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No se doblegaron ante la persecuciónLa Atalaya 2003 | 1 de marzo
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No se doblegaron ante la persecución
FRIEDA JESS nació en Dinamarca en 1911, pero algún tiempo después ella y sus padres se mudaron a Husum, en el norte de Alemania. Años más tarde consiguió un empleo en Magdeburgo, y en 1930 se bautizó como Estudiante de la Biblia, nombre que recibían entonces los testigos de Jehová. Para ella, la subida de Hitler al poder en 1933 supuso el comienzo de veintitrés años de maltratos no solo a manos de un régimen totalitario, sino de dos.
En marzo de 1933, el gobierno alemán convocó elecciones generales. El historiador Detlef Garbe, director del Museo Conmemorativo de Neuengamme, cerca de Hamburgo, explica: “Los nacionalsocialistas querían que la gran mayoría de los ciudadanos votara por su canciller y führer, Adolf Hitler”. Pero los testigos de Jehová no acudieron a las urnas, en consonancia con la exhortación de Jesús de mantenerse neutrales en cuestiones políticas y no ser “parte del mundo”. ¿Con qué resultado? Su religión fue proscrita (Juan 17:16).
Frieda comenzó a desempeñar sus actividades cristianas en la clandestinidad, incluso ayudó a imprimir La Atalaya. “Se hacían llegar las revistas a nuestros hermanos introduciéndolas secretamente en los campos de concentración”, relata. En 1940, la Gestapo la detuvo y la interrogó. Pasó meses incomunicada en prisión. ¿Cómo pudo soportarlo? Frieda cuenta: “Me refugié en la oración. Oraba muy de mañana y volvía a hacerlo varias veces durante el día. La oración me dio fuerzas y me ayudó a no inquietarme demasiado” (Filipenses 4:6, 7).
Finalmente, Frieda salió en libertad, pero en 1944 la Gestapo la volvió a detener. En esta ocasión la sentenciaron a siete años de cárcel en Waldheim. Frieda narra: “Los guardias me asignaron a trabajar con otras mujeres en los baños. A menudo coincidía con la misma presa —una checoslovaca—, a quien hablaba mucho de Jehová y de mis creencias. Aquellas conversaciones mantuvieron fuerte mi fe”.
Libre, pero por poco tiempo
Las tropas soviéticas liberaron la prisión de Waldheim en mayo de 1945, y Frieda pudo regresar a Magdeburgo y reemprender su ministerio público. Sin embargo, los Testigos no tardaron en volver a ser objeto de discriminación, solo que esta vez, por parte de las autoridades de la zona ocupada por los soviéticos. Gerald Hacke, del Instituto Hannah-Arendt, escribe: “Los testigos de Jehová fueron uno de los pocos grupos sociales de Alemania que fueron perseguidos casi sin descanso por ambas dictaduras”.
¿Por qué se les discriminó de nuevo? Una vez más, por su neutralidad cristiana. En 1948, el gobierno de Alemania del Este celebró un plebiscito, o consulta electoral directa realizada al pueblo, y como explica Hacke, “la principal causa [de la persecución de los testigos de Jehová] fue que ellos no participaron en el plebiscito”. En agosto de 1950 se proscribió la religión de los testigos de Jehová en Alemania del Este; cientos de ellos fueron detenidos, incluida Frieda.
Frieda fue juzgada nuevamente, y recibió una condena de seis años de prisión. “Esta vez estuve con mis hermanos en la fe, y su compañía fue muy alentadora.” Después de su liberación en 1956, se mudó a Alemania occidental. Hoy, con 90 años de edad, Frieda vive en Husum, donde sigue sirviendo al Dios verdadero, Jehová.
Esta mujer sufrió persecución durante veintitrés años bajo el poder de dos dictaduras. “Los nazis intentaron destrozarme físicamente; los comunistas trataron de doblegar mi espíritu. ¿Cómo conseguí las fuerzas para aguantar? Siendo una buena estudiante de la Biblia cuando estaba en libertad, orando constantemente cuando estaba en aislamiento, reuniéndome con los hermanos siempre que podía y aprovechando toda oportunidad para dar a conocer mis creencias.”
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No se doblegaron ante la persecuciónLa Atalaya 2003 | 1 de marzo
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[Ilustraciones de la página 5]
Frieda Jess (ahora Thiele) poco antes de ser detenida y en la actualidad
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