAS personas de San Ramón eran humildes y amigables. Entre los muertos hubo varios cristianos dedicados, incluso una pareja recién casada —Miguel y Cecilia— y una familia de cinco miembros cuyos cuerpos fueron hallados abrazados entre sí.
La calamidad no hace distinción entre la gente buena y la mala, una realidad que algunos encuentran difícil de conciliar con la creencia en un Dios amoroso. “¿Qué clase de Dios —preguntan— permitiría que ocurriera semejante pérdida innecesaria de vidas? O ¿cómo es posible que un Dios omnipotente observe a los ancianos quedar desamparados, a familias trabajadoras perder los ahorros de toda una vida, a hombres y mujeres jóvenes caer abatidos en la flor de su vida ante una enfermedad mortal... y no haga nada?”
El rabino judío Harold S. Kushner se formuló esas preguntas cuando supo que su hijo iba a morir de una enfermedad poco común. Esa desconcertante injusticia dejó perplejo a Kushner. “Yo había sido una persona buena —comenta—. Había intentado hacer lo que era recto a los ojos de Dios. [...] Creía que estaba siguiendo los caminos de Dios y haciendo Su obra. ¿Cómo era posible que le estuviese sucediendo aquello a mi familia?” Su búsqueda de respuestas a estas preguntas dio a luz su conocido libro: When Bad Things Happen to Good People (Cuando le suceden desgracias a la gente buena).
Kushner es tan solo uno de los muchos teólogos que han intentado responder a la pregunta de por qué permite Dios el mal. En realidad, el hombre está juzgando a Dios. ¿Qué veredicto han pronunciado Kushner y otros teólogos? ¿Es un veredicto justo?
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La explicación que algunos dan al hecho de que Dios permita el mal¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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La explicación que algunos dan al hecho de que Dios permita el mal
¿ES DIOS culpable o inocente de responsabilidad por el sufrimiento humano? Esta es una pregunta que surge especialmente cuando sobrevienen calamidades, ya sean personales o generales, como la sucedida en San Ramón. La revista británica The Evangelical Quarterly dice: “Uno de los mayores obstáculos para creer en un Dios omnipotente y que ama a todas sus criaturas es que en el mundo exista sufrimiento en apariencia inmerecido”.
Por consiguiente, hay quienes culpan a Dios de tolerar el sufrimiento, si no de causarlo directamente. El teólogo John K. Roth escribió: “La propia historia acusa a Dios. [...] No se puede pasar por alto la responsabilidad de Dios”.
Por otro lado, desde el tiempo de Agustín muchos pensadores religiosos han argumentado elocuentemente a favor de la inocencia de Dios. En el siglo XVII, el filósofo Leibniz acuñó un término para este empeño: teodicea, es decir, “justificación de Dios”. (Véase la página 6.)
La teología moderna se sienta en el banquillo de los testigos
Los esfuerzos por librar a Dios de culpa han continuado hasta tiempos modernos. Mary Baker Eddy, fundadora de la iglesia ciencia cristiana, trató de resolver el problema ¡negando en primer lugar la existencia del mal! En el libro Science and Health With Key to the Scriptures (Ciencia y salud con la clave de las Escrituras) escribió: “Dios [...] no hizo al hombre con la capacidad de pecar [...]. Por consiguiente, el mal no es más que una ilusión, no tiene ninguna base real”. (Las cursivas son nuestras.)
Otros han excusado a Dios diciendo que supuestamente existe virtud en el sufrimiento. En cierta ocasión, un rabino comentó: “El sufrimiento viene para ennoblecer al hombre, para purgar sus pensamientos de orgullo y de superficialidad”. Siguiendo esta misma línea, algunos teólogos han teorizado que el sufrimiento que se experimenta en la Tierra es “necesario a fin de preparar nuestra personalidad moral para la vida en el futuro Reino celestial”.
No obstante, ¿es razonable creer que Dios ocasiona o permite las desgracias a fin de purificar o castigar a la gente? Las personas que fueron enterradas vivas en San Ramón ciertamente tuvieron poca oportunidad de mejorar sus cualidades morales. ¿Las sacrificó Dios para que aquello sirviera de lección a los supervivientes? En tal caso, ¿cuál fue la lección?
Es comprensible, pues, que el libro de Kushner When Bad Things Happen to Good People atraiga a la gente. Como el autor había experimentado en sí mismo el dolor del sufrimiento, intentó consolar a sus lectores recordándoles que Dios es bueno. Pero cuando tuvo que explicar precisamente por qué permite que los inocentes sufran, la línea de razonamiento de Kushner dio un extraño giro. “Dios quiere que los justos vivan vidas pacíficas y felices —comentó—, pero a veces ni siquiera Él puede conseguirlo.”
De ese modo, Kushner presenta un Dios que no es inicuo, pero sí débil, un Dios que no es omnipotente en el sentido pleno de la palabra. Aun así, es curioso ver que Kushner sigue animando a sus lectores a orar por ayuda divina. No obstante, no aclara cómo podría ese Dios, de poder supuestamente limitado, ser de verdadera ayuda.
Un debate de la antigüedad
Los pensadores religiosos del mundo no han sabido defender a Dios de manera convincente, y tampoco han dado verdadero consuelo a las víctimas del mal. Tal vez, a quien debería juzgarse es a la teología y no a Dios, pues las actuales teorías en conflicto simplemente evocan los razonamientos vacíos que se expresaron hace unos cuatro milenios. Hubo entonces un debate sobre los sufrimientos de un hombre temeroso de Dios llamado Job, rico y prominente, que vivía en el Oriente y que llegó a ser víctima de diversas calamidades. Job sufrió en rápida sucesión la pérdida de su riqueza, la muerte de sus hijos y, finalmente, se vio afectado por una repugnante enfermedad. (Job 1:3, 13-19; 2:7.)
Tres supuestos amigos fueron a ayudarle. Pero en lugar de darle consuelo, le abrumaron con su teología. La esencia de su argumento era: ‘Dios te lo ha mandado. Obviamente, estás siendo castigado por algún mal que has cometido. Además, Dios no tiene ninguna fe en sus siervos’. (Job 4:7-9, 18.) Job no podía comprender por qué, al parecer, lo había ‘erigido Dios como blanco para sí’. (Job 16:11, 12.) A pesar de todo, mantuvo con lealtad su integridad y nunca atribuyó directamente a Dios el mal que sufría.
No obstante, al dar a entender que todo aquel que sufre calamidad está siendo castigado por algún mal que ha cometido, los consoladores de Job en realidad habían ‘pronunciado inicuo a Dios’. (Job 32:3.) Pero Dios pronto corrigió sus puntos de vista equivocados.
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Un examen del mal desde Agustín hasta Calvino¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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Un examen del mal desde Agustín hasta Calvino
EN SU libro La ciudad de Dios, Agustín, un teólogo del siglo V, arguyó que Dios no era el responsable de que existiese el mal, sino el hombre. Escribió: “Dios, el autor de las cualidades humanas, y no de los vicios, creó al hombre recto; pero el hombre, habiéndose hecho corrupto de su propia voluntad y habiendo sido condenado justamente, engendró hijos corruptos y condenados [...]. Por consiguiente, del mal uso del libre albedrío se originó todo el proceso del mal”.
El mal uso del libre albedrío puede explicar mucho, o la mayor parte, del mal que ha afligido a la humanidad. No obstante, ¿puede achacarse un desastre, como el de San Ramón, al libre albedrío del hombre? ¿No son provocados muchos de los desastres por circunstancias que el hombre no puede controlar? Además, aunque el hombre hubiese escogido voluntariamente el mal, ¿por qué permite un Dios de amor que este continúe?
En el siglo XVI, el teólogo protestante francés Juan Calvino creía, al igual que Agustín, que algunos seres humanos están “predestinados [por Dios] a ser hijos y herederos del Reino celestial”. Pero Calvino llevó los asuntos más lejos, pues dijo que Dios también había predestinado a otros a ser “recipientes de su ira”, ¡destinados a la condenación eterna!
La doctrina de Calvino tuvo espantosas implicaciones. Si un hombre sufría cualquier tipo de desgracia, ¿no indicaría eso que se encontraba entre los condenados? Además, ¿no sería Dios responsable de las acciones de aquellos a quienes Él había predestinado? Con sus argumentos, Calvino inconscientemente ¡había convertido a Dios en el Creador del pecado! Él dijo que “el hombre peca con el consentimiento de una voluntad aquiescente y predispuesta”. (Instrucción de fe, de Juan Calvino.)
Sin embargo, los conceptos de libre albedrío y predestinación resultaron irremediablemente incompatibles. Calvino solo pudo paliar esa embarazosa contradicción afirmando que “la tosquedad de nuestra mente no podría aguantar una claridad tan grande, ni nuestra insignificancia comprender una sabiduría tan grande” como la predestinación.
[Ilustraciones en la página 6]
Agustín
Juan Calvino
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El mal y el sufrimiento... ¿cómo acabarán?¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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El mal y el sufrimiento... ¿cómo acabarán?
LAS malas experiencias suelen amargar. No obstante, ¿qué sucedería si existiese una razón legítima para el sufrimiento humano? Con esto presente, sigamos considerando el relato de Job. Después de transcurridos tres turnos del acerbo debate, empieza a hablar un joven llamado Elihú, y se dirige a Job con estas palabras: “Has dicho: ‘Mi justicia es más que la de Dios’”. Estaba en lo cierto: Job había sido egocéntrico y había querido autojustificarse. “¡Mira! —sigue diciendo Elihú— En esto no has tenido razón, yo te contesto; pues Dios es mucho más que el hombre mortal.” (Job 35:2; 33:8-12.)
Dios ha dejado abundante evidencia de que es bueno. (Hechos 14:17; Romanos 1:20.) Por lo tanto, ¿es la existencia del mal una razón para poner en duda la bondad de Dios? Elihú responde: “¡Lejos sea del Dios verdadero el obrar inicuamente, y del Todopoderoso el obrar injustamente!”. (Job 34:10.)
¿Es Dios impotente contra el mal?
¿Pudiera ser, entonces, que sencillamente Dios no tenía suficiente poder para intervenir en favor de Job o de cualquier otra persona? ¡Por supuesto que no! Desde una sobrecogedora tempestad de viento, Dios habló en Su favor confirmando su innegable omnipotencia. “¿Dónde te hallabas tú cuando yo fundé la tierra?”, pregunta a Job. Lejos de tener un poder limitado, Dios se identificó como Aquel que puede controlar los mares, los cielos y las criaturas vivientes que hay en ellos. (Job 38:4, 8-10, 33; 39:9; 40:15; 41:1.)
Es cierto que Dios no le explicó a Job la razón por la que permitía que sufriese. Pero, “¿debiera contender de manera alguna un señalador de faltas con el Todopoderoso? —preguntó Dios—. Realmente, ¿invalidarás tú mi justicia? ¿Me pronunciarás inicuo para que tú tengas razón?”. (Job 40:2, 8.) ¡Qué presuntuoso sería culpar a Dios de los males del mundo o idear argumentos filosóficos para defenderle! Esas personas harían bien en ‘retractarse’ de sus teorías contradictorias al igual que Job se vio impulsado a hacer. (Job 42:6.)
Cuestiones que debían zanjarse
Job no se daba cuenta de que en sus sufrimientos estaban envueltas varias cuestiones importantes que surgieron poco después de la creación del hombre. En aquel tiempo, una criatura espíritu rebelde llamada Satanás (“Resistidor”) había llevado al hombre al pecado. Dios les había mandado a Adán y Eva que no comieran del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. Debían respetar el derecho que Dios tenía de determinar lo que era bueno y lo que era malo para ellos. No obstante, el Resistidor sembró dudas en la mente de Eva cuando dijo: “¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?”. A continuación contradijo a Dios al afirmar: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios”. (Génesis 2:17; 3:1-5.)
Las calumniadoras palabras de Satanás hicieron surgir unas cuestiones de suma importancia: ¿Mintió Dios cuando decretó que morirían si comían del fruto prohibido? Y además, ¿qué derecho tenía de privar de independencia a sus criaturas y de imponerles sus normas? ¿No era por ello un Dios egoísta, un Dios que retenía de sus criaturas lo que era bueno? ¿Pudiera ser que el independizarse de Él fuese algo positivo?
El dar muerte a los rebeldes solo hubiera hecho surgir más preguntas. La única manera de probar de una vez por todas que la oferta de Satanás de independencia solo podía conducir al desastre sería permitiendo que el hombre se independizara de Dios durante suficiente tiempo y sin obstáculos. Sí, “el mundo entero yace en el poder del inicuo”, en el poder de Satanás el Diablo, no en el de Dios. (1 Juan 5:19.) La enfermedad, la injusticia, la esclavitud económica, la congoja... todas estas situaciones han sido el fruto de la selección del hombre de independizarse de Dios y colocarse bajo la gobernación satánica. Además, a pesar de todo el progreso tecnológico, las condiciones mundiales siguen empeorando, a menudo debido a la misma tecnología moderna.
El que Dios tolere toda esta miseria indescriptible no lo convierte en un Dios injusto. Al contrario, la injusticia del hombre “hace resaltar la justicia de Dios”. (Romanos 3:5.) ¿Cómo?
El sufrimiento será eliminado... ¡para siempre!
“Toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente hasta ahora”, dijo el apóstol Pablo. (Romanos 8:22.) Sí, seis mil desastrosos años de independencia humana han probado la veracidad de las palabras registradas en Jeremías 10:23: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. No obstante, Dios, con toda justicia, pronto intervendrá y empezará a dirigir los asuntos de la humanidad.
Al haber quedado tan claramente expuestas las catastróficas consecuencias de la independencia humana, Dios puede ya eliminar todo lo que ha causado tanto sufrimiento: la guerra, la enfermedad, el delito, la violencia... ¡y hasta la misma muerte! (Salmo 46:8, 9; Isaías 35:5, 6; Salmo 37:10, 11; Juan 5:28, 29; 1 Corintios 15:26.) Es tal como el apóstol Juan oyó en una visión celestial: “Dios [...] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:3, 4.)
Debe recordarse que Dios puso fin a los sufrimientos de Job devolviéndole la salud y las riquezas, y bendiciéndole con mucha familia. (Job 42:10-17.) De manera similar, la Biblia nos promete: “Los sufrimientos de la época presente no son de ninguna importancia en comparación con la gloria que va a ser revelada [...]. La creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Romanos 8:18-21.) ¡De modo que la iniquidad será prácticamente borrada de nuestra memoria! (Compárese con Isaías 65:17.)
Cómo hacer frente al mal
Hasta que esa libertad venga, tenemos que aguantar a este mundo inicuo y no esperar que Dios nos proteja de las calamidades personales. Satanás el Diablo hizo surgir una esperanza falsa cuando tentó a Jesucristo para que se arrojara del almenaje del templo. Para ello torció el Salmo 91:10-12, donde dice: “No te acaecerá ninguna calamidad [...]. Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti, para que te guarden”. Pero Jesús rechazó toda idea de recibir protección física milagrosa. (Mateo 4:5-7.) Dios únicamente promete proteger nuestro bienestar espiritual.
Por consiguiente, los cristianos verdaderos no ‘se enfurecen contra Jehová mismo’, ni siquiera cuando se ven sumidos en la tragedia. (Proverbios 19:3.) El “tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”, a los cristianos también. (Eclesiastés 9:11.) Pero no estamos desamparados. Tenemos la esperanza de vivir para siempre en un justo nuevo mundo donde ya no existirá más el mal. Siempre podemos acudir a Jehová Dios en oración, y Él promete darnos la sabiduría necesaria para aguantar cualquier prueba. (Santiago 1:5.) Además, tenemos el apoyo de nuestros compañeros cristianos. (1 Juan 3:17, 18.) Y también sabemos que nuestra fidelidad bajo prueba ¡regocija el corazón de Jehová! (Proverbios 27:11.)
Aun así, aguantar el mal nunca es fácil. Por eso, cuando consolemos a alguien que esté sufriendo, es conveniente ‘llorar con los que lloran’ y ofrecer ayuda práctica. (Romanos 12:15.) Ana, a quien se mencionó al principio, recibió esta ayuda para recuperarse de la tragedia. Ella es testigo de Jehová, y pudo palpar personalmente que sus compañeros cristianos estuvieron muy dispuestos a ayudarla, ofreciéndole temporalmente alojamiento. Aunque a veces se siente deprimida, halla refugio en la esperanza bíblica. “Sé que mis hijas volverán en la resurrección”, dice. Su fe en el Dios de bondad es más fuerte que nunca.
Si usted está atravesando un período de sufrimiento, pídales a los testigos de Jehová que le respondan sus preguntas y aclaren sus dudas. También puede pedirles el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, el cual contiene capítulos tan útiles como: “¿Por qué ha permitido Dios la iniquidad?” y “Una cuestión vital que le concierne”. Es cierto que ahora le suceden desgracias a la gente buena, pero pronto todo eso cambiará. Obtenga más información al respecto poniéndose en contacto con los testigos de Jehová de su vecindad o escribiendo a los publicadores de esta revista.
[Ilustración en la página 9]
En el justo nuevo mundo de Dios el mal solo será un recuerdo lejano
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