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  • Guayana Francesa
    Anuario de los testigos de Jehová 2001
    • Asambleas gozosas

      En tiempos bíblicos, a los siervos de Jehová se les mandó que se reunieran regularmente para adorarlo (Deu. 16:1-17). Del mismo modo, las asambleas pequeñas y grandes han sido ocasiones muy especiales para los adoradores de Jehová de tiempos modernos en la Guayana Francesa. Aun cuando había pocos publicadores, los hermanos no rehuían la responsabilidad de organizar asambleas. Un hermano relata: “En la década de 1960, nuestras asambleas de distrito duraban ocho días. Se presentaban cuatro dramas bíblicos. Los actores tenían que aprender de memoria su papel, y el puñado de publicadores tenía que trabajar muy duro. Afortunadamente, bastantes hermanos de Martinica y Guadalupe solían venir para ayudarnos con las asambleas”. Los Testigos de la Guayana Francesa agradecían profundamente su presencia. Muchos aún recuerdan con cariño los días en los que la mayoría de los hermanos locales iban al aeropuerto para recibir a los asambleístas que llegaban de Martinica y Guadalupe.

      Aquellas asambleas eran ocasiones verdaderamente alegres. Cada una de ellas constituía un banquete espiritual, y los hermanos se sentían como los israelitas a quienes Jehová dijo: “Tienen que regocijarse delante de Jehová su Dios” (Lev. 23:40).

      Los más experimentados se mantenían muy ocupados. Se encargaban de organizar la asamblea, pronunciaban discursos y muchas veces participaban en varios dramas. No era raro que el mismo hermano tomara parte en tres dramas y diera cinco o seis discursos.

      Además de todo este trabajo, había que preparar y servir comidas sustanciosas para el almuerzo. El menú a veces incluía cerdo, lagarto, agutí, tortuga y armadillo. En algunos casos, mientras estaban en la asamblea, los hermanos tenían que cazar o pescar la comida que se servía.

      Siempre ha sido difícil encontrar lugares para celebrar las asambleas. Al principio se utilizaba el hogar de la familia Valard. Los hermanos construyeron un cobertizo en el patio, y cada año lo extendían para cubrir al creciente auditorio. Sin embargo, cuando empezaron a asistir más de doscientas personas, fue necesario buscar un lugar más grande. Los únicos sitios disponibles que podían alquilar eran canchas de baloncesto o de pelota a mano. Los hermanos construían la plataforma y pedían que los asambleístas trajeran su propia silla. No era fácil, pero los hermanos veían la situación de manera positiva. Los jóvenes nunca vacilaban en ceder sus asientos a los mayores, aunque tuvieran que permanecer de pie todo el día.

      Posteriormente se alquilaron durante años salones de baile para celebrar las asambleas. Cuando terminaba la sesión del sábado, había que vaciar el salón enseguida porque llegaban los músicos para prepararse para el baile que duraba toda la noche. Al día siguiente, los hermanos llegaban temprano a fin de limpiar el salón y acondicionarlo para la sesión del domingo por la mañana. Por supuesto, no todas las personas veían apropiados esos lugares para celebrar reuniones religiosas. Cuando los Testigos se reunían en el Guyana Palace, el Au Soleil Levant y el Au Canari, la gente del territorio se burlaba de ellos. No obstante, con el paso del tiempo, ni aquellos lugares eran suficientemente grandes como para dar cabida al creciente número de personas que asistían a las asambleas.

      Por fin, los hermanos decidieron edificar su propio Salón de Asambleas, siguiendo el modelo de los salones de Martinica y Guadalupe. La estructura era de metal, y el techo, de planchas galvanizadas. Acomodaba a unas mil personas; no obstante, se desmantelaba con facilidad. El siguiente paso era conseguir un terreno donde se pudiera erigir el Salón de Asambleas. Jean-Daniel Michotte ofreció parte de su propiedad para dicho fin. Este salón se usó varios años.

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    • Un hermano relata: “En la década de 1960, nuestras asambleas de distrito duraban ocho días. Se presentaban cuatro dramas bíblicos. Los actores tenían que aprender de memoria su papel, y el puñado de publicadores tenía que trabajar muy duro. Afortunadamente, bastantes hermanos de Martinica y Guadalupe solían venir para ayudarnos con las asambleas”. Los Testigos de la Guayana Francesa agradecían profundamente su presencia. Muchos aún recuerdan con cariño los días en los que la mayoría de los hermanos locales iban al aeropuerto para recibir a los asambleístas que llegaban de Martinica y Guadalupe.

      Aquellas asambleas eran ocasiones verdaderamente alegres. Cada una de ellas constituía un banquete espiritual, y los hermanos se sentían como los israelitas a quienes Jehová dijo: “Tienen que regocijarse delante de Jehová su Dios” (Lev. 23:40).

      Los más experimentados se mantenían muy ocupados. Se encargaban de organizar la asamblea, pronunciaban discursos y muchas veces participaban en varios dramas. No era raro que el mismo hermano tomara parte en tres dramas y diera cinco o seis discursos.

      Además de todo este trabajo, había que preparar y servir comidas sustanciosas para el almuerzo. El menú a veces incluía cerdo, lagarto, agutí, tortuga y armadillo. En algunos casos, mientras estaban en la asamblea, los hermanos tenían que cazar o pescar la comida que se servía.

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