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“¿Estoy yo en el lugar de Dios?”La Atalaya 2015 | 1 de mayo
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“MEDIANTE ESTO SERÁN PROBADOS”
Sin perder un minuto, José puso a prueba a sus hermanos para descubrir qué había en su corazón. Primero, los acusó de ser espías y, mediante un intérprete, les dijo cosas muy duras. Ellos trataron de defenderse diciendo que eran hombres de familia y que tenían un hermano pequeño que se había quedado en casa. ¡Qué alegría habrá sentido José al descubrir que su hermano estaba vivo! Esto le dio una idea. Les dijo a sus hermanos: “Mediante esto serán probados. [...] No saldrán de aquí sino hasta que venga acá su hermano menor”. Pocos días después, les permitió regresar a su hogar para traer a Benjamín con la condición de que uno de ellos se quedara como garantía de que volverían (Génesis 42:9-20).
Pensando que Zafenat-panéah no los entendía, los diez hermanos se pusieron a hablar de lo que habían hecho con José veinte años atrás: “Indisputablemente somos culpables tocante a nuestro hermano, porque vimos la angustia de su alma cuando suplicaba de nosotros que tuviéramos compasión, pero no escuchamos. Por eso nos ha sobrevenido esta angustia”. José, que entendía perfectamente todo lo que decían, “se apartó de ellos y empezó a llorar” (Génesis 42:21-24). Ahora bien, él sabía que el verdadero arrepentimiento es algo más que lamentar las consecuencias de lo que uno hace. Así que decidió seguir con la prueba.
Retuvo a Simeón y envió a sus demás hermanos a Canaán. También ocultó dinero en sus sacos de alimento. Cuando estos llegaron a casa, le contaron la historia a Jacob. Tras mucho insistir, lo convencieron para que permitiera que Benjamín volviera con ellos a Egipto. Ya otra vez en casa de José, le dijeron a su siervo que habían encontrado dinero en sus sacos y que estaban dispuestos a devolverlo. Aunque era un gesto admirable, José quería ver más pruebas de su sinceridad. Disimulando a duras penas sus sentimientos al ver a Benjamín, invitó a sus hermanos a un banquete. Entonces los dejó regresar a casa, pero esta vez mandó esconder una copa en el saco de Benjamín (Génesis 42:26–44:2).
Al rato, José mandó buscar a sus hermanos para reclamarles su copa. Cuando se encontró la copa en el saco de Benjamín y se le acusó de ladrón, todos decidieron acompañarlo hasta la casa de José. Ahora José tenía una oportunidad para ver qué clase de personas eran sus hermanos. Judá tomó la palabra y se ofreció junto a todos sus hermanos como esclavos de José. Pero este rechazó la oferta y dijo que solo Benjamín debía quedarse en Egipto (Génesis 44:2-17).
La respuesta de Judá le salió del alma: “Él [Benjamín] es el único que queda de su madre, y su padre de veras lo ama”. Aquellas palabras debieron de conmover a José, que también era hijo de la madre de Benjamín, Raquel. Al igual que su padre, José recordaba con cariño a Raquel, quien murió al dar a luz a Benjamín. Puede que por esa razón se sintiera tan apegado a su hermano (Génesis 35:18-20; 44:20).
Judá volvió al ataque y le rogó a José que no retuviera a Benjamín como esclavo. Hasta se ofreció para ocupar su lugar. Finalmente, le hizo una desgarradora súplica: “¿Cómo podré yo subir a donde mi padre sin el muchacho junto conmigo, por temor de que entonces mire la calamidad que descubrirá a mi padre?” (Génesis 44:18-34). No había ninguna duda: Judá era un hombre nuevo. No solo mostró arrepentimiento, sino consideración, generosidad y compasión.
José se dio cuenta de que sus hermanos estaban realmente arrepentidos
José ya no aguantaba más tantas emociones reprimidas. Así que mandó salir a todos sus siervos y comenzó a llorar a pleno pulmón; tan fuerte que se le pudo oír desde el palacio del faraón. Por fin, dijo quién era: “Yo soy José su hermano”. Sus hermanos se quedaron de piedra. Pero José los abrazó y los besó, indicándoles así que los había perdonado (Génesis 45:1-15). De este modo, reflejó la misericordia de Jehová, quien nos perdona generosamente (Salmo 86:5). Y nosotros, ¿somos así?
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“¿Estoy yo en el lugar de Dios?”La Atalaya 2015 | 1 de mayo
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Jacob murió a los 147 años. Tras su muerte, sus hijos temían que José usara su poder para vengarse de ellos. Pero José los tranquilizó. Como les había dicho antes, él había visto la mano de Jehová en los asuntos; así que no tenían por qué seguir lamentándose. Les dijo: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios?” (Génesis 15:13; 45:7, 8; 50:15-21). Para José, el mejor juez era Jehová. ¿Debía él castigar a los que Jehová había perdonado? (Hebreos 10:30.)
Y a usted, ¿le resulta difícil perdonar? Aunque no es fácil cuando sabemos que quien nos ha ofendido lo ha hecho a propósito, si perdonamos a quienes están realmente arrepentidos, aliviaremos no solo nuestro propio dolor, sino también el de la persona que nos ofendió. Además, imitaremos la fe de José y la misericordia de nuestro Padre, Jehová.
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