-
Un excepcional legado cristianoLa Atalaya 1993 | 1 de octubre
-
-
Cuando apenas tenía 2 años, mis padres fijaron su residencia en Dallas (Texas), y tres años después iniciaron el ministerio de tiempo completo como precursores. De noche dormían en un catre al lado de la carretera, y a mí me ponían en el asiento trasero del auto. Por supuesto, aquello me parecía divertido, pero pronto se hizo evidente que todavía no estaban listos para la vida de precursores. Así que mi padre emprendió un negocio. Andando el tiempo, construyó un pequeño remolque con miras a reanudar el precursorado.
-
-
Un excepcional legado cristianoLa Atalaya 1993 | 1 de octubre
-
-
Sirvo a Dios con mis padres
En 1931 asistimos a la emocionante asamblea de Columbus (Ohio), donde recibimos el nombre de testigos de Jehová. Aunque solo tenía 8 años, me pareció el nombre más bonito que había oído jamás. Poco después de regresar a casa, el negocio de papá se incendió completamente, y mis padres lo tomaron como una indicación de que era “la voluntad del Señor” que reemprendieran el servicio de precursor. Así que a partir del verano de 1932, pasamos muchos años felices en el ministerio de tiempo completo.
Mis padres sirvieron de precursores en la región central de Texas con el fin de permanecer cerca de mis abuelos maternos, que todavía vivían en San Antonio. Ir de una asignación a otra significaba cambiar de colegio con bastante frecuencia. A veces los amigos decían irreflexivamente: “¿Por qué no se establecen en un lugar y le dan un hogar a esa niña?”, como si no me estuvieran cuidando debidamente. Pero, para mí, la vida que llevábamos era emocionante y yo estaba ayudando a mis padres en su ministerio. En realidad, me estaba preparando para lo que más adelante sería mi propio modo de vivir.
-