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Resultados de la predicación: “Los campos [...] están blancos para la siega”El Reino de Dios ya está gobernando
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Jehová indica que muchas personas acuden “desde lejos” a su organización. Y dirigiéndose a una “mujer”, que hoy día está representada por los cristianos ungidos que aún viven en la Tierra, añade: “Verás, y ciertamente te pondrás radiante, y realmente se estremecerá tu corazón y se ensanchará, porque a ti se dirigirá la riqueza del mar; los recursos mismos de las naciones vendrán a ti” (Is. 60:1, 4, 5, 9). ¡Qué ciertas son esas palabras! Hoy día, cristianos con muchos años de servicio a sus espaldas están radiantes de alegría al ver que el número de publicadores del Reino en sus respectivos países ha aumentado de un simple puñado a muchos miles.
Por qué pueden sentirse felices todos los siervos de Jehová
16, 17. ¿Cuál es una de las razones que hacen que “el sembrador y el segador se regocijen juntos”? (Vea también el recuadro “Dos tratados tocan dos corazones en la Amazonia”.)
16 Seguramente recordará que Jesús les dijo a sus apóstoles: “El segador está [...] recogiendo fruto para vida eterna, a fin de que el sembrador y el segador se regocijen juntos” (Juan 4:36). ¿Cómo nos regocijamos juntos en la cosecha mundial, tanto los sembradores como los cosechadores? De varias maneras. Centrémonos en tres de ellas.
17 En primer lugar, nos regocija ver el papel que desempeña Jehová en la predicación. Cuando proclamamos el mensaje del Reino, estamos sembrando semillas (Mat. 13:18, 19). Cuando ayudamos a alguien a hacerse cristiano, cosechamos el fruto. Y todos nos admiramos y alegramos de ver cómo la semilla del Reino “brota y crece alta” con la ayuda de Jehová (Mar. 4:27, 28). Algunas de las semillas que esparcimos brotan más tarde, y otros hermanos cosechan el fruto. Puede que a usted le haya sucedido algo parecido a lo que contó Joan, una cristiana de Gran Bretaña que se bautizó hace sesenta años: “He encontrado a personas que me han dicho que les prediqué hace años y planté una semilla en su corazón. Sin yo saberlo, otros Testigos les dieron clases de la Biblia y les ayudaron a hacerse siervos de Jehová. Me hace muy feliz saber que la semilla que planté en su día ha crecido y que se ha cosechado su fruto” (lea 1 Corintios 3:6, 7).
18. ¿Qué motivo para regocijarnos se menciona en 1 Corintios 3:8?
18 En segundo lugar, nos mantendremos felices si no olvidamos lo que dijo Pablo: “Cada persona recibirá su propio galardón según su propia labor” (1 Cor. 3:8). El galardón, o premio, se concede según la labor que efectuamos. No depende de los resultados de esa labor, es decir, la cantidad de personas que ayudamos a aceptar la verdad. ¡Qué animadoras son estas palabras para quienes predican en territorios donde pocos responden al mensaje! A los ojos de Dios, cada Testigo que siembra la semilla con entusiasmo está “llevando mucho fruto” y, por consiguiente, tiene motivo para regocijarse (Juan 15:8; Mat. 13:23).
19. a) ¿Cómo contribuye a que nos regocijemos la profecía de Jesús registrada en Mateo 24:14? b) ¿Qué debemos recordar aunque no consigamos hacer ningún discípulo?
19 En tercer lugar, nos regocija ver que nuestra labor cumple una profecía. Veamos lo que Jesús respondió a sus apóstoles cuando estos le preguntaron: “[¿]Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. Él les dijo que un rasgo de aquella señal sería una labor de predicación mundial. ¿Se refería a la obra de hacer discípulos? No. Jesús dijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio” (Mat. 24:3, 14). De modo que un rasgo de la señal es la predicación del Reino: la acción de sembrar semillas. Así que cuando predicamos las buenas nuevas, debemos recordar que, aunque no consigamos hacer ningún discípulo, sí conseguimos dar testimonio.d En efecto, sin importar cómo responda la gente, estamos participando en el cumplimiento de la profecía de Jesús y tenemos el honor de ser “colaboradores de Dios” (1 Cor. 3:9). ¡Qué buena razón para regocijarse!
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21 Cuando vemos que el puñado de siervos de Dios que había hace más de cien años se ha convertido en “una nación poderosa”, nuestro corazón se estremece y se ensancha de alegría (Is. 60:5, 22). Que esa alegría y el amor que sentimos por Jehová, el “Amo de la mies”, nos impulse a seguir poniendo de nuestra parte para terminar la mayor cosecha de todos los tiempos (Luc. 10:2).
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