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  • Fraude en la ciencia. Un fraude mayor
    ¡Despertad! 1990 | 22 de enero
    • Fraude en la ciencia. Un fraude mayor

      FRAUDE se define como “engaño, inexactitud consciente, abuso de confianza”. (Diccionario enciclopédico Espasa 1.) Es un “engaño hecho con malicia, con el cual alguien perjudica a otro y se beneficia a sí mismo”. (Diccionario del uso del español, de María Moliner.)

      “LA EVOLUCIÓN es un hecho.” Esta es la clásica confesión de fe que garantiza a la comunidad científica que usted profesa las creencias ortodoxas. Y con frecuencia se añade la siguiente afirmación para que goce de la aceptación pública: “Se ha probado tantas veces, que ya no hace falta repetir la prueba”. Muy cómodo, especialmente si tenemos en cuenta que el evolucionista no dispone de ninguna prueba que repetir. Sin embargo, la declaración “la evolución es un hecho” se ha emitido una y otra vez durante años, como si se tratase de una cantinela mística.

      El pasado mes de abril, en una reseña de libros recién publicados que apareció en la revista The New York Times Book Review, el biólogo Richard Dawkins escribió: “Aquí se trata el hecho de la evolución en sí, un hecho que está probado absolutamente fuera de toda duda razonable”. Entonces dijo que considerar la creación “en las clases de biología es tan irrazonable como pedir que se dedique la misma cantidad de tiempo en las clases de astronomía a la teoría de que la Tierra es plana. O, como alguien dijo, también se podría reclamar la misma cantidad de tiempo para considerar en las clases de educación sexual la teoría de la cigüeña. Se puede decir sin temor a equivocarse que si uno encuentra a alguien que dice no creer en la evolución, esa persona es ignorante, estúpida o loca (o malvada, pero preferiría no pensar en eso)”.

      Stephen Jay Gould escribió un artículo sobre la evolución en la revista científica Discover de enero de 1987. En su afán por recalcar bien la idea, declaró un total de ¡doce veces! —en un artículo de cinco páginas— que la evolución es un hecho. Veámoslas una por una:

      Darwin dedicó la mayor parte de su vida a “establecer que la evolución es un hecho”. “La realidad de la evolución está tan bien demostrada como cualquier otra cosa en la ciencia (es tan segura como que la Tierra gira alrededor del Sol).” Para cuando Darwin murió, “casi toda persona pensadora había llegado a aceptar la evolución como un hecho”. Gould se refirió a ella como “hecho seguro” y “el hecho del transformismo”. “La evolución también es un hecho de la naturaleza.” “La evolución está tan bien demostrada como cualquier otro hecho científico.” “Nuestra confianza en que la evolución es un hecho se apoya en abundantes datos.” Él habla de que los biólogos concuerdan “en que la evolución es un hecho”. “A los teólogos no les preocupa que la evolución sea un hecho.” “Conozco a centenares de científicos que están convencidos de que la evolución es un hecho.”

      Y por último, en cierta parte del artículo, Gould dijo: “No quiero sonar como un dogmático vociferante que grita ‘defiendan la bandera, muchachos’, pero los biólogos han llegado a un consenso [...] en cuanto a que la evolución es un hecho”. Pero, ¿acaso no suena eso realmente “como un dogmático vociferante que grita ‘defiendan la bandera, muchachos’”?

      El biólogo molecular Michael Denton se refirió a esta verbosidad gratuita respecto a que la evolución sea un hecho y descartó la idea con estas palabras: “Por supuesto, tales afirmaciones son francamente absurdas”. Es mucho más que absurdo, es un fraude. Una inexactitud consciente, un abuso de confianza y un engaño hecho con malicia con el que se perjudica a otros. La prensa, la radio, los programas de televisión sobre la naturaleza y la ciencia, los libros de texto escolares para niños de enseñanza primaria, todos estos son medios a través de los cuales se inculca en la gente la misma letanía de que la evolución es un hecho. Sin embargo, recientemente, The New York Times (10 de enero de 1989) informó que la Consejería de Educación del estado de California ha aprobado una nueva normativa sobre libros de texto que al parecer resta valor a la enseñanza de la evolución como hecho científico.

      Los evolucionistas copian las tácticas de los sacerdotes principales y los fariseos de los días de Jesús. Cuando los oficiales que habían sido enviados a arrestar a Jesús volvieron sin él, los fariseos les dijeron: “‘¿Por qué no lo trajeron?’. Los oficiales respondieron: ‘Jamás ha hablado [otro] hombre así’. A su vez, los fariseos contestaron: ‘Ustedes no se han dejado extraviar también, ¿verdad? Ni uno de los gobernantes o de los fariseos ha puesto fe en él, ¿verdad? Pero esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos’”. (Juan 7:45-49.) La autoridad ejerce tiranía al afirmar lo siguiente: “Ninguna persona importante ni educada acepta a Jesús como el Mesías. Únicamente lo aceptan los estúpidos malditos”.

      Los evolucionistas de hoy día utilizan el mismo razonamiento que los fariseos. Es como si dijeran: “Crean lo que nosotros creemos. Todos los científicos competentes y todas las personas inteligentes creen en la evolución. Los únicos que no creen en ella son los que no tienen estudios y los ignorantes”. Grandes cantidades de personas entran a raudales en los dominios evolucionistas debido a esta intimidación y coacción intelectual. Ignoran por completo los puntos débiles y las inexactitudes de la teoría evolutiva y sus especulaciones erróneas e imposibilidades que se presentan como hipótesis, como la de que la vida se originó de sustancias químicas inanimadas.a De modo que son arrastrados por las frases que recitan una y otra vez los que hacen propaganda en favor de la evolución. La teoría se convierte en dogma, sus predicadores se hacen arrogantes y a los que disienten se les menosprecia. Las tácticas funcionan. Funcionaron en los días de Jesús y funcionan hoy en día.

      Esta frase propagandística de cinco palabras —“la evolución es un hecho”— es breve y se repite persistentemente con gran gratuidad (hasta doce veces en un artículo corto). Puede calificarse de propaganda eficaz con la que se lava el cerebro de la gente y que con la reiteración llega a convertirse en un lema. Recuérdese que los lemas que se repiten en todas partes pronto se graban en la mente y se sueltan por la boca sin haberse analizado demasiado con un ojo crítico y escéptico. Cuando una teoría se ampara en un lema que alcanza amplia aceptación, ya no necesita demostrarse y se menosprecia a cualquiera que disiente de ella. Además, si los que discrepan pueden refutar de manera racional la validez del lema, se les considera personas sumamente irritantes y se les responde con el único recurso que les queda: la burla.

      Los evolucionistas que se especializan en la gran mentira de que “la evolución es un hecho” también siguen el ejemplo de Hitler, pues en su libro él dijo lo siguiente respecto a las masas que controlaba: “Con su mente primitiva y simple, más fácilmente caerán víctimas a una gran mentira que a una pequeña, pues aunque ellos mismos también mienten a veces en cosas pequeñas, lo cierto es que se sentirían demasiado avergonzados de mentiras demasiado grandes”. Un popular refrán español dice: “Tanto lo dijo el embustero, que salió verdadero”. Los evolucionistas cuentan tantas veces el mismo embuste, que han conseguido que millones de personas lo crean verdadero.

      La mentira de la evolución también puede calificarse de fraude, pues le aplica la definición de “engaño, inexactitud consciente, abuso de confianza”, un “engaño hecho con malicia, con el cual alguien perjudica a otro”. Al enseñar que los antepasados del hombre son animales —el primero de ellos un microbio y el último un simio—, los evolucionistas han ‘cambiado la verdad de Dios por la mentira’. Mediante esta mentira, están perjudicando a muchos, pues les inducen a perder su fe en Dios como su Creador. (Romanos 1:25.)

      Este fraude hace muchísimo daño. Sus víctimas se sienten eximidas de las leyes del Creador, y se ponen a dictar sus propias leyes: “No existe el bien o el mal. Satisface todos los deseos carnales que tengas. Haz lo que te venga en gana. No hay por qué tener remordimientos”. Como consecuencia, se sumen en un auténtico y desenfrenado derrumbe moral. Alejados de su Creador y de los valores verdaderos de la Biblia, quedan empobrecidos en sentido espiritual y terminan “como animales irracionales nacidos naturalmente para ser atrapados y destruidos”. (2 Pedro 2:12.)

      [Nota a pie de página]

      a Véase el capítulo 4 del libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

      [Recuadro en la página 9]

      “La propaganda no tendrá éxito a menos que se dé suma y continua atención a un principio fundamental: debe concretarse a muy pocos puntos y repetirlos sin cesar. La persistencia es de nuevo en este caso, como en muchas otras cosas de este mundo, la primera y más importante clave del éxito. [...] Las masas [...] únicamente recordarán aquellas ideas más sencillas que se repitan mil veces. Cualquier variación en la propaganda jamás debe alterar el sentido de esta, sino que desde el principio hasta el fin debe significar siempre lo mismo. El lema puede considerarse desde puntos de vista diferentes, pero es esencial que toda exposición entrañe invariablemente la misma fórmula.” (Mein Kampf [Mi lucha], de Adolf Hitler.)

      [Recuadro en la página 10]

      La propaganda de la gran mentira

      “En cuanto a que la evolución es un hecho, existe consenso general.” (Limitations of Science [Limitaciones de la ciencia], 1933.)

      “En las últimas décadas del siglo XIX a más tardar, desapareció cualquier duda razonable sobre que la evolución fuese un hecho histórico.” (The Biological Basis of Human Freedom [Base biológica de la libertad humana], 1956.)

      “La evolución de la vida ya no es una teoría. Es un hecho.” (Julian Huxley, 1959.)

      “Todos los biólogos de renombre han concordado en que la evolución de la vida en la Tierra es un hecho establecido.” (Biology for You [La biología para usted], 1963.)

      “Todo aquel a quien se le muestran pruebas que apoyen la evolución tiene que reconocerla como un hecho histórico.” (Times-Picayune, periódico de Nueva Orleans [E.U.A.], 1964.)

      “La teoría de la evolución es hoy día un hecho aceptado por todo el mundo con la excepción de una minoría fundamentalista.” (James D. Watson, 1965.)

      “En la actualidad, la evolución se considera un hecho.” (Science on Trial [Se juzga la ciencia], 1983.)

      “Lo que sí tenemos es prueba irrefutable de que la evolución es un hecho.” (Ashley Montagu, 1984.)

  • Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes
    ¡Despertad! 1990 | 22 de enero
    • Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes

      Algunos evolucionistas dicen: “La evolución es un hecho; Dios es un mito”. No pueden probar ninguna de las dos cosas, pero el prejuicio no necesita pruebas

      PROPIEDAD PRIVADA. Prohibido el paso. Dios, no entres. Los evolucionistas colocan estos “carteles” alrededor del tema de la biología y le dicen a Dios que se mantenga al margen. Según ellos, “todos los científicos competentes creen en la evolución”, lo que en realidad es lo mismo que decir: “Los científicos que no creen en la evolución son unos incompetentes, carecen de nuestra pericia”. En cuanto a Dios, dicen que no tiene cabida en el pensar científico y que además ni siquiera se puede probar su existencia.

      Esta descalificación de Dios es el mayor fraude de todos.

      En la página 188 de la publicación The New Biology (La nueva biología), de Robert Augros y George Stanciu, se ponen de relieve algunas de las declaraciones de científicos prominentes que dejan de lado a Dios: “La opinión general sostiene que Darwin libró a la biología de necesitar a Dios de una vez por todas. Eldredge dice que Darwin ‘nos enseñó que podemos entender la historia de la vida en términos estrictamente naturalistas, sin recurrir a lo sobrenatural o a lo divino’. Julian Huxley dijo: ‘El darvinismo eliminó por completo del campo de la dialéctica la idea de un Dios creador de vida orgánica’. Jacob escribe: ‘Darwin acabó con la idea de que un Creador diseñó cada especie por separado’. Y Simpson escribe lo siguiente sobre el origen del primer organismo: ‘De todos modos, no hay razón para suponer que tuvo lugar un milagro ni tampoco es necesario suponer que el origen de los nuevos procesos de reproducción y mutación no fuesen materialistas’”.

      “¿Significa esto que la vida en la Tierra no ha tenido un Creador y Diseñador?”, pregunta usted. “No se necesita ninguno —responden los evolucionistas—. Está en manos de la casualidad. La casualidad ciega es el diseñador y lo llamamos selección natural.”

      En cambio, cuanto más aprendemos, más diseño vemos. La inteligencia y sabiduría que se refleja en los organismos vivos es asombrosa. ¿No es irrazonable suponer que todo dependa de una casualidad ciega, irreflexiva e irracional? Considere tan solo unas cuantas maravillas de los cientos de ellas que se encuentran en la naturaleza y que reflejan una sabiduría creativa que los inventores humanos han copiado con frecuencia.

      El diseño aerodinámico de las alas de las aves se copió milenios después para la construcción de las de los aviones, si bien el resultado fue inferior. El nautilo y la jibia utilizan cámaras de flotación para mantener su flotabilidad en las diferentes profundidades a las que nadan, y lo hacen de una manera mucho más eficaz que los submarinos modernos. El pulpo y el calamar son expertos en la propulsión a chorro. Los murciélagos y los delfines son maestros en el uso del sonar. Varios reptiles y aves marinas pueden beber agua del mar gracias a que tienen sus propios “aparatos para desalar agua marina”. Algunas bacterias microscópicas tienen motores giratorios con los que pueden impulsarse hacia adelante y hacia atrás.

      Los termes o comejenes climatizan con aire acondicionado sus viviendas mediante el ingenioso diseño de sus nidos y el uso que dan al agua. Insectos, plantas microscópicas, peces y árboles utilizan su propio tipo de “anticongelante”. Algunas serpientes, los mosquitos y las aves leipoa y talégalo pueden percibir cambios de temperatura de tan solo minúsculas fracciones de grado mediante el termómetro interior que poseen. Los avispones y las avispas elaboran papel. Las luciérnagas y otros insectos, así como muchas esponjas, hongos, bacterias y peces, producen luz fría, muchas veces de color. Gran cantidad de aves migratorias parecen tener brújulas, mapas y relojes biológicos en la cabeza. Los ditiscos, que son un tipo de insectos, y algunas arañas utilizan escafandras autónomas y campanas de buzo.a (Véanse las ilustraciones de la página 15.)

      Todo este diseño y sabiduría instintiva exige una inteligencia muy superior a la humana. (Proverbios 30:24.) Pero algunos de los ejemplos más asombrosos se encuentran en el mundo de lo infinitesimal, donde los evolucionistas esperaban ver el comienzo sencillo de la vida, el punto de partida para un avance evolutivo hacia los diseños obviamente complejos que se hallan en todas partes, incluso en nuestro cuerpo. ¿Un comienzo sencillo? ¡En absoluto! Considere las complejidades que reflejan un diseño inteligente en las células más pequeñas.

      The New Biology dice en la página 30: “La célula normal lleva a cabo centenares de reacciones químicas cada segundo y puede reproducirse cada veinte minutos aproximadamente. Sin embargo, todo esto ocurre en una escala tan pequeña que en el espacio ocupado por el punto de cierre de esta frase cabrían más de 500 bacterias. [El biólogo y premio Nobel François] Jacob se maravilla por el minúsculo laboratorio de la bacteria, que es unicelular y ‘lleva a cabo unas dos mil reacciones distintas con incomparable destreza dentro del espacio más pequeño que se pueda imaginar. Estas dos mil reacciones divergen y convergen a toda velocidad sin mezclarse nunca’”.

      The Center of Life—A Natural History of the Cell (El centro de la vida: una historia natural de la célula), de L. L. Larison Cudmore, dice lo siguiente en las páginas 13 y 14: “Una sola célula puede fabricar armas, atrapar alimento, digerirlo, deshacerse de los desechos, moverse de un lado para otro, construir casas, participar en actividad sexual normal o muy particular. Estas criaturas todavía existen. Los protistos —organismos completos y enteros, y que sin embargo constan de una sola célula con muchas capacidades, pero sin diferenciación de tejidos, sin órganos, corazón ni mente— en realidad tienen todo lo que nosotros tenemos”.

      En la página 116 de The Blind Watchmaker (El relojero ciego), de Richard Dawkins, se comenta lo siguiente con respecto a la cantidad de información que hay almacenada en una sola célula: “En el ADN de una simple semilla de lirio o de un solo espermatozoide de salamandra hay suficiente capacidad de almacenamiento como para contener sesenta veces la Encyclopædia Britannica. Algunas especies de las injustamente denominadas amebas ‘primitivas’ tienen tanta información en su ADN como la contenida en mil obras completas de la Encyclopædia Britannica”.

      El biólogo molecular Michael Denton escribe lo siguiente en la página 250 de Evolution: A Theory in Crisis (La evolución: una teoría en crisis): “La biología molecular ha demostrado que hasta el más sencillo de todos los sistemas vivos que hay hoy día en la Tierra —la bacteria— es de una extrema complejidad. Aunque las bacterias más pequeñas son células increíblemente minúsculas —pesan menos de [una billonésima de gramo]—, cada una de ellas es en realidad una verdadera fábrica microminiaturizada que contiene miles de piezas de intrincado mecanismo molecular, de diseño exquisito y compuestas de cien mil millones de átomos. Esto es mucho más complicado que cualquier máquina fabricada por el hombre y no tiene absolutamente ningún paralelo en el mundo inanimado.

      ”La biología molecular también ha mostrado que en todos los sistemas vivos de la Tierra, desde las bacterias hasta los mamíferos, el diseño básico del sistema celular es en esencia el mismo. Las funciones del ADN, el ARNm y las proteínas son idénticos en todos los organismos. El significado de los códigos genéticos y el tamaño, la estructura y el diseño de los componentes del mecanismo de síntesis de la proteína son también prácticamente idénticos en todas las células. Por lo tanto, en términos de su diseño bioquímico fundamental, no se puede pensar que ningún sistema vivo sea primitivo o ancestral en comparación con cualquier otro sistema, ni tampoco existe la más mínima prueba empírica de que exista una secuencia evolutiva entre todas las células increíblemente diversas que hay en la Tierra.”

      George Greenstein reconoce toda la inteligencia implicada en la estructura de la Tierra. En su libro The Symbiotic Universe (El universo simbiótico) habla de las misteriosas e increíbles coincidencias que no tienen explicación, y sin las cuales sería imposible la vida en la Tierra. Las siguientes declaraciones, que aparecen desde la página 21 hasta la 28, reflejan su propia lucha interna al considerar las condiciones que demuestran la necesidad de contar con un Dios inteligente y de propósito:

      “Creo que nos encaramos a un misterio, un gran y profundo misterio de inmenso significado: el misterio de la habitabilidad del cosmos, de la idoneidad del medio ambiente.” Empieza a “detallar lo que parece una asombrosa secuencia de accidentes extraordinarios y poco probables que prepararon el terreno para que apareciese la vida.b Hay una lista de coincidencias, todas ellas esenciales para que hayamos llegado a existir”. Sin embargo, “la lista seguía haciéndose más larga [...]. ¡Cuántas coincidencias! Cuanto más leía, más me convencía de que tales ‘coincidencias’ difícilmente podían haber ocurrido por casualidad”. Como él mismo reconoce a continuación, este hecho resulta consternador para un evolucionista:

      “Había algo más que crecía a la vez que esta convicción. Aún ahora resulta difícil expresar este ‘algo’ con palabras. Era una intensa sensación de rechazo, y a veces casi de naturaleza física. Me producía una gran incomodidad. Tan solo pensar en que la idoneidad del cosmos para la vida pudiera ser un misterio que requiriese una solución me parecía ridículo, absurdo. Me resultaba difícil abrigar esa opinión sin hacer muecas de disgusto [...]. Y esta reacción no se ha desvanecido con el transcurso de los años, sino que he tenido que luchar contra ella incesantemente mientras escribía este libro. Estoy seguro de que a los demás científicos les afecta la misma reacción, y que esto es lo que explica la extendida indiferencia que hoy día se tiene hacia la idea. Y lo que es más, ahora creo que lo que parece indiferencia es en realidad un intenso recelo.”

      ¿Recelo? Sí, recelo de la idea de que la explicación pudiera estar en un Creador que tiene un propósito determinado. Greenstein lo expresa de la siguiente manera: “A medida que examinamos todas las pruebas, surge una y otra vez la idea de que alguna entidad sobrenatural —o más bien Entidad— tiene que estar implicada. ¿Es posible que, de repente y sin proponérnoslo, hayamos tropezado con prueba científica que apoye la existencia de un Ser Supremo? ¿Fue Dios quien intervino y quien de manera tan providencial trazó el cosmos para nuestro beneficio?”. No obstante, Greenstein abandona este pensar herético y reafirma su creencia ortodoxa en la religión de la evolución, recitando uno de sus dogmas de fe: “Dios no es una explicación”.

      En la página 9 de su libro El Universo inteligente, el astrofísico Fred Hoyle habla de los que, como Greenstein, temen introducir a Dios en el cuadro: “Los científicos ortodoxos se muestran más preocupados por evitar un retorno a los excesos religiosos del pasado que por mirar cara a cara la verdad, [y esta preocupación] ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado”.

      Más adelante en su libro considera estos mismos factores misteriosos que inquietan a Greenstein. Dice: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”. Tanto Hoyle como Greenstein dicen que la casualidad no puede explicar estas muchas “coincidencias aparentes”. Hoyle dice que para explicarlas, ‘el origen del Universo requiere una inteligencia’, una “inteligencia a una escala mayor”, ‘una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida’.

      Nada de esto debe interpretarse como si Hoyle estuviese pensando en el Dios de la Biblia, pero él sí ve que detrás del universo y de la Tierra y la vida que hay en ella tiene que haber una gran inteligencia sobrenatural. Aunque él dice que “‘Dios’ es una palabra prohibida en la ciencia”, consiente que “[definamos] como divinidad toda inteligencia superior a la nuestra”. Especula que “a través de la condición de programación previa de nuestras mentes”, puede haber “una cadena de inteligencia que [...] se extienda [...] y que llegue a conectar con los seres humanos de la Tierra”.

      “Muchos factores hacen verosímil esta posibilidad —dice él—. La inquietud que todos llevamos dentro es una de las pistas: es como si tuviésemos una percepción instintiva de que tenemos que hacer algo importante. La inquietud procede del hecho de que todavía no hemos sido capaces de descubrir su naturaleza con precisión.” En otra parte dice: “El impulso religioso parece ser una característica exclusiva del hombre [...]. Si prescindimos de los múltiples adornos que tradicionalmente se han añadido a la religión, su esencia corresponde a una consigna que llevamos en nuestro interior y que, de una forma muy sencilla, viene a decir: ‘Procedo de algo situado en el cielo’. Profundicemos en esa consigna y encontraremos mucho más de lo esperado”.

      El hombre anda a tientas y lo que busca, sin darse cuenta de ello, es la verdad bíblica de que hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios, lo que significa que tenemos cierta medida de los atributos divinos, tales como la sabiduría, el amor, el poder, la justicia, el propósito y otras cualidades que explican el gran abismo que separa al hombre de los animales. Nuestra mente ha sido programada con anterioridad para que el hombre pueda manifestar atributos divinos y asimilar la adoración verdadera de Dios. Hasta que no poseamos estos atributos en el debido equilibrio y hayamos entrado en una relación con Dios mediante la oración y su adoración verdadera, no dejaremos de estar inquietos. Cuando se satisfagan estas necesidades espirituales con las que fuimos creados, la inquietud será sustituida por “la paz de Dios que supera a todo pensamiento”. (Filipenses 4:7; Génesis 1:26-28.)

      Hechos 17:27, 28 recomienda que efectuemos esta búsqueda: “Para que busquen a Dios, por si buscaban a tientas y verdaderamente lo hallaban, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él tenemos vida y nos movemos y existimos”. Vivimos, nos movemos y existimos gracias al Creador del universo, de la Tierra y de sus habitantes. Por medio de despojarnos de los adornos superfluos y las doctrinas falsas de las religiones de enseñanzas ortodoxas —que han apartado de Dios a millones de personas, entre ellas a muchos científicos—, y seguir la verdadera adoración de Jehová Dios, conseguiremos vida eterna en una Tierra paradisiaca, lo cual era precisamente el propósito de Dios cuando en un principio creó la Tierra. (Génesis 2:15; Isaías 45:18; Lucas 23:43; Juan 17:3.)

      Hace falta ser muy crédulo para suponer que en la casualidad ciega e irracional reside una inteligencia capaz de hacer todo lo expuesto. Es una fe comparable a la de los paganos del tiempo del profeta Isaías: “Pero ustedes son los que dejan a Jehová, los que olvidan mi santa montaña, los que arreglan una mesa para el dios de la Buena Suerte y los que llenan vino mezclado para el dios del Destino”. (Isaías 65:11.) Los evolucionistas recurren a millones de casualidades que tienen lugar por “suerte” para explicar que el hombre se originó de materia inanimada, pero ni siquiera han alcanzado el primer peldaño de su escalera evolutiva. Su “dios de la Buena Suerte” es una caña cascada.

      Todo esto hace que Fred Hoyle tenga un mal presentimiento: “Otra idea que me incomoda es la convicción de que el abanico o la ventana de oportunidades para la especie humana esté muy cerrada en el tiempo. Para abrir dicha ventana se necesita una avanzada tecnología, pero por sí sola —es decir, sin establecer una relación entre nuestra especie y el mundo exterior a la Tierra— esa tecnología puede muy bien autodestruirnos. Si la oposición que he manifestado en este libro a la teoría darwinista ha parecido feroz en algunos casos, se debe a que creo que una sociedad guiada por esa teoría fácilmente nos llevará camino de la autodestrucción”.

      Alicia, en el cuento de Alicia a través del espejo, escéptica ante la extraña lógica de la Reina blanca, no pudo evitar reírse. “No vale la pena intentarlo —dijo—. Nadie puede creer cosas que son imposibles.” La reina replicó: “Me parece evidente que no tienes mucha práctica. Cuando yo tenía tu edad, siempre solía hacerlo durante media hora cada día. ¡Como que a veces llegué hasta [a] creer en seis cosas imposibles antes del desayuno!”.

      Los evolucionistas son las Reinas blancas de hoy día. Han practicado hasta la saciedad el creer cosas imposibles.

      [Notas a pie de página]

      a Véase el capítulo 12 del libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

      b Las distancias entre las estrellas; la resonancia de partículas subatómicas y átomos para formar carbono; las cargas iguales y opuestas de electrones y protones; las propiedades singulares y anómalas del agua; las frecuencias de luz solar y de absorción requeridas para la fotosíntesis; la distancia que separa el Sol y la Tierra; las tres dimensiones del espacio, ni una más ni una menos, y otras.

      [Comentario en la página 12]

      Todo este diseño y sabiduría instintiva exige una inteligencia

      [Comentario en la página 13]

      Una bacteria tiene cien mil millones de átomos

      [Comentario en la página 14]

      ‘El origen del Universo requiere una inteligencia’

      [Ilustraciones en la página 15]

      Propulsión a chorro

      Desalación

      Fabricación de papel

      Sonar

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