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Un alcohólico en la familia¡Despertad! 1992 | 22 de mayo
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Un alcohólico en la familia
“El alcoholismo incluye a los alcohólicos [...]. Aunque solo haya un alcohólico en la familia, el alcoholismo lo padecen todos los miembros.”—Doctor Vernon E. Johnson.
ALICE, una niña de cinco años, estaba postrada en cama con mucho dolor en la pierna. Dos días antes se había hecho daño, y le habían tenido que escayolar toda la pierna. Pero le pusieron la escayola demasiado apretada y, debido a la presión, se le estaba hinchando la pierna. Alice rogaba a sus padres que la llevasen al médico, pero su padre estaba con resaca y su madre se sentía dividida, sin saber quién de los dos necesitaba más atención.
Al cabo de unos días, a Alice se le entumeció la pierna. Cuando el dedo gordo del pie le empezó a gotear un líquido oscuro, sus padres por fin la llevaron a toda prisa al hospital. Al quitarle la escayola, el aspecto de la pierna era tal que una enfermera se desmayó. A Alice se le había gangrenado la pierna, y tuvieron que amputársela.
Alcoholismo y codependencia
La tragedia de este incidente va mucho más allá de la pérdida de un miembro. El padre de Alice era alcohólico y por esa razón no estuvo en condiciones emocionales ni físicas de atender a su hija cuando esta le necesitó tan desesperadamente. “La naturaleza del alcoholismo hace que el alcohólico coloque a su familia en último lugar, después del alcohol y de todo lo que este pide”, dice la consejera Toby Rice Drews.
Pero, ¿y la madre de Alice? Ella también tenía dependencia, no del alcohol, sino de su marido alcohólico. Por lo general, el cónyuge no alcohólico está totalmente absorto en tratar de que el alcohólico deje de beber o en, por lo menos, afrontar su impredecible conducta.a La esposa vive el problema del alcohólico a tal grado que hasta manifiesta los mismos síntomas de dependencia, pero sin el alcohol. Por esta razón, a personas como la madre de Alice muchas veces se las califica de codependientes.
Tanto el alcohólico como la persona codependiente son controlados inconscientemente por algo o alguien ajeno a ellos. Ambos están cegados por un sentimiento de negación. Los hijos no pueden contar emocionalmente con ninguno de los dos. Ambos están atrapados en una vida de frustración, pues tal como el alcohólico no puede controlar su hábito de beber, la persona codependiente tampoco puede controlar al alcohólico, y ninguno de ellos puede controlar el impacto que tendrá en sus hijos el alcoholismo.
Pero tanto el alcohólico como su familia pueden recibir ayuda. De esto tratan los siguientes artículos.
[Nota a pie de página]
a Aunque utilizamos el género masculino para referirnos al alcohólico, los principios detallados en estos artículos aplican igualmente a las alcohólicas.
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¿Cómo puede ayudar la familia?¡Despertad! 1992 | 22 de mayo
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¿Cómo puede ayudar la familia?
“Primero el hombre toma un trago, después de ese trago viene otro y finalmente la bebida se apodera del hombre.” (Proverbio oriental.)
IMAGÍNESE que está caminando por la orilla de un pantano. De pronto, el suelo cede y usted empieza a hundirse en arenas movedizas. Cuanto más lucha por salir, más se hunde.
El alcoholismo engulle a la entera familia de manera muy parecida. La esposa codependiente lucha desesperadamente por cambiar al alcohólico. Motivada por el amor que le tiene, le amenaza, pero él sigue bebiendo. Ella le esconde las bebidas, pero él compra más. Ella le esconde el dinero, pero él se lo pide prestado a un amigo. Ella apela al amor de él por la familia, por la vida o hasta por Dios, pero todo es en vano. Cuanto más lucha la esposa, más se hunde toda la familia en el cenagal del alcohólico. Lo primero que deben hacer los miembros de la familia de un alcohólico para ayudarle, es tratar de entender la naturaleza del alcoholismo. Necesitan saber por qué algunas “soluciones” tienen el fracaso casi asegurado, y tienen que aprender cuáles son los métodos que realmente funcionan.
El alcoholismo es más que una simple borrachera. Es un problema crónico relacionado con la bebida y caracterizado por un ansia de alcohol y una pérdida de control al consumirlo. Aunque la mayoría de los expertos concuerdan en que no tiene curación, el alcoholismo puede detenerse si se sigue un programa de abstinencia total de por vida. (Compárese con Mateo 5:29.)
La situación del alcohólico puede compararse en algunos sentidos a la de un diabético, quien, aunque no puede variar su estado, puede cooperar con su organismo absteniéndose de azúcar. De manera similar, el alcohólico no puede variar la forma de reaccionar su cuerpo a la bebida, pero sí puede ayudar a su organismo absteniéndose por completo del alcohol.
Cierto, cuesta menos decirlo que hacerlo. El alcohólico está cegado por un sentimiento de negación. “Yo no soy tan malo.” “Mi familia me arrastra a la bebida.” “Con un jefe como el mío, ¿quién no bebería?” Su forma de razonar es muchas veces tan convincente que quizás toda la familia se deje llevar por dicho sentimiento de negación. “Tu padre necesita relajarse al final del día.” “Papá necesita beber. Soporta tantas regañinas de mamá.” Cualquier cosa menos sacar a la luz el secreto de la familia: Papá es un alcohólico. “Esa es la única manera de convivir que tienen en casas así —explica la doctora Susan Forward—, las mentiras, excusas y secretos son como el aire que se respira.”
Los miembros de la familia no pueden sacar al alcohólico de las arenas movedizas a menos que ellos mismos salgan. Puede que alguien objete diciendo: “El que necesita ayuda es el alcohólico, no yo”. Pero piense un poco: ¿Hasta qué punto están sus emociones y acciones ligadas a la conducta del alcohólico? ¿Con cuánta frecuencia hacen las acciones de él que usted sienta ira, preocupación, frustración o temor? ¿Cuántas veces se queda usted en casa cuidándolo cuando debería estar participando en una actividad más importante? Si los familiares no alcohólicos dan pasos para mejorar su propia vida, el alcohólico quizás siga su ejemplo.
Deje de asumir la culpa. “Si me tratases mejor, no tendría que beber”, tal vez alegue el alcohólico. “El alcohólico necesita que usted siga creyendo esto para poder echarle a usted la culpa de su problema con la bebida”, dice la consejera Toby Rice Drews. No claudique. El alcohólico no solo depende del alcohol, sino también de las personas que comparten su sentimiento de negación. Es por eso que los familiares, inconscientemente, podrían perpetuar el problema del alcohólico con la bebida.
Un proverbio bíblico sobre perder los estribos podría aplicar también al alcohólico: “[Él] llevará el daño; pues aun cuando le librares, habrás de volverlo a hacer”. (Proverbios 19:19, Versión Moderna.) Sí, deje que el alcohólico telefonee a su jefe, se arrastre hasta la cama y limpie lo que haya ensuciado. Si los familiares hacen estas cosas por él, lo único que conseguirán es ayudarle a que la bebida acelere su muerte.
Busque ayuda, porque es difícil, quizás hasta imposible, que el familiar de un alcohólico logre salir por sí mismo de ese cenagal. Usted necesita apoyo. Confíe de todo corazón en amigos que ni apoyarán el sentimiento de negación del alcohólico ni le dejarán a usted estancado donde está.
Si el alcohólico acepta ayuda, magnífico. Pero eso tan solo es el comienzo del proceso de recuperación. La dependencia física del alcohol puede detenerse en cuestión de días mediante un programa de desintoxicación. No obstante, la dependencia psicológica es mucho más difícil de dominar.
[Recuadro en la página 5]
Síntomas característicos del alcohólico
Ansia: El alcohólico espera con ansiedad el momento de beber. Cuando no está bebiendo alcohol, está pensando en el alcohol.
Pérdida de control: Con frecuencia bebe más de lo que se propone, prescindiendo de lo firme que sea su resolución.
Rigidez: Las tácticas autoimpuestas (“Nunca bebo solo”, “Nunca mientras trabajo”, etcétera) son tan solo formas de disimular la verdadera norma por la que se rige el alcohólico: “Que nada me impida beber”.
Tolerancia: Una capacidad excepcional de ‘aguantar la bebida’ no es una ventaja; muchas veces es un indicio de alcoholismo.
Consecuencias negativas: Los hábitos normales no hacen estragos en la familia, la carrera y la salud física de una persona. El alcoholismo sí. (Proverbios 23:29-35.)
Negación: El alcohólico minimiza su comportamiento y busca razones y excusas para defenderlo.
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La recuperación es posible¡Despertad! 1992 | 22 de mayo
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La recuperación es posible
“Debemos tomar una decisión: O dejamos de beber y nos recuperamos, o continuamos bebiendo y nos morimos.” (Un alcohólico deshabituado.)
IMAGÍNESE que una noche despierta y descubre que su casa está en llamas. En seguida llega ayuda y al final se logra extinguir el fuego. ¿Entraría usted en su casa de nuevo como si nada hubiese sucedido? Obviamente, no. El incendio ha causado muchos destrozos, y habrá que reconstruir la casa antes de poder reanudar las actividades cotidianas.
Cuando el alcohólico empieza a recuperarse, se encuentra en una situación parecida. El alcohol ha destrozado su vida, quizás durante muchos años. Ahora es abstemio, se ha extinguido el “fuego”. No obstante, para seguir siendo abstemio, es esencial que reconstruya sus actitudes, estilo de vida y conducta. A continuación se presenta una serie de consejos que pueden ayudar al alcohólico a mantener su sobriedad.
1. Conozca al enemigo
La Biblia dice que los deseos de la carne “llevan a cabo un conflicto en contra del alma”. (1 Pedro 2:11.) La palabra griega que se vierte “llevan a cabo un conflicto” significa literalmente “prestan servicio militar” y transmite la idea de guerra destructiva. (Compárese con Romanos 7:23-25.)
Tal como un buen soldado dedica tiempo a estudiar las tácticas del enemigo, el alcohólico debe informarse respecto al alcoholismo y cómo este destruye no solo al alcohólico, sino también a los que le rodean.a (Hebreos 5:14.)
2. Cambie su hábito de beber y su modo de pensar
“Sobriedad significa deshacerse del biberón y del bebé”, según cierto médico. En otras palabras, el alcohólico debe cambiar no solo su hábito de beber, sino también su comportamiento infantil.
La Biblia ofrece esta sabia amonestación: “Transfórmense rehaciendo su mente”. (Romanos 12:2.) “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas.” (Colosenses 3:9.) Si las acciones cambian pero la personalidad sigue siendo la misma, el alcohólico simplemente pasará a depender de otra sustancia perjudicial, o puede que vuelva a habituarse al alcohol.
3. Busque un confidente comprensivo
Un proverbio bíblico dice: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará”. (Proverbios 18:1.) Aun estando sobrio, el alcohólico tiende a razonar erróneamente. Por eso necesita un confidente comprensivo y firme. Si este es un alcohólico deshabituado que ha superado las dificultades de mantenerse sobrio, todavía puede ser de mayor ayuda. (Compárese con Proverbios 27:17.) El que desempeñe esa labor debe respetar las convicciones religiosas del alcohólico, ser abnegado y estar en situación de prestar ayuda de continuo. (Proverbios 17:17.)
4. Sea paciente
La recuperación es un proceso gradual. El alcohólico necesita tiempo para reconstruir su vida. Puede haber presión económica, tensiones en el trabajo, caos en casa. El que una persona se libere del alcohol no significa que se ha liberado de sus problemas. Al principio, el alcohólico deshabituado quizás sienta ansiedad por tener que encararse a la vida sin un ‘solucionador químico de problemas’. Cuando las ansiedades parezcan insuperables, debe recordar las consoladoras palabras del salmista: “Arroja tu carga sobre Jehová mismo, y él mismo te sustentará. Nunca permitirá que tambalee el justo”. (Salmo 55:22.)
5. Búsquese compañías sanas
El alcohólico debería preguntarse sinceramente: “¿Me ayudan las compañías que tengo a mantenerme sobrio, o hablan de continuo de los ‘viejos tiempos’, dándome a entender que me estoy perdiendo algo?”. Proverbios 18:24 dice: “Existen compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo más apegado que un hermano”. Se necesita discernimiento para ver quiénes son los verdaderos amigos y qué compañías podrían resultar perjudiciales.
6. Evite la confianza excesiva
“¡Me encuentro magníficamente, ni siquiera siento ya el deseo de beber!” El alcohólico que se expresa así sobrestima su progreso y subestima su alcoholismo. La alegría de la recuperación inicial, esa sensación de estar en las nubes, es temporal. “Esfuércese por ver las cosas de forma equilibrada —recomienda el libro Willpower’s Not Enough (La fuerza de voluntad no basta)—. Si no lo hace, corre el peligro de caer otra vez, y caerse de una nube no es una caída cualquiera.” (Compárese con Proverbios 16:18.)
7. No se habitúe a otras cosas
Muchos alcohólicos, cuando dejan de beber, sufren trastornos del apetito, se envician con el trabajo, se vuelven jugadores compulsivos o caen en otras adicciones. “¿Qué hay de malo? Por lo menos no bebo”, quizás razone el alcohólico deshabituado. Es cierto que algunos métodos físicos de desfogarse pueden ser sanos, pero cuando una sustancia o actividad se utiliza para anestesiar sus sentimientos, lo único que se consigue es un falso sentido de seguridad de carácter temporal.
8. Adáptese a los nuevos papeles de la familia
También hay muchos alcohólicos que sabotean su recuperación cuando las cosas empiezan a ir bien. ¿Por qué? Porque la sobriedad es una experiencia nueva para ellos. El alcohólico puede sentirse atraído hacia el estilo de vida al que está acostumbrado. Además, cuando el alcohólico se vuelve sobrio, el ambiente familiar cambia por completo, por lo que cada miembro de la familia debe asumir un papel distinto al asumido hasta entonces. “Se tiene que descartar el guión que ha representado la familia y crear uno nuevo en su lugar”, dice el folleto Recovery for the Whole Family (Recuperación para toda la familia). Con razón se ha dicho que la recuperación de un alcohólico es asunto de toda la familia. (Compárese con 1 Corintios 12:26.)
9. Esté en guardia contra una posible recaída
El exceso de confianza, las compañías poco recomendables, la habituación a otras cosas y el aislamiento progresivo pueden conducir a una recaída. Hable francamente con un confidente sobre cualquiera de estas tendencias.
Un alcohólico deshabituado dice: “A la larga, todos los alcohólicos dejan de beber. Pero algunos tenemos la suerte de dejar de beber mientras aún estamos vivos”.
[Nota a pie de página]
a Existen muchos centros, hospitales y programas de deshabituación que suministran tal información. ¡Despertad! no favorece ningún tratamiento en particular. No obstante, los que desean vivir en conformidad con los principios bíblicos se guardarán de participar en actividades que violen dichos principios. Si usted es testigo de Jehová, encontrará pautas útiles en La Atalaya del 15 de agosto de 1983, páginas 8-11.
[Recuadro en la página 7]
Cuando sea absolutamente necesario medicarse
Los medicamentos que contienen alcohol pueden reavivar el anhelo por la bebida y empujar a la persona a reincidir.
El doctor James W. Smith escribe: “No son pocos los casos de pacientes que después de años de sobriedad reinciden en el alcoholismo tras haberse automedicado con un jarabe para la tos que contenía alcohol”. El alcohólico es vulnerable a todos los sedantes. Si es absolutamente necesario que tome algún sedante, el alcohólico debería...
1. ...consultar a un farmacéutico para determinar los posibles peligros.
2. ...notificárselo a un confidente y, de ser posible, llamarle antes de tomar una dosis.
3. ...guardar un registro de toda dosis que tome.
4. ...descontinuar la medicación lo antes posible.
5. ...deshacerse de los medicamentos una vez terminado el tratamiento.
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Ayuda para adultos que son hijos de alcohólicos¡Despertad! 1992 | 22 de mayo
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Ayuda para adultos que son hijos de alcohólicos
“Si uno se ha criado en una familia con problemas de alcoholismo, tiene que ajustar la mentalidad equivocada y la confusión emocional que derivó de tal crianza. Es inevitable.”—Doctor George W. Vroom.
UN SOLDADO gravemente herido está sangrando en el campo de batalla. Al momento lo recogen y lo llevan a toda prisa a un hospital. El soldado ha sobrevivido, pero sus problemas ni mucho menos han terminado. Las heridas tienen que sanar, y puede que no supere el trauma en años.
Para los hijos de un alcohólico, la casa puede ser un campo de batalla en el que se atenta contra las necesidades humanas básicas. Algunos niños son víctimas de abusos sexuales, otros de maltratos físicos y otros muchos están desatendidos en sentido emocional. “Es la misma clase de terror que puede sentir un niño cuando oye bombas o disparos de ametralladoras cerca de su casa”, dice un joven al reflexionar en su infancia. No es de extrañar que muchos hijos de alcohólicos manifiesten los mismos síntomas de estrés postraumático que los veteranos de guerra.
Es cierto que muchos niños sobreviven a estos traumas y con el tiempo se marchan de casa. Pero comienzan su vida adulta con una serie de heridas que, aunque no son visibles, son igual de reales y persistentes que las de un soldado. “Ahora tengo sesenta años —dice Gloria—, y mi vida todavía está afectada por los traumas de haber nacido en una familia con un padre alcohólico.”
¿Qué se puede hacer para ayudar a alguien que se encuentre en esas circunstancias? La Biblia recomienda: “Acompáñalo en la tristeza”. (Romanos 12:15, Una paráfrasis del Nuevo Testamento.) Para hacer esto, hay que comprender cuáles son las heridas que suelen originarse en un ambiente de alcoholismo.
“Nunca tuve infancia”
Un niño necesita que le alimenten, le cuiden y le demuestren cariño constantemente. Tal atención suele faltar en las familias con problemas de alcoholismo. En algunas de estas familias se invierten los papeles y se espera que sea el niño quien alimente al padre. Por ejemplo: Albert, a sus catorce años, era quien ganaba el pan para su familia. Y una niña llamada Jan tenía que desempeñar la mayor parte de las tareas domésticas, además de atender a sus hermanos menores, en lugar de su madre alcohólica, ¡y todo empezó cuando apenas tenía seis años de edad!
Los niños no son adultos y, por tanto, no pueden actuar como tales. Cuando los papeles de progenitor e hijo se invierten, los niños que hoy tienen que actuar como adultos se convierten en los adultos marcados del mañana. (Compárese con Efesios 6:4.) John Bradshaw, consejero familiar, escribe que estos niños “crecen hasta tener un cuerpo de adulto. Parecen adultos y hablan como tales, pero hay en su interior un niñito insaciable que nunca vio satisfechas sus necesidades”. Puede que se sientan como una cristiana que dijo: “Todavía me embarga un inmenso dolor por no habérseme satisfecho de niña mis necesidades emocionales más básicas”.
“Debe ser culpa mía”
Cuando Robert tenía tan solo trece años, su padre murió en un accidente. “Yo procuraba ser bueno —recuerda Robert sin levantar la mirada—. Sé que hice cosas que no le gustaban, pero no fui un mal niño.” Robert se sentía culpable por el alcoholismo de su padre, y llevó esa pesada carga durante muchos años. Cuando relató lo supracitado, Robert tenía nada menos que setenta y cuatro años.
Es bastante común que los niños asuman la responsabilidad del alcoholismo de su padre o su madre. Mediante autoinculparse, el niño se crea la ilusión de que puede controlar la situación. Como dice Janice: “Pensaba que si me comportaba mejor, mi padre no volvería a beber”.
La realidad es que ningún niño —ni ningún adulto— puede provocar, controlar ni curar el vicio de beber de otra persona. Si su padre o su madre son alcohólicos, usted no tiene la culpa, sin importar lo que alguien le haya dicho o le haya dado a entender. Y quizás necesite meditar bien si usted, ya de adulto, todavía siente indebida responsabilidad por las acciones y el comportamiento de otros. (Compárese con Romanos 14:12; Filipenses 2:12.)
“No puedo confiar en nadie”
La confianza se basa en la franqueza y la honradez. El ambiente del alcohólico se basa en el secreto y la negación.
De joven, Sara sabía que su padre era alcohólico. Sin embargo, ella recuerda: “Me sentía culpable hasta por pensar en la palabra [alcohólico], porque ningún otro miembro de la familia la pronunciaba”. Susan relata una experiencia similar: “Nadie de la familia hablaba jamás de lo que estaba pasando, de lo infelices que se sentían o de lo furiosos que estábamos con [mi padrastro alcohólico]. Creo que simplemente me desconecté de todo aquello”. Se ha observado que la realidad del alcoholismo de un padre o una madre a menudo va rodeada de un sentimiento de negación. “Aprendí a no ver las cosas porque había visto ya suficientes”, dice Susan.
El comportamiento inconsecuente del alcohólico socava aún más la confianza. Ayer estaba alegre y sin embargo hoy está furioso. “Nunca sabía cuándo se desataría el temporal”, dice Martin, hijo ya adulto de una madre alcohólica. El alcohólico rompe promesas, no por indiferencia, sino por causa del alcohol. La doctora Claudia Black explica: “El ansia por la bebida se convierte en la prioridad número uno del alcohólico. Todo lo demás es secundario”.
“Oculto mis sentimientos”
Cuando los sentimientos no pueden compartirse libremente, los niños aprenden a reprimirlos. Van a la escuela con “una sonrisa en el rostro y un nudo en el estómago”, dice el libro Adult Children—The Secrets of Dysfunctional Families (Hijos adultos: los secretos de las familias con problemas), y no se atreven a decir lo que piensan por temor a sacar a la luz el secreto de la familia. Por fuera, todo está bien; pero, por dentro, los sentimientos reprimidos empiezan a hervir.
En la vida adulta, todo intento de reprimir las emociones con una fachada de ‘todo va bien’, suele fracasar. Si los sentimientos no pueden ser expresados verbalmente, es probable que se exterioricen somáticamente, es decir, mediante úlceras, dolores de cabeza crónicos y otros trastornos. “Las emociones estaban literalmente destrozándome —dice Shirley—. Tenía todas las dolencias físicas habidas y por haber.” El doctor Timmen Cermak explica: “Los hijos adultos combaten el estrés negándolo, pero no se puede engañar a la Madre Naturaleza. [...] El organismo que se ve sometido a un gran estrés durante años termina por debilitarse”.
No basta con sobrevivir
Los hijos adultos de alcohólicos son fuertes; el hecho de que han sobrevivido a ese trauma de su infancia lo corrobora. Pero no basta con sobrevivir. Hay que aprender nuevos conceptos tocante a las relaciones familiares. Posiblemente haya que dar atención a sentimientos de culpa, ira y falta de amor propio. Los hijos adultos de alcohólicos deben esforzarse por vestirse de lo que la Biblia llama “la nueva personalidad”. (Efesios 4:23, 24; Colosenses 3:9, 10.)
Esa no es tarea fácil. LeRoy, cuyo padre era alcohólico, luchó por aplicar principios bíblicos en su propia familia durante veinte años. “Cuando recibía los amorosos consejos de la Sociedad a través del libro Familia y otras publicaciones, no podía captar la idea.a Eso hizo que no aplicase muy bien la información. [...] Trataba de buscar reglas y de aplicarlas mecánicamente, sin sensibilidad, como los fariseos.” (Véase Mateo 23:23, 24.)
Para una persona como LeRoy, el simplemente instarle a “ser más cariñoso”, a “comunicarse” o a “disciplinar a sus hijos” puede ser insuficiente. ¿Por qué? Porque puede que nunca haya experimentado estas cualidades o capacidades, así que, ¿cómo va a expresarlas o imitarlas? LeRoy buscó ayuda para entender el impacto que había producido el alcoholismo de su padre en él. La terapia que siguió le abrió las puertas para progresar en sentido espiritual. “Aunque ha sido una época muy dolorosa en mi vida, he progresado mucho en sentido espiritual —dice—. Por primera vez en mi vida siento que estoy empezando a conocer bien lo que es el amor de Dios.” (1 Juan 5:3.)
Una cristiana llamada Cheryl se benefició de la ayuda de una asistenta social con experiencia en el campo de familias con problemas de alcoholismo. Pero, además, se confió a un anciano de la congregación que manifestó gran empatía. “Hasta que no me libré de todos mis vergonzosos secretos de familia, no me encontré en paz con Jehová y conmigo misma —explica—. Ahora veo a Jehová como mi Padre (algo que antes me resultaba imposible), y ya no me siento tan defraudada por no haber recibido nunca de mi padre terrestre el amor y la guía que tanto necesitaba.”
Amy, hija de un alcohólico, descubrió que esforzarse por desarrollar “el fruto del espíritu” le era de gran ayuda. (Gálatas 5:22, 23.) También aprendió a confiar sus pensamientos y sentimientos a un anciano comprensivo. “Él me recordaba que la aprobación que realmente debía buscar —dice Amy— era la de Jehová Dios y Jesucristo. Buscar el amor y la aprobación de ellos no es jamás un proceder autodestructivo.”
Una curación completa
La Biblia contiene la promesa escrita de Jesucristo de que los que acuden a él cargados con ansiedades hallarán refrigerio. (Mateo 11:28-30.) Además, a Jehová se le llama “el Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación”. (2 Corintios 1:3, 4.) Maureena afirma: “Llegué a conocer a Jehová como Aquel que nunca me abandonaría física, mental ni emocionalmente”.
Vivimos en un tiempo que la Biblia califica de últimos días, un tiempo en el que muchos —hasta dentro del círculo familiar— serían ‘maldicientes, desnaturalizados e inhumanos’. (2 Timoteo 3:2, 3, Bartina-Roquer.) Pero Dios promete que pronto establecerá un nuevo mundo de paz en el que borrará toda lágrima y pesar. (Revelación 21:4, 5.) Una cristiana que se crió en una familia con problemas de alcoholismo dice: “Esperamos que todos nosotros podamos entrar juntos en el nuevo mundo, donde recibiremos la curación completa que solo Jehová puede otorgar”.
UNA EXPERIENCIA PERSONAL
“Soy hija de un alcohólico. Mi padre se hizo alcohólico cuando yo tenía ocho años. Cuando bebía, se ponía violento. Recuerdo el terror que sentíamos todos los miembros de la familia. En una época en la que podía haber disfrutado de una infancia feliz, aprendí a ocultar mis sentimientos, necesidades, deseos y esperanzas. Mi madre y mi padre estaban demasiado ocupados atendiendo el problema de él, así que yo nunca podía contar con ellos. No era merecedora de su tiempo. Llegué a sentirme inútil. El papel que me impusieron a la edad de ocho años me obligó a dejar de ser niña, crecer de golpe y cargar con responsabilidades de familia. Mi vida quedó interrumpida.
”La conducta de mi padre era tan vergonzosa que hacía que yo me sintiera avergonzada. Para compensar esos sentimientos traté de ser perfecta. Daba mucho de mí misma, tratando de comprar amor, pues nunca me sentía merecedora de recibir amor incondicional. Mi vida se convirtió en una representación teatral, sin sentimientos. Años más tarde mi marido y mis hijos me dijeron que me comportaba mecánicamente, como un robot. Durante treinta años había trabajado como una esclava para ellos, había sacrificado mis necesidades emocionales por las suyas, me había dado a ellos como siempre había hecho con mis padres. ¿Y así me lo agradecían? Aquello fue el golpe de gracia.
”Airada, confundida y desesperada, decidí descubrir qué me pasaba. Hablé con otras personas que se habían criado en familias con problemas de alcoholismo, y empezaron a aflorar en mí muchos sentimientos que había tenido reprimidos, cosas que nunca antes había recordado, cosas que habían provocado mis frecuentes ataques de extenuante depresión. Fue como un desahogo, una catarsis. Me alivió mucho saber que no estaba sola, que otros compartían y entendían el trauma de haberse criado en una familia con problemas de alcoholismo.
”Acudí a una asociación denominada Adult Children of Alcoholics (Hijos adultos de alcohólicos) y empecé a aplicar parte de su terapia. Los cuadernos de ejercicios me ayudaron a cambiar la mentalidad equivocada que tenía. Escribí un diario para desenterrar otros sentimientos adicionales, sentimientos que llevaban años reprimidos. Escuché cintas sobre cómo ayudarse a uno mismo. Seguí en la televisión un seminario presentado por un hombre que también era hijo de un alcohólico. El libro Feeling Good (Cómo sentirse bien) —de la Facultad de Medicina de la universidad de Pensilvania (E.U.A.)— me ayudó a cultivar amor propio y a rectificar mis esquemas mentales.
”Algunos de estos nuevos patrones de pensamiento se convirtieron en instrumentos, pautas que me ayudaron a enfrentarme a la vida y a mis relaciones con otros. Dos de las pautas que aprendí y apliqué son: ‘Lo que importa no es lo que nos sucedió a nosotros, sino cómo vemos o percibimos lo que sucedió. No debemos reprimir nuestros sentimientos, sino examinarlos y, o bien expresarlos de manera constructiva, o descartarlos’. Otra pauta que me ayudó es: ‘Actúe en armonía con la forma correcta de pensar’. Actuar de ese modo reiteradas veces puede crear en usted un nuevo patrón mental.
”Pero el instrumento más importante de todos es la Palabra de Dios, la Biblia. De esta y de las congregaciones de los testigos de Jehová, junto con sus ancianos y otros Testigos maduros, he recibido un buen grado de curación espiritual y he aprendido a desarrollar el debido amor propio. También he aprendido que no soy una persona de tantas, sino que tengo personalidad propia, que en todo el universo no hay otra igual que yo. Y lo más importante es que estoy convencida de que Jehová me ama y de que Jesús murió también por mí, no solo por otros.
”Ahora, un año y medio después, diría que me he recuperado en un 70%. Pero no experimentaré curación total hasta que el nuevo mundo de justicia de Jehová reemplace este presente mundo inicuo y a su dios, Satanás el Diablo.”
CONCLUSIÓN
La Biblia dice: “El consejo en el corazón del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que lo sacará”. (Proverbios 20:5.) Se necesita discernimiento para ayudar a alguien deprimido a sacar de las aguas profundas de su corazón las cosas que le afectan. De “la multitud de consejeros” puede derivarse mucho bien si dichos consejeros son discernidores. (Proverbios 11:14.) El valor de pedir consejo a otros se indica también en el siguiente proverbio: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro”. (Proverbios 27:17.) Cuando las personas angustiadas se comunican con otros, puede haber “un intercambio de estímulo entre [ellos]”. (Romanos 1:12.) Y para cumplir el mandato bíblico de ‘hablar confortadoramente a las almas abatidas’, el que trata de confortar a una persona deprimida tiene que entender la causa y las ramificaciones de la depresión que la aflige. (1 Tesalonicenses 5:14.)
[Nota a pie de página]
a Cómo lograr felicidad en su vida familiar, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.
[Comentario en la página 8]
Muchos hijos de alcohólicos manifiestan los mismos síntomas de estrés postraumático que los veteranos de guerra
[Comentario en la página 10]
El ambiente del alcohólico se basa en el secreto y la negación
[Comentario en la página 10]
Van a la escuela con “una sonrisa en el rostro y un nudo en el estómago”
[Comentario en la página 11]
“Ahora veo a Jehová como mi Padre (algo que antes me resultaba imposible)”
[Comentario en la página 12]
El instrumento más importante de todos es la Palabra de Dios, la Biblia
[Fotografía en la página 9]
“Las emociones estaban literalmente destrozándome”
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