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El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia¡Despertad! 2003 | 22 de abril
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El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ITALIA
ESTAMOS a 22 de junio de 1633. Un débil anciano está arrodillado ante el tribunal de la Inquisición romana. Es un hombre de ciencia, uno de los más conocidos de la época. Sus conclusiones científicas son el resultado de largos años de estudio e investigación. No obstante, si desea salvar su vida, debe negar lo que sabe que es cierto.
Este hombre se llamaba Galileo Galilei. El “caso Galileo”, como muchos lo denominan, ha originado dudas, preguntas y una polémica cuyos ecos llegan hasta el día de hoy, unos trescientos setenta años después. Sin duda ha dejado una huella indeleble en la historia de la religión y la ciencia. Pero ¿por qué ha causado tanto revuelo? ¿Y por qué se ha convertido nuevamente en noticia en nuestros días? ¿Acaso porque simboliza una “brecha entre la ciencia y la religión”, como dijo cierto autor?
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El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia¡Despertad! 2003 | 22 de abril
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Su prolongado enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica, sin embargo, transformó la trayectoria de este ilustre científico en un drama: el caso Galileo. ¿Cómo empezó y por qué?
Conflicto con Roma
Ya a finales del siglo XVI, Galileo había adoptado la teoría de Copérnico. Según esta, la Tierra gira en torno al Sol, y no al revés, lo que se conoce como sistema heliocéntrico. En 1610 descubrió con su telescopio cuerpos celestes que nunca antes se habían observado, y se convenció de que había encontrado la confirmación de dicha teoría.
Según el Grande Dizionario Enciclopedico UTET, el objetivo de Galileo no era sencillamente realizar estos descubrimientos. Deseaba persuadir a “los personajes de mayor categoría de la época (príncipes y cardenales)” de la veracidad de la teoría de Copérnico. Abrigaba la esperanza de vencer las objeciones de la Iglesia, e incluso ganar su apoyo, con la ayuda de amigos influyentes.
En 1611, Galileo viajó a Roma para reunirse con altos cargos eclesiásticos. Pero, aunque utilizó el telescopio a fin de mostrarles sus descubrimientos astronómicos, las cosas no resultaron como había esperado. Para 1616, Galileo era oficialmente objeto de investigación.
Los teólogos de la Inquisición romana calificaron la teoría heliocéntrica de “filosóficamente insensata y absurda, y formalmente herética, ya que en muchos aspectos contradice de forma expresa las oraciones de las Sagradas Escrituras en su significado literal, su interpretación común y la opinión de los Santos Padres y de los doctores en teología”.
Galileo se reunió con el cardenal Roberto Bellarmino, considerado el mayor teólogo católico de sus días y apodado “el martillo de los herejes”. Este advirtió de manera formal a Galileo que dejara de propagar sus ideas acerca de un sistema heliocéntrico.
Cara a cara con la Inquisición
Galileo intentó actuar con prudencia, pero sin dejar de defender la teoría de Copérnico. Diecisiete años después, en 1633, compareció ante el tribunal inquisidor. Aunque el cardenal Bellarmino ya había muerto, para ese entonces su principal opositor era el papa Urbano VIII, quien en el pasado le había favorecido. Algunos autores han considerado este proceso uno de los más famosos e injustos de la antigüedad, equiparable a los de Sócrates y Jesús.
¿Qué condujo a la celebración del juicio? Galileo había escrito un libro titulado Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el cual, como era de esperar, defendía el heliocentrismo. En 1632 fue citado ante el tribunal, pero como estaba enfermo y contaba casi 70 años, se demoró. Para evitar que lo arrestaran y lo llevaran encadenado, finalmente viajó a Roma al año siguiente. Por orden del Papa, Galileo fue interrogado e incluso amenazado con ser sometido a torturas.
La cuestión de si este anciano enfermo fue torturado o no sigue desatando polémica. En conformidad con la sentencia condenatoria, lo sometieron a un “riguroso examen”, expresión técnica con la que se aludía a la tortura en aquella época, según Italo Mereu, historiador de Derecho italiano. Otros eruditos concuerdan con esta interpretación.
En cualquier caso, Galileo fue condenado el 22 de junio de 1633 en una austera sala ante los miembros del tribunal inquisidor. Se le declaró culpable de “haber defendido y creído la doctrina falsa, contraria a las Sagradas y Divinas Escrituras, de que el Sol [...] no se desplaza de este a oeste, y de que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo”.
Puesto que Galileo no quería convertirse en mártir, tuvo que retractarse. Tras la lectura de su sentencia, el anciano científico, de rodillas y ataviado como un penitente, declaró con solemnidad: “Abjuro, maldigo y aborrezco los susodichos errores y herejías [la teoría de Copérnico], y en general cualquier otro error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia”.
Según la tradición popular —sin pruebas de peso que la confirmen—, después de haberse retractado, Galileo golpeó el suelo con el pie y protestó: “¡Y sin embargo se mueve!”. Los comentaristas afirman que la humillación de haber abjurado de sus descubrimientos mortificó al científico hasta la muerte. Su condena a prisión se conmutó por la de arresto domiciliario de por vida. Y a medida que perdía la vista, fue quedándose prácticamente aislado.
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El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia¡Despertad! 2003 | 22 de abril
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El papa Urbano VIII y los teólogos de la Inquisición romana condenaron la teoría copernicana alegando que era contraria a la Biblia. Los detractores de Galileo citaban las palabras de Josué “Sol, tente inmóvil”, las cuales, según ellos, había que entender literalmente (Josué 10:12). Sin embargo, ¿de veras contradecía la Biblia la teoría de Copérnico? De ningún modo.
Lo que estaba en contradicción con la ciencia era una evidente interpretación errónea de las Escrituras. Así lo veía Galileo. En una carta a un discípulo suyo escribió: “Aunque la Escritura no puede errar, con todo podría a veces errar, de varias maneras, alguno de sus intérpretes y expositores. Una de estas, muy grave y frecuente, sería la de siempre querer interpretarla en el sentido más literal”. Ningún estudiante serio de la Biblia negaría esta aseveración.a
Galileo fue más allá. Afirmó que dos libros escritos por el mismo Autor —la Biblia y el libro de la naturaleza— no podían contradecirse el uno al otro. Pero añadió que nadie podía “asegurar con certeza que todos los intérpretes hablaran por inspiración divina”. Es probable que esta crítica implícita de la interpretación oficial de la Iglesia se tomara como una provocación y fuera la causa de que la Inquisición romana condenara al científico. A fin de cuentas, ¿cómo osaba un simple laico criticar las prerrogativas de la Iglesia?
Basándose en el caso de Galileo, varios eruditos han planteado dudas sobre la infalibilidad de la Iglesia y del Papa. El teólogo católico Hans Küng señala que “los errores del magisterio de la Iglesia son muchos y graves”, y que algunos de estos, como “la condenación de Galileo”, han provocado desconfianza hacia el dogma de la infalibilidad.
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