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  • Todos necesitamos amigos
    ¡Despertad! 2004 | 8 de diciembre
    • Todos necesitamos amigos

      “Un amigo es alguien con quien puedes hablar de todo francamente, alguien a quien puedes llamar a cualquier hora del día.” Yaël (Francia)

      “Un amigo sabe cuándo sufres y siente por dentro lo mismo que tú.” Gaëlle (Francia)

      “EXISTE un amigo más apegado que un hermano.” (Proverbios 18:24.) En los tres milenios que han pasado desde que se redactaron estas palabras de la Biblia, la naturaleza humana no ha cambiado. La amistad sigue siendo tan esencial para el espíritu como la comida y el agua para el cuerpo. No obstante, hay muchos que tienen dificultades para satisfacer esa necesidad básica. La soledad es un problema habitual. “No hay que ir muy lejos para ver algunas causas”, dicen Carin Rubenstein y Phillip Shaver en su libro In Search of Intimacy (En busca de una amistad profunda). Entre las razones citan “la movilidad generalizada” (las mudanzas constantes), “las ciudades impersonales con altos índices de delincuencia” y “el hecho de que el televisor y las videocintas han sustituido el trato directo con la gente”.

      El mundo moderno también reduce nuestro tiempo y energías. “El habitante urbano de hoy tiene contacto en una semana con más gente que el aldeano del siglo XVII en un año o en toda su vida”, escribe Letty Pogrebin en su obra Entre amigos. Dado que nos relacionamos con centenares de conocidos, resulta difícil darle atención a alguien el tiempo necesario para forjar y mantener lazos estrechos.

      Las condiciones sociales cambian rápidamente incluso en lugares donde hasta no hace mucho el ritmo de vida no era tan ajetreado. “Antes nos sentíamos muy unidos a nuestros amigos —señala Ulla, de Europa oriental—, pero ahora muchos están absortos en sus trabajos y asuntos privados. Todo el mundo anda siempre tan ocupado que vemos desvanecerse viejas amistades.” En esta época tan agitada, la amistad suele relegarse a un segundo plano.

      Pero nuestra necesidad sigue siendo igual de imperiosa que siempre, sobre todo en la juventud. Es como señala Yaël, a quien ya hemos citado: “En la adolescencia quieres que te acepten, encajar y sentirte cerca de alguien”. Ahora bien, sin importar la edad, todos precisamos disfrutar de amistades felices y significativas. A pesar de las dificultades, podemos hacer mucho para conseguirlas y consolidarlas. En el artículo siguiente veremos cómo lograrlo.

  • Cómo saciar la sed de amistad
    ¡Despertad! 2004 | 8 de diciembre
    • Cómo saciar la sed de amistad

      “LA SOLEDAD nunca es una enfermedad —indica el libro In Search of Intimacy—. Es un anhelo sano [...], un indicio natural de la carencia de compañerismo.” Este sentimiento debería conducirnos a buscar buenos amigos, tal como el hambre nos incita a ingerir alimentos nutritivos.

      No obstante, “a algunas personas no les gusta tener contacto con las demás”, reconoce Yaël, joven francesa. Sin importar por qué lo hacen, lo único que consiguen es encerrarse aún más en sí mismas. Dice un proverbio bíblico: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará” (Proverbios 18:1). Así pues, es preciso reconocer en primer lugar la necesidad de amigos y luego tomar medidas para satisfacerla.

      Cómo hacer amistades

      En vez de compadecerse o envidiar a los que parecen tener más o mejores amigos, ¿por qué no adoptar una actitud positiva? Así lo hizo Manuela, de Italia, quien dice: “Sobre todo en la adolescencia me sentía excluida. Pero traté de superarlo. A fin de ser más agradable, observaba a quienes tenían buenas amistades e imitaba sus virtudes”.

      También conviene cuidarse tanto física como mentalmente. Cuando el cuerpo recibe la comida, el descanso y el ejercicio que necesita, mejoran el ánimo y el aspecto. Además, al estar limpios y bien arreglados, no solo resultamos más atrayentes, sino que gozamos de una mayor autoestima. Claro, no hay que obsesionarse con la imagen. “Vestir a la última moda no ayuda a encontrar amigos de verdad —dice Gaëlle—, pues la gente que vale la pena mira el interior de uno.”

      Hay que tener presente que nuestros pensamientos y emociones se traslucen en nuestra forma de hablar y en la apariencia que presentamos. ¿Somos optimistas? Entonces se nos notará en el semblante. Y no hay nada que nos favorezca tanto como una sonrisa sincera. Además, como explica Roger E. Axtell, experto en lenguaje corporal, sonreír es un gesto “absolutamente universal” y “casi nunca se presta a ser malinterpretado”.a Si le añadimos un buen sentido del humor, no faltarán quienes quieran acercarse a nosotros.

      Ya que las buenas cualidades proceden del interior, debemos esforzarnos por llenar la mente y el corazón de ideas y sentimientos positivos. Lo lograremos, por ejemplo, al leer sobre asuntos interesantes y significativos (noticias de actualidad, culturas diversas, fenómenos naturales, etc.), y al escuchar música que nos levante el ánimo. Al mismo tiempo, hay que evitar convertirse en espectadores pasivos que embotan su mente con las fantasías de la televisión, el cine y las novelas. Las amistades que salen en la pantalla no son reales, sino fruto de la imaginación del guionista.

      Es esencial abrir el corazón

      Zuleica, que reside en Italia, relata sus vivencias: “De joven era muy tímida y me costaba mucho hacer amigos. Pero sabía que, para conseguirlos, tenía que dar el primer paso, ser comunicativa y tratar de conocer a los demás”. En efecto, lograremos buenas relaciones si nos abrimos y permitimos que nos vean como somos. Más importante que el físico o el carisma es la expresión de lo que llevamos dentro. “Puede que quienes disfrutan de amistades fuertes y duraderas sean introvertidos o extrovertidos, jóvenes o mayores, tontos o inteligentes, feos o guapos, pero siempre tienen una característica en común: son francos —observa el consejero Alan Loy McGinnis—. Poseen una transparencia que permite a los demás observar lo que hay en su corazón.”

      No se trata de abrir el corazón de par en par ni de revelar los más íntimos secretos al primero que venga, sino de manifestar nuestras verdaderas opiniones y emociones de modo selectivo y gradual. Michela, de Italia, explica: “Al principio tenía el problema de que me guardaba los sentimientos. Tuve que cambiar y mostrarlos más para que mis amigos los comprendieran mejor y estrecharan sus lazos conmigo”.

      Ahora bien, hasta si uno es sociable por naturaleza, hacen falta tiempo y vivencias en común para que surja la confianza mutua. Entre tanto, no hay que inquietarse por lo que piensen de uno. Elisa, de Italia, recuerda su caso: “Ocurría que cada vez que iba a hablar, me daba miedo equivocarme. Pero un día pensé: ‘Si de verdad son mis amigos, lo van a entender’. Así que cuando me salían mal las palabras, me reía de mí misma, y los demás se reían conmigo”.

      Si ese es su caso, tranquilícese y sea usted mismo, pues no vale la pena fingir. “Nunca se ejerce una atracción mayor que cuando uno revela sus cualidades más sinceras y genuinas”, escribió el consejero familiar F. Alexander Magoun. Los que son felices de verdad no tienen que andar con simulaciones ni tratar de impresionar a nadie. Para gozar de amistades auténticas hay que ser auténtico y, de igual modo, dejar que los demás sean como son. La persona alegre acepta al otro como es: ni se exaspera por sus pequeños defectos ni trata de moldearlo según su criterio. Así pues, esfuércese por estar satisfecho y no ser hipercrítico.

      Primero hay que ser amigo

      Existe un factor aún más relevante, sí, de primera importancia. Hace casi dos milenios, Jesús subrayó la clave del éxito en todas las relaciones humanas: el amor altruista. Lo hizo al comunicar una enseñanza que hoy se conoce como la Regla de Oro: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Lucas 6:31). Efectivamente, la única forma de conseguir amigos de verdad es siendo generoso y desinteresado. En otras palabras, primero hay que ser amigo. Estas relaciones solo tienen éxito cuando uno se preocupa más por aportar que por recibir, lo que exige estar dispuesto a anteponer las necesidades ajenas a las conveniencias y gustos propios.

      Manuela, a la que citamos antes, comenta: “Como enseñó Jesús, la verdadera felicidad proviene de dar. El receptor es feliz, pero quien da lo es mucho más. Entre los regalos que les podemos hacer a los más allegados están la preocupación sincera por su bienestar, el esfuerzo por entender sus problemas y los actos que realizamos a favor de ellos sin que nos lo hayan pedido”. Por lo tanto, hemos de interesarnos en otros, lo que incluye estrechar las relaciones que ya tengamos. No debemos sacrificar la amistad por actividades que no sean tan nobles ni tan gratificantes. Recordemos que los amigos merecen tiempo y atención. Ruben, de Italia, expresa su parecer: “Si se quiere encontrar amigos y conservarlos, es esencial dedicarles tiempo, sobre todo para escucharlos con atención. Demostramos que nos importa lo que dicen si no los interrumpimos cuando hablan, y esto es algo en lo que siempre podemos mejorar”.

      Respeto mutuo

      Otro elemento fundamental de las relaciones felices y duraderas es el respeto mutuo, que incluye la consideración por los sentimientos ajenos. ¿Verdad que nos gusta que nuestros compañeros actúen con tacto y discreción cuando sus preferencias y criterios difieren de los nuestros? Por eso, ¿no deberíamos nosotros actuar de igual modo? (Romanos 12:10.)

      Otra manera de mostrar respeto es no someter a los amigos a un control asfixiante. En la auténtica amistad no tienen cabida los celos ni las actitudes posesivas. Puesto que en 1 Corintios 13:4 la Biblia dice que “el amor no es celoso”, es necesario evitar la tendencia a querer a los amigos para uno solo. No hay que ofenderse ni dejar de hablarles cuando se sinceren con otros, sino aprender que es beneficioso ampliar nuestro círculo y dejar espacio a los demás para que forjen otras relaciones.

      También hay que tener presente que los compañeros necesitan su espacio privado. Tanto los solteros como los casados precisan tiempo para ellos mismos. Siempre han de primar el equilibrio y la consideración: no tenemos por qué retraernos de buscar a nuestros amigos, pero tampoco debemos abrumarlos con nuestra presencia. Bien lo advierte la Biblia: “Pon rara vez tu pie en la casa de tu vecino, no sea que se canse de ti” (Proverbios 25:17, Martín Nieto).

      No se puede esperar perfección

      Como es natural, cuando dos individuos se conocen bien, llegan a ver con más claridad tanto los defectos como las virtudes del otro. Pero esto no debería desanimarnos de entablar nuevas relaciones. “Algunos esperan demasiado de los amigos en potencia —comenta Pacôme, de Francia—. Quieren que solo tengan buenas cualidades, pero eso es imposible.” Ningún ser humano puede ofrecer perfección, y nosotros tampoco tenemos derecho a exigirla al prójimo. Dado que esperamos que los más allegados nos acepten con nuestras imperfecciones y las disculpen, ¿no deberíamos nosotros pasar por alto sus puntos débiles, en vez de exagerarlos o incluso verlos donde no los hay? El escritor Dennis Prager advierte: “Amigos perfectos (esto es, [los] que nunca se queja[n], que siempre manifiestan su cariño, nunca cambian de ánimo, se preocupan por nosotros y nunca nos decepcionan) son sólo las mascotas”. Si no queremos quedarnos con mascotas como nuestra mejor compañía, tenemos que seguir el consejo del apóstol Pablo de dejar que intervenga el amor, el cual “cubre una multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

      Se ha dicho que la amistad duplica las alegrías y reduce a la mitad las tristezas. Sin embargo, si somos realistas, no podemos esperar que los amigos remedien todos nuestros problemas y satisfagan todas nuestras necesidades, pues esa es una manera egoísta de concebir la amistad.

      Amigos fieles contra viento y marea

      Una vez establecida la relación, no debemos darla por sentada. Los verdaderos amigos, aunque se encuentren separados por el tiempo y la distancia, están siempre presentes en nuestros pensamientos y oraciones. Aunque no los veamos con frecuencia, cuando sí lo hacemos nos resulta fácil ponernos al día. Sobre todo cuando pasen por dificultades o necesiten ayuda, es importante que estemos a su lado. En la mayoría de los casos, no debemos alejarnos cuando enfrenten problemas, pues es entonces cuando quizás les hagamos más falta. “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia.” (Proverbios 17:17.) Y si surgen malentendidos, haremos enseguida las paces y los perdonaremos, pues si somos amigos de verdad, no los abandonaremos cuando las cosas dejen de marchar bien.

      La actitud altruista y positiva nos permitirá hacer amistades. Pero un aspecto que debemos tener en cuenta es qué clase de compañías buscaremos. ¿Cómo podemos seleccionar buenos amigos? Veámoslo en el próximo artículo.

      [Nota]

      a Véase también el artículo “¡Sonría! Le hará bien” (¡Despertad! del 8 de julio de 2000).

      [Ilustraciones y recuadro de las páginas 6 y 7]

      ¿Pueden un hombre y una mujer ser “solo amigos”?

      ¿Puede darse la amistad entre un hombre y una mujer que no estén unidos en matrimonio? Todo depende del sentido que se le atribuya a la palabra amigo. Por ejemplo, Jesús era muy allegado a María y Marta de Betania, ambas mujeres solteras (Juan 11:1, 5). Y Pablo fue amigo tanto de Priscila como de su esposo, Áquila (Hechos 18:2, 3). Podemos estar seguros de que a todos ellos los unía el cariño. Al mismo tiempo, es inconcebible que Cristo o el citado apóstol permitieran que tales relaciones adquiriesen connotaciones románticas.

      En la sociedad moderna, ambos sexos se relacionan entre sí como nunca antes, por lo que cada día es más necesario que sepan establecer relaciones cordiales y apropiadas. Además, los matrimonios también tienen amistades sanas con otras parejas y con personas solteras.

      “No obstante, puede resultar sumamente difícil distinguir entre los sentimientos románticos, el erotismo y la pura amistad —advierte la revista Psychology Today—. [...] Siempre está latente la posibilidad de que surja la atracción sexual entre un hombre y una mujer que sean amigos. Un sencillo abrazo platónico pudiera adquirir en el acto connotaciones románticas.”

      Es especialmente importante que los casados actúen con sensatez y realismo. “No es sólo el sexo lo que hace íntima una relación —señala Dennis Prager en su libro En busca de la felicidad—, y su pareja tiene derecho a esperar que sea sólo ella su mejor amigo del sexo opuesto. Todas las formas de intimidad con otros pueden poner en peligro un matrimonio.” Jesús señaló que la pureza moral comienza en el corazón (Mateo 5:28). Por ello, aunque uno sea amigable, debe vigilar los sentimientos y evitar cuidadosamente las situaciones que puedan desencadenar pensamientos, sentimientos o actos impuros con cualquier persona del sexo opuesto.

      [Ilustraciones de la página 7]

      Seremos más atractivos si nos cuidamos física y mentalmente

      [Ilustración de la página 8]

      Los amigos saben ser sinceros entre sí

  • Buenas y malas amistades
    ¡Despertad! 2004 | 8 de diciembre
    • Buenas y malas amistades

      UNA joven, a la que llamaremos Sara, le contó las penas a su confidente. Le explicó que se había hecho amiga de un hombre que resultó ser un asesino. Por tal razón se lamentó así: “Tenía toda mi confianza y fue capaz de cometer esa atrocidad. Ya no tengo fe en la gente”. Su oyente le preguntó si no había indagado antes sobre los principios de aquel sujeto. Ella contestó: “¿Principios? ¿A qué te refieres?”. Sara ni siquiera sabía lo que quería decir aquella palabra. ¿Qué hay del lector? ¿Conoce los valores de sus allegados?

      La respuesta a esta pregunta pudiera significar, literalmente, vida o muerte, como se desprende del caso anterior. Un proverbio bíblico lo expresa de este modo: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). Sin embargo, muchos caen en el mismo error que Sara: seleccionan sus amistades basándose únicamente en que haya química, es decir, que congenien. Es cierto que nos gusta estar con quienes nos hacen sentir bien. Sin embargo, si ese es el único criterio en el que se basa nuestra selección de amigos y les damos poca o ninguna atención a sus cualidades más profundas, tal vez terminemos sufriendo un gran desengaño. ¿Cómo podemos saber si una persona tiene buenos valores morales?

      La necesidad de elevados valores morales

      Para empezar, uno mismo debe poseer principios morales, o sea, tener muy claro qué está bien y qué está mal y obrar en consecuencia en todo momento. Otro proverbio de la Biblia dice: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro” (Proverbios 27:17). En efecto, si dos compañeros aportan integridad firme a una relación —una fuerza semejante al hierro—, se ayudarán mutuamente a mejorar su carácter, y al mismo tiempo disfrutarán de vínculos más estrechos.

      Pacôme expone su parecer: “Además de escuchar y hablar con amabilidad, el verdadero amigo te reprende si haces tonterías”. Así es, sin importar su edad, este amigo nos ayuda a proseguir por buen camino y nos corrige cuando vamos a cometer imprudencias. La Biblia lo expone de este modo: “Las heridas que hace un amigo son leales” (Proverbios 27:6, Magaña). Por lo tanto, si queremos fortalecernos moral y espiritualmente, hemos de relacionarnos con quienes tengan amor por Dios y sus principios. “Cuando no había nadie en la escuela con las mismas creencias y valores cristianos que yo —señala Céline, de Francia—, aprendí la importancia de contar con buenos amigos en la congregación. Me han ayudado muchísimo a no perder el equilibrio.”

      Cómo evaluar las posibles amistades

      Si hemos pensado en entablar amistad con alguien, hacemos bien en examinar cómo son sus amigos, pues así nos haremos una buena idea de cómo es él mismo. Además, debemos ver qué opinan de él los miembros maduros y respetables de la comunidad. Conviene también fijarse no solo en cómo se porta con uno, sino con otras personas, particularmente aquellas que no puedan aportarle ningún beneficio personal. A menos que siempre trate con honradez, integridad, paciencia y consideración a las demás personas, ¿qué garantía hay de que procederá así con nosotros?

      Conocer la verdadera personalidad de un ser humano exige observarlo día a día con paciencia y habilidad. Dice la Biblia: “El consejo [la intención o el propósito] en el corazón del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que lo sacará” (Proverbios 20:5). Hay que hablar con las posibles amistades acerca de asuntos serios, pues sacará a la luz los auténticos rasgos de su carácter, sus motivos y, efectivamente, sus valores. ¿Qué tipo de personas son? ¿Amables o frías? ¿Optimistas o pesimistas y desconfiadas? ¿Egoístas o altruistas? ¿Confiables o desleales? Si delante de uno airean las faltas de algún conocido, ¿qué impedirá que nos critiquen a nuestras espaldas? Bien dijo Jesús que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Así que cuando se expresen, debemos estar muy pendientes.

      Las afinidades más importantes

      Hay quienes creen que las preferencias de sus allegados deben coincidir con las suyas. Por ejemplo, un niño dijo: “Si no te gusta el pastel de queso, nunca serás mi amigo”. Aunque es preciso que haya puntos en común para que exista un buen entendimiento, lo primordial es compartir los mismos valores básicos, tanto morales como espirituales. Pero no es imprescindible que sean idénticos los antecedentes y las personalidades. De hecho, la diversidad de experiencias de cada uno puede enriquecer y beneficiar al otro.

      En las Escrituras se mencionan dos ejemplos clásicos de amistad basada en la misma devoción a Dios y sus principios: Jonatán y David, y Rut y Noemí.a Es significativo que en ambos casos la relación superó grandes diferencias de origen y edad, lo cual nos demuestra que jóvenes y mayores tienen mucho que ofrecerse los unos a los otros como compañeros.

      Los beneficios de las diferencias de edad

      Tener un amigo mayor o menor que uno puede ser una experiencia mutuamente enriquecedora. Veamos los comentarios de algunos jóvenes acerca de lo que ellos mismos han experimentado.

      Manuela (Italia): “Hace tiempo compartí mis sentimientos con un matrimonio mayor que yo y vi, con gran alegría, que ellos hicieron lo mismo. Como no me subestimaron porque solo fuera una muchacha, me acerqué aún más a esta pareja. Su amistad me ayuda mucho cuando paso por dificultades, pues veo que las chicas de mi edad no siempre me dan consejos sensatos para superarlas, mientras que ellos tienen experiencia, buen criterio y cierto equilibrio que los jóvenes aún no hemos adquirido. Con su ayuda logro tomar mejores decisiones”.

      Zuleica (Italia): “En las reuniones sociales incluimos también a las personas mayores que nosotros. He notado que cuando hay representadas diversas edades, todos terminamos muy animados al acabar la tarde. Pasamos un buen rato porque cada uno ve las cosas desde diferente ángulo”.

      Los adultos también pueden buscar a los jóvenes, quienes, como indican los anteriores comentarios, a menudo aprecian su experiencia y compañerismo. Una viuda octogenaria llamada Amelia señala: “Tomo la iniciativa y me mantengo en contacto con ellos. Me levantan el ánimo con su energía y vitalidad”. El estímulo mutuo puede traer beneficios a largo plazo. Muchos adultos jóvenes concuerdan en que una de las claves para su estabilidad fue la relación que mantuvieron con amigos algo mayores, que les dieron buenos ejemplos y consejos.

      Cómo mejorar las amistades

      Para tener buenas amistades, no es necesario que ahora empecemos a buscar nuevas. Si ya contamos con buenos compañeros, ¿por qué no tratar de estrechar los lazos con ellos? Los viejos amigos son tesoros valiosísimos, y debemos tratarlos como tales, nunca dando por sentada su lealtad.

      Sobre todo, hay que recordar que la verdadera felicidad —y lo mismo cabe decir de la amistad— requiere la entrega de uno mismo, de su tiempo y sus recursos. Pero las recompensas superan con creces los esfuerzos y sacrificios. No obstante, si a la hora de considerar posibles amigos solo pensamos en nosotros, fracasaremos. No debemos limitarnos, por tanto, a las personas a las que admiramos o de las que podamos sacar partido. Busquemos, más bien, a las que suelen pasarse por alto o las que tienen dificultades para conseguir amigos. Gaëlle comenta: “Cuando nos juntamos para hacer algo y sabemos que algún joven está solo, lo invitamos. Le decimos: ‘¡Cómo te vas a quedar en casa solo! Acompáñanos y así nos conocemos mejor’” (Lucas 14:12-14).

      Por otro lado, cuando alguien digno de confianza nos ofrece su amistad, no debemos apresurarnos a rechazarlo. Elisa, de Italia, hace esta apreciación: “Si te parece que en el pasado no contaron contigo, es posible que estés un poco resentido y que pienses: ‘Total, no me importa tanto no tener amigos’. Así que te encierras en tu mundo y no piensas en nadie más que en ti. En vez de buscar estas relaciones, creas una barrera”. No debemos permitir que esto nos ocurra por culpa de temores infundados o razones egoístas. Hay que abrirse y agradecer que haya quienes se interesen en nosotros y quieran tener nuestra amistad.

      Podemos tener amigos verdaderos

      Para entablar amistades no basta con desearlas, esperarlas con paciencia y leer artículos como este. Es, más bien, una habilidad comparable a ir en bicicleta, algo que no se aprende solo leyendo. Hace falta practicar, aunque suframos algunas caídas. La Biblia indica que las relaciones más estrechas se fundan sólidamente en la intimidad con Dios. Pero para que él bendiga nuestros esfuerzos por encontrar buenos compañeros, es preciso que nos esforcemos. Sea joven o adulto, ¿se ha propuesto usted alcanzar esta meta? Pues no se rinda. Pídale a Dios que le ayude, tome la iniciativa, actúe con altruismo y demuestre que sabe ser un amigo.

      [Nota]

      a Estas amistades se relatan en los libros bíblicos de Rut, Primero de Samuel y Segundo de Samuel.

      [Ilustración y recuadro de la página 11]

      Unas palabras a los padres

      Como en otros campos, las primeras lecciones de amistad se aprenden en casa. Lo ideal es que allí obtengan los niños casi todo el compañerismo que necesitan. Aun así, en sus sentimientos e ideas influirá mucho el contacto con personas ajenas al hogar. Solo hay que ver lo rápido que suelen asimilar los hijos de inmigrantes un nuevo idioma tan solo por estar con otros chicos.

      Ustedes, padres, tienen el privilegio de ayudar a sus hijos —sean niños o adolescentes— a elegir buenas compañías, pues ellos aún carecen del buen juicio necesario para hacerlo. Un obstáculo frecuente es que a menudo se sienten más cerca de otros jóvenes que de sus progenitores o de los adultos en general.

      En opinión de algunos especialistas, un factor que contribuye a que el muchacho se acerque más a los chicos de su edad que a su familia es que muchos padres no demuestran estar seguros de su propia autoridad moral. Sin embargo, es a ellos a quienes les compete asumir la responsabilidad que Dios les ha concedido y hacer todo lo posible por orientar y cuidar a su prole (Efesios 6:1-4). ¿Cómo pueden lograrlo? El consejero familiar Ron Taffel conoce a un buen número de progenitores que no saben lidiar con los adolescentes. Escribe que a menudo “caen en las modas sobre crianza popularizadas por los medios de comunicación” en vez de desempeñar el cometido que les corresponde como padres. ¿Por qué recurren a estos métodos? Porque “conocen tan poco a sus hijos que no saben relacionarse debidamente con ellos”.

      Pero no tiene por qué ser así. Deben comprender que los chicos recurrirán a sus amigos si en el hogar no se remedian algunas de sus carencias. ¿Cuáles? “Necesitan lo que todo joven siempre ha requerido: atención, aprecio, seguridad, claridad en las normas y expectativas, y sentido de pertenencia —afirma el doctor Taffel—. Es una pena que hoy la mayoría de los adultos no satisfagan estas necesidades básicas, por lo que los adolescentes se sienten incómodos con su propia familia.”

      ¿Cómo pueden ustedes ayudar a sus hijos a forjar amistades positivas? Primero pregúntense: “¿Qué clase de vida llevamos, y quiénes son nuestros allegados? ¿Tenemos nosotros y nuestros amigos un estilo de vida y unas metas nobles y altruistas? ¿Damos prioridad a lo espiritual, o a lo material?”. He aquí una interesante observación de Douglas, superintendente cristiano y padre: “En el caso de los hijos, puede que las palabras que oigan se las lleve el viento, pero nunca se les escaparán las actitudes y acciones que observen en ustedes y sus amistades, así como en sus propios amigos”.

      En el mundo de la fauna hay muchas especies que, guiadas por el instinto, protegen a sus crías contra los depredadores, a menudo con gran ferocidad. Un experto en osos explica: “Es proverbial el celo con que las osas defienden a sus cachorros cuando perciben algún peligro”. ¿Deberían los progenitores humanos hacer menos? Ruben, de Italia, hace este comentario: “Mis padres razonaban conmigo citando pasajes de la Biblia. Me ayudaron a ver que era conveniente evitar ciertas compañías. Al principio pensé: ‘¡Pero bueno! ¿Es que no voy a poder tener ningún amigo?’. Sin embargo, el tiempo me ha enseñado que tenían razón, y gracias a su paciencia, me evité muchos dolores de cabeza”.

      También es conveniente encargarse de que los hijos se relacionen con personas ejemplares que les ayuden a fijarse buenas metas. Un joven feliz y estable llamado Francis recuerda sus vivencias: “Mi madre observó que los muchachos nos aislábamos de los demás, así que nos ayudó invitando a casa a compañeros que estaban muy activos en el servicio de tiempo completo. De este modo pudimos hacer amistad con ellos, en nuestra propia casa”. Con medidas como esta, lograrán que la vida en su hogar sea como un fértil semillero donde pueden germinar y crecer buenas amistades.

      [Ilustración de la página 9]

      Hay que observar el comportamiento de los amigos en potencia

      [Ilustración de la página 10]

      La amistad altruista florece pese a las diferencias de edad y antecedentes

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