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  • De regreso en Capernaum
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • De regreso en Capernaum

      PARA este tiempo la fama de Jesús se ha extendido por todas partes, y muchas personas viajan a los lugares apartados adonde él va. Pero después de algunos días vuelve a Capernaum, a orillas del mar de Galilea. Pronto se esparcen por toda la ciudad las noticias de que ha regresado, y muchos van a la casa donde está. Hasta de la distante Jerusalén vienen fariseos y maestros de la Ley.

      La muchedumbre es tan grande que obstruye la entrada, y nadie más puede entrar. Se ha preparado el escenario para un suceso verdaderamente notable. Lo que pasa en esta ocasión es de importancia vital, pues nos ayuda a apreciar que Jesús puede eliminar la causa del sufrimiento humano y restaurar la salud a cualquier persona a quien desee curar.

      Mientras Jesús enseña a la muchedumbre, cuatro hombres traen en una camilla a un paralítico. Quieren que Jesús cure al amigo de ellos, pero debido a la muchedumbre no pueden entrar. ¡Qué desalentador! Pero no se dan por vencidos. Suben al techo plano, hacen un hoyo en él, y bajan al paralítico en la camilla hasta el mismo lado de Jesús.

      ¿Se enoja Jesús por esta interrupción? ¡No! Al contrario, se impresiona por la fe de ellos. Dice al paralítico: “Tus pecados son perdonados”. Pero ¿realmente puede perdonar pecados Jesús? Los escribas y fariseos no creen eso. Razonan así en el corazón: “¿Por qué habla este hombre de esta manera? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino uno solo, Dios?”.

      Jesús, que sabe lo que piensan, les dice: “¿Por qué razonan estas cosas en sus corazones? ¿Qué es más fácil?, ¿decir al paralítico: ‘Tus pecados son perdonados’, o decir: ‘Levántate y toma tu camilla y anda’?”.

      Entonces Jesús permite que la muchedumbre, incluso sus críticos, vean una notable demostración que revela que él tiene autoridad para perdonar pecados en la Tierra y que en realidad es el hombre más grande de todos los tiempos. Se vuelve hacia el paralítico y ordena: “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”. Y él lo hace inmediatamente: ¡sale con su camilla delante de ellos! La gente, asombrada, glorifica a Dios y exclama: ¡“Jamás hemos visto cosa semejante”!

      ¿Nota usted que Jesús menciona los pecados con relación a las enfermedades y que el perdón de los pecados se relaciona con adquirir salud física? La Biblia explica que nuestro primer padre, Adán, pecó y que todos hemos heredado las consecuencias de aquel pecado, a saber, las enfermedades y la muerte. Pero cuando el Reino de Dios gobierne Jesús perdonará los pecados de todos los que aman a Dios y Le sirven, y entonces se eliminarán todas las enfermedades. ¡Qué maravilloso será eso! (Marcos 2:1-12; Lucas 5:17-26; Mateo 9:1-8; Romanos 5:12, 17-19.)

  • Mateo recibe la llamada
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Mateo recibe la llamada

      POCO después de sanar al paralítico, Jesús sale de Capernaum y va al mar de Galilea. De nuevo vienen muchedumbres a él, y empieza a enseñarles. Al ir caminando, ve sentado en la oficina de los impuestos a Mateo, a quien también llaman Leví. Jesús le extiende la invitación: “Sé mi seguidor”.

      Puede que Mateo ya esté familiarizado con las enseñanzas de Jesús, tal como lo habían estado Pedro, Andrés, Santiago y Juan cuando se les llamó. Y como ellos, Mateo responde inmediatamente a la invitación. Se levanta, deja atrás sus responsabilidades de recaudador de impuestos, y sigue a Jesús.

      Después, Mateo hace un gran banquete de recepción en su casa, quizás para celebrar su llamamiento. Además de Jesús y sus discípulos, en el banquete están presentes socios anteriores de Mateo. A estos hombres por lo general los desprecian los demás judíos porque recaudan impuestos para las odiadas autoridades romanas. Además acostumbran desplegar falta de honradez al exigir de la gente más dinero que el impuesto regular.

      Al ver que Jesús está en el banquete con aquellas personas, los fariseos preguntan a los discípulos de Jesús: “¿Por qué come su maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?”. Jesús, quien oye la pregunta, responde a los fariseos: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio’. Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores”.

      Parece que Mateo ha invitado a estos recaudadores de impuestos a su hogar para que puedan escuchar a Jesús y recibir curación espiritual. De modo que Jesús se asocia con ellos para ayudarles a conseguir una relación saludable con Dios. Jesús no los desprecia, como lo hacen los fariseos pagados de su propia justicia. Más bien, movido por la compasión, de hecho les sirve de médico espiritual.

      Así, el que Jesús muestre misericordia a los pecadores no es una aprobación tácita de los pecados de estos, sino una expresión de la misma ternura que manifestaba para con los que estaban enfermos físicamente. Por ejemplo, recuerde la ocasión en que él compasivamente extendió la mano y tocó a un leproso, y le dijo: “Quiero. Sé limpio”. Que nosotros también mostremos misericordia ayudando a los necesitados, y especialmente ayudándoles en sentido espiritual. (Mateo 8:3; 9:9-13; Marcos 2:13-17; Lucas 5:27-32.)

  • Interrogado sobre el ayuno
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Interrogado sobre el ayuno

      HA PASADO casi un año desde que Jesús asistió a la Pascua del año 30 E.C. Ya Juan el Bautista ha estado en prisión por varios meses. Aunque él quería que sus discípulos se hicieran seguidores de Cristo, no todos han hecho eso.

      Ahora, mientras Juan está encarcelado, algunos de estos discípulos se acercan a Jesús y le preguntan: “¿Por qué practicamos el ayuno nosotros y los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?”. Los fariseos ayunan dos veces a la semana como rito de su religión. Y puede que los discípulos de Juan sigan una costumbre similar. También puede ser que estén ayunando en lamentación por el encarcelamiento de Juan y se pregunten por qué los discípulos de Jesús no ayunan con ellos en aquella expresión de congoja.

      Jesús contesta con esta explicación: “Los amigos del novio no tienen motivo para lamentarse mientras el novio está con ellos, ¿verdad? Pero vendrán días en que el novio les será quitado, y entonces ayunarán”.

      Los discípulos de Juan deberían recordar que Juan mismo llamó a Jesús el Novio. Por eso, mientras Jesús estuviera presente Juan no consideraría apropiado ayunar, y lo mismo piensan los discípulos de Jesús. Después, cuando Jesús muere, sus discípulos sí se lamentan y ayunan. Pero una vez que se le resucita y él asciende al cielo no tienen motivo para ayunar y lamentarse.

      Luego Jesús da estas ilustraciones: “Nadie cose un remiendo de paño no encogido en una prenda de vestir exterior vieja; porque su plena fuerza tiraría de la prenda de vestir exterior, y el desgarrón se haría peor. Tampoco ponen vino nuevo en odres viejos; pero si acaso lo ponen, entonces los odres se revientan y el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, el vino nuevo se pone en odres nuevos”. ¿Qué tienen que ver estas ilustraciones con el ayuno?

      Jesús estaba ayudando a los discípulos de Juan el Bautista a comprender que nadie debería esperar que sus seguidores se conformaran a las viejas prácticas del judaísmo, como el ayunar a manera de rito. Él no había venido a remendar y prolongar sistemas de adoración viejos y gastados que estaban a punto de ser descartados. No se haría que el cristianismo se amoldara al judaísmo de aquel día con sus tradiciones de hombres. No; no sería como un remiendo nuevo en una prenda de vestir vieja ni como vino nuevo en un odre viejo. (Mateo 9:14-17; Marcos 2:18-22; Lucas 5:33-39; Juan 3:27-29.)

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