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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • Se siembra la semilla del Reino en la prisión

      Tras la revolución sandinista, miles de miembros de la derrotada Guardia Nacional, así como disidentes políticos, permanecieron detenidos antes de ser juzgados por los tribunales especiales que funcionaron desde finales de 1979 hasta 1981. La mayoría de los anteriores guardias nacionales recibieron condenas de hasta treinta años en la Cárcel Modelo, un gran centro penitenciario situado en Tipitapa, a 11 kilómetros al nordeste de Managua. Como veremos a continuación, muchas personas de corazón sincero obtuvieron la libertad espiritual dentro de aquellas lóbregas y atestadas cárceles.

      A finales de 1979, un anciano de Managua recibió una carta de un Testigo que se encontraba preso, aunque no en la Cárcel Modelo, por haber pertenecido al ejército bajo el gobierno de Somoza antes de conocer la verdad. El hermano solicitaba en su carta publicaciones para repartirlas a otros prisioneros. A los dos ancianos que las llevaron no se les permitió verlo. Sin embargo, esto no lo desanimó, pues siguió predicando a sus compañeros de prisión, e incluso dio clases bíblicas a algunos de ellos.

      Uno de aquellos estudiantes, Anastasio Ramón Mendoza, progresó espiritualmente con rapidez. “Me gustaba tanto lo que estaba aprendiendo —recuerda— que comencé a acompañar al hermano mientras predicaba a otros prisioneros. Algunos nos rechazaban; otros escuchaban. Al poco tiempo, unos doce estudiábamos juntos en un patio al aire libre durante el receso.” Aproximadamente un año después, un miembro de este primer grupo se bautizó.

      A principios de 1981, aquel pequeño grupo de estudiantes de la Biblia fue trasladado junto con otros prisioneros a la Cárcel Modelo, donde siguieron compartiendo las buenas nuevas con otros. Al mismo tiempo, también circulaban discretamente entre ellos publicaciones bíblicas, algunas de las cuales encontraron más “tierra excelente”.

      Considere el ejemplo de José de la Cruz López y su familia, quienes no eran Testigos. Seis meses después de que José fuera encarcelado, su esposa obtuvo un ejemplar de Mi libro de historias bíblicas de unos Testigos que conoció en la calle. Su única intención era dárselo a su esposo. “Cuando empecé a leer el libro —cuenta José—, pensé que era una publicación evangélica. No sabía nada de los testigos de Jehová. El libro me impresionó tanto que lo leí varias veces y comencé a prestarlo a mis dieciséis compañeros de celda, que también lo disfrutaron. Era como beber un vaso de agua refrescante. Los prisioneros de otras celdas también me pidieron que se lo prestara, así que circuló por todo el pabellón y acabó desgastado como una baraja de cartas viejas.”

      Varios de los compañeros de prisión de José eran miembros de iglesias evangélicas, algunos incluso pastores. José comenzó a leer la Biblia con ellos. Sin embargo, se sintió defraudado cuando les preguntó por el significado de Génesis 3:15 y tan solo le contestaron que era un misterio. En cierta ocasión, otro prisionero, que era estudiante de la Biblia, le dijo: “La respuesta está en ese libro que usted tiene. Lo editan los testigos de Jehová. Puedo estudiarlo con usted si lo desea”. José aceptó la oferta y, con la ayuda del libro Historias bíblicas, aprendió el significado de Génesis 3:15. A partir de entonces comenzó a reunirse con los internos que se identificaban con los Testigos.

      Una de las cosas que atrajo a José a este grupo peculiar dentro de la Cárcel Modelo fue su excelente conducta. “Sabía que algunas de aquellas personas habían llevado un estilo de vida muy corrupto —cuenta él—, pero ahora las veía manifestar una conducta excelente como resultado de su estudio de la Biblia con los testigos de Jehová.” Entretanto, su esposa siguió obteniendo publicaciones bíblicas y llevándoselas a él, quien con el tiempo progresó espiritualmente. De hecho, su grupo de estudio incluso le asignó un pabellón para que predicara de celda en celda. Así pudo prestar a las personas interesadas las pocas publicaciones que tenía, y también invitarlas a las reuniones que se celebraban en aquella sección durante el receso.

      Se atienden las necesidades espirituales de los prisioneros

      La congregación Managua Este se ocupó de las necesidades espirituales del creciente número de reclusos de la Cárcel Modelo que leían las publicaciones y progresaban en sentido espiritual. Con ese fin, la congregación estableció un programa para que ciertos hermanos les llevaran publicaciones secretamente. Se permitían visitas una vez al mes o cada dos meses, pero el prisionero solo podía recibir la visita de la persona cuyo nombre hubiera indicado previamente. Por ello, no todos los interesados podían recibir visitas personales de los Testigos locales. No obstante, aquello no supuso un gran problema, porque los internos enseguida se reunían y pasaban la información a otros.

      Los ancianos de la congregación Managua Este ayudaron a organizar y dirigir las actividades del grupo en expansión dentro de la Cárcel Modelo. Mantuvieron contacto regular sobre todo con los que llevaban la delantera en sentido espiritual; les explicaron cómo dirigir las reuniones semanales, predicar de forma ordenada e informar dichas actividades. A su vez, estos prisioneros les hacían llegar la información a los demás. Sin duda era necesario seguir un buen orden teocrático, porque para entonces se había formado un grupo grande de estudiantes de la Biblia en la cárcel.

      La Cárcel Modelo tenía originalmente cuatro pabellones, con más de dos mil reclusos en cada uno. Julio Núñez, uno de los ancianos visitantes, explica: “Cada pabellón era independiente de los demás, por eso las reuniones semanales se celebraban por separado en el área de recreo de cada uno. En total asistían aproximadamente ochenta personas”.

      Bautizados en un barril

      A medida que los nuevos progresaban, había quienes manifestaban su deseo de bautizarse. Los ancianos que visitaban la prisión aprobaban a los candidatos y ayudaban a los prisioneros que llevaban la delantera en los asuntos espirituales a programar la fecha del bautismo de modo que coincidiera con la celebración de alguna asamblea fuera de la cárcel. Por lo general, la noche anterior se pronunciaba un discurso de bautismo en una de las celdas y, a la mañana siguiente, a la hora del baño, se bautizaba a los candidatos.

      José de la Cruz López se bautizó en prisión en noviembre de 1982. “Me bautizaron en un barril de basura —relata—. Después de lavarlo a fondo con detergente, cubrimos el interior con una sábana y lo llenamos de agua. Sin embargo, justo cuando nos habíamos reunido para el bautismo, llegaron unos guardias armados y preguntaron: ‘¿Quién autorizó este bautismo?’. El hermano que estaba a cargo respondió que no se necesita autorización para hacer lo que Dios manda. Los guardias consintieron, pero quisieron presenciar el acto. Por eso, mientras ellos observaban, los hermanos me hicieron las dos preguntas destinadas a los candidatos al bautismo, y entonces me sumergieron en el barril.” Con el tiempo se bautizaron así por lo menos 34 prisioneros.

      Algunos de los reclusos progresaron con rapidez. Tal fue el caso de Omar Antonio Espinoza, que cumplió diez de los treinta años de su condena en la Cárcel Modelo. A los prisioneros se les trasladaba con frecuencia, y durante su segundo año, Omar tuvo como compañero de celda a un Testigo. Omar observó que aquel hombre recibía continuamente la visita de otros prisioneros para que les enseñara la Biblia. Impresionado por lo que veía y oía, él también pidió un estudio bíblico.

      Omar comenzó a estudiar con la ayuda del libro La verdad que lleva a vida eterna, a razón de un capítulo por día. A los once días ya quería ser publicador. Cuando terminó los veintidós capítulos del libro, pidió que lo bautizaran. Sin embargo, los hermanos le aconsejaron que lo pensara un poco más, y le recomendaron que estudiara una segunda publicación que acababan de recibir en la prisión, el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Omar también terminó aquel libro en poco más de un mes. Y no solo eso, sino que, además, dejó de fumar e hizo otros cambios. Era evidente que la verdad bíblica estaba influyendo en su vida. Ante aquello, los hermanos se convencieron de que su deseo era sincero, así que lo bautizaron en un barril el 2 de enero de 1983.

      Lenguaje de señas en la cárcel

      Para poder transmitir la información que recibían de los ancianos que visitaban la cárcel o para recabar datos, como los informes de servicio, los publicadores presos necesitaban comunicarse entre pabellones. El hermano Mendoza, que se bautizó en prisión en 1982, nos explica cómo lo hacían:

      “Algunos aprendimos un tipo de lenguaje de señas creado por los mismos reclusos. Cuando llegaba la fecha de la Conmemoración, calculábamos la hora de la puesta del Sol y nos la comunicábamos por señas para que todos pudiéramos unirnos en oración al mismo tiempo. Lo hacíamos año tras año. Las señas también nos resultaban útiles para el estudio de La Atalaya. Cuando los hermanos de un pabellón no tenían el artículo de estudio de la semana, se lo transmitíamos íntegramente por señas. Un observador situado en el otro pabellón descifraba en voz alta las señas a un amigo que iba escribiendo el artículo.” Pero, para empezar, ¿cómo llegaba el alimento espiritual a la prisión?

      El alimento espiritual nutre a los prisioneros

      Los ancianos, sus familias y otros publicadores de la congregación Managua Este iban regularmente a la Cárcel Modelo a visitar a los internos. Durante casi diez años llevaron a sus hermanos información y provisiones espirituales, entre ellas La Atalaya y Nuestro Ministerio del Reino. El alimento espiritual, por supuesto, lo introducían a escondidas.

      Un anciano ocultaba revistas en el hueco de sus grandes muletas de madera. “Los niños también ayudaban, pues raramente se les registraba”, dice Julio Núñez. Los visitantes podían incluso introducir en la prisión los emblemas de la Conmemoración.

      Cada pabellón tenía sus días de visita designados, y los visitantes autorizados por lo general pasaban todo el día con el prisionero en un gran patio. De esta forma, unos cuantos reclusos Testigos podían reunirse con sus hermanos de Managua y obtener el alimento espiritual necesario. Luego, cuando estos volvían a sus pabellones, compartían lo que habían recibido.

      Ni siquiera los cánticos del Reino se pasaban por alto. El hermano López explica: “En nuestro pabellón, solo un prisionero tenía contacto con los hermanos visitantes. Por eso, recaía sobre él la responsabilidad de aprender las melodías de algunos cánticos en cada visita y después enseñarlas a los demás. Como solo disponíamos de un cancionero, todos practicábamos antes de las reuniones”. El hermano Mendoza era uno de los pocos reclusos que podía recibir visitas de los Testigos. “Carlos Ayala y su familia me visitaban —cuenta él—. Sus dos hijas me enseñaron por lo menos nueve cánticos del Reino, que a su vez enseñé a mis compañeros.” El hermano López, uno de los que aprendió los cánticos gracias a otro prisionero, recuerda: “Posteriormente, cuando comencé a ir a las reuniones fuera de la prisión, estaba encantado, aunque admito que un poco sorprendido, al comprobar que realmente habíamos estado cantando las mismas melodías”.

      Se mantienen espiritualmente fuertes en prisión

      ¿Qué tipo de ambiente tenían que soportar en la cárcel los hermanos y los reclusos interesados, y cómo se mantuvieron espiritualmente fuertes? El hermano Mendoza recuerda: “En prisión, la comida se racionaba. A los reclusos se nos golpeaba en repetidas ocasiones, y a veces, los guardias disparaban a nuestro alrededor mientras yacíamos boca abajo en el suelo. Hacían aquello para mantenernos con los nervios de punta. Cuando había conflictos entre algunos de los otros prisioneros y los guardias, nos castigaban a todos enviándonos desnudos al patio para que nos asáramos al sol. Los Testigos nos valíamos de aquellas ocasiones para edificarnos y consolarnos unos a otros. Recordábamos textos bíblicos y mencionábamos puntos aprendidos en nuestro estudio personal. Aquellas experiencias nos ayudaron a mantenernos unidos y fuertes”.

      Aprovechando la gran cantidad de tiempo libre de que disponían, muchos Testigos y otros presos interesados leyeron la Biblia cuatro o cinco veces. No era raro que estudiaran cuidadosamente, y en repetidas ocasiones, cuantas publicaciones bíblicas llegaban a sus manos. El hermano Mendoza recuerda con especial aprecio los Anuarios: “Estudiábamos todo: las experiencias de diferentes países y los mapas. Cada año comparábamos los aumentos, el número de congregaciones, de nuevos bautizados y de asistentes a la Conmemoración de todos los países. Esas cosas nos alegraban mucho”.

      En tales circunstancias, los nuevos publicadores adquirieron rápidamente un conocimiento excelente de la Palabra de Dios y de los procedimientos teocráticos. También se convirtieron en predicadores y maestros fervorosos. Por ejemplo, en febrero de 1986 había en la Cárcel Modelo 43 publicadores que dirigían 80 estudios bíblicos. A las reuniones semanales asistían un promedio de 83 personas.

      Todos aquellos reclusos liberados espiritualmente pronto habrían de disfrutar de más libertad, pues el gobierno decidió conceder una amnistía a todos los presos políticos. En consecuencia, el 17 de marzo de 1989 salieron en libertad los últimos treinta publicadores de la Cárcel Modelo, los cuales se trasladaron a distintas zonas. La congregación Managua Este pidió enseguida a los ancianos que se comunicaran con ellos. Dichos ancianos dieron la bienvenida a sus nuevos hermanos, muchos de los cuales llegaron a ser más tarde ancianos, siervos ministeriales y precursores.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • [Ilustraciones y recuadro de las páginas 122 y 123]

      Hallamos verdadera libertad en prisión

      Entre 1979 y 1989, la Cárcel Modelo se llenó de prisioneros militares y políticos que habían estado vinculados al régimen anterior. El mensaje del Reino traspasó aquellos muros, llenó las mentes y corazones de personas sinceras y les ayudó a desarrollar una personalidad similar a la de Cristo (Col. 3:5-10). He aquí los comentarios de algunos anteriores reclusos.

      José de la Cruz López: “Cuando me encarcelaron, me sentía amargado y no tenía esperanza ni futuro. Entonces conocí a otros presos que se habían hecho testigos de Jehová. Quedé impresionado tanto por sus explicaciones de la Biblia como por su buena conducta. Por fin se satisfacían mis necesidades espirituales y tenía una esperanza. Pensé que si había estado dispuesto a dar mi vida por un gobierno humano que no podía ofrecer verdadera esperanza, ¡cuánta más razón tenía ahora para ser leal a Aquel que había entregado a su Hijo por mí! Después de mi liberación, mi esposa y mis hijas, así como otros tres miembros de mi familia, también aprendieron la verdad. Verdaderamente, nunca podré pagarle a Jehová todo lo que ha hecho por mí”.

      El hermano López es anciano en una congregación de Managua.

      Omar Antonio Espinoza: “Cuando tenía 18 años de edad, me condenaron a treinta años de cárcel, de los cuales cumplí diez antes de recibir el indulto. Aunque lamento haber perdido mi libertad, fue en prisión donde llegué a conocer a Jehová y la verdadera libertad. Anteriormente había llevado una vida disoluta, pero entonces di un giro total a mi vida. Estoy agradecido a Jehová porque mi copa está llena en sentido espiritual. He tomado la misma determinación que Josué: ‘En cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová’ (Jos. 24:15)”.

      El hermano Espinoza es anciano de congregación en la ciudad de Rivas.

      Anastasio Ramón Mendoza: “A los pocos meses de encierro me puse a leer la Biblia por mi cuenta. Después comencé a estudiarla con otro prisionero que era testigo de Jehová. En poco tiempo me convencí de que había encontrado la verdad. Sin embargo, postergué el bautismo porque hervía de odio contra mis captores, y sabía que ese modo de pensar no gozaba de la aprobación de Jehová.

      ”Oré intensamente pidiendo perdón y ayuda para superar mi actitud dañina. Jehová escuchó mis súplicas, pues con paciencia me enseñó que no debía odiar a las personas, sino las actitudes y acciones incorrectas. Me bauticé en 1982. Desde que fui puesto en libertad, en 1989, he estudiado la Biblia con muchos ex militares y otras personas que se hallaban en una situación parecida a la mía. Algunos son en la actualidad mis hermanos espirituales.”

      El hermano Mendoza es siervo ministerial en Managua.

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