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Vivo con distrofia muscular¡Despertad! 1990 | 8 de enero
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CUANDO acabó la película, me giré despacio en la butaca y me puse en pie de forma vacilante. Di un primer paso, esforzándome por mantener el equilibrio sobre mis piernas rígidas, pero al llegar tambaleante al pasillo, de repente se me doblaron las rodillas y caí al suelo. Iba a necesitar mucha determinación para volver a levantarme. Sentí un gran alivio cuando un desconocido alto y rubio se me acercó y con una sonrisa amigable me preguntó: “¿Puedo ayudarle?”. Este encuentro casual en Helena (Montana, E.U.A.), a principios de 1978, marcó el comienzo de una nueva vida para mí.
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Vivo con distrofia muscular¡Despertad! 1990 | 8 de enero
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John, el desconocido alto y rubio que me había levantado del suelo del cine, tenía la respuesta a mi pregunta. Era testigo de Jehová aunque al principio yo no lo sabía. Después de que John me ayudara a ponerme en pie, mi hermana y yo le invitamos a él y a su esposa, Alice, a tomar algo con nosotros en una cafetería. Durante la conversación, pensé que quizás este hombre podía ocupar el lugar de los amigos que había perdido. Sentía nacer en mí una nueva esperanza.
Algún tiempo más tarde, me invitaron a cenar a su casa, y observé que esta familia utilizaba el nombre Jehová en sus oraciones. El nombre de Dios me sonaba bien, así que empecé a sentir curiosidad por sus creencias.
La siguiente vez que nos reunimos, hablamos de la Biblia. John, a quien cada vez apreciaba más, aclaró mis preguntas y razonamientos erróneos con las Escrituras. Esta esperanza, que se basaba en las promesas bíblicas de una tierra paradisiaca libre de toda enfermedad y dolor, era nueva para mí y, además de causarme una buena impresión, me estimuló mucho. (Revelación 21:1-5.) Las conversaciones subsiguientes a menudo se prolongaban hasta altas horas de la noche. ¡Qué bien me empezaba a sentir! Acepté ansiosamente este alimento espiritual, pues, ahora que estaba siendo renovado en sentido espiritual, quería conseguir todo el refrigerio que fuera posible.
Aquel otoño empecé a asistir con regularidad a las reuniones en el Salón del Reino de los testigos de Jehová. El trato familiar y animador con los miembros de la congregación me emocionó. En la primavera de 1979 decidí dedicar mi vida a Jehová Dios, y el 23 de junio pude bautizarme gracias a la ayuda de seis hermanos que me ayudaron a meterme en la piscina.
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