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Parte 2: Los reyes, como estrellas fugaces, aparecen y caen¡Despertad! 1990 | 22 de agosto
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En 1661, Luis XIV de Francia empezó a aplicar esta doctrina hasta sus últimas consecuencias por medio de asumir el control absoluto del gobierno. Por lo tanto, cualquier oposición a su persona se consideraba un pecado contra el Dios a quien representaba. “L’état c’est moi! [El Estado soy yo]”, alardeaba.
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Parte 2: Los reyes, como estrellas fugaces, aparecen y caen¡Despertad! 1990 | 22 de agosto
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La época de las monarquías absolutas
Desde principios de la Edad Media, la monarquía fue la forma de gobierno más usual. Los reyes empezaron a delegar autoridad en terratenientes destacados, por lo que desarrollaron una manera de gobernar fácil y cómoda. A su vez, los terratenientes establecieron un sistema político y militar conocido como feudalismo: daban tierras a sus vasallos a cambio de servicios militares y de otro tipo. No obstante, cuanto más eficaces y poderosos eran los señores feudales, mayor era la probabilidad de que el reino se desintegrase en bloques feudales de poder.
Además, el sistema feudal desposeía a los ciudadanos de su dignidad y libertad, pues aunque constituían su principal fuente de ingresos, se veían dominados por los terratenientes militares. Asimismo, se les privaba de educación y oportunidades culturales, por lo que “el siervo tenía pocos derechos legales para defenderse de su señor feudal”, dice la Collier’s Encyclopedia. “Sin el consentimiento del señor, no podía casarse, transferir a herederos lo que había recibido en feudo, ni marcharse del territorio perteneciente al señor feudal.”
Sin embargo, las monarquías absolutas podían gobernar de otras maneras. Algunos reyes conferían cargos administrativos a individuos que después podían ser depuestos si se veía necesario. Otros reyes confiaban el gobierno de cierta zona a instituciones populares cuya gobernación se basaba en las tradiciones y la presión social. Y aunque hasta cierto punto estos métodos eran poco satisfactorios, escritores del siglo XVII como sir Robert Filmer de Inglaterra y Jacques-Bénigne Bossuet de Francia, seguían abogando a favor del absolutismo como la única forma apropiada de gobierno. Pero sus días estaban contados.
“Dioses” reducidos a figuras decorativas
Aunque por lo general se creía que los monarcas solo tenían que responder ante Dios, cada vez aumentaba más la presión para que respondieran ante leyes, tradiciones y autoridades humanas. A este respecto, The Columbia History of the World dice que para el siglo XVIII “los monarcas empleaban una retórica diferente a la de los soberanos del siglo XVII”, si bien añade que “debajo y detrás de la retórica seguían siendo soberanos”. Luego explica que “cuando Federico el Grande se autodenominó el ‘primer siervo del Estado’ y rechazó el derecho divino de los reyes no estaba pensando en abjurar del poder”.
Sin embargo, tras la revolución inglesa de 1688 y la revolución francesa de 1789, los días del absolutismo prácticamente terminaron. Poco a poco, las monarquías absolutas dieron paso a monarquías limitadas regidas por cuerpos legislativos o constituciones, o por ambos. En contraste con el siglo XII, cuando “la monarquía todavía era lo que un rey era capaz de imaginar y lo que sus súbditos estaban dispuestos a aceptar” -por citar al historiador W. L. Warren-, hoy día el poder político de la mayoría de los reyes es bastante limitado.
Por supuesto, todavía hay algunos monarcas que conservan bastante poder. Sin embargo, la mayoría ya hace mucho que han perdido sus halos de “divinidad” y se contentan con ser simples figuras decorativas, figuras prominentes a cuyo alrededor se anima a la gente a reunirse con un espíritu de lealtad. Las monarquías limitadas han tratado de conservar los rasgos unificadores que caracterizan a la gobernación de una sola persona mientras, al mismo tiempo, procuran erradicar sus aspectos negativos mediante otorgar el verdadero poder a un cuerpo legislativo.
El concepto de monarquía limitada sigue siendo popular.
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Por otra parte, aunque en 1987 los franceses realizaban los últimos preparativos para celebrar el 200 aniversario de la revolución francesa, el 17% de los encuestados estaba a favor de que volviese la monarquía. El miembro de un grupo monárquico dijo: “El rey es la única forma de unir a una nación que lleva tanto tiempo dividida por contiendas políticas”.
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