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¡Cuidado con las trampas del Diablo!La Atalaya 2012 | 15 de agosto
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El apóstol Pedro era uno de los mejores amigos de Jesús. No dudó en reconocerlo públicamente como el Mesías (Mat. 16:16). Permaneció leal cuando otros discípulos malinterpretaron un comentario de Jesús y lo abandonaron (Juan 6:66-69). Y cuando los enemigos fueron a arrestar a su Maestro, salió en su defensa espada en mano (Juan 18:10, 11). Sin embargo, más adelante fue presa del pánico y negó conocerlo siquiera. Por un momento, el miedo a los hombres lo atenazó y le impidió actuar con valor (Mat. 26:74, 75).
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¡Cuidado con las trampas del Diablo!La Atalaya 2012 | 15 de agosto
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Por otro lado, Pedro sí tenía conocimiento exacto y amaba a Dios. No obstante, a veces le faltó modestia y valor, y por eso no aguantó la presión. Por ejemplo, antes del arresto de Jesús, afirmó confiado: “Aun si a todos los demás se les hace tropezar, [...] a mí no se me hará” (Mar. 14:29). El apóstol habría estado mejor preparado para las pruebas de fe si hubiera confiado en Dios tanto como el salmista que cantó: “Jehová está de mi parte; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre terrestre?” (Sal. 118:6). En la última noche de su vida como humano, Jesús se adentró con Pedro y otros dos apóstoles en el jardín de Getsemaní. Pero en vez de quedarse vigilantes, los tres se durmieron. Jesús los despertó y les dijo: “Manténganse alerta y orando, para que no entren en tentación” (Mar. 14:38). Con todo, Pedro volvió a dormirse y, más tarde, se dejó vencer por el miedo y la presión.
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