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Ayuda y esperanza para las personas sin hogar¡Despertad! 2015 | mayo
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Después de servir en el ejército de los Estados Unidos, Joe sufrió desgracias personales y familiares que lo llevaron a vivir en la calle dieciocho años. En un momento dado, comenzó a frecuentar una biblioteca pública, y las conversaciones que tuvo con la bibliotecaria lo ayudaron a cambiar su vida.
Martín, un joven argentino, no le veía sentido a la vida. En su afán por llenar el vacío que sentía, dejó su hogar y acabó viviendo en una playa. Pero terminó desilusionado y muy deprimido. Cierto día, le rogó a Dios con lágrimas en los ojos: “Si existes, ayúdame a conocerte”. ¿Cómo terminó esta historia? Ahora lo veremos.
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Ayuda y esperanza para las personas sin hogar¡Despertad! 2015 | mayo
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LA BIBLIA LE CAMBIÓ LA VIDA
“Joe parecía ser un hombre inteligente, educado y humilde”, dice Cindi, la bibliotecaria con la que conversaba Joe. Puesto que ella es testigo de Jehová, siempre guardaba un par de revistas La Atalaya y ¡Despertad! para él. También lo invitó a una de sus reuniones cristianas. Cuando asistió, todos lo trataron con amabilidad y respeto, por lo que siguió yendo. Y cuando un testigo de Jehová le ofreció clases de la Biblia, aceptó enseguida.
Estudiar la Biblia ayudó a Joe a tener dignidad
Lo que Joe aprendió fue un gran consuelo para él. Empezó a seguir los consejos de la Biblia y a hacer grandes cambios. Por ejemplo, aprendió que la vida es un regalo de Dios y que fumar es una falta de aprecio por ese regalo, pues contamina el cuerpo (Salmo 36:9). Además, la Biblia dice que debemos limpiarnos “de toda contaminación de la carne” (2 Corintios 7:1). Así que dejó de fumar. Esa decisión no solo mejoró su salud, sino que lo ayudó a ahorrar dinero.
Joe también se tomó a pecho este consejo de la Biblia: hay que trabajar para vivir. Así que comenzó a buscar trabajo (1 Tesalonicenses 4:11, 12).b Entendió que, tal como dice Eclesiastés 2:24, “lo mejor que puede hacer el hombre es comer, beber y disfrutar del fruto de su trabajo” (Dios habla hoy, 2002). Y es que el trabajo nos da dignidad y nos permite ayudar a los necesitados (Efesios 4:28).
Cuenta Cindi que, al ver los esfuerzos de Joe, “la congregación lo acogió con cariño, y algunos lo ayudaron a solicitar al gobierno una vivienda y otras ayudas a las que tenía derecho”. Joe siguió progresando y con el tiempo llegó a ser un testigo de Jehová. Ahora se vale de su propia experiencia para animar a otros a seguir los sabios consejos de Dios (Proverbios 3:13, 14).
ENCONTRÓ EL SENTIDO DE LA VIDA
Martín empezó a buscar el sentido de la vida a los 20 años de edad. “Me interesé en algunas religiones y filosofías —dice él—. También empecé a usar drogas, pero nada parecía llenar el vacío que sentía.” Se fue a vivir a California y luego a Hawái, en donde creyó haber hallado el paraíso. Pero la belleza del paisaje tampoco llenó su vacío. “Estaba tan deprimido que pensé en suicidarme”, recuerda. Fue en ese punto que, totalmente desconsolado, le rogó a Dios: “Si existes, ayúdame a conocerte”.
Martín tiene ahora una actitud positiva
Entonces Martín se acordó de que había pasado junto a un edificio con un cartel que decía: “Salón del Reino de los Testigos de Jehová”. Decidió averiguar qué enseñaban allí. Él cuenta: “Tenía barba y pelo largo y llevaba varios meses con la misma ropa, pero me recibieron muy bien”. Aceptó el curso de la Biblia que le ofrecieron e iba desde su “casa” en la playa hasta la plaza del pueblo para sus clases.
Martín por fin halló respuestas a sus preguntas. Superó la depresión y pudo entender lo que quiso decir Jesucristo con estas palabras: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). Había llenado el vacío que sentía.
“Los vecinos [...] quedaron impresionados con los cambios que hice”
Su nueva actitud hacia la vida pronto se hizo evidente. Para retomar el control de su vida, empezó a seguir los mismos consejos bíblicos que siguió Joe. También comenzó a cuidar su aspecto y, con la ayuda de los testigos de Jehová, encontró un trabajo y un lugar donde vivir. “Los vecinos dejaron de llamarme ‘el sin techo de la plaza’ —cuenta Martín—. Quedaron impresionados con los cambios que hice.”
Martín regresó a Argentina y allí se hizo testigo de Jehová. Hoy tiene el gran privilegio de ayudar a otras personas a encontrar el sentido de la vida.
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