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  • La verdad transforma a los hombres
    La Atalaya 1998 | 1 de enero
    • Un propósito en la vida

      No hace mucho, Moisés, de Gibraltar, era un hombre muy desdichado. Él nos cuenta: “Era un borracho, y dormía en la calle. Me sentía perdido. Cada noche le pedía a Dios que se apiadara de mí y no tuviera que soportar ni un día más. Le preguntaba llorando por qué estaba en este mundo si era un inútil sin empleo, sin familia y sin nadie que me ayudara. ¿Por qué seguir viviendo?”. Entonces, algo sucedió.

      Moisés pasa a decir: “Supe que Dios había oído mi oración cuando conocí a Roberto, un testigo de Jehová. Él me dio una Biblia y un ejemplar del manual bíblico ¿Qué exige Dios de nosotros?a Cada día estudiábamos juntos la Biblia en el mismo banco en el que dormía por la noche. Al mes, Roberto me llevó a una reunión en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová. En poco tiempo, la verdad bíblica había cambiado por completo mi punto de vista. Ya no duermo a la intemperie, ni fumo, ni bebo. Mi vida ha cambiado, y soy feliz. Espero bautizarme pronto y servir a Jehová como Testigo suyo”.

      ¡Qué transformación! A menudo, la razón de que la gente viva sin esperanza es la falta de conocimiento. No sabe de Dios ni de sus maravillosos propósitos. Ese conocimiento aportó a Moisés la fortaleza y el valor necesarios para dar un giro a su vida. En su caso encontró respuesta el ruego a Dios del salmista: “Envía tu luz y tu verdad. Que estas mismas me guíen. Que me traigan a tu santa montaña y a tu magnífico tabernáculo” (Salmo 43:3).

  • La verdad transforma a los hombres
    La Atalaya 1998 | 1 de enero
    • En Belice, Daniel tuvo una experiencia similar. Él no dormía en la calle. Tenía un empleo de prestigio, pero llevaba veinte años tratando de escapar de una vida de drogodependencia, alcoholismo e inmoralidad. Aunque se crió como católico, Daniel no le veía ningún significado a la vida, y dudaba que Dios existiera. Acudió a diferentes iglesias en busca de ayuda, sólo para descubrir que muchos de sus amigos que iban a la iglesia, e incluso algunos que eran clérigos, consumían drogas y abusaban del alcohol. Entretanto, su mujer estaba a punto de divorciarse de él.

      Desesperado, Daniel se inscribió en un centro de rehabilitación. De todos modos, sabía que en cuanto saliera de allí, volvería a las drogas si no recibía ayuda. ¿Pero qué clase de ayuda? En mayo de 1996, dos días después de terminar la rehabilitación, se acercó a un testigo de Jehová y le sorprendió con el ruego: “Por favor, estudie la Biblia conmigo”. El Testigo hizo planes para estudiar juntos la Biblia dos veces a la semana. Daniel comenzó de inmediato a adaptar su vida a la voluntad de Dios, y cambió sus viejas amistades por amigos cristianos que no consumían drogas ni abusaban del alcohol, y que rechazaban la inmoralidad. Aprendió cuánta razón tiene la Biblia cuando dice: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). Pronto se le oyó decir: “Por primera vez en mi vida, sé lo que es tener la conciencia limpia”. La vida de Daniel también cambió.

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