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    La Atalaya 2011 | 1 de julio
    • “Había buscado a Dios desde niño” (SHINJI SATO)

      AÑO DE NACIMIENTO: 1951

      PAÍS: JAPÓN

      OTROS DATOS: EX SACERDOTE SINTOÍSTA

      MI PASADO: Crecí en una zona rural de la prefectura de Fukuoka. Mis padres eran muy devotos, por lo que me enseñaron a venerar a los dioses sintoístas desde tierna edad. Ya entonces pensaba a menudo en mi salvación y en lo mucho que quería ayudar a quienes tenían problemas. Recuerdo la vez que un maestro nos preguntó a todos los niños qué queríamos ser cuando fuéramos adultos. Mis compañeros mencionaron oficios o carreras, como la de ser científico. Pero cuando yo dije que soñaba con servir a Dios, todo el mundo se echó a reír.

      Al terminar la secundaria, me matriculé en una escuela para ser maestro de religión. Allí conocí a un sacerdote sintoísta que en su tiempo libre leía un libro de color negro. Yo ya me había fijado en la portada, así que cuando me preguntó si sabía qué libro estaba leyendo, le contesté: “La Biblia”. Entonces me dijo: “Todo el que quiera ser sacerdote sintoísta debería leer este libro”.

      De inmediato me fui a comprar una biblia y la puse en el lugar más visible de mi estantería. Sin embargo, estaba tan ocupado estudiando otras cosas que no encontraba tiempo para leerla. Por fin llegó el día en que me gradué y empecé a ejercer de sacerdote sintoísta en un santuario. ¡Mi sueño se había hecho realidad!

      Pero pronto me di cuenta de que aquello no era lo que yo imaginaba. La mayoría de los sacerdotes no se preocupaban por la gente. Muchos ni siquiera tenían fe. Uno de mis superiores llegó a decirme: “Si quieres que te vaya bien, habla únicamente de cuestiones filosóficas. Ni se te ocurra hablar de fe”.

      Todo esto me decepcionó mucho. Aunque no dejé el santuario, me puse a examinar otras religiones. Pero cuanto más buscaba, más me desanimaba. Parecía que ninguna religión enseñaba la verdad.

      CÓMO LA BIBLIA CAMBIÓ MI VIDA: En 1988 conocí a un budista que me animó a leer la Biblia. Entonces recordé al sacerdote sintoísta que años atrás me había aconsejado lo mismo. Así pues, decidí seguir el consejo y leerla. Quedé fascinado. A veces me sorprendía el amanecer leyéndola.

      Lo que leí me impulsó a orarle al Dios de la Biblia como se enseña en Mateo 6:9-13. Repetía esta oración cada dos horas, incluso mientras cumplía con mis labores en el santuario.

      Recuerdo que a medida que iba leyendo la Biblia, me surgían más preguntas. Por aquel entonces ya estaba casado y sabía que los testigos de Jehová daban clases de la Biblia, pues tiempo atrás habían visitado a mi esposa. Me puse en contacto con una Testigo y la acribillé a preguntas. Lo que más me impresionó fue que las contestara todas con la Biblia. Luego ella se encargó de que los Testigos me dieran clases.

      Al poco tiempo empecé a asistir a sus reuniones en el Salón del Reino. Aunque al principio no me di cuenta, entre los presentes había algunos Testigos a los que yo había tratado mal. Sin embargo, eso no impidió que me saludaran cordialmente y me hicieran sentir bienvenido.

      En estas reuniones aprendí que Dios quiere que los esposos amen y honren a su familia. Hasta entonces había estado tan volcado en mi labor de sacerdote que había descuidado a mi esposa y a mis dos hijos. Me di cuenta de que, aunque escuchaba con atención a la gente que venía al santuario, a mi esposa no la había escuchado ni una sola vez.

      Cuanto más aprendía, más cerca me sentía de Jehová. Muchos versículos me llegaron al corazón, como Romanos 10:13, que dice: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo”. Había buscado a Dios desde niño, y por fin lo había encontrado.

      Ya no me sentía cómodo trabajando en el santuario. Al principio me preocupaba lo que otros pensaran si abandonaba el sintoísmo, pero siempre me había dicho que lo dejaría si encontraba al Dios verdadero en otra parte. De modo que, siguiendo la voz de mi conciencia, salí del santuario en la primavera de 1989 y le confié mi vida a Jehová.

      Aquella decisión no fue nada fácil. Mis superiores me criticaron y me presionaron para que me quedara. Aun así, lo que más me costó fue decírselo a mis padres. De camino a su casa, sentía que la ansiedad me oprimía el pecho, y las piernas me temblaban. Tuve que detenerme varias veces para orarle a Jehová y pedirle ayuda.

      Cuando llegué a casa de mis padres, no me atreví a sacar el tema. Pasaron varias horas hasta que al final, después de mucho orar, pude decírselo a mi padre. Le expliqué que había encontrado al Dios verdadero en otra religión y que, a fin de servirle, renunciaría al sintoísmo. Él se quedó sin palabras y se puso muy triste. Incluso algunos parientes vinieron para hacerme cambiar de idea. No quería ofender a nadie, pero tampoco quería dejar de hacer lo correcto: servir a Jehová. Con el tiempo, mi familia llegó a respetarme por mi decisión.

      Claro, no bastaba con abandonar el santuario; tenía que cambiar mi forma de pensar. La vida sacerdotal había dejado una profunda huella en mí. Y aunque intentaba olvidarla, todo a mi alrededor me la recordaba.

      ¿Qué me ayudó a superar ese obstáculo? Dos cosas. La primera fue reunir y quemar todo lo que había en mi casa relacionado con el sintoísmo. Quemé libros, cuadros e incluso objetos muy caros. La segunda gran ayuda fue pasar el mayor tiempo posible con los Testigos. Su amistad y apoyo consiguieron que, poco a poco, olvidara mis anteriores hábitos.

      QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Antes tenía descuidados a mi esposa y mis hijos, y por eso se sentían muy solos. Pero cuando seguí el consejo bíblico de pasar tiempo con ellos, llegamos a estar más unidos. Posteriormente, mi esposa decidió servir a Jehová conmigo. Hoy día, la familia entera —nosotros dos, nuestro hijo, nuestra hija y su esposo— adoramos juntos al Dios verdadero.

      Cuando pienso en mi infancia y en mi sueño de servir a Dios y ayudar a otros, me doy cuenta de que he logrado eso y mucho más. Me faltan palabras para expresar mi gratitud a Jehová.

  • La Biblia les cambió la vida
    La Atalaya 2011 | 1 de julio
    • [Ilustración de la página 13]

      Santuario donde practicaba el sintoísmo

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