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Cuando corazones de piedra se vuelven receptivosLa Atalaya 1998 | 15 de octubre
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Se logran transformaciones maravillosas
¿Se ha logrado ablandar de verdad los corazones duros como piedras de los reclusos mediante este programa educativo a gran escala? Dejemos que ellos cuenten sus historias.
“No conocí jamás a mis padres porque me abandonaron cuando era pequeño, de modo que eché terriblemente de menos el sentirme querido —confiesa Zdzisław, un hombre reflexivo por naturaleza—. Desde muy joven me metí en el mundo de la delincuencia, y acabé cometiendo un asesinato. El sentimiento de culpa me llevó a pensar en el suicidio, y buscaba desesperadamente una verdadera esperanza. En 1987 encontré una revista La Atalaya. En ella aprendí sobre la esperanza de la resurrección y la vida eterna. Me di cuenta de que no todo estaba perdido, así que descarté la idea del suicidio y me puse a estudiar la Biblia. He aprendido lo que significa el amor de Jehová y de los hermanos.” Este ex asesino ha sido siervo ministerial y precursor auxiliar desde 1993, y el año pasado empezó el precursorado regular.
Tomasz, por su parte, aceptó enseguida el estudio de la Biblia, pero confiesa: “No fue un paso sincero. Solo estudiaba porque me gustaba presumir cuando explicaba a otras personas las creencias de los testigos de Jehová, pero no me tomaba muy en serio la verdad bíblica. Cierto día decidí ir a una reunión cristiana. Los presos bautizados me acogieron calurosamente. Me di cuenta de que en lugar de tratar de presumir del conocimiento, tenía que ablandar mi corazón de piedra y transformar mi mente”. Comenzó a ponerse la nueva personalidad (Efesios 4:22-24), y hoy día es un Testigo dedicado y bautizado que disfruta predicando de celda en celda.
Presiones de antiguos amigos
Quienes aprendieron la verdad bíblica en la cárcel sufrieron fuertes presiones de sus antiguos amigos en la celda y de los funcionarios de la prisión. Uno de ellos recuerda: “Se burlaban y reían de mí constantemente. Pero siempre recordé las estimulantes palabras de los hermanos. ‘Sigue orando a Jehová —me decían—. Lee la Biblia y sentirás paz interior.’ Hacerlo fue de verdadera ayuda”.
“Mis compañeros de celda no dejaban de hacer comentarios duros contra mí —dice Ryszard, un robusto hermano bautizado—. ‘Puedes ir a tus reuniones, pero no trates de sobresalir ni de pretender que eres mejor que nosotros, ¿entiendes?’, me advertían. Cuando puse en práctica los principios bíblicos e hice cambios en mi vida, tuve que sufrir por ello. Volcaban mi cama, se tiraban de uno a otro las publicaciones bíblicas y desordenaban mi sección de la celda. Yo le pedía fuerzas a Jehová para controlarme y luego lo ordenaba todo con calma. Al cabo de algún tiempo, se terminaron los ataques.”
“Cuando otros reclusos ven que hemos tomado la firme decisión de servir a Jehová —cuentan otros presos bautizados—, la presión adopta otro cariz. Es probable que digan: ‘Recuerden: se supone que ahora no deben beber, fumar ni mentir más’. Este tipo de presión te ayuda a controlarte y a abandonar enseguida los vicios o adicciones que tengas. También te ayuda a cultivar los frutos del espíritu.” (Gálatas 5:22, 23.)
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Cuando corazones de piedra se vuelven receptivosLa Atalaya 1998 | 15 de octubre
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Jerzy, que se bautizó en junio, nos cuenta: “Aunque hace años había tenido algún contacto con la verdad bíblica, en mi interior tenía un verdadero corazón de piedra. Fraudes, el divorcio de mi primera esposa, relaciones ilícitas con Krystyna, un hijo fuera del matrimonio y regresos frecuentes a prisión: esa era mi vida”. Al ver a otros delincuentes endurecidos hacerse Testigos en la cárcel, empezó a preguntarse: “¿Podría yo también ser mejor persona?”. Pidió un estudio de la Biblia y comenzó a asistir a las reuniones. Pero el momento crucial de su vida llegó cuando se enteró a través del fiscal que Krystyna se había hecho testigo de Jehová hacía tres años. “Fue algo totalmente inesperado para mí —dice Jerzy—. Pensé: ‘¿Y yo? ¿Qué estoy haciendo?’. Me di cuenta de que debía ordenar mi vida para que Jehová me aprobara.” Como consecuencia, tuvo lugar una feliz reunión en la cárcel con Krystyna y su hija de 11 años, Marzena. Poco tiempo después legalizaron su matrimonio. Aunque todavía está preso y tiene sus altibajos, Jerzy aprendió recientemente el lenguaje de señas por sí mismo, y está ayudando a los reclusos sordos.
Mirosław ya estaba metido en actividades delictivas cuando iba a la escuela primaria. Admiraba mucho lo que hacían sus amigos, y al poco tiempo comenzó a actuar igual. Robó y golpeó a muchas personas, y terminó en la cárcel. “Cuando me vi en prisión, acudí al sacerdote en busca de ayuda —confiesa Mirosław—, pero quedé tremendamente decepcionado. Así que decidí tomar veneno para quitarme la vida.” El mismo día que había planeado matarse, lo transfirieron a otra celda. En ella encontró un ejemplar de La Atalaya que hablaba del propósito de la vida. “Aquella información sencilla y clara fue justo lo que necesitaba —añade—. Entonces quería vivir. Así que oré a Jehová y pedí a los Testigos un estudio de la Biblia.” Progresó rápidamente en el estudio bíblico y se bautizó en 1991. Ahora sirve de precursor auxiliar en la cárcel, donde tiene el privilegio de predicar de celda en celda.
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