Un libro publicado recientemente e intitulado Of Gods and Men (De dioses y hombres) declara que durante el Tercer Reich de Hitler, los testigos de Jehová fueron el grupo religioso que recibió “la más extremada oposición”.

El supracitado libro declara: “Solo los testigos de Jehová presentaron resistencia al régimen. Lucharon a brazo partido y, como resultado, la mitad de ellos fueron encarcelados y una cuarta parte ejecutados. [...] En contraste con [otras religiones], ellos no son mundanos en el sentido de que no buscan la aprobación ni la recompensa del mundo material y no se consideran parte de este. Son políticamente ‘neutrales’, puesto que ya pertenecen a otro mundo, el de Dios. [...] Ni buscan ni ofrecen transigir. [...] El servir en el ejército, el votar y el saludar a Hitler hubiera significado que daban mayor importancia a las demandas de este mundo que a los derechos de Dios”. Hasta en los campos de concentración se reconocieron los esfuerzos de los testigos de Jehová en pro de la paz y la no violencia. ¿En qué sentido? En que “solo a los Testigos se les permitía usar navajas y rasurar a los guardas de la SS, pues eran los únicos en quienes se podía confiar que no cometerían asesinato”.