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  • Madagascar
  • Anuario de los testigos de Jehová 2000
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  • Todo el mundo conoce el nombre de Dios
  • Las buenas nuevas llegan a la Gran Isla Roja
  • Los malgaches abrazan la verdad
  • Más precursores colaboran en la obra
  • Apuros con el idioma
  • Visitas procedentes de las oficinas centrales
  • Se abre una sucursal en Madagascar
  • Producción de publicaciones en malgache
  • De viaje con los superintendentes de circuito
  • Algunos hindúes se vuelven a la adoración de Jehová
  • Los misioneros ponen los cimientos
  • La proscripción
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  • ¿Eran excesivamente cautos?
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  • Más siervos de tiempo completo
  • Nueva oleada de misioneros
  • Viajes para animar a las congregaciones
  • Cuando azotan los ciclones
  • Jehová sigue haciéndolo crecer
  • ¿Qué pasará en el futuro?
Anuario de los testigos de Jehová 2000
yb00 págs. 224-255

Madagascar

Madagascar es una isla situada muy cerca de la costa oriental de África. A veces recibe el apelativo de Gran Isla Roja, pues dos características que la singularizan son su extensión —es la cuarta mayor del mundo— y el color rojo de su tierra.

Un científico francés la llamó “la tierra prometida del naturalista”, por su rica y variada vida animal y vegetal. Aproximadamente el ochenta por ciento de sus 10.000 especies de plantas con flor no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Solo de orquídeas hay casi mil variedades distintas; de una de ellas se extrae la vainilla, uno de los principales productos de exportación del país. La isla también abunda en vida animal fascinante, como el lemur de cola anillada, o maki, y diversos tipos de camaleones, animales de cola prensil y pies que se agarran como si fueran tenazas. De las 400 especies de anfibios y reptiles que habitan en Madagascar, solo una docena no son exclusivos de esta isla.

Pero lo que atrae en mayor medida a los siervos de Jehová es su población. Viven en el país más de 14.000.000 de habitantes, pertenecientes a unos veinte grupos étnicos. Los pobladores de las tierras altas, en el centro de la isla, presentan rasgos asiáticos, con una leve coloración en la piel, y cabello negro y liso. Se cree que proceden de lo que hoy se conoce como Indonesia. En cambio, en los que habitan el litoral se pone de manifiesto un origen afroárabe. La mezcla de estos rasgos tiene como resultado que las personas no aparentan su edad; los padres suelen parecer tan jóvenes como sus hijos adolescentes.

En Madagascar, cuyo índice de natalidad es uno de los más elevados del mundo, el 80% de la población vive del campo, circunstancia que está afectando gravemente a la “tierra prometida”. Más de la mitad de los bosques, en otro tiempo exuberantes, han desaparecido o están degradados.

Pese a todo, Madagascar sigue prosperando como una “tierra prometida”. ¿En qué sentido? En ella abundan las personas apreciativas, en cuyo corazón crecerán las semillas de la verdad del Reino. Muchas agradecen oír la buena noticia de que “¡Jehová mismo ha llegado a ser rey!”. Se alegran de que su gobernación vaya a hacer por la humanidad lo que ningún gobierno humano jamás conseguirá (Sal. 97:1).

¿Quiénes son los que de verdad han ayudado a los habitantes de esta enorme isla a comprender el significado de la gobernación real de Jehová? Si bien más o menos el cuarenta por ciento de la población pertenece a las iglesias de la cristiandad, sus misioneros no lograron inculcar el modo de vivir cristiano en el corazón de los malgaches. En cierta ocasión, un natural de Madagascar se expresó del siguiente modo: “Voy a decirle algo, monsieur. A nosotros simplemente se nos inoculó el cristianismo. No hay un solo malgache, ni uno solo, ni siquiera entre los avanzados [europeizados], que piense en construir una casa sin consultar con el adivino cuál es el día favorable para empezar. Las viejas creencias no están muertas”. Aún se ofrecen sacrificios de animales en los lugares altos y las cimas de las montañas. El culto a los antepasados está generalizado, y los hechiceros ejercen una intensa influencia en la población. La vida cotidiana de la gente parece gobernada por los muertos más que por los vivos.

Todo el mundo conoce el nombre de Dios

Aunque los misioneros de la cristiandad apenas lograron ayudar a la gente a llevar vidas cristianas, en cierto modo dieron a conocer el nombre de Jehová mediante sus traducciones de la Biblia. El “Nuevo Testamento” se publicó en malgache en 1830, y para 1835 podía conseguirse la Biblia completa en ese idioma, lo que la convierte en una de las primeras traducciones bíblicas a una lengua vernácula africana. La versión protestante de la Biblia en malgache utiliza el nombre de Jehová incluso en las Escrituras Griegas Cristianas, y la católica usa la forma Iaveh en las Escrituras Hebreas (Sal. 83:16, 18 83:17, 19; Mat. 4:7, 10). Como consecuencia, es frecuente el uso del nombre Jehová en la vida cotidiana. Por ejemplo, en algunos taxis del país pueden verse expuestos en malgache versículos bíblicos, como el que dice “Jehová es mi Pastor” (Sal. 23:1). También es posible ver un versículo de la Biblia con el nombre divino, estampado en una tela que llevan las mujeres llamada lamba.

Ahora bien, ¿quiénes han ayudado a la gente de este país, no solo a conocer el nombre de Dios, sino también a reconocer que es Jehová quien debe gobernar su vida?

Las buenas nuevas llegan a la Gran Isla Roja

En 1925, los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová, empezaron a ayudar a la población de Madagascar a comprender la Palabra de Dios. En septiembre de 1933 se dio un testimonio más extenso. Dos hombres valientes con celo misional, Robert Nisbet y Bert McLuckie, llegaron a la ciudad costera de Toamasina procedentes de Sudáfrica vía Mauricio. Iban predicando las buenas nuevas del Reino de Dios. Dado que en aquellos días no había muchos testigos de Jehová en África, intentaban por todos los medios dar a conocer las buenas nuevas a cuantos fuera posible en poco tiempo. Robert Nisbet recuerda: “Distribuimos las publicaciones en francés rápidamente. Nos limitábamos a dar el testimonio del Reino, dejar publicaciones y trasladarnos a otro territorio virgen”.

Después de cubrir Toamasina, los hermanos Nisbet y McLuckie se dirigieron hacia el interior, a la capital, Tananarive. Este es el nombre francés de Antananarivo, que significa “Ciudad del millar”. Se la llamó así porque el rey Andrianjaka la rodeó con un campamento de mil hombres para protegerla cuando la declaró capital de su reino, en 1607. Bert McLuckie nos cuenta sus impresiones sobre la ciudad: “Tananarive semejaba una herradura, con la estación de ferrocarril situada en el extremo abierto del semicírculo que forma la colina. En el interior de la ‘herradura’ se encontraba el principal centro financiero, rodeado de la zona residencial. Había literalmente cientos de escalones en la ladera, que permitían a los habitantes de la ciudad llegar a su casa”.

¿Cómo respondieron los vecinos de la capital? Robert Nisbet cuenta: “Se quedaban de buena gana con las publicaciones en francés, y algunos se suscribieron a The Golden Age (actualmente ¡Despertad!) en ese idioma. Muchos nos plantearon preguntas, así que volvimos a visitar a un buen número de ellos para seguir conversando”. Recordando sus experiencias, el hermano Nisbet dijo: “Nos atrajeron mucho aquellas personas tan inteligentes”.

Pero a estos dos hermanos no les resultaba fácil comunicarse con la gente, pues había muy pocos que entendieran inglés. Con todo, trataron de llegar a la mayor cantidad posible de personas, hasta que se les agotaron las publicaciones. Aunque no se formó ningún grupo ni congregación durante el mes que duró la visita de los hermanos, estos dedicaron 185 horas a hablar de Jehová, distribuyeron 214 libros y 828 folletos, e hicieron 21 suscripciones. Se habían sembrado las semillas de la verdad, pero habrían de transcurrir otros veintidós años antes de que se les diera suficiente atención para que crecieran y florecieran.

Los malgaches abrazan la verdad

En octubre de 1955, después de la asamblea “Reino Triunfante” de París, dos precursores especiales de Francia llegaron a la ciudad costera de Toamasina y de allí fueron a Tananarive. Cuando bajaron del tren, se quedaron durante un rato de pie frente a la estación, contemplando la “herradura” y los miles de casas que parecían colgar de la ladera como estantes en una pared. Adam Lisiak, ex minero de ascendencia polaca, dijo a su compañero, Edouard Marlot: “Mira, todo esto es nuestro territorio, Edouard”, a lo que este repuso: “Adam, ¿qué vamos a hacer aquí? Los habitantes de este lugar son cultos, y nosotros no. ¿Qué podemos hacer?”. Pues, fue mucho el bien que hicieron en esta isla.

En aquel entonces, Madagascar era colonia francesa. Como la revista La Atalaya estaba proscrita en Francia y todos sus territorios, los hermanos ofrecían la edición en francés de ¡Despertad!, que solo podía conseguirse por suscripción. En los primeros seis meses hicieron 1.047 suscripciones. El hermano Lisiak contaba que después de usar de muestra una y otra vez el mismo ejemplar de ¡Despertad!, la revista estaba en tan mal estado que era imposible leerla. De todas formas, la gente se suscribía con solo enseñarle aquel montón de hojas gastadas.

Los hermanos Lisiak y Marlot no perdieron el tiempo. Atendieron el territorio y dirigieron estudios bíblicos. Poco después, una escuela de enseñanza primaria concedió a los Testigos el uso gratuito del salón de clases para celebrar las reuniones. Los bancos eran de madera y todo el mobiliario estaba pensado para niños pequeños, por lo que los adultos no estaban muy cómodos, pero nadie se quejó.

Pasados seis meses, informó su servicio en el campo el primer publicador malgache: Rabehasy Noël. Posteriormente emprendieron la actividad en el campo otros publicadores. Al final del año de servicio de 1956, un grupo de ocho publicadores solicitó la formación de la Congregación de Tananarive de los testigos de Jehová. (Como puede observarse, en malgache el nombre de pila aparece al final.)

Una de las primeras personas de Madagascar que mostró interés fue una joven llamada Razanaboahangy Narcisse. En 1956, ella se fijó en que dos hombres pasaban a menudo cerca de la tienda donde trabajaba. Cierto día, uno de ellos entró y compró unas lonchas de jamón. Cuando se fue, todos los empleados tenían un tratado en malgache titulado Vida en un nuevo mundo. “A mí no me interesaba el mensaje —dice Narcisse—. Pero mi madre conocía mi afición a la lectura, así que me suscribió a la revista ¡Despertad! en francés y aceptó en mi nombre, sin tan siquiera preguntarme, un estudio de la Biblia.” Narcisse se puso a estudiar con los Testigos, si bien confiaba en que la dejarían tranquila al ver que en realidad no estaba interesada. Resultó, en cambio, que se interesó más de lo que pensaba en un principio. Cuando estudió lo que la Biblia dice sobre el alma y comprendió que el culto a los antepasados no es apropiado, se dio cuenta de que estaba aprendiendo la verdad.

Para 1959, Razanaboahangy Narcisse estaba preparada para simbolizar su dedicación a Jehová mediante el bautismo en agua. Más adelante entró en el ministerio de tiempo completo, y posteriormente se casó con Edouard Marlot. Esta ministra de tiempo completo dio un buen ejemplo de perseverancia.

Al final de su servicio especial en Madagascar, el territorio del hermano Lisiak era Antananarivo. Tenía revisitas y estudios por todas partes. Mucha gente lo conocía como el vazaha (hombre blanco) sin pelo. Con frecuencia, los amos de casa no hacían más que tocarse la cabeza, y ya se sabía que Adam había estado allí. Rasaona Gervais, de la congregación francófona de Antananarivo, recuerda: “El hermano Adam era muy paciente, pero firme. Cuando yo estudiaba, pedía a otras personas que le dijeran que no me encontraba en casa, pero Adam regresaba de nuevo. Desde el mismo principio me invitó a las reuniones, y yo asistí. Era fiel a la organización de Jehová, y me enseñó a cultivar el mismo espíritu”.

En 1970 se destinó a los hermanos Lisiak y Marlot a la cercana isla francesa de Reunión. Tiempo después, el hermano Lisiak regresó a Francia, y en enero de 1988 murió en la ciudad de Marsella. Edouard Marlot vive en Reunión con su familia.

Más precursores colaboran en la obra

Se estaba haciendo un enorme esfuerzo para que la población de Madagascar siguiera oyendo el mensaje del Reino. En 1957 llegó un matrimonio de Francia, Antoine y Gilberte Branca, que a partir de entonces sirvió en Antananarivo. Ella se había graduado de la clase 24 de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, escuela a la que posteriormente también asistió su esposo. Tras el nacimiento de su hija, Anna, en 1961, se quedaron en su asignación. También se trasladó a esta isla con el fin de ayudar en la obra Simone Berclaz, con quien Gilberte había estudiado en Suiza.

En 1960 llegaron de Francia otros dos precursores especiales, Florent y Henriette Chabot, que iniciaron su servicio en Diego-Suárez (hoy llamada Antsiranana), en el norte de la isla. Recuerda el hermano Chabot que “en aquellos días, muchos precursores que dejaban su hogar y su familia para irse a países lejanos, pensaban que no volverían antes de Armagedón y se despedían definitivamente de los suyos. Así era exactamente como lo veíamos nosotros”.

Un hombre al que el hermano Chabot dio un curso bíblico tuvo su primer contacto con la verdad en una ocasión en que compró azúcar. Un comerciante chino que estaba suscrito a ¡Despertad! envolvía con sus páginas la mercancía. ¿Se desperdiciaban así las revistas? Cierto día, Ratsimbazafy Charles le compró azúcar, que iba en un cucurucho de papel hecho con la última página de una revista. En ella leyó el anuncio del libro “Esto significa vida eterna”, así que escribió a la sucursal de Francia para que se lo mandaran. Mientras tanto, el hermano Chabot lo encontró, le dio el libro e inició un estudio de la Biblia con él. Charles progresó rápidamente y comenzó a ir a las reuniones.

Pero debía poner en orden su vida familiar. Se había separado de su esposa y vivía con otra mujer, con la que tenía varios hijos. Para poder bautizarse como cristiano, tenía que casarse (Heb. 13:4). Aunque inició los trámites legales en 1960, en 1967 todavía no había concluido el papeleo. Pero entonces el ayuntamiento de Diego-Suárez sufrió un incendio, en el que se perdieron los documentos personales de Charles (Ecl. 9:11). Así que tuvo que empezar de nuevo, si bien esta vez no le llevó más que un año. Las autoridades estaban muy impresionadas por su empeño en ajustarse a las normas divinas. Por fin reunió los requisitos para ser publicador del Reino y bautizarse, y también se bautizó su esposa. Charles ha servido de anciano en Diego-Suárez y Antananarivo.

Apuros con el idioma

En 1961 llegaron en calidad de misioneros Laval e Irene Carbonneau, que estaban en el circuito en la región francófona de Canadá. Se mudaron a un apartamento de la planta baja de una casa de estilo malgache, con un pequeño dormitorio, un pequeño comedor, una cocina pequeña, un cuarto de baño pequeño con agua fría y una galería cerrada también pequeña. “Con la casa entraban gratis las ratas, los ratones y las cucarachas —recuerda el hermano Carbonneau—. Llegó un momento en que mi esposa reconocía a una de las ratas porque tenía el rabo medio mordido. Siempre que se cruzaba con ella, la llamaba ‘Monsieur le Prince’ [señor príncipe] y le pedía cortésmente que la dejara pasar.”

Laval hablaba francés y su esposa lo estaba aprendiendo, así que podían comunicarse con los habitantes del país. Pero ese no era el caso de Raimo y Veera Kuokkanen, que llegaron de Finlandia a finales de enero de 1962. No fue difícil reconocerlos cuando bajaron del avión. Como habían salido de Finlandia en pleno invierno, llevaban gorros de piel y otras gruesas prendas de abrigo. No había duda de que el calor tropical les exigiría algunos cambios. Raimo hablaba inglés, pero no francés, mientras que Veera no hablaba ninguno de los dos. Irene Carbonneau se valía del inglés para enseñarles francés, así que Raimo debía traducirle todo a su esposa del inglés al finlandés. Pero como ella había cursado sus estudios en sueco, había que explicarle la gramática en ese idioma. Afortunadamente, Raimo también sabía algo de sueco. ¿Complicado? Sí, pero pasados unos dos meses empezó a hacerse la luz, pues lograron entender algunas palabras en francés. Claro que después de dominar ese idioma, tuvieron que aprender malgache.

Unos años después, cuando ya no estaba su maestra de idiomas, el hermano Kuokkanen tuvo que interpretar a Malcolm Vigo, el superintendente de zona que visitó el país. El hermano Kuokkanen aún recuerda que se citó Lucas 9:62 y él no sabía cómo se dice en francés “arado”. Cuando trató de describirlo, el auditorio, asombrado, abrió los ojos como platos porque su descripción no encajaba con la forma de arar en Madagascar, donde se utilizan cebúes. En otra ocasión trataba de decir en francés que los hermanos de Malaui celebraban las reuniones debajo de un mango, pero lo que dijo fue que toda la congregación estaba encima del árbol. Tuvo que aprender a reírse con los que no podían aguantarse la risa.

Otra pareja de misioneros, Samuel y Thelma Gilman, llegaron de Estados Unidos en abril de 1962. Sam recuerda bien los problemas de comunicación que tuvo. “A fin de establecernos en nuestro nuevo hogar, necesitábamos una tubería larga para los retretes. Así que el hermano Kuokkanen y yo fuimos a la ferretería de la esquina a comprar una tubería de seis metros de largo. Usamos la palabra que venía en un pequeño diccionario que llevábamos. Imagínese la expresión de los que estaban en la tienda cuando les preguntamos si tenían una pipa (una pipa para fumar) de seis metros de largo.”

Visitas procedentes de las oficinas centrales

Con la ayuda de los ministros extranjeros, aumentó todavía más la cantidad de personas que proclamaban en Madagascar que “Jehová mismo ha llegado a ser rey”. En el año de servicio de 1959 hubo un máximo de 41 publicadores. Ese mismo año, N. H. Knorr, presidente entonces de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, visitó personalmente la isla con objeto de animar a los hermanos.

Cuando Milton Henschel, secretario del hermano Knorr, recorrió cuatro años después algunos países africanos, Madagascar volvió a formar parte del itinerario. Henschel prestó atención especial a los misioneros y a los precursores especiales de la isla. Todos los presentes salieron muy animados. El hermano Henschel les contó experiencias de cuando había sido precursor. Antes de acabar aquel año de servicio, se superaron los 100 publicadores en Madagascar.

Tras la visita se invitó a los hermanos y hermanas malgaches a emprender el precursorado especial. Al ser originarios del país, encabezarían con más eficacia la obra de abrir nuevos territorios. Uno de estos precursores especiales fue Andriamoara Félix. Empezó su servicio en 1965, y después fue superintendente viajante y durante muchos años miembro de la familia Betel de Madagascar. Permaneció en el ministerio de tiempo completo incluso cuando él y su esposa, Honorine, tuvieron familia. Ella trabaja parte de la jornada en el Departamento de Traducción de la sucursal.

¿Benefició a sus hijos su celo en el servicio a Jehová? La hija, Miora, ya casada, sirve con su esposo de precursora especial. Y el hijo, Timoty, que aún vive en el hogar paterno, hace el precursorado auxiliar de vez en cuando.

Se abre una sucursal en Madagascar

Cuando se dio inicio a la predicación regular de las buenas nuevas en Madagascar, en 1955, supervisaba la obra la sucursal de Mauricio. Desde 1959 hasta 1962, la supervisión estuvo a cargo de la de Francia. Pero a partir de 1963, Madagascar tuvo su propia sucursal. Se nombró siervo de sucursal a Raimo Kuokkanen, quien al principio podía encargarse de la mayor parte del trabajo normal rutinario.

En un primer momento, la sucursal era simplemente una casa alquilada que hacía asimismo las veces de hogar misional, si bien no era un lugar idóneo. Después que los misioneros ocuparon la vivienda, algunos vecinos les preguntaron si no les daba miedo habitar una casa embrujada. Efectivamente, en ella sucedían cosas extrañas. En una ocasión, un matrimonio de misioneros observó que se movía el pomo de la puerta, así que la abrieron para ver quién estaba allí, pero al parecer no había nadie en el pasillo. Como se enteraron de que en la habitación había vivido un médium, buscaron minuciosamente algún objeto que hubiera quedado allí y que los espíritus estuviesen usando como contacto. Clavada fuertemente en el umbral de la habitación encontraron una moneda. Con bastante esfuerzo, el hermano la sacó. A partir de entonces dejaron de ocurrir sucesos anormales.

Cuando se preguntó al propietario de la casa sobre el particular, reconoció: “Sí, está embrujada, pero pensé que como ustedes son misioneros y personas piadosas, no tendrían nada que temer”.

Producción de publicaciones en malgache

Dado el progreso que experimentaba la predicación, hacían falta más publicaciones en malgache. Hasta 1963 solo hubo unos cuantos tratados, como los titulados Vida en un nuevo mundo y Fuego del infierno... ¿verdad bíblica o susto pagano?, además del folleto “Estas buenas nuevas del reino”, editado en 1959. Las personas más cultas hablaban y leían francés, así que los hermanos empleaban las publicaciones en ese idioma. Pero había muchos que preferían leer en su lengua materna.

Cuando se aprobó la producción de La Atalaya en malgache, hizo falta más ayuda en la sucursal. Rasoamalala Louise, una hermana de Madagascar, traducía la revista del francés. Hacía el trabajo en su casa, y todo lo escribía a mano. En la sucursal, Veera Kuokkanen mecanografiaba en clichés el texto traducido, y otros hermanos manejaban el mimeógrafo.

La primera tirada de La Atalaya en malgache, que salió en septiembre de 1963, fue de unos seiscientos ejemplares. Se trataba de una edición mensual que solo contenía los artículos de estudio. Los publicadores estaban encantados. Consiguieron cientos de suscripciones durante la primera campaña de suscripción en que se ofreció la edición malgache. A los pocos meses, en la sucursal se mimeografiaban mensualmente 3.000 ejemplares. Tres hermanos se turnaban en el mimeógrafo casi día y noche.

Un hermano recuerda: “Necesitábamos al menos dieciséis clichés cerosos por cada número de La Atalaya. Para hacer una revista, juntábamos ocho hojas de papel impresas por ambos lados, de modo que la producción de tres mil ejemplares exigía imprimir más de veinticuatro mil hojas de papel. Teníamos ocho montones o más de páginas impresas encima de una mesa, alrededor de la cual dábamos tres mil vueltas, juntando las páginas una tras otra. Luego grapábamos las hojas. Así es, lo hacíamos todo a mano”.

Con el tiempo, la Sociedad dispuso que la sucursal de Suiza imprimiera La Atalaya en malgache. En la actualidad se imprime quincenalmente en Gran Bretaña, con una tirada de 26.000 ejemplares. De este modo, los testigos de Jehová de Madagascar toman el mismo alimento espiritual que sus hermanos cristianos de todo el mundo y al mismo tiempo que ellos.

Poco a poco progresó la traducción. A los tres meses de publicarse La Atalaya en malgache, los Testigos del país también contaban en su lengua materna con el libro para el estudio de la Biblia titulado “Sea Dios veraz”. Cuando lo recibió, Rakotomaro Justin, un precursor especial que se esforzaba mucho por ayudar al semejante a conocer la verdad, lo tuvo en la mano durante bastante tiempo sin pronunciar palabra. Luego exclamó: “¡Qué bueno es Jehová que nos ha dado este libro!”. Los precursores se llevaron cajas enteras para entregar ejemplares a quienes tenían hambre espiritual.

De viaje con los superintendentes de circuito

Al principio solo había una congregación en toda la isla. Pero se formaron más al abrirse nuevos hogares misionales y enviarse precursores regulares a distintos lugares. Durante el año de servicio de 1964 se organizaron dos nuevas congregaciones. Con el fin de ayudar a las tres que funcionaban en aquellos días, la sucursal dispuso que las visitara un superintendente de circuito, Laval Carbonneau, junto con su esposa, Irene. Hacían los viajes en tren. Era una aventura, aunque una aventura bonita. Por ejemplo, en una ocasión sintieron que algo les picaba en las piernas. Entonces vieron que un ganso que viajaba debajo del banco reclamaba algo de atención.

Cuando los Carbonneau tuvieron que marcharse de Madagascar para atender ciertas obligaciones familiares, se hizo cargo de la obra de circuito Raimo Kuokkanen. Siempre que era posible, su esposa, Veera, y él se desplazaban en tren. Para los trayectos entre las ciudades costeras usaban barcos de pasajeros. En ocasiones se trasladaron en taxi-brousses, o taxis que transitaban por caminos rurales, que tenían capacidad para quince personas pero siempre iban sobrecargados. Aquellos viajes duraban desde temprano por la mañana hasta bien adentrada la noche. Como en la estación lluviosa esos vehículos no podían llegar a su destino, los Kuokkanen viajaban en avión, lo que no quiere decir que los viajes fueran maravillosos. Los aviones de la compañía aérea de Madagascar eran DC-3 viejos, y las pistas de aterrizaje, simples campos de hierba. Pero las visitas a los diversos grupos de la isla brindaron oportunidades para disfrutar de un afectuoso intercambio de estímulo espiritual.

Durante una temporada, el hermano Kuokkanen fue tanto superintendente de circuito como de distrito. Además, se vio obligado por necesidad a encargarse de la correspondencia del circuito y del distrito en la sucursal. Pero se esforzó mucho por capacitar a los hermanos del país. Con el tiempo, un precursor especial nativo, Rajaobelina Célestin, llenó los requisitos para ser el primer superintendente de circuito malgache.

Algunos hindúes se vuelven a la adoración de Jehová

Al avanzar la predicación, se entró en contacto con toda clase de personas (1 Tim. 2:4). Los misioneros dejaron muchos libros y revistas en manos de los asiáticos que tenían negocios en la capital. Uno de ellos fue Dirajlal Bagvandjee, un joven hindú al que se conocía como Dirou. Cuando un misionero fue a su tienda y le ofreció las revistas, las aceptó con gusto. Más adelante, en 1963, falleció su tío, por lo que empezó a preguntarse por qué muere la gente y en qué estado se encuentran los muertos, así como por qué permitía Dios que muriera un hombre tan bueno. También reflexionaba sobre si habría alguna esperanza de volver a ver a los difuntos.

Poco después se encontró con él Simone Berclaz mientras daba testimonio de casa en casa. En la revisita le contestó con la Biblia sus preguntas sobre la condición de los difuntos y le habló de la maravillosa esperanza de la resurrección (Ecl. 9:5; Hech. 24:15). Al principio Dirou estaba confuso, pues trataba de conciliar las respuestas con su creencia hindú sobre la transmigración de las almas, una doctrina que no proporciona esperanza de volver a ver a los seres queridos que han muerto. Pero en cuanto lo aclaró todo, comprendió lo maravillosa que es la esperanza bíblica de la resurrección (Juan 5:28, 29).

Tras estudiar la Biblia durante varias semanas, empezó a asistir a todas las reuniones. Entonces sobrevino la oposición, sobre todo de parte de su padre y sus amigos. Pese a ello, Dirou llegó por fin a la conclusión de que “la Biblia es lógica, verdaderamente la Palabra de Dios”. Al año siguiente se dedicó a Jehová y se bautizó.

Pero su padre siguió oponiéndose, y envió a dos pastores protestantes a convencerle de que debía regresar a la religión de sus progenitores. Cuando Dirou les preguntó por qué no enseñaban a su padre la verdad sobre el pecado, la muerte y el rescate, los pastores alegaron que el quinto mandamiento ordenaba honrar al padre y a la madre. Dirou les replicó si les parecía correcto que obedeciera el quinto mandamiento respetando el deseo de su padre y desobedeciera el primer mandamiento de Dios, que es no adorar a otros dioses. Los pastores no supieron responderle y se marcharon. Más tarde fueron a la sucursal y pidieron a los Testigos que convenciesen a Dirou de que regresara a la religión de su padre. “Ver su hipocresía fortaleció aún más mi fe”, dice él.

Luego, su padre pidió ayuda a magos y políticos, tras lo cual escribió un artículo en un periódico local con acusaciones falsas contra los Testigos y dejó de hablar a su hijo. Los padres de Dirou tenían cinco hijos y tres hijas, y toda la familia pensaba que la religión de Dirou había desbaratado la relación familiar. No obstante, él estaba convencido de que su principal obligación era obedecer a Dios (Mar. 12:28-31).

En febrero de 1967, Dirou se hizo precursor especial, y al año siguiente se casó con Simone. Cuando se les obligó a salir de Madagascar, en junio de 1970, sirvieron en Kenia durante tres años y luego en la India por casi dos décadas. En este último país fue miembro del Comité de Sucursal.

¿Qué fue de su familia? Andando el tiempo, su padre se puso a leer la Biblia y las publicaciones bíblicas, su madre se hizo muy receptiva a la verdad, y sus hermanos, hermanas y sobrinos se bautizaron como Testigos. En total, dieciséis miembros de su familia llegaron a ser adoradores de Jehová. Algunos de ellos sirven en la sucursal de Madagascar, y otros colaboran en proyectos internacionales de construcción. La familia Bagvandjee es un ejemplo del buen fruto que da esta isla productiva espiritualmente.

Los misioneros ponen los cimientos

La Sociedad Watch Tower siguió enviando misioneros para ayudar en la predicación de las buenas nuevas. Entre ellos estuvieron las hermanas alemanas Margarita Königer y Gisela Hoffmann, que llegaron en marzo de 1966. La hermana Hoffmann nos cuenta sus impresiones: “El ambiente de Madagascar es tranquilo, muy distinto del agitado modo de vida de Europa y América. Una de las primeras cosas que me sorprendieron fueron las enormes plantas de áloe. En casa yo las cultivaba en macetas, y me sentía muy orgullosa de ellas cuando medían 15 centímetros [5 pulgadas] de altura. Pero aquí las veía tan altas como casas. Y la primera vez que volví de noche de la reunión, vi las estrellas más cerca que nunca. Aquí iniciamos una vida sencilla”.

Estas dos hermanas enseguida se percataron de que la población malgache era muy afectuosa y hospitalaria. La hermana Königer dijo: “Descubrimos que las personas eran bastante cultas. Hasta a las abuelas de los pueblos les gustaba leer la Biblia y las publicaciones bíblicas. Les encantaba hacer trueques para conseguir los libros. Los niños iban corriendo detrás de nosotras para cambiarnos arroz por las revistas La Atalaya y ¡Despertad!”. Estas dos hermanas y los Branca dieron comienzo a la predicación en Fianarantsoa y fortalecieron al pequeño grupo de Ambositra, dos ciudades al sur de Antananarivo.

Hubo también otros valientes misioneros que abrieron nuevos territorios. Hugh Haisley y Thomas Baynes sirvieron en Toliara, una ciudad costera del sur de Madagascar. Mary Dolinski, de Canadá, sirvió en Taolanaro con Edouard y Narcisse Marlot.

En 1961, cuando se envió a los primeros misioneros, informaban su actividad poco más de setenta y cinco publicadores. Para 1970, tras casi una década haciendo discípulos, aquellos misioneros se alegraron de ver un máximo de 469 publicadores: un aumento del 525%. Pero en el horizonte se estaban formando oscuros nubarrones. Desde 1967 no se había permitido la entrada de nuevos misioneros en el país.

A las cuatro de la tarde del 5 de junio de 1970 estalló la tormenta. La Policía de Seguridad se presentó en la sucursal para informar a Samuel Gilman de que los misioneros debían comparecer ante ellos al día siguiente. Los que entonces estaban en la capital —los hermanos Gilman, Kuokkanen y Lisiak— se presentaron ante el director de la Policía de Seguridad. Este les dijo en pocas palabras que todos los misioneros de los testigos de Jehová debían abandonar el país de inmediato, en el avión de la noche. “No busquen razones, porque no encontrarán ninguna; simplemente márchense ya”, les dijo. A algunos se les habían concedido nuevos visados por tres años unos días antes. Cuando ellos señalaron que sus visados aún eran válidos, el director les pidió sus pasaportes. Entonces estampó el sello Annulé (Anulado) y les comunicó que a partir de ese momento estaban en el país ilegalmente.

Los misioneros no pudieron marcharse esa noche. El lunes por la mañana temprano acudieron al consulado o a la embajada de su país de origen para pedir ayuda. No obstante, el sábado 20 de junio de 1970, los veinte misioneros tuvieron que salir de la isla. La mayoría se fue a Kenia. Los ciudadanos franceses partieron hacia Reunión, que es territorio francés. Hermanos y hermanas de todo Madagascar fueron a despedirse de ellos. Lloraron tanto los hermanos malgaches como los misioneros. Algunos de ellos llevaban muchos años en Madagascar, que se había convertido en su hogar.

Durante su estancia en la isla, los misioneros habían procurado enseñar a la gente a edificar su fe sobre la Palabra de Dios, poner su confianza en Jehová y valorar el papel de Jesucristo en el propósito divino (1 Cor. 3:5-14). Oportunamente, Florent Chabot dijo en la última reunión a la que asistió antes de irse: “Si se han hecho seguidores de los misioneros, no continuarán siendo testigos de Jehová tras la marcha de ellos. Pero si se han hecho testigos de Jehová, seguirán siéndolo incluso después que se vayan los misioneros”.

La proscripción

El 8 de agosto de 1970 se anunció públicamente la proscripción de los testigos de Jehová en el Boletín oficial de la República Malgache. ¿Qué les ocurriría a los Testigos del país? Cuando se le planteó esta pregunta al ministro del Interior, contestó: “No se preocupen. Una vez que los misioneros se vayan, nos encargaremos de ellos”, y luego hizo un gesto con las manos como si aplastara algo.

Pero, afortunadamente, los Testigos malgaches no sufrieron una persecución intensa. Ahora bien, ¿cómo se sintieron los hermanos cuando se expulsó a los misioneros? Ravelojaona Rahantamalala, que los conoció de joven, dijo: “Cuando los misioneros tuvieron que irse, muchos hermanos se desanimaron. Algunos ya no querían que se les identificara como testigos de Jehová”.

El informe del año de servicio de 1971 reveló una disminución del 12% en la cantidad de publicadores. Parece ser que algunos se dejaron vencer por el temor al hombre y cesaron de proclamar las buenas nuevas (Pro. 29:25). Pero la mayoría dio prueba de que su fe era fuerte, y al tercer año volvió a verse crecimiento.

Al principio, las reuniones se celebraban en distintas casas de hermanos, y acudían tres o cuatro familias. Pero poco a poco aumentó la cantidad de asistentes. En Manakambahiny, un distrito de Antananarivo, la hermana Ravelojaona ofreció su hogar para celebrar las reuniones. Gracias a Jehová, no hubo ningún incidente grave, ni siquiera cuando se produjeron desórdenes civiles. “Del pequeño grupo de Manakambahiny salieron al menos diez congregaciones —dice la hermana Ravelojaona—. Jehová bendijo el empeño que pusimos en la predicación y la obra de hacer discípulos durante los años de la proscripción.”

Se les prepara para dar supervisión

Se creó un comité que apoyara la actividad de los testigos de Jehová del país y se mantuviera en contacto con el Cuerpo Gobernante. Los hermanos malgaches asumieron la responsabilidad de hacerse cargo de la predicación del Reino en la isla. Durante la proscripción, se referían a la Sociedad con el apodo Ineny, que significa “mamá”. Pues bien, en cuanto se impuso la proscripción, Ineny dio la ayuda que se necesitaba. ¿Cómo?

Milton Henschel, de la sede mundial, visitó Madagascar en calidad de superintendente de zona, e hizo planes específicos para atender las necesidades espirituales de los hermanos malgaches. Se invitó a dos hermanos responsables a ir a la sede mundial de la organización visible de Jehová para recibir preparación. Obtuvieron enormes beneficios, a pesar de las dificultades con el idioma, y se capacitaron mejor para la obra que tenían por delante.

El hermano Henschel también recomendó la asistencia a la Escuela de Galaad de un precursor especial malgache. De ese modo se le prepararía para asumir de manera más activa la delantera en la predicación del Reino. Se escogió a Andriamasy Théodore, un joven que hablaba inglés y que había colaborado en la traducción de la correspondencia. Él nos dice lo siguiente respecto a la preparación que recibió en Galaad: “Fueron cinco meses de educación bíblica intensiva que me permitieron adquirir buenos hábitos de estudio. Trabajar medio día en diversos departamentos de Betel me dio muchas oportunidades de ver el funcionamiento de la organización visible de Jehová. Una de las experiencias más gratificantes que tuve en Galaad fue la compañía de los hermanos y hermanas ungidos. Aprendí mucho de su generosidad, hospitalidad y humildad”.

Después que el hermano Andriamasy volvió de Galaad, se le asignó al campo para que diera buen uso a lo que había aprendido. La preparación que recibió fortaleció su fe y le permitió, a su vez, animar a sus hermanos cristianos durante aquellos difíciles años. Aún efectúa a tiempo parcial diversas asignaciones en la sucursal. Últimamente ha estado enseñando malgache a los nuevos misioneros.

Continúan su servicio pese a la proscripción

Mientras la obra estuvo proscrita, los testigos de Jehová trataron de no llamar mucho la atención, si bien no abandonaron la adoración verdadera. No dejó de traducirse ni un solo número de La Atalaya (Isa. 65:13). Los hermanos se reunieron en hogares particulares para animarse mutuamente (Heb. 10:23-25). Los superintendentes de circuito visitaron las congregaciones, se organizaron las asambleas de distrito y circuito e incluso se llevaron a cabo reuniones de gran tamaño en el bosque. Allí, lejos de la ciudad, se alcanzó en ocasiones una asistencia de 1.500 personas. En 1972 se abrió en un apartamento alquilado una oficina y un almacén, por el que pasaba a recoger las publicaciones un hermano responsable de cada una de las once congregaciones que había entonces. El hermano Andriamoara, que durante una temporada atendió el almacén, recuerda que los hermanos se llevaban las cajas de publicaciones abiertamente, a la vista de los vecinos.

Durante los primeros años de la proscripción, los Testigos eran muy cautos. A veces les parecía que la policía los vigilaba y los seguía. Por esa razón, daban la mayor parte del testimonio informalmente, y cuando hacían visitas de casa en casa, llamaban a una puerta y de allí se iban a otra manzana a llamar a la siguiente casa. En lugar de llevar las publicaciones en un maletín, utilizaban una bolsa o una cesta para que pareciera que iban al mercado. Pero en general dirigieron los estudios bíblicos en paz. El hermano Rakotojaona, que actualmente sirve en la sucursal con su esposa, Lea, recuerda que cuando empezó a estudiar, en 1972, no hacían nada especial por ocultarse.

¿Eran excesivamente cautos?

Ineny seguía organizando visitas de superintendentes de zona. Esas amorosas provisiones animaron a los hermanos y los ayudaron a afrontar de forma constructiva la situación. Veamos un ejemplo: Cuando en 1973 André Ramseyer visitó Madagascar, se dio cuenta de que los hermanos eran demasiado cautos. El hermano Andriamoara recuerda el razonamiento del hermano Ramseyer: “¿Ha estado alguien en la cárcel por ser testigo de Jehová? No. ¿Han tenido otras dificultades? No. Así que tal vez son excesivamente cautos. ¿No estarán quizá exagerando? No debemos tener miedo”. Aquella visita resultó muy provechosa. Desde entonces en adelante, los Testigos malgaches predicaron más abiertamente y con más valor. Como consecuencia, durante el año de servicio de 1974 se informó un nuevo máximo de 613 publicadores, que superó en un 30% el anterior, alcanzado antes de la proscripción.

Vuelve a obtenerse reconocimiento legal

Hacia finales de 1983, los hermanos solicitaron, bajo el nombre de una sociedad cultural local, el reconocimiento legal de sus actividades. El 24 de febrero de 1984 se les concedió su petición, lo cual no implicaba, de todas formas, que se levantase la proscripción de los testigos de Jehová. No obstante, ese paso causó mucha alegría a los hermanos. Se incrementó la actividad en la predicación, y en abril se alcanzaron dos máximos sobresalientes: 1.708 publicadores informaron servicio del campo y 8.977 personas asistieron a la Conmemoración. La cantidad de publicadores había aumentado en un 264%, y la asistencia a la Conmemoración, en un 606%.

Aunque disfrutaban de reconocimiento legal como organización cultural, en 1993 los hermanos llenaron una solicitud para que se reconociera a los testigos de Jehová como asociación religiosa. Pocos meses después, el 4 de octubre de 1994, se les concedió el reconocimiento. ¡Qué alegría! A partir de ese momento, una vez más se les podía conocer abiertamente como testigos de Jehová.

Más ayuda internacional

En 1987, antes incluso de este suceso, los misioneros pudieron regresar a Madagascar. En septiembre de 1991 volvieron los Kuokkanen, que habían servido de precursores especiales en Helsinki (Finlandia), y se nombró coordinador del Comité de Sucursal al hermano Kuokkanen. “Madagascar había cambiado —dice—. Aún encontramos a algunos de los hermanos y las hermanas que habíamos conocido, pero muchos habían fallecido. La mayoría de los publicadores eran nuevos en la verdad.” Había mucho trabajo de oficina que hacer. Sin embargo, fue una gran alegría ver un nuevo máximo de 4.005 publicadores en agosto de 1991.

A Dirajlal Bagvandjee y su esposa, Simone, expulsados con todos los demás en 1970, se les invitó a regresar. Como el hermano Bagvandjee era un hábil negociador, colaboró con la sucursal en la obtención de permisos, papeles de aduanas y otros documentos oficiales. Desde 1992 sirve en el Comité de Sucursal de Madagascar. Los funcionarios suelen quedarse asombrados cuando ven a alguien originario de la India que antes era hindú hablar de Jehová, Jesucristo y el Reino de Dios.

La nueva sucursal

Desde la apertura de la sucursal, en septiembre de 1963, se han utilizado varios edificios situados en diversos lugares. De 1972 a 1987 bastó con un apartamento para albergar la oficina y el almacén de publicaciones. Después se alquiló una casa mayor. En aquellos años, los miembros del Comité de Sucursal, que tenían familias que mantener, hacían la mayor parte del trabajo en su hogar.

Pero debido a la expansión de la obra de educación bíblica en el país, hicieron falta instalaciones más adecuadas. Con ese fin se compró una propiedad a unos cinco kilómetros [3 millas] del aeropuerto internacional Ivato. Tres años más tarde, en abril de 1993, se dio inicio a los trabajos con la ayuda de hermanos extranjeros. Walter Elkow, un canadiense con mucha experiencia en la construcción, vino a supervisar esta obra de treinta meses de duración. Después llegaron otros siervos internacionales, y muchos voluntarios internacionales se pagaron el pasaje para colaborar en la construcción durante un mínimo de tres meses. En el momento en que más trabajadores hubo, componían el personal 110 hermanos, entre extranjeros y malgaches. Los fines de semana aumentaba la cantidad de voluntarios, pues los hermanos y hermanas de las congregaciones del país ofrecían su ayuda.

El estímulo fue mutuo. Muchos trabajadores internacionales no hablaban el idioma del país, pese a lo cual estos hermanos y hermanas maduros dieron un buen ejemplo en el ministerio del campo. Veamos un caso: David Smith, que durante unos dos años colaboró trabajando de mecánico de maquinaria pesada, no hablaba malgache, pero sabía que La Atalaya y ¡Despertad! en ese idioma podían dar un buen testimonio, por lo que se iba a la calle y allí se quedaba, con una amigable sonrisa en el rostro, las revistas en una mano y el importe de la contribución sugerida en la otra. De esta manera dejaba hasta 80 revistas en un solo día.

Las espléndidas instalaciones de la nueva sucursal son verdaderamente un regalo de Jehová. Cuando se dedicaron, el 7 de diciembre de 1996, se invitó a 668 Testigos veteranos. ¡Qué ocasión más alegre! Al día siguiente, 7.785 personas asistieron a un discurso especial en un descampado al que se había puesto el nombre de Gileada. ¿Por qué allí? Porque este terreno, situado a unos seis kilómetros [4 millas] de la sucursal, se había comprado para levantar un Salón de Asambleas. La vista era magnífica: la ladera estaba llena de hermanos y hermanas vestidos con sus mejores ropas y con sombrillas de colores para protegerse del sol.

Más siervos de tiempo completo

Desde que los primeros precursores malgaches emprendieron el servicio de tiempo completo, en los años sesenta, la cantidad de estos concienzudos trabajadores ha aumentado sin cesar un año tras otro. Actualmente, 1 de cada 6 proclamadores del Reino del país sirve de precursor. Muchos jóvenes han hecho de este servicio su carrera. Con el objetivo de fortalecer a los precursores, en 1979 entró en funcionamiento en Madagascar la Escuela del Servicio de Precursor, que ya se había puesto en marcha en otros lugares. Los instructores fueron Andriamasy Théodore y Andriamoara Félix, que llevaban muchos años en el servicio de tiempo completo. Desde esa fecha se han beneficiado de este instructivo curso cientos de precursores.

Uno de los temas que se tratan en profundidad en la escuela tiene que ver con interesarse personalmente en el prójimo, una cuestión que muchos precursores se han tomado muy en serio. Un ejemplo: cuando en 1998 se destinó a Randriamampianina Niaina y su esposa, Veroniaina, a la pequeña población de Soanierana-Ivongo, en la costa oriental, se dieron cuenta de la necesidad de manifestar tal interés. La propietaria de la casa en que se establecieron tenía un hijo discapacitado por causa de la polio. Los precursores especiales dedicaron tiempo a hablar con el muchacho de las inestimables promesas bíblicas sobre la vida en el nuevo mundo de Dios. El joven estudió con mucho gusto la Biblia con Niaina y Veroniaina, pero a su familia no le pareció bien. La madre incluso pidió a los precursores especiales que dijeran a su hijo que ya no tenían tiempo para dirigir el estudio. Claro está, ellos no podían hacer tal cosa. El amor del joven a Jehová y sus caminos aumentó rápidamente, y en ocho meses se bautizó. Con eso, se exigió a los precursores que se fueran de la casa.

¿Dejaron de interesarse personalmente en este joven? En absoluto. Su silla de ruedas estaba en muy mal estado, es más, se había roto del todo. Aunque le había llegado una nueva, su anterior Iglesia no se la iba a dar porque había cambiado de religión. Así que los miembros de la congregación ayudaron a este hermano discapacitado a asistir a las reuniones.

En los últimos años, la Sociedad ha enviado precursores especiales temporeros a territorios no asignados para dar a más personas la oportunidad de beneficiarse del mensaje del Reino. En noviembre de 1997 se mandó a dos hermanos a Mahaditra, una ciudad pequeña donde solo vivía un publicador. Sorprendentemente, en octubre del año siguiente se formó una congregación de catorce publicadores. Los dos precursores especiales ya no son temporales, sino que están destinados de forma permanente en la ciudad.

En junio de 1996 se envió a otros dos a la pequeña población de Mahasoabe, un territorio virgen. No pudieron irse a los tres meses, como estaba programado, porque los lugareños les rogaron que se quedaran. A los seis meses se formó un grupo aislado, y tres meses después, el grupo se convirtió en una congregación con cinco publicadores y dos precursores regulares. Los dos primeros precursores especiales “temporeros” siguen en la congregación cuidándola bien. Los resultados han sido similares en decenas de territorios no asignados.

Nueva oleada de misioneros

Madagascar es un campo fructífero. Se superan los 20.000 estudios bíblicos, más de dos por publicador. En 1993 se envió al país para colaborar en la obra a seis misioneros de la Extensión de la Escuela de Galaad en Alemania. Estos hermanos abrieron un hogar misional en Toamasina, la segunda ciudad en tamaño de Madagascar, situada en la costa oriental. A Daniel y Hélène Kmita, misioneros experimentados que servían en las Seychelles, se les destinó a la Gran Isla Roja. También se ofrecieron para servir en esta isla cinco parejas de precursores regulares de la región francófona de Canadá. Ivan Teyssier, misionero francés que había servido muchos años en Paraguay, vino a ayudar en el trabajo de la sucursal. Se invitó a regresar a Madagascar en calidad de misioneros a Dante y Christina Bonetti, que habían estado en la isla como siervos internacionales durante la construcción de la sucursal. Estos hermanos que han llegado hace poco han hecho mucho por fomentar el espíritu de precursor de los publicadores autóctonos. Algunos de ellos han aprendido tan bien el idioma del país, que pueden visitar las congregaciones malgaches como superintendentes de circuito.

Viajes para animar a las congregaciones

Cuando comenzó la obra de circuito en el país, en 1963, el superintendente de circuito solo tenía que visitar tres congregaciones en todo Madagascar. Actualmente, diecisiete superintendentes viajantes visitan 253 congregaciones y grupos. Viajar por las zonas rurales sigue siendo difícil. En la época de lluvias, los caminos de tierra quedan cortados en muchos lugares, por lo que los superintendentes de circuito han de caminar largas distancias. A veces tienen que andar por senderos llenos de fango durante varios días a fin de hacer tan solo el viaje de ida a algunas congregaciones (compárese con 2 Corintios 11:23-27). En ocasiones, los hermanos de una congregación acompañan al superintendente de circuito para ayudarle a llevar el equipaje hasta la siguiente. Cuando tienen que cruzar un río, a menudo sin puentes, lo envuelven todo en una bolsa de plástico para que no se moje y lo llevan en la cabeza. Durante la estación lluviosa, el agua puede llegarles hasta las axilas.

Aunque los hermanos malgaches no cuentan con muchos medios, son muy hospitalarios y ponen todo su empeño en que el superintendente viajante y su esposa se sientan como en casa. El estímulo es mutuo. Resulta muy agradable estar con hermanos y hermanas que hacen todo lo posible por agradar a Jehová (Rom. 1:11, 12). Y es un enorme privilegio fortalecer la fe de estos queridos hermanos que son tan valiosos para él.

Cuando azotan los ciclones

La vida en esta parte del mundo conlleva soportar el azote de los ciclones. Todos los años hay una temporada en que los ciclones llegan a las islas del océano Índico. La sucursal sigue con mucha atención los informes meteorológicos y prepara la ayuda para los hermanos de las zonas afectadas. En 1997 azotaron Madagascar varios ciclones, entre ellos uno tristemente famoso, Gretelle, que barrió la costa sudoriental y devastó dos grandes ciudades y muchos pueblos. En la zona afectada vivían unos cien testigos de Jehová.

La sucursal se apresuró a enviar un pequeño camión y un vehículo con tracción a las cuatro ruedas cargados con suministros de socorro, herramientas y algunos materiales de construcción. Acompañó al equipo un médico. A algunos lugares era imposible llegar con un vehículo de motor, así que el grupo usó barcas pequeñas.

Les tomó dos días alcanzar su destino final, Vangaindrano. Enseguida comenzaron las labores de ayuda. Se suministró agua y alojamiento. El médico examinó a todas las familias de Testigos y les dio las medicinas que les hacían falta. También se beneficiaron familias que no eran Testigos. Cuando la mayor parte del equipo regresó, dos de sus componentes se quedaron durante más o menos un mes para reconstruir las casas de los hermanos. La sucursal recibió muchas cartas de agradecimiento por la ayuda que había dado la Sociedad. Hasta algunas personas que no son Testigos dijeron: “Su religión es verdaderamente cristiana”.

Jehová sigue haciéndolo crecer

Los misioneros y los que gracias a ellos se hicieron discípulos en Madagascar plantaron y regaron las semillas de la verdad del Reino. El primer informe que se recibió de esta isla lo enviaron Robert Nisbet y Bert McLuckie en 1933. Veintidós años después se reanudó la obra, y en el año de servicio de 1956 hubo un máximo de ocho publicadores. Cuando se expulsó a los misioneros, en 1970, había en el país 469 proclamadores del Reino. Los misioneros ya no podían brindar la ayuda que habían estado dando, pero “Dios siguió haciéndolo crecer” (1 Cor. 3:6).

Quienes sirvieron en el pasado en Madagascar y más tarde tuvieron la oportunidad de volver, vieron prueba de que las personas a las que habían enseñado la verdad bíblica estaban produciendo fruto por sí mismas. Veamos un caso: Ramanitra Hélène, que tenía 15 años cuando Irene Carbonneau le dio estudio, había contraído la polio y no podía caminar bien. A pesar de esa circunstancia y de la oposición de su familia, no cejó en su empeño de ser publicadora de las buenas nuevas. Incluso después que los Carbonneau regresaron a Canadá, ella continuó progresando. Cuando en 1995 Irene hizo una breve visita a la isla, Hélène le dijo: “Toda mi familia, excepto mi padre, ha aceptado la verdad”.

Con la bendición de Jehová, para 1980 el pequeño había llegado a ser mil en Madagascar, pues hubo un máximo de 1.021 proclamadores del Reino de Dios (Isa. 60:22). En 1993, el máximo de publicadores sobrepasó la cifra de 5.000, y en 1999 alcanzó un extraordinario máximo de más de 10.300 publicadores.

¿Qué pasará en el futuro?

El porvenir se presenta prometedor para la obra del Reino en Madagascar. En 1956 asistieron siete personas a la primera Conmemoración celebrada en esta isla. La asistencia siguió aumentando, hasta alcanzar un máximo histórico de 46.392 personas en 1999. Ese mismo mes hubo 10.346 publicadores. Así que cada publicador llevó, como promedio, nada menos que a tres personas interesadas a esta importantísima celebración.

La Gran Isla Roja sigue siendo un paraíso para todos los que, motivados por el amor a Jehová y al semejante, quieren hablar de la verdad bíblica al prójimo. Decenas de miles de personas humildes de estas tierras desean saber más de Jehová. No es gente destacada en el mundo ni rica materialmente. Su dieta consiste solo en arroz, algo de carne y algunas hierbas. En muchas ciudades y pueblos no hay ni electricidad ni agua corriente . En los pueblos no siempre puede encontrarse pan, por no hablar de la mantequilla y el queso. Aun así, nuestros queridos hermanos le dan las gracias a Jehová por el alimento diario y disfrutan de su vida sencilla. En lugar de ‘inquietarse por lo que comerán o beberán o por la ropa que se pondrán’, procuran seguir buscando primero el Reino y la justicia de Dios (Mat. 6:31-33). Agradecen el privilegio de servir a Jehová, el Soberano del Universo, y se unen al salmista en decir: “¡Jehová mismo ha llegado a ser rey! Esté gozosa la tierra. Regocíjense las muchas islas” (Salmo 97:1).

Un proverbio malgache dice: Sé como el camaleón: mira con un ojo al pasado y con el otro al futuro. Conviene mirar al pasado para aprender de las experiencias previas, pero no es de ningún provecho tratar de revivirlo. Es el futuro lo que se extiende ante nosotros. Nos espera el mejor de los tiempos. Jehová ha puesto ante nosotros la vida, vida eterna, en un paraíso mundial lleno de personas que se amen de verdad unas a otras. Los testigos de Jehová de Madagascar están resueltos a mantener la vista fija en esa meta.

[Ilustraciones a toda plana de la página 224]

[Ilustraciones de la página 230]

1) Rabehasy Noël. 2) Robert Nisbet. 3) Bert McLuckie. 4) Adam Lisiak. 5) Edouard Marlot. 6) Narcisse Marlot

[Ilustración de la página 233]

Raimo y Veera Kuokkanen

[Ilustración de la página 235]

Andriamoara Félix, uno de los primeros precursores especiales malgaches

[Ilustración de la página 236]

Todo se hacía a mano

[Ilustración de la página 237]

Rasoamalala Louise, traductora durante muchos años

[Ilustración de la página 245]

Andriamasy Théodore enseñando malgache a los nuevos misioneros

[Ilustraciones de la página 251]

La sucursal terminada y el Comité de Sucursal (de izquierda a derecha): Eleha, Raimo Kuokkanen y Dirajlal Bagvandjee

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