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Cómo afrontar los efectos¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
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Apoyo para los cuidadores
Los que cuidan de los enfermos necesitan apoyo para desempeñar su importante papel. ¿Dónde pueden encontrarlo? Uno de los lugares es el círculo familiar. Todos los miembros de la familia deben compartir la carga de atender al enfermo. Yoshiko explica cómo le dieron apoyo moral sus hijos: “Cuando les contaba mis problemas, me escuchaban con tanto interés como si se tratara de los suyos propios”. Los familiares tienen que obtener cuanta información puedan para aprender a cuidar de la víctima de apoplejía, así como a afrontar los cambios de personalidad del ser amado.
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Cómo afrontar los efectos¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
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Apoyo de familiares y amigos
Erikka realizó ejercicios de rehabilitación durante tres años, a lo largo de los cuales aprendió a caminar y a utilizar la mano derecha para compensar la pérdida de movilidad de la mano izquierda. Ella cuenta qué la ayudó a salir adelante: “Lo más importante fue que mi esposo y mis amigos siempre me fueron leales. Saber que me querían me daba fuerzas, y cuando me animaban a no rendirme, me sentía motivada”.
Los familiares desempeñan un papel importante en el proceso de recuperación de sus seres amados. Tienen que hacer preguntas al personal médico y llegar a conocer bien las terapias que deban continuarse en casa a fin de no perder lo que ya se haya ganado. La paciencia, la bondad, la comprensión y el cariño de los familiares y amigos crean un ambiente de seguridad propicio para aprender nuevamente a hablar y a leer, y recuperar las destrezas necesarias para el vivir diario.
Tratando de equilibrar la firmeza con los mimos, John hizo todo lo posible por ayudar a su esposa, Ellen, mediante ejercicios y terapia. Él describe los esfuerzos de su familia: “No permitíamos que se sumiera en la autocompasión. A veces éramos muy estrictos, pero siempre estábamos al tanto de sus limitaciones y le prestábamos ayuda. Ellen está muy sensible, así que procuro no causarle tensión”.
Cuando Ellen estaba aprendiendo de nuevo a hablar con la asistencia de un logopeda, John también colaboraba. “En vista de que se animaba cuando hacíamos cosas juntos, nos leíamos la Biblia en voz alta el uno al otro, y eso contribuía a mejorar su habla. Además, poco a poco empezamos a salir a predicar, ya que somos testigos de Jehová. Así mi esposa compartía con otras personas la esperanza que tenemos respecto al futuro. Esto de por sí le servía de terapia.” Al cabo de tres años Ellen había mejorado muchísimo.
Nunca deben subestimarse el ánimo y las fuerzas que los amigos imparten, pues pueden tener un efecto formidable en la recuperación de una víctima de apoplejía. La revista médica Stroke informó que cuanto más “apoyo social se recibe, más rápida es la recuperación y mayor es el restablecimiento general de las funciones, aun en pacientes con las apoplejías más graves”.
Bernie agradecía mucho el apoyo que le daban sus amigos. Él nos recuerda: “Las visitas de los amigos son fundamentales para la recuperación. Una voz comprensiva y una actitud afectuosa levantan la moral. Aunque no hay que pasar largo tiempo hablando del problema de la persona, anima mucho que se reconozca cualquier mejora”. ¿Qué podemos hacer todos nosotros para dar apoyo a los que están luchando contra los efectos de un accidente cerebrovascular? “Lléveles flores —sugiere Bernie—, hábleles de un texto bíblico o cuénteles una experiencia. Todo eso me hizo mucho bien a mí.”
A Melva, una anciana que sobrevivió a una apoplejía, le ayudó el que uno de sus hermanos espirituales orara con ella. Gilbert recomienda lo mismo y explica: “Cuando se ora junto con alguien se le demuestra verdadero interés”. Peter, que tiene problemas de la vista desde que sufrió un ataque apoplético, agradece que los demás comprendan sus limitaciones y dediquen algún tiempo a leerle.
También constituye una muestra de amor ayudar al enfermo en los desplazamientos de ida y vuelta al centro de rehabilitación. Igualmente necesario es comprobar que su casa sea un lugar seguro, pues cuando se tienen problemas con el equilibrio existe el riesgo constante de sufrir caídas. Gilbert, por ejemplo, agradecía la asistencia cariñosa de amigos que, entre otras cosas, le instalaron una barra en la ducha para evitarle caídas.
Aprendamos a dar apoyo
Los cambios de ánimo y la mayor tendencia a llorar pueden abochornar a la víctima de apoplejía y desconcertar a otras personas, que tal vez no sepan cómo responder. Sin embargo, si los amigos aprenden a dar apoyo, pueden impedir que el enfermo se aísle. Por lo general, los ataques de llanto van haciéndose menos frecuentes con el tiempo. Pero cuando asomen las lágrimas, mantenga la calma y permanezca junto a la persona. Dígale lo que a usted le gustaría oír si estuviera en el lugar de ella.
Sobre todo, cultive amor cristiano hacia aquellos que hayan sufrido un cambio de personalidad a consecuencia de la apoplejía. Ellos perciben cómo se siente usted, lo cual, a su vez, repercute en la respuesta que le dan. Erikka comenta: “Tal vez no vuelva a ser la misma persona nunca más. Pero nadie debe exigir tal cosa de una víctima de apoplejía. Los familiares y amigos deben aprender a amar a la persona tal como es. Si rebuscan cuidadosamente en su personalidad, descubrirán que todavía conserva sus cualidades más atractivas”.
La autoestima sufre considerablemente cuando se es incapaz de hablar o de ser entendido. Los amigos pueden confirmar la valía de la persona haciendo el esfuerzo de hablar con ella. Takashi asevera: “Mis pensamientos y sentimientos más profundos no han cambiado. Sin embargo, la gente tiende a evitarme porque no puede mantener una conversación normal conmigo. A mí me resulta difícil dirigirme a los demás, pero cuando alguien se me acerca para hablarme, recibo muchísimo estímulo y me siento muy, muy feliz”.
A continuación se ofrecen algunas pautas que pueden ayudarnos a todos a apoyar y animar a los que padecen trastornos del lenguaje.
La mayor parte de los ataques apopléticos no afectan al intelecto. Casi todos los que sobreviven a una apoplejía mantienen la lucidez, aun cuando su habla sea difícil de entender. Nunca les hable como si fueran niños pequeños. Trátelos con dignidad.
Escuche pacientemente. Quizá necesiten tiempo para reorganizar un pensamiento o terminar una palabra o una oración. Recuerde que para mostrar verdadero interés hay que escuchar sin impacientarse.
No finja que comprende si no es así. Admita con tono afectuoso: “Lo siento, pero parece que no soy capaz de comprenderte. ¿Por qué no lo intentamos más tarde?”.
Hable lenta y claramente con entonación normal.
Utilice oraciones cortas y palabras conocidas.
Haga preguntas que requieran un sí o no por respuesta, y anímeles a contestar. Tenga presente que tal vez sean incapaces de comprender sus palabras.
Reduzca al máximo el ruido de fondo.
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