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La intolerancia religiosa hoy día¡Despertad! 1999 | 8 de enero
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La intolerancia religiosa hoy día
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” (ARTÍCULO 18 DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS, 1948.)
¿DISFRUTA el lector de libertad de culto en su país? Aunque la mayoría de las naciones suscriben formalmente este noble principio, incluido en muchas declaraciones internacionales, se calcula que hay centenares de millones de seres humanos que no gozan de esta libertad, pues viven en países donde la intolerancia y la discriminación forman parte de la cruda realidad. Por otro lado, muchas personas viven en naciones caracterizadas por la pluralidad racial, étnica o confesional, donde se garantiza por ley la libertad y donde la tolerancia parece constituir parte integral de su cultura.
Ahora bien, hasta en tales lugares se ve amenazada la libertad de culto de algunos ciudadanos. “La discriminación que se funda en la religión o las convicciones se produce en casi todos los sistemas económicos, sociales e ideológicos, y en todas las regiones del mundo”, señaló Angelo d’Almeida Ribeiro, ex Relator Especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En su libro Freedom of Religion and Belief—A World Report (Libertad de religión y creencia: Informe mundial), publicado en 1997, los editores Kevin Boyle y Juliet Sheen mencionan lo siguiente: “La persecución religiosa de las confesiones minoritarias [...] [y] la proscripción de creencias y la discriminación omnipresente [...] son fenómenos cotidianos a finales del siglo XX”.
Pero la discriminación religiosa no afecta solo a las minorías. El profesor Abdelfattah Amor, Relator Especial sobre la intolerancia religiosa, de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, considera que “no hay religión que esté a salvo de los ataques”. Es muy probable, pues, que algunas confesiones de su área se enfrenten con frecuencia a la intolerancia y los prejuicios.
Diversas modalidades de discriminación
La discriminación religiosa adopta muchas formas. Hay países que excluyen a todas las confesiones salvo a una, que viene a ser la religión oficial. Algunos tienen leyes que coartan la actuación de ciertos credos, y otros promulgan leyes que se interpretan arbitrariamente. Piense, por ejemplo, en los abusos que podrían cometerse de aprobar Israel la propuesta de ley para reprimir la importación, edición, distribución o posesión de folletos y demás impresos “que induzcan a la conversión religiosa”. No extraña que el rotativo International Herald Tribune señale que “en Israel se ha acosado y atacado a los testigos de Jehová”. De hecho, un grupo de fanáticos ultraortodoxos irrumpió tres veces en un Salón del Reino de Lod y cometió destrozos en dos ocasiones, sin que la policía se dignara a intervenir.
El libro Freedom of Religion and Belief menciona más ejemplos de intolerancia: “La herejía y los herejes no son meramente imágenes del pasado. [...] El rechazo, la persecución y la discriminación que sufren quienes han escogido una senda distinta siguen figurando entre las principales causas de la intolerancia. Sirvan como ejemplos los ahmadiyyas en Pakistán y los [bahaíes] en Egipto, Irán y Malaysia, así como los testigos de Jehová en varios países de la Europa oriental, Grecia y Singapur”. Es patente que la libertad de culto se halla amenazada en muchos países.
Ante este hecho, Federico Mayor, director general de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), declaró que el mundo que vislumbramos para el futuro cercano “no es en absoluto para regocijarnos [...]: los vientos de la libertad han soplado sobre las brasas del odio”. Y el director del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Essex (Reino Unido) confirma tales temores: “Todo indica que la intolerancia religiosa [...] va en aumento, en vez de disminuir, en el mundo moderno”. El auge de la intolerancia pone en jaque la libertad de culto, tal vez la del lector. Ahora bien, ¿por qué es tan importante dicha libertad?
¿Qué está en juego?
“La libertad religiosa es un requisito fundamental para calificar de libre a toda sociedad. [...] Si no existe libertad de religión ni el derecho de difundir la fe que uno profesa, no puede haber derechos de conciencia ni verdadera democracia”, comentó el sociólogo Bryan Wilson en su libro Human Values in a Changing World (Derechos humanos en un mundo cambiante). Y como reconoció recientemente un tribunal francés, “la libertad de creencia es uno de los elementos fundamentales de las libertades públicas”. Así pues, tanto si uno es creyente como si no, debe interesarse por la protección de dicha libertad.
La actitud de un país ante la libertad religiosa también determina a buen grado su reputación y credibilidad a escala internacional. Un informe presentado en 1997 en una reunión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, en la que se hallan representadas 54 naciones, declaró: “La libertad religiosa es uno de los valores más elevados de la constelación de derechos humanos, pues atañe a la misma esencia de la dignidad humana. Ningún sistema que viole tales derechos (o permita su violación sistemática) puede aspirar legítimamente a pertenecer a la comunidad de estados justos y democráticos que respetan los derechos humanos fundamentales”.
La libertad de culto es una de las bases sobre las que se edifican las libertades civil, política, cultural y económica. De minarse los cimientos, se resiente todo el edificio. El profesor Francesco Margiotta-Broglio expresa concisamente esta idea: “Cada vez que se viola la libertad [religiosa], se acaba conculcando otras libertades”. Aunque hay que salvaguardar todas las libertades, la de culto debe tener precedencia.
Para determinar la mejor forma de proteger algo, es esencial conocerlo bien. ¿Qué orígenes tiene la libertad religiosa? ¿Cómo se estableció y a qué precio?
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La libertad religiosa, ¿bendición, o maldición?¡Despertad! 1999 | 8 de enero
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La libertad religiosa, ¿bendición, o maldición?
El concepto de libertad religiosa nace en la cristiandad en un doloroso parto —una lucha contra el dogmatismo, los prejuicios y la intolerancia— que se cobró miles de vidas en sanguinarios conflictos religiosos. ¿Qué nos enseña esta deplorable historia?
“LA PERSECUCIÓN ha sido un elemento perdurable de la historia cristiana”, escribe Robin Lane Fox en el libro Pagans and Christians (Paganos y cristianos). A los primeros cristianos se les tildó de secta y se les acusó de representar una amenaza para el orden público (Hechos 16:20, 21; 24:5, 14; 28:22). Por ello, algunos sufrieron tortura y murieron atacados por las fieras en los circos romanos. Ante tal violenta persecución, hubo quienes abogaron por la libertad de religión, entre ellos Tertuliano (véase la ilustración de la página 8), teólogo que escribió en el año 212: “Es un derecho del hombre, un privilegio de la naturaleza[,] que cada cual pueda adorar según sus propias convicciones”.
En el año 313, el Imperio romano dejó de perseguir a los cristianos al promulgar Constantino el Edicto de Milán, que les otorgó la misma libertad de culto que a los paganos. Así pues, la legalización del “cristianismo” puso fin a los ataques. Sin embargo, hacia el 340, un escritor de la cristiandad abogó por la persecución de los paganos. Finalmente, en el 392, el emperador Teodosio I proscribió el paganismo, lo que supuso la muerte precoz de la libertad religiosa. Con el “cristianismo” romano como confesión oficial, la Iglesia y el Estado se embarcaron en una oleada de persecuciones que duró centurias y alcanzó el cenit con las sangrientas cruzadas de los siglos XI al XIII, y con la atroz Inquisición, que entró en acción en el siglo XII. En un ambiente de “caza de brujas”, las autoridades fueron tras todo “hereje”: quien osara cuestionar la ortodoxia establecida, el monopolio del dogma. ¿Qué subyacía tras estas actuaciones?
La intolerancia religiosa se excusaba con el pretexto de que la unidad en la fe constituía la base más sólida del Estado y que las desavenencias doctrinales amenazaban el orden público. “El Estado nunca está seguro si tolera dos religiones”, afirmó en 1602 un ministro de la reina Isabel I de Inglaterra. En efecto, era mucho más fácil proscribir a los disidentes religiosos que investigar si constituían un verdadero peligro para el Estado o para la religión establecida. The Catholic Encyclopedia señala: “Ni las autoridades seculares ni las eclesiásticas hacían la más mínima distinción entre herejes peligrosos e inofensivos”. Pero la situación cambiaría pronto.
El doloroso nacimiento de la tolerancia
El catalizador del cambio en Europa fue la conmoción que ocasionó el protestantismo, movimiento sectario que se negó a desaparecer. Con vertiginosa rapidez, la Reforma dividió Europa en bandos confesionales y puso en el candelero el concepto de libertad de conciencia. Por ejemplo, en 1521 el célebre reformador Martín Lutero justificó así sus opiniones: “Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios”. La escisión también desató la guerra de los Treinta Años (1618-1648), una sucesión de atroces contiendas de religión que azotó el Viejo Continente.
Pero en plena guerra hubo muchos que comprendieron que el enfrentamiento no llevaba a ninguna parte. Por ello, una serie de edictos —como el de Nantes, promulgado en Francia en 1598— trataron sin éxito de pacificar Europa. De ellos iría surgiendo la idea actual de tolerancia, término que en un principio tenía tintes negativos. “Si en ciertas condiciones se toleraban las sectas [...], constituía, sin duda, un mal y un mal grave, lo confieso, pero en cualquier caso más ligero que la guerra”, escribió en 1530 el famoso humanista Erasmo. Dada la mala connotación del vocablo, algunos, como el francés Paul de Foix en 1561, preferían hablar de “libertad de religión” y no de “tolerancia”.
La tolerancia acabó viéndose como protectora y garante de las libertades, en vez de como mal menor o concesión a la debilidad. Al aceptarse como fundamentos de la sociedad moderna el pluralismo ideológico y el derecho a disentir, el fanatismo tuvo que batirse en retirada.
A fines del siglo XVIII, la tolerancia quedó ligada a la libertad y la igualdad, como vemos, entre otras declaraciones y leyes, en la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de Francia (1789), y en la Carta de Derechos estadounidense (1791). A partir del XIX, el influjo de estos documentos en el pensamiento liberal logró que la tolerancia, y por ende la libertad, no se considerasen más una maldición, sino una bendición.
Libertad relativa
Aunque sea muy preciada, la libertad es siempre relativa. A fin de garantizarla al mayor grado posible para todos, el Estado aprueba leyes que limitan algunas libertades individuales. Así, muchos países europeos debaten cuestiones como: ¿Hasta qué grado debe incidir la legislación en la vida privada? ¿Es eficaz tal intervención? ¿Qué efecto tiene en la libertad?
El debate sobre las libertades públicas y privadas ha saltado a la calle a través de los medios de comunicación. A menudo sin pruebas sólidas, se ha acusado a ciertas confesiones de lavado de cerebro, extorsión económica, abuso de menores y otros delitos graves. La prensa ha dado amplia cobertura a las noticias relacionadas con minorías religiosas, y la denominación despectiva de “secta” se ha incorporado al vocabulario cotidiano. Presionados por la opinión pública, los gobiernos han llegado a elaborar listas de “sectas peligrosas” o “sectas destructivas”.
Francia, nación orgullosa de su tradición de tolerancia y separación de Iglesia y Estado, se jacta de ser la tierra de la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Con todo, el libro Freedom of Religion and Belief—A World Report dice que en ese país se ha recomendado realizar “una campaña educativa en las escuelas a fin de fomentar el rechazo a los nuevos movimientos religiosos”. Sin embargo, muchos ciudadanos creen que este tipo de acciones pone en peligro la libertad de culto. ¿Por qué?
Amenazas a la libertad de religión
La verdadera libertad de culto existe tan solo cuando el Estado trata por igual a todas las confesiones que respetan y obedecen la ley, y se desvanece cuando decide arbitrariamente cuál de ellas no es una religión, privándola de este modo de ciertos beneficios oficiales que se conceden a las religiones. “El sagrado concepto de libertad de culto se convierte en algo vacío cuando el Estado se arroga el derecho de certificar la legalidad de las religiones igual que otorga permisos a los conductores”, señaló la revista Time en 1997. Un tribunal de apelación de Francia declaró recientemente que tal acción “conduce, conscientemente o no, al totalitarismo”.
Las libertades esenciales también resultan amenazadas cuando un grupo monopoliza los medios de comunicación, situación que, por desgracia, es cada vez más habitual en muchos países. Por ejemplo, al ponerse a definir lo que es correcto doctrinalmente, las organizaciones antisectas se erigen en fiscal, juez y jurado, y tratan de imponer al público sus opiniones tendenciosas a través de los medios informativos. Pero, como dijo el diario francés Le Monde, al obrar así, manifiestan a veces “el mismo sectarismo que pretenden combatir, con el riesgo de crear un clima de ‘caza de brujas’”. Este periódico pregunta: “Con la estigmatización social de que son objeto las minorías religiosas [...], ¿no se corre el peligro de atentar contra las libertades esenciales?”. En la publicación Zeitschrift für Religionspsychologie (Revista de Psicología de la Religión) se hace esta cita de Martin Kriele: “La caza de brujas a que se somete a las sectas es más inquietante que la gran mayoría de las ‘llamadas sectas y psicogrupos’. En pocas palabras: Debe dejarse en paz a los ciudadanos que no infrinjan la ley. La religión y la ideología han de ser libres, y seguir siéndolo, también en Alemania”. Veamos un caso.
Se tilda de ‘peligrosos’ a “ciudadanos modélicos”
¿A qué confesión se refirió el popular diario español ABC —citando la opinión de autoridades católicas— al hablar de “la más peligrosa de todas las sectas”? Quizá le sorprenda saber que se refería a los testigos de Jehová. Pero ¿tienen fundamento imparcial y objetivo las acusaciones que se lanzan contra ellos? Observe estos comentarios de fuentes diversas:
“Los Testigos enseñan a ser honrados en el pago de los impuestos, a no participar en la guerra ni en sus preparativos, a no robar y, en general, a seguir un modo de vida que, si se difundiese más, contribuiría a elevar los niveles de la convivencia civil.”—Sergio Albesano, Talento, noviembre-diciembre de 1996.
“Contrario a las insinuaciones que a veces se oyen, no me parece que [los testigos de Jehová] representen el más mínimo peligro para las instituciones del Estado. Son ciudadanos pacíficos, concienzudos y respetuosos para con las autoridades.”—Diputado belga.
“A los testigos de Jehová se les reconoce como las personas más honradas de la República Federal.” (Sindelfinger Zeitung, periódico alemán.)
“[A los testigos de Jehová] puede considerárseles ciudadanos modélicos. Pagan los impuestos diligentemente, atienden a los enfermos, combaten el analfabetismo.” (San Francisco Examiner, rotativo estadounidense.)
“Los testigos de Jehová sobrepasan a los miembros de las demás confesiones religiosas en la estabilidad de sus matrimonios.” (American Ethnologist.)
“Los testigos de Jehová se cuentan entre los ciudadanos más honrados y diligentes de los países africanos.”—Doctor Bryan Wilson, Universidad de Oxford.
“Durante décadas, los miembros de esta confesión han contribuido notablemente a la expansión de la libertad de conciencia.”—Nat Hentoff, Free Speech for Me—But Not for Thee (Libertad de expresión para mí, pero no para ti).
“Han contribuido indiscutiblemente a la preservación de algunos de los aspectos más valiosos de nuestra democracia.”—Profesor C. S. Braden, These Also Believe (Estos también creen).
Como indican las anteriores citas, a los testigos de Jehová se les conoce por todo el mundo como una colectividad de ciudadanos modélicos que imparte educación bíblica gratuita y fomenta los valores familiares. Son centenares de miles los beneficiados por sus clases de alfabetización y miles los receptores de su ayuda humanitaria, sobre todo en África.
La importancia de la objetividad
En la sociedad actual abundan los individuos sin escrúpulos que se aprovechan de los inocentes. De ahí la clara necesidad de estar alerta ante las afirmaciones en materia de religión. Pero ¿hasta qué punto son objetivas y favorecen la libertad de culto las alegaciones de algunos periodistas que, en vez de consultar a entendidos imparciales, se fían de la información que les brindan iglesias cuya feligresía va en disminución o asociaciones antisectas de dudosa objetividad? Por ejemplo, el rotativo que llamó a los testigos de Jehová “la más peligrosa de todas las sectas” admitió que sus definiciones procedían de “los expertos de la Iglesia [Católica]”. Igualmente, una revista francesa señaló que la mayoría de los artículos sobre las “sectas” procedían de organizaciones antisectas. ¿Opina el lector que esta es la forma más imparcial de recibir información objetiva?
Hay tribunales y organizaciones internacionales que velan por la defensa de los derechos humanos fundamentales, como la ONU, que señalan que “la distinción entre religión y secta es muy artificial para resultar aceptable”. ¿Por qué se empeñan, pues, algunos sectores en seguir utilizando el término peyorativo secta? Esta es una muestra más de que la libertad de culto corre peligro. ¿Cómo puede protegerse dicha libertad esencial?
[Ilustraciones y recuadro de la página 8]
Defensores de la libertad religiosa
En medio de las sangrientas luchas de la Europa del siglo XVI brotaron ardorosos llamamientos en favor de la libertad de culto que mantienen su vigencia a la hora de hablar de esta cuestión.
Sébastien Chateillon (1515-1563): “¿Qué es un hereje? No hallo otra respuesta salvo que catalogamos de herejes a todos los que no concuerdan con nuestra opinión. [...] Si en esta ciudad o región se te considera verdadero fiel, en la siguiente se te considerará hereje”. Este famoso traductor de la Biblia y enérgico paladín de la tolerancia, incidió en un punto clave del debate sobre la libertad de culto: ¿Quién decide quién es un hereje?
Dirck Volckertszoon Coornhert (1522-1590): “Leemos que en la antigüedad [...] el propio Cristo en Jerusalén, y luego muchos mártires en Europa, [...] perturbaron [a la sociedad] con sus palabras de verdad. [...] Hay que definir con exactitud y claridad el sentido del término perturbar”. Coornhert razonó que las diferencias religiosas no deben conceptuarse trastornos del orden público. Preguntó: ¿De veras amenazan al orden público los ciudadanos que respetan la ley y la obedecen escrupulosamente?
Pierre de Belloy (1540-1611): Es muestra de “ignorancia creer que la diversidad de religión acarree y fomente tumultos en el Estado”. Este letrado francés, que escribió sus palabras durante las guerras de religión (1562-1598), razonó que la armonía del Estado no se basa en la uniformidad confesional, a menos, claro está, que el gobierno se someta a las presiones religiosas.
Thomas Helwys (c. 1550-c. 1616): “Si su pueblo obedece y se somete fielmente a todas sus leyes humanas, [el rey] no puede pedirle más”. Helwys, uno de los fundadores de los bautistas de Inglaterra, escribió en favor de la separación de Iglesia y Estado, e instó al rey a otorgar libertad de culto a todas las iglesias y confesiones, así como a limitarse a ejercer el poder civil sobre la gente y sus posesiones. Sus obras hicieron hincapié en una cuestión de actualidad: ¿Hasta qué grado debe controlar el Estado la vida espiritual del ciudadano?
Anónimo (1564): “Para introducir la libertad de conciencia no basta con permitir que uno se abstenga del ejercicio de la religión que reprueba, si de igual modo no se le permite el libre ejercicio de la que aprueba”.
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Proteger las libertades, ¿de qué forma?¡Despertad! 1999 | 8 de enero
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Proteger las libertades, ¿de qué forma?
AUNQUE en la pequeña localidad indonesia de Rengasdengklok los grupos étnicos convivían en paz desde hacía años, la aparente tolerancia se vino abajo el 30 de enero de 1997. Estalló la violencia poco antes de las tres de la mañana durante una festividad religiosa, cuando uno de los fieles se puso a tocar el tambor. Molesto por el ruido, un vecino de otra religión le lanzó una andanada de insultos, de modo que comenzaron a gritarse y a lanzarse piedras. Al alba, se unieron a la pendencia otras personas. Al acabar el día habían quedado destruidos dos templos budistas y cuatro iglesias. El diario International Herald Tribune reseñó este incidente con el titular “Chispa de intolerancia enciende disturbios étnicos”.
En muchos países no es raro que las minorías étnicas sean objeto de intolerancia, aunque la ley ampare sus derechos. Es evidente que dichas garantías legales no llegan a las raíces de la intolerancia. Pero el que esta no aflore a la superficie no quiere decir que no exista. Si las circunstancias cambian y crean un ambiente de prejuicio, es fácil que la intolerancia latente salga al descubierto. Aunque no se persiga a las personas directamente, tal vez se las trate con animosidad o se repriman sus ideas. ¿Cómo puede evitarse esta situación?
Llegar a las raíces de la intolerancia
Por naturaleza, lo que nos resulta diferente o extraño —sobre todo en materia de ideas— suscita en nosotros rechazo o recelo. ¿Es la tolerancia, por tanto, una meta irrealizable? La publicación de la ONU Elimination of All Forms of Intolerance and Discrimination Based on Religion or Belief (La eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones) incluye la ignorancia y la falta de entendimiento “entre las causas primordiales de intolerancia y discriminación en materia de religión y creencia”. Ahora bien, es posible atacar a la ignorancia, la raíz de la intolerancia. ¿Cómo? Con una formación equilibrada. “La educación puede ser el primer medio de combatir la discriminación y la intolerancia”, señala un informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
¿Qué objetivo debe perseguir esta instrucción? La revista El correo de la UNESCO indica que, en vez de fomentar el rechazo de los movimientos religiosos, “la educación para la tolerancia ha de tener por objeto contrarrestar las influencias que conducen al temor y la exclusión de los demás, y ha de ayudar a los jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio independiente, pensamiento crítico y razonamiento ético”.
Es obvio que los medios de comunicación pueden contribuir en gran medida al fomento del “pensamiento crítico y [el] razonamiento ético”. Como reconocen muchos organismos internacionales, los órganos informativos tienen el poder necesario para crear opinión y facilitar la comprensión mutua. Sin embargo, promover la tolerancia —y no la intolerancia, como hacen algunos— exige periodismo responsable y objetivo. A veces, el periodista debe ir contra la corriente. Ha de recurrir a análisis y comentarios objetivos. Pero ¿basta con esto?
El mejor modo de combatir la intolerancia
La tolerancia no implica uniformidad ideológica. Uno puede discrepar de su prójimo e incluso estar totalmente convencido de que las ideas de este son erróneas y manifestar su disconformidad en público; no obstante, mientras no difunda mentiras para incitar al prejuicio, no incurre en la intolerancia. Otra cosa es perseguir a un grupo, imponerle leyes especiales, marginarlo, proscribirlo o coartar de algún modo el ejercicio de su fe. Si la intolerancia es extrema, lleva a que algunos maten y otros tengan que morir por sus creencias.
¿De qué manera se combate la intolerancia? Puede denunciarse públicamente, como hizo el apóstol Pablo con la jerarquía religiosa de su época (Hechos 24:10-13). No obstante, en la medida de lo posible, es mejor promover la tolerancia, es decir, enseñar a las personas a comprender mejor a sus semejantes. El informe supracitado de la ONU sobre la eliminación de la intolerancia dice: “Dado que todos los tipos de intolerancia y discriminación basados en la religión o la creencia se originan en la mente del hombre, es a la mente del hombre a donde debe dirigirse inicialmente la acción”. Esta educación tal vez haga que algunas personas examinen sus propias creencias.
Federico Mayor, director general de la UNESCO, escribió: “La tolerancia es la virtud de la persona que tiene convicciones”. El dominico Claude Geffré dijo en la revista Réforme: “La verdadera tolerancia descansa sobre una fuerte convicción”. Es muy probable que quien esté satisfecho con las creencias propias no se sienta amenazado por las ajenas.
Los testigos de Jehová han constatado que una forma magnífica de promover la tolerancia es hablar con personas de diferentes ideologías. Como toman muy en serio la profecía de Jesús de que “estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones”, son muy conocidos por su evangelización pública (Mateo 24:14). Esta obra les permite escuchar las explicaciones doctrinales de sus interlocutores, de fes muy diversas e incluso ateos. Por su parte, los Testigos están dispuestos a explicar sus creencias a quien lo desee. De este modo favorecen la difusión del saber y la comprensión, lo que facilita el florecimiento de la tolerancia.
El futuro de la tolerancia
Pese a las magníficas intenciones de muchos y las gestiones conjuntas de otros, aún no se ha erradicado la intolerancia religiosa. Para que haya un verdadero cambio se necesita algo más. El periódico francés Le Monde des débats destacó el problema: “La sociedad moderna sufre muy a menudo un vacío afectivo y espiritual. La ley puede garantizar la libertad contra quienes la amenazan. Puede y debe asegurar la igualdad jurídica, sin discriminaciones arbitrarias”. Como admite el libro Democracy and Tolerance (Democracia y tolerancia), “nos queda un largo camino por recorrer para conseguir que el entendimiento y el respeto mutuos sean normas universales de comportamiento”.
La Biblia promete que pronto la adoración pura del único Dios verdadero unirá a toda la humanidad, convirtiéndola en una verdadera hermandad universal en la que reinará el respeto mutuo. El hombre ya no vivirá en la ignorancia, pues el Reino de Dios enseñará a la gente los caminos de Jehová y de este modo satisfará sus necesidades intelectuales, emotivas y espirituales (Isaías 11:9; 30:21; 54:13). En toda la Tierra habrá auténtica igualdad y libertad (2 Corintios 3:17). Si adquiere conocimiento exacto de los designios de Dios para la humanidad, podrá combatir la ignorancia y la intolerancia.
[Ilustración y recuadro de la página 11]
La religión en peligro
En los últimos años, las autoridades han tratado de coartar las actividades de los testigos de Jehová de Francia negándoles los beneficios de que disfrutan otras religiones. Recientemente impusieron onerosos impuestos sobre los donativos que reciben los Testigos para sufragar sus labores religiosas. Las autoridades impusieron injustamente un gravamen de 50 millones de dólares (impuestos y recargos), con el fin obvio de paralizar a esta confesión cristiana, que cuenta con 200.000 miembros y simpatizantes en Francia. Su actuación constituye un flagrante ejemplo de prejuicio religioso y atenta contra todo principio de libertad, igualdad y fraternidad.
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