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AlemaniaAnuario de los testigos de Jehová 1999
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Reorganización para fortalecer a la hermandad
Durante los años en que los dirigentes comunistas procuraron que los Testigos de esa parte del planeta no tuvieran contacto con sus hermanos cristianos de otros países, en todo el mundo se hicieron cambios importantes en la organización de los testigos de Jehová misma. Esos cambios, cuyo objetivo era conformarse más estrechamente a lo que la Biblia dice sobre la congregación cristiana del siglo primero, sirvieron para fortalecer a la hermandad internacional y preparar a la organización para el rápido crecimiento que vendría durante los años siguientes (compárese con Hechos 20:17, 28).
Por ello, a partir de octubre de 1972, las congregaciones dejaron de estar supervisadas por una única persona, a la que se conocía como siervo de congregación y quien se encargaba de hacer el trabajo necesario con la colaboración de unos ayudantes, y se nombraron cuerpos de ancianos para atenderlas. Para 1975 ya se habían puesto de manifiesto las buenas consecuencias de ese cambio.
Erwin Herzig, superintendente viajante por muchos años, recuerda que no a todo el mundo le complació el cambio. Sirvió para sacar a la luz “la condición de corazón de algunos siervos de congregación”, dice. Aunque la inmensa mayoría tenía corazones leales, el cambio eliminó a los pocos que eran ambiciosos y que estaban más preocupados por “destacar” que por servir a sus hermanos.
Se avecinaban más cambios. Durante los años setenta se amplió el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová y luego se reorganizó, para lo cual se dividió su trabajo entre seis comités, que empezaron sus actividades el 1 de enero de 1976. Un mes después, el 1 de febrero de 1976, se modificó la supervisión de las sucursales de todo el mundo. Dejarían de funcionar bajo la jurisdicción de un siervo de sucursal, y pasarían a estar supervisadas por un Comité de Sucursal nombrado por el Cuerpo Gobernante.
Los hermanos Frost, Franke y Kelsey habían sido siervos de la sucursal de Alemania previamente por diversos períodos. El hermano Frost había visto necesario dejar Betel por razones de salud. (Murió en 1987 a los 86 años de edad. Su biografía aparece en La Atalaya del 15 de julio de 1961.) Cuando en 1976 se formó en Alemania un Comité de Sucursal de cinco miembros, se incluyó a Konrad Franke (que durante la época nazi fue encarcelado en repetidas ocasiones) y a Richard Kelsey (graduado de Galaad que llevaba veinticinco años sirviendo en Alemania). También integraban el comité Willi Pohl (superviviente de los campos de concentración nazis que asistió a la clase número 15 de Galaad), Günter Künz (graduado de la clase 37 de Galaad) y el ex superintendente viajante Werner Rudtke.
A excepción del hermano Franke, fallecido en 1983, todos los miembros originales del comité continúan formando parte de él. (La biografía de Konrad Franke aparece en La Atalaya del 1 de enero de 1965.) Otros dos hermanos sirvieron en el comité durante un tiempo hasta su muerte: Egon Peter (de 1978 a 1989) y Wolfgang Krolop (de 1989 a 1992).
En este momento componen el Comité de Sucursal ocho hermanos. Además de los mencionados, están Edmund Anstadt (desde 1978), Peter Mitrega (desde 1989) y Eberhard Fabian y Ramon Templeton (desde 1992).
Cuando se pusieron en efecto estas modificaciones en la supervisión de la sucursal, en 1976, la familia Betel de Wiesbaden (Alemania occidental) solo tenía 187 miembros. Desde entonces, el personal ha aumentado hasta alcanzar la cifra de 1.134, en la que se incluye a personas de treinta países, lo cual refleja en cierta medida el cariz internacional de la obra en la que la sucursal tiene el privilegio de tomar parte.
Una nueva imprenta para satisfacer las crecientes necesidades
A mediados de los años setenta, las instalaciones de la sucursal de Alemania se encontraban en una zona de Wiesbaden conocida por el nombre de Kohlheck, en un tiempo un barrio residencial muy tranquilo a la orilla del bosque, pero entonces un sector de la ciudad que crecía rápidamente. La Sociedad ya había incrementado su propiedad en esta zona en trece ocasiones. Pero la cantidad de proclamadores del Reino en Alemania occidental ascendía a unos cien mil. Se necesitaba una sucursal mayor para supervisar el campo y una imprenta más amplia para producir las publicaciones bíblicas. Se estaba haciendo muy difícil conseguir más propiedad para la expansión. ¿Cómo se solventaría el problema? El Comité de Sucursal pidió la dirección de Jehová en oración.
A finales de 1977, los miembros del Comité de Sucursal recién nombrado empezaron a contemplar la posibilidad de construir un nuevo Hogar Betel en un lugar distinto. Ahora bien, ¿se necesitaba realmente? El sentir general era que el fin del viejo sistema debía estar muy próximo. No obstante, también había que tener en cuenta otro factor. Los métodos de impresión estaban cambiando, y la Sociedad se veía muy presionada para adoptarlos si quería continuar imprimiendo a gran escala durante el tiempo que le quedara a este viejo sistema. Cabe señalar que la experiencia que se adquirió al afrontar la situación que existía en la Alemania oriental durante la proscripción de los testigos de Jehová, facilitó a los hermanos de Wiesbaden hacer los cambios cuando estos fueron necesarios. ¿Cómo fue posible?
La decisión de imprimir en offset
Tras levantarse el muro de Berlín, en 1961, cada vez resultó más difícil suministrar publicaciones a los testigos de Jehová de Alemania oriental. Con objeto de facilitar esta labor, se preparó para ellos una edición especial de La Atalaya en formato pequeño con solo los artículos de estudio. Producir esta edición conllevaba componer los artículos por segunda vez. La impresión en papel extrafino era difícil, y el plegado de las hojas impresas también resultaba trabajoso. Cuando los hermanos encontraron una plegadora automática que efectuaba esa operación, descubrieron que se había fabricado en Leipzig (Alemania oriental), paradójicamente el mismo país donde los testigos de Jehová estaban proscritos y para el que estaba pensada esa edición menos llamativa de La Atalaya.
Un hermano que había aprendido a imprimir en offset antes de ir a Betel sugirió que, para simplificar el trabajo, se reprodujeran las revistas por ese medio. Podían fotografiar los artículos de estudio, reducirlos de tamaño y luego impresionarlos sobre una plancha offset. Se regaló a la sucursal una pequeña prensa offset alimentada por hojas. Con el tiempo resultó posible publicar no solo los artículos de estudio, sino toda la revista, primero en blanco y negro, y, finalmente, en colores. Del mismo modo se produjeron incluso libros de tamaño pequeño.
Cuando Nathan Knorr, por entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, visitó Wiesbaden en 1975, observó con interés la operación. “No está nada mal”, dijo tras examinar la información impresa. Al indicársele que se trataba de una edición especial para Alemania oriental y que estábamos satisfechos con el nuevo método de impresión, el hermano Knorr contestó: “Los hermanos que pasan tantas dificultades merecen lo mejor que podamos darles”, y de inmediato concedió permiso para comprar otras máquinas con las que hacer el trabajo.
Así, cuando Grant Suiter, del Cuerpo Gobernante, mencionó durante su visita de 1977 a Alemania que la Sociedad había estado mucho tiempo pensando seriamente en pasarse a la impresión offset, y que se había tomado la decisión de hacerlo a gran escala, los hermanos de Wiesbaden ya tenían cierta experiencia. Indirectamente, la proscripción de Alemania oriental les había preparado para el cambio.
De todas formas, la operación encerraba más que meramente aceptar la idea de que era necesario cambiar los métodos de impresión. El hermano Suiter explicó que harían falta prensas mayores y más pesadas. Pero, ¿dónde se ubicarían? Una cosa era soñar con tener prensas offset alimentadas por bobinas que imprimieran a colores y otra muy distinta convertir el sueño en realidad. Se analizaron varias posibilidades de ampliar más las instalaciones de Kohlheck, pero todas presentaban problemas. ¿Qué deberían hacer?
Una nueva sucursal
Se inició la búsqueda de una propiedad en otro lugar. El 30 de julio de 1978, los cincuenta mil Testigos reunidos en la asamblea de Düsseldorf y la multitud de casi sesenta mil personas congregadas en Múnich, recibieron, para su sorpresa, la noticia de que se planeaba comprar una propiedad en la que se construiría una sucursal totalmente nueva.
Durante casi un año se examinaron 123 lugares. Finalmente se escogió una propiedad situada en la cima de una colina desde la que se domina el pueblo de Selters. Con la aprobación del Cuerpo Gobernante, el 9 de marzo de 1979 se efectuó la compra. Negociaciones posteriores con dieciocho propietarios permitieron la adquisición de otras 65 parcelas adyacentes, tras lo cual se dispuso de 30 hectáreas [74 acres] para la construcción. Selters, ubicado a unos 40 kilómetros [25 millas] al norte de Wiesbaden, ofrecía un acceso fácil para el transporte por carretera, y el Aeropuerto Internacional Rhein-Main, de Frankfurt, se encontraba a menos de 65 kilómetros [40 millas] de distancia.
Estaba a punto de ponerse en marcha la mayor obra de construcción de la historia de los testigos de Jehová alemanes. ¿Éramos realmente capaces de hacer el trabajo? Rolf Neufert, del Comité de Construcción, recuerda: “Ningún hermano, salvo nuestro arquitecto, había trabajado jamás en una obra de tal envergadura. Es difícil hacerse una idea de la dificultad de la empresa. Normalmente, solo las oficinas con años de experiencia y todos los expertos necesarios emprenden obras tan grandes y complejas”. No obstante, los hermanos razonaron que si Jehová deseaba que construyeran la sucursal, también bendeciría los resultados.
Hubo que conseguir 40 diferentes permisos de obras, pero los funcionarios locales fueron muy cooperativos, lo cual se agradeció enormemente. Bueno, al principio también hubo oposición, si bien provino sobre todo del clero, que organizó reuniones para instigar a la gente a oponerse, sin que le sirviera de nada.
Testigos de todo el país se ofrecieron voluntarios para colaborar. Fue extraordinario el espíritu que manifestaron. Como promedio, todos los días había en el lugar de las obras cuatrocientos trabajadores fijos, y en todo momento se contó con unos doscientos hermanos que dedicaban sus vacaciones a trabajar en la sucursal. Durante los cuatro años que duró la construcción, ofrecieron sus servicios no menos de quince mil Testigos.
Un hermano recuerda: “Independientemente del tiempo y las dificultades, hiciera calor o frío, o incluso helara, el trabajo continuaba. A veces, justo cuando otros hubieran dejado de trabajar, nosotros no hacíamos más que comenzar”.
También llegó ayuda de otros países. A Jack y Nora Smith, y su hija Becky, de 15 años, no les pareció demasiado recorrer miles de kilómetros desde Oregón (E.U.A.). Estaban en la asamblea internacional de Múnich cuando se anunció que la Sociedad pensaba construir unas nuevas instalaciones en Alemania. “¡Qué privilegio sería trabajar en la construcción de un nuevo Betel!”, dijeron, e hicieron saber que estaban disponibles. Jack recuerda: “Mientras trabajábamos en la preasamblea de 1979, recibimos una solicitud y una invitación para ir lo antes posible. Estábamos tan emocionados, que nos resultó difícil concentrarnos en el trabajo y en la asamblea”.
A fin de alojar a los obreros, hubo que remodelar los edificios que ya había en la propiedad. Para el invierno de 1979/1980 se finalizó la primera casa. En septiembre de 1980 se pusieron los cimientos del nuevo Hogar Betel. También se emprendieron las obras de la imprenta, justo en el momento oportuno. Como la prensa offset de bobinas (de 27 metros de largo [89 pies de largo]) que pedimos en enero de 1978 iban a entregárnosla a principios de 1982, para entonces debía estar terminada la imprenta, al menos en parte.
Pudimos hacer la mayoría del trabajo nosotros mismos. Un hermano dice, todavía asombrado: “Ninguno de nosotros tenía experiencia en una construcción de esa envergadura y con una plantilla de trabajadores que cambiaba constantemente. A menudo pensamos que habíamos llegado a un punto muerto, pues ciertos trabajos debían realizarlos especialistas con los que no contábamos. Pero sucedió muchas veces que, justo en el último momento, recibíamos inesperadamente la solicitud de un hermano con los conocimientos necesarios. Los hermanos aparecían cuando se necesitaban”. Agradecieron a Jehová su dirección y bendición.
El traslado a Selters
Trasladar los muebles y las pertenencias de los aproximadamente doscientos betelitas, aparte de la maquinaria y demás material de trabajo, era una tarea enorme, demasiado para hacerla de una sola vez. Así que la familia Betel se fue a Selters gradualmente, departamento por departamento, conforme avanzaba la construcción.
Entre los primeros en mudarse estuvieron los que trabajaban en la imprenta, pues esta fue la primera sección del complejo que se terminó. Poco a poco se desmantelaron y transportaron las máquinas que había en Wiesbaden. Mientras tanto, el 19 de febrero de 1982 comenzó la impresión a todo color en la nueva rotativa offset de Selters, un buen motivo de celebración. Para mayo, la imprenta de Wiesbaden enmudeció. Después de treinta y cuatro años, se había puesto punto final a las labores de impresión allí.
El primer trabajo importante de la nueva prensa offset fue el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Estaba programado presentar esta nueva publicación en las asambleas de distrito de 1982, y se pidió a Alemania que la imprimiera en siete idiomas. El problema era que la línea de encuadernación aún permanecía en Wiesbaden. De hecho, no se trasladó a Selters hasta un año más tarde. Por consiguiente, después que las signaturas salían de la prensa de Selters, el camión de la Sociedad las llevaba a toda prisa a Wiesbaden para su encuadernación. Pese a que esa operación supuso más trabajo, los hermanos consiguieron terminar 485.365 ejemplares del 1.348.582 que componían la primera edición, gracias a lo cual multitudes internacionales reunidas en distintos países se alegraron de recibir la nueva publicación.
Como es lógico, hubo sentimientos encontrados a la hora de trasladarse, pues Wiesbaden había sido el hogar de algunos betelitas por casi treinta y cinco años. Al poco tiempo, el Betel de Wiesbaden se dividió en secciones y se vendió a varias personas. Solo se conservó una pequeña parte de la antigua planta de encuadernación, que se remodeló para convertirla en un Salón del Reino, donde se reúnen actualmente cuatro congregaciones: dos alemanas, una inglesa y una rusa, un ejemplo típico de la unidad internacional del pueblo de Jehová.
El día de la dedicación
Tras dar los últimos toques al Betel de Selters, el 21 de abril de 1984 se celebró el programa de dedicación. Todos los que habían trabajado en la construcción tenían el pleno convencimiento de que la mano de Jehová había estado con ellos. Habían acudido a él en busca de dirección y le habían dado las gracias al desaparecer obstáculos aparentemente insalvables. Ahora veían una prueba tangible de su bendición en las instalaciones terminadas, que ya se estaban utilizando para fomentar la adoración verdadera (Sal. 127:1). Fue, sin duda, una ocasión de especial alegría.
A principios de la semana, el complejo abrió sus puertas a los visitantes. Se invitó a recorrer las instalaciones a varios funcionarios con los que la Sociedad había tratado. También se recibió a los vecinos. Un visitante indicó que había ido gracias a su pastor. Comentó que este se había quejado tantas veces de los Testigos durante los últimos años, que toda la congregación estaba cansada de oírlo. El domingo anterior había vuelto a arremeter contra ellos, y había advertido al rebaño que no aceptaran su invitación para visitar Betel el día de puertas abiertas. “Yo estaba enterado de su invitación —dijo el visitante—, pero me había olvidado de la fecha. Si el pastor no la hubiera mencionado el pasado domingo, seguramente no hubiese venido.”
Después de las visitas guiadas preliminares, llegó por fin el programa de la dedicación. Cuando a las nueve y veinte de la mañana la música señaló el comienzo del programa, ¡qué alegría dio saber que trece de los catorce componentes del Cuerpo Gobernante habían podido aceptar la invitación de estar presentes! Puesto que era imposible que asistieran todos los que de una forma u otra habían contribuido a que las obras llegaran a feliz término, se dispuso la conexión mediante hilo telefónico con otros once lugares distribuidos por todo el país. De ese modo disfrutó del programa una multitud de 97.562 personas.
Entre los presentes en Selters ese memorable día estuvieron muchos que habían demostrado su fe mientras estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial, junto con unos cuantos hermanos que habían sido liberados más recientemente de prisión en Alemania oriental. Dos de ellos fueron Ernst y Hildegard Seliger. El hermano Seliger había emprendido su carrera en el ministerio de tiempo completo justamente sesenta años antes, y entre él y su esposa habían pasado más de cuarenta años en prisiones y campos de concentración bajo los regímenes nazi y comunista. Tras asistir al programa de dedicación, escribieron: “¿Pueden imaginarse cómo nos hace sentirnos el que se nos haya permitido asistir a este maravilloso banquete espiritual en nuestro paraíso espiritual? De principio a fin, escuchar el maravilloso programa fue como oír una sinfonía divina de unidad y armonía teocráticas”. (Si desea conocer más detalles sobre las pruebas de fe que pasaron, vea La Atalaya del 1 de diciembre de 1975.)
‘Casas al nombre de Jehová’
La gente con frecuencia se asombra al ver a los testigos de Jehová construir Salones del Reino en pocas semanas, o quizá en días, edificar grandes Salones de Asambleas con mano de obra voluntaria y costear con donaciones voluntarias complejos de Betel que cuestan millones de dólares. El pueblo alemán ha tenido muchas oportunidades de ver directamente todas estas actividades.
El primer Salón de Asambleas de Alemania occidental se dedicó en Berlín occidental a principios de los años setenta. Después se hicieron otros, por lo que para 1986, todas las asambleas de circuito de Alemania occidental tenían lugar en Salones que pertenecían a los Testigos.
La bendición de Jehová se ha hecho patente durante el trabajo de los hermanos en estas obras. En Múnich, gracias a la colaboración de los funcionarios municipales, se obtuvo la propiedad donde construir el Salón de Asambleas a un precio muy razonable a la orilla de los hermosos jardines del parque Olímpico, separados del gigantesco Estadio Olímpico por una autopista.
Se puso especial empeño en conseguir que los gastos de maquinaria y construcción fueran los mínimos. En una central eléctrica que iba a reubicarse tenían a la venta armarios de conmutación eléctrica y una centralita de teléfonos, así que los hermanos lo compraron todo por menos del cinco por ciento de su precio original. La demolición de un complejo de edificios en el momento preciso permitió que se consiguieran a un precio módico los lavabos, los inodoros, las puertas, las ventanas y cientos de metros de conductos de agua, gas y ventilación. Los hermanos economizaron aún más fabricando ellos mismos las sillas y las mesas. Las ordenanzas municipales sobre paisajes exigían que se plantaran veintisiete tilos en la propiedad del Salón de Asambleas. Un vivero que cerraba tenía justo la cantidad requerida, todos ellos exactamente de la altura exigida, así que los hermanos los compraron a una décima parte de su precio normal. Después que el ayuntamiento de Múnich terminó de pavimentar la mayoría de las calles adoquinadas de la ciudad, pudieron conseguirse casi gratis toneladas de adoquines, que se utilizaron para pavimentar los paseos alrededor del salón y el estacionamiento contiguo.
Podrían narrarse historias parecidas de otros Salones de Asambleas de Alemania, todos ellos distintos, pero todos hermosos. Son, en verdad, como dijo Salomón del templo de Jerusalén hace más de tres mil años, “una casa al nombre de Jehová” (1 Rey. 5:5).
Además, continúa a buen ritmo la construcción de Salones del Reino para cubrir las necesidades de las 2.083 congregaciones alemanas. Actualmente hay diecisiete Comités Regionales de Construcción. Antes de que se formara el primero, en 1984, los Testigos solo eran dueños de 230 Salones en todo el país. Desde entonces hasta agosto de 1998, se han construido un promedio de 58 nuevos Salones al año, más de uno a la semana durante los pasados doce años.
Los testigos de Jehová germanos miran más allá de las fronteras nacionales también en materia de construcción. Forman parte de una familia mundial. Más de cuarenta Testigos alemanes han sido siervos internacionales, y han estado dispuestos a trabajar en la construcción en todo lugar adonde la Sociedad los haya enviado y por el tiempo que se les haya necesitado. Otros 242 han servido durante temporadas más o menos largas en las obras de construcción de otros países.
Los superintendentes viajantes pastorean el rebaño
Un factor de importancia en el estado espiritual de la organización ha sido la labor de los superintendentes viajantes, verdaderos pastores del rebaño de Dios (1 Ped. 5:1-3). Son, como los denominó el apóstol Pablo, “dádivas en hombres” (Efe. 4:8).
Tras la II Guerra Mundial, los superintendentes viajantes visitaron las congregaciones, las fortalecieron y salieron con ellas al ministerio del campo. Algunos de esos hermanos fueron Gerhard Oltmanns, Josef Scharner y Paul Wrobel, todos los cuales se habían bautizado en 1925. También estuvieron Otto Wulle y Max Sandner, que se habían bautizado en la década de los treinta.
Cuando se presentó la necesidad, se incorporó a otros hermanos al grupo de superintendentes viajantes. Desde el final de la guerra mundial hasta el presente, más de doscientos noventa hermanos han realizado esta obra en Alemania occidental, y más de cuarenta, en Alemania oriental. Estos se han entregado de verdad a fomentar los intereses del Reino. Para algunos de ellos significó dejar de ver con frecuencia a sus hijos mayores o a sus nietos. Otros se las arreglaron para atender su asignación y al mismo tiempo pasar tiempo habitualmente con sus padres mayores o enfermos.
Algunos de esos ministros viajantes han realizado esta labor agotadora pero, a la vez, gratificante durante décadas. Por ejemplo, Horst y Gertrud Kretschmer llevan sirviendo de ministros viajantes por toda Alemania desde mediados de los cincuenta. El hermano Kretschmer aún recuerda que cuando en 1950 estuvo en el Betel de Wiesbaden durante una breve temporada, Erich Frost le pasó cariñosamente la mano por el hombro y le dijo: “Horst, no te preocupes nunca. Si permaneces fiel a Jehová, él te cuidará. Yo lo he experimentado, y tú también lo experimentarás. Simplemente sé fiel”.
Desde 1998, en Alemania sirven de superintendentes de circuito o distrito 125 hermanos. Son hombres maduros con un promedio de treinta años de servicio de tiempo completo a Jehová. Sus esposas también manifiestan celo en el ministerio, y son un estímulo especial para las hermanas de las congregaciones que visitan.
Un superintendente viajante va a Brooklyn
El pueblo de Jehová de Alemania conocía bien a Martin y Gertrud Poetzinger. Ambos habían servido fielmente a Jehová antes, durante y después del Tercer Reich de Hitler. En cuanto salieron en libertad de los centros de reclusión nazis, reanudaron el servicio de tiempo completo. Visitaron los circuitos por toda Alemania como superintendentes viajantes durante más de treinta años. Miles de Testigos habían llegado a amarlos y respetarlos.
En 1959, el hermano Poetzinger asistió a la clase 32 de Galaad. Gertrud, que no sabía inglés, no lo acompañó, pero se alegró del privilegio que él recibió. Para ella no era nada nuevo estar alejada de su esposo. La persecución nazi los había separado a la fuerza durante nueve años pocos meses después de su boda. De modo que si en ese momento la organización de Jehová les pedía que se separaran voluntariamente por causa de una actividad teocrática, no iban a dudarlo, y mucho menos a quejarse.
Tampoco habían servido nunca a Jehová buscando beneficio personal. Siempre habían aceptado con gusto las asignaciones teocráticas. No obstante, se llevaron una sorpresa cuando en 1977 recibieron la invitación de pertenecer a la familia Betel de la sede mundial, en Brooklyn (Nueva York, E.U.A.). El hermano Poetzinger iba a formar parte del Cuerpo Gobernante.
Se les mandó permanecer en el Betel de Wiesbaden hasta que consiguieran la documentación de su residencia en Estados Unidos. La espera se alargó varios meses, más de lo previsto. Mientras Martin repasaba su inglés, su enérgica esposa, Gertrud, también lo estudiaba. No es sencillo para una mujer que ronda los 65 años aprender un nuevo idioma, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera por el servicio de Jehová.
Para varios miembros de la familia Betel de Wiesbaden que hablaban inglés fue un gran placer ayudar a Martin y Gertrud. Siempre que ella se disgustaba demasiado mientras estudiaba inglés, su marido le aconsejaba con bondad: “Tómatelo con calma, Gertrud, con calma”. Pero a Gertrud nunca se le había dado bien eso de ‘tomarse las cosas con calma’. Toda su vida en el servicio de Jehová se había caracterizado por su entrega sin reservas y su determinación. Ese fue el mismo espíritu con el que se aplicó en el aprendizaje del idioma, y en noviembre de 1978, en cuanto recibieron los visados de entrada permanentes, acompañó a su esposo a Brooklyn.
Aunque a la hora de su partida había sentimientos encontrados, los hermanos alemanes compartían la alegría de los Poetzinger por sus nuevos privilegios de servicio. También se sintieron profundamente conmovidos cuando, más o menos una década después, se enteraron de que el 16 de junio de 1988, Martin había finalizado su carrera terrestre a los 83 años de edad.
Tras la muerte de su esposo, Gertrud regresó a Alemania, donde sirve como parte de la familia Betel. Sigue sin ‘tomarse las cosas con calma’, y parece que nunca lo hará. Además de trabajar en su asignación de Betel, suele dedicar sus vacaciones a hacer el precursorado auxiliar. (Si desea conocer más detalles sobre los Poetzinger, vea los números de La Atalaya del 1 de junio de 1970, 1 de agosto de 1984 y 15 de septiembre de 1988.)
Las escuelas especiales contribuyen a satisfacer las necesidades en todo el mundo
Desde 1978, no mucho antes de que los Poetzinger partieran rumbo a Brooklyn, la Escuela del Servicio de Precursor, un curso de preparación práctica que dura diez días, ha servido para fortalecer a los precursores alemanes. Todos los años hay escuelas en los circuitos de todo el país. Se invita a los que han sido precursores durante al menos un año y que no han asistido previamente. Para principios de 1998 habían pasado por la escuela 16.812 precursores. Las clases se han impartido, además de en alemán, en español, francés, griego, inglés, italiano, polaco, portugués, ruso, serbocroata y turco.
Algunos asistieron a la Escuela del Servicio de Precursor pese a que sus circunstancias eran muy difíciles. El hijo de Christine Amos murió en un accidente de tráfico cuando regresaba a casa de la reunión, algo más de una semana antes de que ella fuera a la escuela. ¿Se beneficiaría del curso en esas circunstancias? ¿Cómo le iría a su esposo si se quedaba solo en casa todo ese tiempo? Pues bien, ambos decidieron que ella debía asistir, que tener la mente absorta en cuestiones espirituales resultaría para bien. A su esposo se le invitó a trabajar en Betel durante esos días. Poco después, se invitó a ambos a Selters para trabajar en la construcción. Cuando esta terminó, disfrutaron colaborando en las obras de Grecia, España y Zimbabue. Y actualmente son precursores de nuevo en Alemania.
Algunos de los que han estado en la Escuela del Servicio de Precursor han podido hacer de este servicio su carrera, una carrera que les resulta estimulante en todo momento y que les gratifica profundamente. Inge Korth, precursora desde 1958, dice: “La obra de tiempo completo me ofrece la oportunidad especial de demostrar todos los días el amor intenso que siento por Jehová y mi gratitud a él”. Waldtraut Gann, que emprendió el precursorado en 1959, añade: “El servicio de precursor es una protección en este mundo malvado. Sentir la ayuda de Jehová causa felicidad verdadera y satisfacción interna. Las posesiones materiales no pueden compararse a eso”. Martina Schaks, que sirve de precursora con su esposo, agrega: “El servicio de precursor es una ‘escuela de la vida’, pues me ayuda a cultivar ciertas cualidades, como el autodominio y la paciencia. Al servir de precursora, me siento muy cerca de Jehová y de su organización”. Para otros hermanos, dicho servicio ha resultado ser un peldaño hacia el servicio en Betel, la obra misional o la obra del circuito.
Con el fin de que los precursores germanohablantes tuvieran acceso al servicio misional y así contribuir a satisfacer la urgente necesidad de más misioneros, en 1981 se creó en Alemania una Extensión de la Escuela de Galaad. Como aún no se había finalizado el Betel de Selters, las dos primeras clases se hicieron en Wiesbaden. Tras la mudanza a Selters, hubo allí tres clases. A estas cinco clases asistieron estudiantes germanohablantes de Luxemburgo, Suiza y los Países Bajos, además de 100 estudiantes de Alemania. Tras la graduación, se envió a los hermanos a un total de veinticuatro países, entre ellos algunos de África, América Latina, Europa oriental y el Pacífico.
A mediados de los setenta, 183 siervos de tiempo completo originarios de Alemania habían asistido a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Para finales de 1996, esta cifra había aumentado a 368, gracias en parte a la Extensión de la Escuela de Galaad. Qué gratificante es saber que, en enero de 1997, más o menos la mitad de estos estudiantes aún servían de misioneros en sus asignaciones extranjeras. Entre ellos se cuentan Paul Engler, que lleva en Tailandia desde 1954; Günter Buschbeck, que sirvió en España desde 1962 hasta que lo asignaron a Austria, en 1980; Karl Sömisch, que sirvió en Indonesia y el Oriente Medio antes de ser trasladado a Kenia; Manfred Tonak, a quien, tras servir en Kenia, se le pidió que fuera a la sucursal de Etiopía, donde había necesidad, y Margarita Königer, cuyo servicio misional durante los pasados treinta y dos años la ha llevado a Madagascar, Kenia, Benín y Burkina Faso.
Otra escuela, la de Entrenamiento Ministerial, que prepara a ancianos y siervos ministeriales solteros, se organiza regularmente en Alemania desde 1991. Junto con los hermanos alemanes, han disfrutado de la espléndida preparación que ofrece esta escuela hermanos germanohablantes de Austria, Bélgica, Dinamarca, Hungría, Luxemburgo, Países Bajos, la República Checa y Suiza. Tras la graduación, algunos estudiantes han asumido más responsabilidades, pues se les ha enviado a África, Europa oriental y otras zonas donde hay mucha necesidad.
El Hogar Betel y la imprenta de Selters mismos también han resultado ser, de hecho, una “escuela”, en la que los hermanos se han capacitado para satisfacer las necesidades que surgieron con la apertura de Europa oriental. La vida en Betel les enseñó a trabajar con todo tipo de personas y a darse cuenta de que Jehová puede efectuar su obra utilizando a gente de toda clase, pese a las imperfecciones humanas. Los hermanos que habían trabajado en el Departamento de Servicio llegaron a comprender que los problemas pueden solucionarse poniendo siempre en práctica los principios bíblicos y siguiendo con cuidado las directrices del Cuerpo Gobernante. Les enseñaron hermanos que manifestaban los frutos del espíritu, tenían una actitud equilibrada y depositaban confianza absoluta en Jehová incluso bajo tremenda presión: lecciones muy valiosas que transmitir a los hermanos de otras sucursales.
La formación y el amor permiten superar un obstáculo
Durante la década pasada, se llevó a cabo un programa mundial de educación con el fin de reforzar la postura que adoptan los testigos de Jehová de obedecer la prohibición bíblica de utilizar sangre (Hech. 15:28, 29). Eso ha implicado superar un muro de prejuicio y desinformación. En relación con ese programa, en 1990 se creó en Alemania el departamento de Servicios de Información sobre Hospitales. En noviembre de ese mismo año, asistieron a un seminario que tuvo lugar en Alemania 427 hermanos, muchos de ellos alemanes y el resto de otros nueve países. Esto fortaleció los lazos internacionales. Los ancianos agradecieron muchísimo la ayuda recibida. Un anciano de Mannheim hizo esta observación: “Se nos preparó para dejar clara nuestra postura con firmeza y el debido respeto, pero sin amedrentarnos”. Un anciano de Austria que estaba presente dijo: “Nunca había asistido a un seminario en el que se tratara información tan variada de una manera tan sencilla”.
A partir de entonces, se han celebrado más seminarios con objeto de preparar a los 55 Comités de Enlace con los Hospitales que entre tanto se han ido formando en Alemania, a fin de atender las necesidades de los Testigos con relación a los tratamientos médicos sin sangre. La labor de estos comités ha dado buenos resultados. Para agosto de 1998, más de tres mil quinientos sesenta médicos de toda Alemania habían expresado su disposición a tratar a los Testigos sin sangre. Entre ellos están una cuarta parte de los que hace varios años la revista Focus catalogó como “los mil mejores médicos de Alemania”.
En enero de 1996, los Comités de Enlace con los Hospitales se pusieron a distribuir un manual concebido especialmente para este caso: La familia. Su cuidado y protección. Tratamiento médico para testigos de Jehová. (Este hermoso manual, concebido para uso exclusivo del personal médico y los funcionarios, contiene datos sobre las alternativas médicas sin sangre disponibles. Se ha hecho un esfuerzo conjunto para entregárselo a jueces, asistentes sociales, neonatólogos y pediatras.) La mayoría de los jueces dieron las gracias, y a menudo comentaron sobre la gran calidad del manual y su utilidad. A muchos les sorprendió saber que existen numerosos tratamientos alternativos sin sangre para las personas que no aceptan transfusiones. Un juez de Nördlingen dijo: “Es exactamente lo que necesito”. Un profesor de la Universidad de Saarland utilizó información del manual como base de una exposición y del examen escrito que puso a un grupo de estudiantes que hacía un curso avanzado de derecho civil.
Dado que en la actualidad hay Comités de Enlace con los Hospitales por todo el mundo, puede haber colaboración internacional en situaciones urgentes. En los casos en que un médico ha recetado ciertos medicamentos que no se encuentran en el país del paciente, nuestra red internacional ha facilitado su obtención y envío por correo desde Alemania. Además, se ha puesto en contacto a hermanos de más de una decena de países con médicos alemanes dispuestos a colaborar, con el propósito de que reciban el tratamiento dentro de sus posibilidades económicas.
Por supuesto, los hermanos que viven en Alemania también se benefician de esa colaboración internacional. En 1995, una hermana que iba de viaje a Noruega se accidentó y fue ingresada en un hospital. Cuando se notificó lo ocurrido a su hijo, que estaba en Alemania, este enseguida pidió ayuda a Servicios de Información sobre Hospitales, desde donde se pusieron en contacto con la sucursal de Noruega. Al día siguiente visitó a la hermana una Testigo noruega que, a fin de ser de más ayuda, había conducido 130 kilómetros [80 millas] para recoger a una persona interesada que hablaba alemán. Más tarde, el hijo dio las gracias por escrito con estas palabras: “¡Qué organización! ¡Qué amor! [...] Por lo general, no es posible expresar con palabras lo que uno siente. Esto es algo verdaderamente único”.
Así, mediante la formación y el amor, se ha avanzado mucho en superar un obstáculo que antes era imponente. Pero con anterioridad a eso también se eliminó otra barrera.
Caída repentina del muro de Berlín
El mundo se asombró por lo inesperado que fue el suceso. Gente de todas partes lo siguió por televisión. En Berlín, miles de personas lo celebraron ruidosamente. Se había eliminado la barrera que separaba el Este del Oeste. Era el día 9 de noviembre de 1989.
Más de veinticinco años antes, en horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, los berlineses se habían quedado perplejos al descubrir que los funcionarios de Berlín Este levantaban un muro que separaría el sector controlado por los comunistas del resto de la ciudad. Estaban dividiendo literalmente Berlín en dos partes, este y oeste, un reflejo de la división que existía entre la Alemania oriental y la occidental. El muro de Berlín llegó a ser tal vez el símbolo más dramático del enfrentamiento entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría.
El 12 de junio de 1987, más de dos años antes de los sorprendentes acontecimientos de 1989, el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan exigió en un discurso pronunciado a la vista de la puerta de Brandeburgo y con el muro de Berlín a la espalda: “Señor Gorbachov, abra esta puerta. Señor Gorbachov, derribe este muro”. ¿Hubo algún indicio de que se fuera a acceder a esta petición? ¿Se trataba de algo más que de la retórica de la Guerra Fría? En realidad, no. Todavía a principios de 1989, Erich Honecker, cabeza del régimen germano oriental, dijo, como si respondiera a esa petición, que el muro ‘seguiría existiendo dentro de cincuenta e incluso cien años’.
No obstante, de manera sorprendentemente repentina se abrió la puerta de Brandeburgo y se desplomó el muro de Berlín. Un miembro de la familia Betel de Selters recuerda que la noche del jueves 9 de noviembre asistió a la reunión de la congregación, y cuando regresó a casa, encendió el televisor para ver las noticias de la noche. Incrédulo, siguió los reportajes que decían que se había abierto la frontera entre Berlín oriental y occidental. Los berlineses orientales entraban libremente en Berlín Oeste por primera vez en veintisiete años. Apenas podía creer lo que veía: automóviles que cruzaban la frontera tocando el claxon para celebrarlo, y una cantidad creciente de berlineses occidentales, algunos de ellos levantados de la cama, que se encaminaban a la frontera para alinearse a ambos lados del camino y abrazar a sus inesperados visitantes. Las lágrimas corrían abundantemente por los rostros. El muro había caído, literalmente, de la noche a la mañana.
Durante las siguientes veinticuatro horas, a muchas personas de todo el mundo les costó despegarse del televisor. Se estaba haciendo historia. ¿Qué significaría para los testigos de Jehová de Alemania? ¿Qué significaría para los testigos de Jehová en todo el mundo?
Nos visita un Trabi
A la mañana del siguiente sábado, poco antes de las ocho, un hermano de Betel de Selters que se dirigía a su trabajo se encontró con otro miembro de la familia, Karlheinz Hartkopf, quien actualmente sirve en Hungría. Emocionado, el hermano dijo: “Estoy seguro de que no tardarán en aparecer por Selters los primeros hermanos de Alemania oriental”. El hermano Hartkopf le contestó, con su habitual calma y naturalidad: “Ya están aquí”. De hecho, a primeras horas de la mañana habían llegado dos hermanos en su Trabi, un automóvil de Alemania oriental con motor de dos tiempos, y estaban estacionados fuera del portón de Betel a la espera de que comenzara la jornada laboral.
La noticia corrió rápidamente por la sucursal. Antes de que los betelitas tuvieran la oportunidad de siquiera ver y saludar a los visitantes, inesperados pero bienvenidos, ellos volvían a Alemania oriental con el automóvil lleno de publicaciones. Aunque estas aún estaban prohibidas oficialmente en el país, igual que la obra de los testigos de Jehová, la emoción del momento dio a los hermanos redoblado valor. “Tenemos que estar de regreso para la reunión mañana por la mañana”, explicaron. Imagínese la alegría de la congregación cuando estos hermanos aparecieron con cajas de publicaciones que habían escaseado mucho por tanto tiempo.
Durante las semanas siguientes, miles de germanos orientales cruzaron a raudales la frontera con Alemania occidental, muchos de ellos por primera vez en su vida. Sin duda, estaban disfrutando de una libertad de movimientos de la que habían carecido durante mucho tiempo. En la frontera, los recibían ciudadanos de Alemania occidental saludándolos con la mano. También estaban allí los testigos de Jehová dando la bienvenida a los visitantes, si bien con algo más importante que una simple manifestación externa de emoción. Distribuían libremente publicaciones bíblicas entre los visitantes del Este.
Las congregaciones de algunas ciudades fronterizas pusieron un empeño especial en hablar con los visitantes de Alemania del Este. Dado que las publicaciones de los testigos de Jehová habían estado prohibidas durante décadas, muchas personas conocían poco o nada de ellas. En lugar de ir de casa en casa, se puso de moda el servicio “de Trabi en Trabi”. Las personas anhelaban investigar todo lo que fuera nuevo, incluida la religión. En algunos casos, los publicadores se limitaban a decir: “Es probable que nunca haya leído estas dos revistas, pues han estado prohibidas en su país por casi cuarenta años”. La respuesta que se oía con frecuencia era: “Pues si estaban proscritas, deben ser buenas. Démelas”. Dos publicadores de la ciudad fronteriza de Hof colocaron cada uno hasta mil revistas al mes. Sobra decir que las congregaciones locales y vecinas enseguida agotaron sus excedentes de revistas.
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AlemaniaAnuario de los testigos de Jehová 1999
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[Ilustración de la página 69]
Asamblea Internacional “Reino Triunfante”, Nuremberg, 1955
[Ilustraciones de la página 73]
Los Testigos alemanes han ayudado a muchos inmigrantes a beneficiarse de la verdad bíblica
[Ilustración de la página 88]
El Betel de Wiesbaden en 1980
[Ilustración de la página 90]
Comité de Sucursal (de izquierda a derecha). Delante: Günter Künz, Edmund Anstadt, Ramon Templeton y Willi Pohl. Detrás: Eberhard Fabian, Richard Kelsey, Werner Rudtke y Peter Mitrega
[Ilustraciones de la página 95]
Algunos de los diez Salones de Asambleas que se utilizan en Alemania:
1. Glauchau.
2. Reutlingen.
3. Múnich.
4. Meckenheim.
5. Berlín
[Ilustración de la página 99]
Martin y Gertrud Poetzinger
[Ilustraciones de las páginas 100 y 101]
Las instalaciones de la sucursal de Selters
[Ilustraciones de la página 102]
Algunos hermanos alemanes que están en el servicio misional en el extranjero: 1. Manfred Tonak. 2. Margarita Königer. 3. Paul Engler. 4. Karl Sömisch. 5. Günter Buschbeck
[Ilustraciones de la página 110]
Al levantarse las proscripciones, se enviaron a Europa oriental grandes remesas de publicaciones
[Ilustraciones de la página 118]
Asamblea de Berlín, 1990
[Ilustraciones de la página 124]
El primer Salón del Reino construido en la anterior República Democrática Alemana
[Ilustraciones de las páginas 132 y 133]
Programa de dedicación: en Selters (arriba) y, posteriormente, en seis estadios por toda Alemania
[Ilustración de la página 139]
Instrumentos para contrarrestar la marea de desinformación
[Ilustración de las páginas 140 y 141]
Aunque estuvieron encerrados en campos de concentración, donde se identificaba a los testigos de Jehová mediante un triángulo púrpura, estos cristianos leales permanecieron firmes en la fe (en la fotografía aparecen en Brandeburgo en 1995)
[Ilustraciones de la página 147]
Página opuesta, en el sentido de las agujas del reloj: Heinrich Dickmann, Änne Dickmann, Gertrud Poetzinger, Maria Hombach, Josef Rehwald y Elfriede Löhr
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