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  • Feliz es aquel cuyo Dios es Jehová
    La Atalaya 2003 | 1 de agosto
    • Me sorprendió comprobar hasta qué punto penetraba la verdad en esas regiones del extremo norte del país. En cierta ocasión, en la carretera a Alaska cerca de la frontera con el Territorio del Yukón, Walter Lewkowicz y yo llamamos a una humilde cabaña próxima a Lower Post (Columbia Británica). Sabíamos que estaba habitada porque vimos un leve parpadeo de luz a través de una pequeña ventana. Eran alrededor de las nueve de la noche cuando tocamos a la puerta. Una voz de hombre nos invitó a entrar. ¡Cuánto nos sorprendió ver a un anciano estirado sobre su litera leyendo La Atalaya! De hecho, el número de su revista era más reciente que el que nosotros estábamos ofreciendo porque, según nos explicó, él recibía su correo por avión. Como entonces hacía más de ocho días que estábamos fuera de la congregación, todavía no disponíamos de las últimas revistas. Aunque este hombre, que se presentó como Fred Berg, llevaba suscrito algunos años, esta era la primera vez que los testigos de Jehová lo visitaban. Fred insistió en que pasáramos allí la noche. Aprovechamos la oportunidad para enseñarle muchas verdades bíblicas y acordamos que otros Testigos que pasaban con regularidad por esa zona lo visitasen.

  • Feliz es aquel cuyo Dios es Jehová
    La Atalaya 2003 | 1 de agosto
    • Aprendí de una bonita forma que en las áreas remotas, al igual que en cualquier otro sitio, la bondad inmerecida de Jehová es para todas las personas y que el espíritu de Dios motiva la mente y el corazón de quienes están correctamente dispuestos para vida eterna. Uno de estos fue Henry Lepine, de Dawson City (Yukón), en la actualidad Dawson. Henry vivía en una región aislada. De hecho, llevaba sesenta años sin salir de la zona de las minas de oro. No obstante, el espíritu de Jehová impelió a este hombre de 84 años a viajar más de 1.600 kilómetros para asistir a una asamblea de circuito en Anchorage, aunque nunca había ido a una reunión de congregación. Le entusiasmaron el programa y la compañía de los hermanos. Tras regresar a Dawson City, Henry permaneció fiel hasta su muerte. Muchos de los que lo conocían se preguntaban qué habría impulsado a este anciano a emprender tan largo viaje. Tal curiosidad llevó a que unos cuantos mayores más aceptasen la verdad. Así pues, de forma indirecta, Henry dio un magnífico testimonio.

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