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Página 2¡Despertad! 1990 | 22 de septiembre
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Según la opinión de líderes mundiales, defensores del medio ambiente y ciudadanos preocupados por la situación, el problema de la basura es cada vez mayor y debe tomarse en cuenta. Se le ha llamado “la crisis de los años noventa”. Las revistas dedican columnas enteras para advertir sobre esta difícil situación en la que se encuentra el mundo. En la portada de la revista Newsweek apareció el titular “Enterrados vivos”, y la revista añadía: “Exceso de basura. Nos encontramos a las puertas de una crisis ecológica”. Otro artículo publicado en la revista U.S.News & World Report se titulaba: “Toneladas y toneladas de desechos, y ningún lugar donde echarlos”. La revista Time proclamaba en letra negrita: “Basura, basura por todas partes. Los basureros están repletos, y hay pocas alternativas”. Uno de los titulares del periódico parisino International Herald Tribune decía: “La basura de Occidente: una carga cada vez mayor para el Tercer Mundo”.
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El exceso de basura. ¿Nos enterrará?¡Despertad! 1990 | 22 de septiembre
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El exceso de basura. ¿Nos enterrará?
SE TRATA, sin duda, de una paradoja curiosa. En esta generación, el hombre ha ido a la Luna y ha regresado. Ha lanzado al espacio, a miles de millones de kilómetros de la Tierra, sofisticados satélites equipados con cámaras fotográficas de alta resolución con las que se han podido obtener primeros planos de planetas distantes. Ha descendido a las profundidades de los océanos y localizado barcos hundidos de otras épocas, sacando a la superficie sus atesorados bienes de eras hace mucho olvidadas. Los científicos han utilizado al esquivo átomo, tanto para beneficio del hombre como para arrasar ciudades enteras y aniquilar a sus habitantes de la superficie de la Tierra. En unos pocos y minúsculos chips de silicio, más pequeños que una uña humana, se puede grabar toda la Biblia para consulta instantánea. Y sin embargo, las personas que poseen este gran caudal de aptitudes e inteligencia no pueden sacar la basura de su propia casa y desecharla de manera conveniente para así librar a su generación del temor a quedar enterrados vivos en ella.
En primer lugar, considere el problema que plantean los desechos en Estados Unidos, donde se tiran más de cuatrocientas mil toneladas de basura cada día. Sin incluir el cieno de alcantarillas y los escombros de construcción, cada año se tiran 160 millones de toneladas de basura en “cantidad suficiente como para llenar 1.000 campos de fútbol hasta una altura de treinta pisos o una fila de camiones de basura hasta la mitad de la distancia a la Luna”, informó la revista Newsweek. Más del 90% de estos residuos se llevan en camiones a los vertederos, hasta que los montones de basura llegan a alcanzar decenas de metros sobre el nivel del suelo.
Por ejemplo, la ciudad de Nueva York tiene acceso en Staten Island (Nueva York) al mayor vertedero municipal del mundo, con una extensión de 800 hectáreas. Cada día se recogen 24.000 toneladas de basura y durante las veinticuatro horas del día un buen número de gabarras las transportan hasta este lugar. Se calcula que para el año 2000, este montón de basura será “una vez y media más alto que la estatua de la Libertad y ocupará más metros cúbicos que la mayor de las Grandes Pirámides de Egipto”, y cuando se cierre el vertedero, antes del fin de esta década, habrá alcanzado una altura de 150 metros. Cuando el recién electo alcalde de Nueva York, David Dinkins, ocupó su cargo, el portavoz de la junta municipal de Sanidad lo recibió con las siguientes palabras: “Hola. Bienvenido al ayuntamiento. A propósito, no dispone de ningún lugar donde echar la basura”.
Un especialista en este campo dijo: “Todas las grandes ciudades de Estados Unidos se enfrentan al problema de los vertederos”. La revista U.S.-News & World Report comentó: “Los basureros de América se están llenando y no se están preparando otros nuevos. Además, para 1995, se cerrarán la mitad de los vertederos existentes, ya que muchos no reúnen los requisitos exigidos por la normativa ambiental existente”.
Se calcula que el californiano de término medio tira unos 1.100 kilogramos de basura al año. “En el condado de Los Ángeles producimos suficiente basura como para llenar el Dodger Stadium cada nueve días aproximadamente”, dijo un especialista en la defensa del medio ambiente. Se calcula que para 1995 los vertederos de Los Ángeles habrán alcanzado su capacidad máxima. “¿Qué sucederá entonces?”, preguntan los ciudadanos. Puede ser que el momento decisivo venga antes de lo que se espera, pues, como indicó un ambientalista de California: “Lo cierto es que cada día tenemos camiones de basura dando vueltas por la ciudad sin encontrar un lugar donde verterla”.
Chicago se encara al cierre de sus 33 vertederos para la primera mitad de esta década. Otras grandes ciudades que se ven afectadas por la plaga de la basura se limitan a transportar sus residuos en camiones hasta los basureros de otros estados, lo que ha provocado la indignación de esos estados. Diariamente se transportan por las autopistas estadounidenses unas veintiocho mil toneladas de basura mientras se busca un lugar donde echarla. Por ejemplo, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania exportan ocho millones de toneladas de basura al año. Desde luego ese método de deshacerse de la basura resulta bastante costoso. “Aún peor —escribe la revista Newsweek—, hay camioneros que transportan carne y productos agrícolas al Este en vehículos refrigerados y luego regresan al Oeste con los mismos camiones cargados de basura infestada de gusanos.” En vista de que esta práctica representa un peligro evidente para la salud, el Congreso se está planteando prohibirla.
Sin embargo, el problema de la basura no solo afecta a Estados Unidos, también representa un peligro para otros países. En Japón se calcula que para el año 2005 Tokio y tres ciudades vecinas tendrán un exceso de basura de 3.430.000 toneladas. También en ese país se encaran al problema de la exportación. Como lo expresó cierto escritor, “la basura es un artículo japonés de exportación que no tiene mercado”.
Aunque algunas naciones todavía no se ven agobiadas por el problema de cómo deshacerse de la basura doméstica, muchas se han visto cara a cara con el problema de qué hacer con sus residuos industriales. Por ejemplo, países que tienen en funcionamiento gigantescas incineradoras para quemar la basura se dan cuenta de que producen miles de toneladas de ceniza, parte de la cual puede ser sumamente tóxica. Las siglas NIMBY (Not in my back yard [En mi patio no]) constituyen una voz de protesta cada vez más oída en boca de los ciudadanos que se ven ante la posibilidad de que se instale un vertedero en las inmediaciones de su casa. Qué hacer con los residuos se ha convertido en una cuestión desconcertante para los que tienen conciencia del problema. Gabarras cargadas con miles de toneladas de residuos tóxicos navegan por los mares buscando en otras costas un “patio” donde descargar. Muchas no pueden hacerlo y el síndrome de NIMBY está dispuesto a impedírselo.
En los últimos años, los países en vías de desarrollo se han convertido en vertedero de miles de toneladas de residuos no deseados, y una parte simplemente ha ido a parar a descampados gracias a hombres sin escrúpulos. A este respecto la revista World Press Review escribió: “Los europeos y los americanos comienzan a reconocer que la protección de su entorno puede significar la contaminación de las tierras de otros pueblos”.
El periódico The German Tribune de octubre de 1988 informó que la ciudad de Zurich (Suiza) exportaba su excedente de basura a Francia, y que Canadá, Estados Unidos, Japón y Australia habían encontrado vertederos en el “patio” de Europa oriental.
Y así sucesivamente. “El problema de la basura es distinto a todos los demás que hemos tenido —dijo un funcionario estadounidense—. Si hay sequía, la gente reduce el consumo de agua. Pero en esta crisis, tan solo producimos más basura.”
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Productos de usar y tirar, difíciles de eliminar¡Despertad! 1990 | 22 de septiembre
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Productos de usar y tirar, difíciles de eliminar
PERMANECER indiferentes ante el grave problema de la eliminación de la basura y los factores que lo favorecen, presupone falta de sensibilidad ante los hábitos de esta sociedad generadora de productos desechables. Por ejemplo, ¿le parece mejor utilizar toallas de papel en la cocina en lugar de los tradicionales paños de tela? ¿Sustituye usted las servilletas de tela por las de papel a la hora de la comida? Si tiene niños que aún llevan pañales, ¿utiliza usted pañales de usar y tirar en lugar de los de tela? ¿Opina usted que las maquinillas de afeitar y cámaras fotográficas desechables son tan prácticas que resulta difícil no comprarlas? Hoy día, pocos jóvenes han escrito alguna vez con pluma estilográfica ya que los bolígrafos, algunos de ellos desechables o con recambios desechables, hace mucho que ocuparon su lugar. Las empresas encargan bolígrafos por millares y los agentes de publicidad los regalan por millones.
El té, el café, los refrescos, los batidos y las hamburguesas que se compran para llevar en los establecimientos de comida preparada ya no se sirven en vasos y bandejitas de papel, porque los recipientes de poliestireno los han dejado anticuados. También hay cuchillos, tenedores y cucharas de plástico que son de un solo uso. La cantidad y variedad de artículos desechables no tiene fin. A este respecto, el director de la New York State Division of Solid Waste, departamento dedicado a los residuos sólidos, dijo: “Hemos sido una sociedad de productos desechables, pero no tenemos más remedio que cambiar nuestras costumbres”.
¿Y qué decir de las botellas de plástico para la leche en lugar de las de vidrio? ¿De los zapatos de plástico en lugar de los de piel y de goma? ¿De los chubasqueros de plástico en lugar de los que están hechos de fibras naturales impermeables? Es posible que algunos lectores se pregunten cómo podía funcionar el mundo antes de la era del plástico. Tenga presente también las hileras consecutivas de productos en envases llamativos y de tamaño descomunal que se encuentran en los estantes de los supermercados y otros lugares donde se venden productos envasados. La era de los ordenadores —que arrojan miles de millones de hojas de papel— alimenta una enorme montaña de papel que ya ha adquirido dimensiones descomunales.
Sin embargo, ¿cuántas incomodidades estamos dispuestos a tolerar para aliviar un poco el problema de la basura, cada vez más grave? Aunque en un día normal tan solo los estadounidenses echan al cubo de basura unos 4.300.000 bolígrafos y unas 5.400.000 maquinillas de afeitar desechables, no es probable que esta sociedad retroceda medio siglo hasta la época anterior a la era de los plásticos y los productos desechables de alta tecnología, aunque se pague un precio increíble por estos artículos.
Lo mismo ocurre con los pañales de usar y tirar. Según informó el periódico The New York Times, “cada año, se vierten más de 16.000 millones de pañales, con unas 2.800.000 toneladas de excremento y orina en un número cada vez menor de basureros por toda la nación”. Pensar en más de 4.275.000 toneladas de pañales desechables puede que nos sorprenda, pero de acuerdo con un especialista en residuos sólidos de Washington, “es un ejemplo perfecto que demuestra que el empleo de un producto desechable más caro en lugar de uno que se puede volver a utilizar, resulta más peligroso para el medio ambiente y además agota recursos que no son renovables”. Pero, ¿están los padres dispuestos a aguantar las incomodidades de lavar los pañales de su bebé o como en algunos lugares, pagar por recibir ese servicio a domicilio? Para muchos, un mundo sin pañales de un solo uso es inconcebible.
Los defensores del medio ambiente ven en estos pañales un símbolo del problema global de la basura. “Lo peor —escribe la revista U.S.News & World Report— es que todos los pañales de plástico fabricados, desde su introducción en el mercado en el año 1961, todavía está aquí, pues tardan unos quinientos años en descomponerse.”
Los especialistas en el medio ambiente y los funcionarios gubernamentales dicen que para no vernos enterrados vivos en nuestra propia basura tenemos que cambiar de costumbres. Los productos desechables modernos puede que sean prácticos para los consumidores, pero son como una bomba para los vertederos de basura. La vida del plástico desechable no parece tener fin. Contrario a los conocimientos convencionales, las 160.000 toneladas de papel que los estadounidenses tiran cada día y una cantidad desconocida de toneladas que se tiran por todo el mundo no se descomponen ni desaparecen en los vertederos ni siquiera enterradas durante años bajo toneladas de basura. Periódicos que llevaban más de treinta y cinco años enterrados en vertederos podían leerse con la misma claridad cuando se desenterraron que el día en que se publicaron.
El problema del reciclaje
Se ha escrito que solo hay cuatro formas de ocuparse de la basura: “Enterrarla, quemarla, reciclarla o... comenzar a no producir tanta”. La basura enterrada en los vertederos no solo ofende a la vista del vecindario, sino que puede convertirse en un problema sanitario. A medida que los residuos se descomponen, producen un gas incoloro, inodoro e inflamable llamado metano, que si no se controla, puede filtrarse por debajo de la tierra y destruir la vegetación, introducirse en edificios cercanos y explotar si entra en ignición. Y ya se han producido algunas muertes por esa causa. También corren peligro los depósitos subterráneos de agua, o acuíferos, si algunas sustancias químicas peligrosas se filtran por la tierra y contaminan el abastecimiento de agua para consumo humano.
En el caso del papel de periódico, el principal problema de reciclarlo radica en el inmenso excedente que hay. “El inventario de periódicos sobrantes ha alcanzado un récord nunca visto —dijo un portavoz del American Paper Institute (Instituto Americano del Papel)—. Tanto las fábricas de papel como sus intermediarios tienen en los almacenes más de un millón de toneladas de periódicos, lo que representa una tercera parte de la producción anual. Llega un momento en que el espacio de almacenamiento está totalmente saturado.” Como consecuencia, muchas ciudades que hace un año recibían por su papel a razón de 40 dólares (E.U.A.) por tonelada, ahora pagan a contratistas 25 dólares (E.U.A.) por cada tonelada que se llevan... para quemar o tirar en basureros.
¿Y los plásticos? “La industria de los plásticos ha luchado en favor del reciclaje, mayormente por temor a que de otro modo sus productos, presentes en todas partes, se prohíban”, dijo la revista U.S.News & World Report. Por ejemplo, las botellas de plástico se pueden convertir en fibra para hacer alfombras de poliéster, rellenos para cazadoras, y un sinfín de otras cosas. Sin embargo, la industria tiene razones para preocuparse por su mercado, pues en algunos lugares ya se han aprobado leyes que prohíben el uso y la venta de cualquier producto de poliestireno y de PVC (cloruro de polivinilo) en los establecimientos de venta de alimentos al por menor. La prohibición incluye tanto las bolsas de plástico para la compra como los objetos de poliestireno, como vasos, bandejitas para la carne y recipientes para servir las hamburguesas en los establecimientos de comida preparada.
Se calcula que más del 75% de los residuos sólidos urbanos de Estados Unidos se pueden reciclar. Sin embargo, la indiferencia popular y las deficiencias tecnológicas hacen que no se pueda llegar a tal porcentaje. De acuerdo con un especialista en este campo, “el reciclamiento está entrando en un período muy peligroso, y muchos gobiernos van a tener problemas en superar esta crisis”.
Algunos funcionarios dicen que la solución del problema está en quemar la basura en gigantescas incineradoras municipales. Pero eso también plantea problemas. Los defensores del medio ambiente advierten que cuando se incineran plásticos y otros residuos se producen sustancias químicas tóxicas, como la dioxina, que contaminan el aire. Un destacado ambientalista dijo: “Ver una planta incineradora es como ver una fábrica de dioxina”. Y la revista Newsweek comentó: “Las incineradoras también producen toneladas de cenizas que con frecuencia están contaminadas con plomo y cadmio”. Muchas veces oímos las airadas protestas de los ciudadanos que viven cerca de los lugares propuestos para instalar una planta incineradora. Nadie quiere tenerlas en su barrio, pues se consideran una peligrosa amenaza para la salud y el medio ambiente. De esta manera, la crisis de la basura continúa aumentando de forma rápida y alarmante. ¿Tiene alguien la solución?
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Residuos nucleares. La basura letal¡Despertad! 1990 | 22 de septiembre
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Residuos nucleares. La basura letal
LA AVALANCHA de basura doméstica no es el único problema que amenaza con extinguir la vida de este mundo. Otro tipo de residuos plantea un problema mucho más grande y mortífero, y a cuyo lado este parece insignificante. Desde que el hombre aprendió a utilizar el átomo para fabricar armas nucleares y generar electricidad, los científicos se han visto en el dilema de decidir cuáles son los métodos más seguros para deshacerse de los residuos nucleares de elevada radiactividad que resultan de estos procedimientos.
Se han gastado miles de millones de dólares en la búsqueda de métodos para impedir que estos residuos mortíferos contaminen la población y el medio ambiente por varias generaciones. Sin duda se trata de una tarea inmensa, pues los residuos radiactivos pueden seguir siendo letales para los seres vivos por miles de años.
Durante décadas, la mayor parte de estos residuos simplemente se enterraban en pozos o se echaban en depósitos de filtración dentro de las propias centrales nucleares, pensando que los materiales peligrosos se irían desactivando y se volverían inocuos, suposición que como veremos ha tenido resultados catastróficos. Millones de litros de residuos de gran radiactividad se almacenaron en gigantescos depósitos subterráneos, mientras que otros se colocaron en bidones blindados y almacenados en depósitos a cielo abierto, procedimiento que ha resultado peligroso.
Los residuos nucleares son tan peligrosos y letales que los científicos han pensado en todo, desde enviarlos al espacio exterior hasta depositarlos bajo el hielo de los casquetes polares. Actualmente se está investigando la viabilidad de echar bidones de residuos en la parte septentrional del océano Pacífico, donde esperan que se hundan en el fango del fondo oceánico hasta una profundidad de unos treinta metros. “Tenemos cosas en este planeta de las que nos hemos de deshacer, sea en la tierra, en el agua o bajo los océanos. Eso es todo lo que podemos hacer”, dijo el vicepresidente de la Woods Hole Oceanographic Institution.
Por ahora, como solución temporal hasta que se encuentre un método más seguro y permanente, la mayor parte del material radiactivo se almacena en piscinas llenas de agua situadas en el interior de edificios herméticamente cerrados. Por ejemplo, Ontario (Canadá) tiene 16 reactores nucleares que ya han generado más de siete mil toneladas de residuos radiactivos, actualmente almacenados en ese tipo de depósitos. Gran Bretaña también se encara al desconcertante problema de los residuos radiactivos. En el presente, los residuos de alta actividad se guardan en depósitos a cielo abierto, y se espera seguir empleando esta técnica hasta que se encuentren y analicen lugares subterráneos a prueba de filtraciones. Francia, Alemania y Japón también buscan una solución al problema que les plantean sus residuos nucleares.
El periódico The New York Times informó que “la política oficial de Estados Unidos consiste en pensar que el método más seguro es enterrarlos en un ‘depósito geológico profundo’, un lugar seco, estable y deshabitado. Pero encontrar el sitio está resultando difícil”. Y no cabe duda que resulta difícil, pues según los científicos, tiene que ser un lugar tan seco y estable que pueda albergar de modo seguro el material radiactivo durante 10.000 años. Aunque parte de estos residuos nucleares pueden seguir siendo letales por aproximadamente 250.000 años, los expertos creen que en 10.000 años se producirán tantos cambios geológicos “que no tiene sentido hacer planes para un período más largo”. Un eminente especialista en radiaciones dijo: “No sé de ningún modelo de predicción en la Tierra que pueda dar siquiera una orientación acerca de lo que sucederá de aquí a 1.000 años”. Y añadió que resultaba “difícil hablar de riesgos para la salud de aquí a 10.000 años”.
¡Catástrofe!
Cuando los científicos revelaron los secretos del átomo, desencadenaron un fenómeno nuevo y extraño para el que no estaban preparados: la pesadilla de la mortífera contaminación. Aunque se les advirtió de los posibles peligros, hubo funcionarios gubernamentales que deliberadamente pasaron por alto las advertencias. A medida que las armas atómicas se convertían en un asunto prioritario para las naciones que disponían de los conocimientos y las materias primas para fabricarlas, se dejó de tomar en consideración la salud y la vida de las personas así como la calidad del medio ambiente. Se utilizaron procedimientos poco rigurosos para guardar los mortíferos residuos. Por ejemplo: en una fábrica de armas nucleares, “más de 750.000 millones de litros de residuos peligrosos, suficientes para inundar Manhattan con una capa de 12 metros de profundidad, han sido vertidos en pozos y lagunas sin revestir”, escribió la revista U.S.News & World Report de marzo de 1989, y luego añadió: “Las filtraciones tóxicas han contaminado por lo menos 260 kilómetros cuadrados de aguas subterráneas. Unos 170 millones de litros de efluente de residuos radiactivos de gran actividad están almacenados en gigantescos depósitos subterráneos, y con el plutonio que se escapa de estos contenedores se podrían fabricar más de cincuenta bombas como la de Nagasaki”. Se calcula que la limpieza de este lugar costará la elevada cifra de 65.000 millones de dólares (E.U.A.).
Algunos tanques que guardaban residuos nucleares se han calentado tanto a causa de la radiactividad que se han agrietado, dejando escapar a tierra —según cálculos— dos millones de litros de residuos radiactivos. El isótopo radiactivo estroncio-90 ha contaminado el agua potable, sobrepasando mil veces los límites tolerables establecidos por la Environmental Protection Agency, organismo dedicado a la protección del medio ambiente. En otra fábrica de armas nucleares, “sustancias radiactivas procedentes de pozos de residuos que contenían 42 millones de litros de uranio [...] se están filtrando en un acuífero y han contaminado pozos de agua situados a 800 metros al sur del lugar”, informó el periódico The New York Times. El mismo periódico también comentó que en el estado de Washington se vertieron en el suelo miles de millones de litros de agua contaminada y que en el río Columbia está entrando continuamente una corriente de tritio radiactivo.
The New York Times comunicó además que en Idaho han escapado trazas de plutonio de unos pozos de residuos no muy profundos situados en las instalaciones de residuos nucleares Radioactive Waste Management Complex. “Están atravesando capas de roca en dirección a un inmenso depósito subterráneo de agua que abastece a miles de habitantes del sur de Idaho.” El periódico decía que el mortífero elemento ha penetrado hasta una profundidad de 70 metros, casi la mitad de la distancia hasta el acuífero.
¿Hasta qué grado son mortíferas las trazas de plutonio vertidas en los ríos y corrientes de agua o que han ido a parar al aire? “El plutonio sigue siendo radiactivo durante 250.000 años —comentaba The New York Times—, y hasta partículas microscópicas pueden ser letales si se tragan o inhalan.” La revista Newsweek dijo que “inhalar aunque solo sea una mota de polvo de plutonio puede producir cáncer.”
No se conocen los efectos que los residuos nucleares pueden tener en la gente a corto o largo plazo, y posiblemente nunca se sepa. Pero basta con decir que en una central nuclear se informaron 162 casos de cáncer entre los que habitaban en un radio de varios kilómetros. La gente tiene miedo de beber el agua y hay mucho temor. “[Esas personas] van a tener entre seis y doscientos casos más de cáncer —dijo a los trabajadores de la central un consultor y médico de un hospital universitario—. Todos están asustados. Tienen la sensación de haber perdido el control de sus vidas y su medio ambiente.”
Y así es. Hace muchos siglos un fiel profeta de Jehová dijo: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) La historia ha demostrado claramente la veracidad de estas palabras, en especial en estos últimos días. El creciente problema de la basura es tan solo uno de los muchos fracasos que ha segado el hombre al tratar de dirigir su paso.
Pero no hay que desesperarse. La profecía bíblica indica claramente que el sistema de cosas en que vivimos pronto será eliminado y que el Creador introducirá un nuevo mundo. Dios no tolerará por mucho más tiempo lo que el hombre se está haciendo a sí mismo y a la Tierra, sino que “[causará] la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Después, bajo la dirección del Creador, la humanidad aprenderá a cuidar la Tierra de forma apropiada y el modo prudente de utilizar sus recursos. (Salmo 37:34; 2 Pedro 3:10-13.)
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