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  • La vida, don de Dios
    La Atalaya 1992 | 1 de agosto
    • La vida, don de Dios

      EL CORAZÓN bombea sangre preciosa por nuestro cuerpo 24 horas al día. Los pulmones siguen realizando los movimientos de expansión y contracción mientras dormimos. El alimento que comemos se digiere automáticamente. Todo esto tiene lugar cada día con poco o ningún esfuerzo consciente de nuestra parte. Dichos procesos misteriosos y maravillosos, que fácilmente damos por sentado, son parte del don que llamamos vida. En cierto sentido es un don que podemos denominar milagroso.

      Piense en el proceso de la concepción humana y el nacimiento. Aunque el cuerpo normalmente rechaza los tejidos extraños, la matriz hace una excepción con el óvulo fertilizado. En vez de rechazar el embrión en desarrollo como si fuera un tejido extraño, lo nutre y protege hasta el día del nacimiento. Si la matriz no pudiera hacer esta importante excepción a la regla de rechazar cualquier tejido extraño, sería imposible el nacimiento humano.

      De todos modos, la vida de una criatura recién nacida sería corta si no fuera por algo que sucede en la matriz cuando el feto solo tiene unos cuatro meses. Es entonces cuando empieza a chuparse el dedo y a ejercitar los músculos que más tarde le permitirán alimentarse de los pechos de su madre. Esta es tan solo una de las muchas cuestiones de vida o muerte que se resuelven mucho tiempo antes del nacimiento.

      El feto tiene un orificio en la pared del corazón mientras está en la matriz. Sin embargo, este orificio se cierra automáticamente al momento de nacer. Además, un enorme vaso sanguíneo, que pasa por alto los pulmones mientras el feto está en la matriz, se estrangula automáticamente cuando nace la criatura; ahora la sangre fluye a los pulmones, donde se oxigena cuando el bebé empieza a respirar.

      Este solo es el principio. Durante toda la vida, una serie de sistemas diseñados con gran precisión y delicadeza (como los sistemas respiratorio, circulatorio, nervioso y endocrino) efectuarán y coordinarán sus funciones con una eficacia que está más allá de la comprensión humana... y lo harán para perpetuar la vida. Con razón un escritor de la antigüedad dijo lo siguiente respecto a Dios: “Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma”. (Salmo 139:14.)

      Es obvio que el escritor de esas hermosas palabras no creía que la vida es simplemente el producto de la casualidad o de un accidente evolutivo ciego. Si así hubiera sido, no tendríamos ninguna verdadera obligación ni responsabilidad respecto a cómo deberíamos usar nuestra vida. No obstante, los mecanismos de la vida dan claras muestras de diseño, y para que haya diseño tiene que haber un diseñador. La Biblia enuncia este principio: “Por supuesto, toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios”. (Hebreos 3:4.) Por eso es vital que “[sepamos] que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”. (Salmo 100:3.) Sí, la vida es más que un accidente favorable; es un don de Dios. (Salmo 36:9.)

      Por lo tanto, ¿qué obligaciones tenemos para con el Dador de la vida? ¿Cómo espera él que usemos nuestra vida? Estas preguntas y otras relacionadas se analizarán en el artículo siguiente.

  • Aprecio por el precioso don de la vida
    La Atalaya 1992 | 1 de agosto
    • Aprecio por el precioso don de la vida

      LA VIDA, ¡qué posesión más preciosa! Sin ella no podemos hacer nada. Cuando se pierde, no hay medio humano de recuperarla. Si nuestra vida corre peligro, hacemos todo lo razonablemente posible para conservarla. ¡Hay quienes hasta piden ayuda sobrehumana cuando están en dificultades!

      Recordemos el relato bíblico de un barco que se vio atrapado en una fuerte tormenta en el mar. Cuando estaba a punto de zozobrar, “los marineros empezaron a temer y a clamar por socorro, cada uno a su dios”. Más tarde, todos clamaron juntos al Dios verdadero: “¡Ah, pues, oh Jehová, por favor no perezcamos[!]”. El relato bíblico también dice: “Siguieron arrojando al mar los objetos que había en la nave, para aligerarla de ellos”. (Jonás 1:4-6, 14; compárese con Hechos 27:18, 19.)

      Aquellos marineros estuvieron dispuestos a sacrificar incluso preciados bienes materiales con el fin de conservar la vida. Podemos reemplazar los bienes materiales, pero no la vida. Y como la apreciamos de manera instintiva, huimos del peligro. Alimentamos, vestimos y cuidamos nuestro cuerpo. Procuramos atención médica cuando enfermamos.

      No obstante, el Dador de la vida requiere más de nosotros que el que simplemente sigamos nuestros instintos de supervivencia. La vida es un don de incalculable valor y procede de la Persona más importante del universo. ¿No debería un aprecio sincero tanto por el Dador como por el don impulsarnos a atesorar la vida? ¿Y no incluiría esto también respetar la vida de los demás?

      No debería sorprendernos, entonces, que la Ley que Jehová Dios dio a la nación de Israel contuviera mandamientos concebidos para proteger la vida y la salud del semejante. (Éxodo 21:29; Deuteronomio 22:8.) Hoy día los cristianos también deben preocuparse por la seguridad física. Por ejemplo, si tiene niños en casa, ¿deja descuidadamente botones, alfileres u objetos punzantes a su alcance de modo que puedan hacerse mucho daño al jugar inocentemente con ellos o tragárselos? ¿Mantiene fuera del alcance de los niños los productos químicos peligrosos y las medicinas? Si se derrama agua en el suelo, ¿la recoge rápidamente para evitar que ocurra un accidente? ¿Manda reparar enseguida los aparatos eléctricos que no funcionan bien? ¿Revisa con regularidad su vehículo? ¿Conduce con prudencia? Si verdaderamente aprecia la vida como un don precioso, se sentirá impulsado a tomar las debidas precauciones en estos campos y en otros similares.

      Triste es decirlo, pero algunos dan por sentada incluso su propia vida. Por ejemplo, ¿quién no sabe hoy que fumar cigarrillos es perjudicial para la salud? No obstante, millones de personas están esclavizadas a ese hábito, aunque su salud se deteriora con cada inhalación del venenoso humo. Hay quienes se drogan y quienes se emborrachan, para su propio perjuicio. El SIDA es una enfermedad mortal para la que no hay cura conocida. Pero muchos podrían haber evitado contraer la enfermedad si hubieran huido de la inmoralidad sexual, de ciertos tipos de drogadicción y de las transfusiones de sangre. ¡Qué trágico desprecio a la vida! (Romanos 1:26, 27; 2 Corintios 7:1.)

      ¡Es posible cambiar!

      Aquellos que aprecian a su Gran Creador, Jehová, tienen una fuerte razón por la que considerar preciosa la vida. Es Su don sagrado. Por lo tanto, están dispuestos a hacer cualesquier cambios que sean necesarios para tratarla como un don divino. Examine la experiencia de Kwaku, un maestro de Ghana. Este hombre era un borracho empedernido que estaba echando a perder su vida.

      Kwaku recuerda: “Quería obligar a mi esposa a que me respetara, lo que solía llevar a discusiones y riñas acaloradas, sobre todo cuando estaba embriagado. Como bebía en exceso, muchas veces me quedaba sin dinero, y con frecuencia no suministraba el dinero para el sustento de la familia. Es comprensible que esto irritara mucho a mi esposa. Cuando me quedaba sin fondos, lo que sucedía muy a menudo, hacía lo que fuera necesario para costearme el hábito. Una vez llegué incluso a gastar el dinero que mis alumnos habían pagado para matricularse en un examen público. Compré bebida y me fui de juerga con mis amigos. Pronto me enfrenté con las consecuencias. Si no hubiera sido por la intervención del director, habría perdido el empleo.

      ”Mi vida era una pena. Estaba desconcertado, pero pronto superé este sentimiento. Luego empecé a tener pensamientos suicidas porque me veía como un fracasado, pero no podía liberarme de la adicción al alcohol. Sin embargo, cuando un día me envolví en una pelea en un bar y me apuñalaron, me di cuenta con dolor de que mi pasión por el alcohol algún día me costaría la vida.

      ”Por aquel entonces los testigos de Jehová nos habían visitado varias veces en casa para despertar nuestro interés en la Biblia. Mi esposa y yo siempre los evitábamos porque nos parecían un fastidio. No obstante, una vez, por compasión, decidí escucharles. Pronto el estudio de la Biblia me abrió los ojos a la maravillosa expectativa de vivir para siempre en el nuevo sistema de Dios. Cuanto más estudiaba la Biblia con la ayuda de los testigos de Jehová, más profundo se hacía mi aprecio a Jehová como nuestro Dador de Vida y a su don de la vida, y más me impresionaba el sentido práctico del consejo bíblico. Esto me animó más a limpiar mi vida. No fue fácil, pues constantemente tenía que resistir el deseo de beber y a mis anteriores amigos. Jehová, el Oidor de la oración, vio la determinación de mi corazón y me oyóa.

      ”Aunque mi esposa no es testigo de Jehová, ahora me respeta a mí y a mi religión debido a la gran transformación que observa en mi vida y en nuestra relación marital. Los vecinos ya no tienen que intervenir en nuestras riñas. Atesoro la paz mental que ahora tengo. Ciertamente, el único modo de vivir que vale la pena es reconocer a Jehová Dios como nuestro Dador de Vida, adoptar su punto de vista sobre el gran valor de la vida y obedecer sus instrucciones sobre cómo se debe vivir”.

      Dios ofrece vida eterna

      Los testigos de Jehová han ayudado a miles de personas como Kwaku a “vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. (Efesios 4:24.) No solo han llegado a apreciar su vida actual, sino también la esperanza de vida eterna en un paraíso terrestre. La Biblia promete que en el Paraíso que Dios traerá ningún habitante de la Tierra volverá a experimentar los persistentes dolores del hambre, pues “Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos [...] un banquete de platos con mucho aceite”. (Isaías 25:6.)

      Aunque la vida es un don maravilloso, en la actualidad es tan solo temporal. Todo el mundo se encara con la muerte, y ¡qué golpe más traumático es! El ver que alguien amado desaparece de entre los vivos en el silencio del sepulcro es, cuanto menos, sumamente angustioso. Pero bajo el Reino de Dios, gobernado por Cristo, Jehová cumplirá su promesa: “La muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)

      En aquel tiempo el don de la vida se ampliará de manera maravillosa. Los sobrevivientes de la tribulación final que vendrá sobre esta Tierra tendrán la oportunidad de alcanzar la plenitud de la vida. Y después, mediante la resurrección, la recuperación de la vida, Jehová Dios devolverá su inapreciable don a los que se han dormido en la muerte. (Juan 5:24, 28, 29.) ¡Esto significará la vuelta de seres amados y hombres temerosos de Dios de la antigüedad!

      ¿Es todo esto demasiado bueno para ser verdad? No, porque “con Dios ninguna declaración será una imposibilidad”. (Lucas 1:37; compárese con Job 42:2.)

      Además, Jehová Dios mismo ha provisto a la humanidad una garantía de que todo ello se realizará. ¿Cómo? Mediante el sacrificio de aquel a quien más ama, su querido Hijo, Jesucristo, para rescatarnos del pecado y la muerte. Romanos 8:32 nos asegura: “El [Jehová Dios] que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿por qué no nos dará bondadosamente también con él todas las demás cosas?”. La Biblia nos dice que esto incluirá limpiar a la humanidad de la decadencia moral y eliminar toda forma de injusticia, delito y violencia. (Isaías 11:9.) Nunca más se subestimará el valor de la vida.

      Incluso ahora, en condiciones de imperfección, la vida puede ser muy placentera. ¿Quién no se deleita en el seductor aroma del alimento, la sensación de una suave brisa en un día caluroso, contemplar una majestuosa montaña o una espléndida puesta de Sol, el sereno fluir de las aguas, el impresionante color de las flores, el sonido de la música melodiosa o el canto de los pájaros? Pause por un momento. Pregúntese, ¿qué le parecería disfrutar de estas cosas por una eternidad?

      ¿Es lógico, por tanto, despreciar el precioso privilegio de vivir para siempre por cualquier placer temporal que pudiera ofrecer un modo de vivir insensato y desenfrenado? (Compárese con Hebreos 11:25.) La Biblia nos exhorta sabiamente a ‘vivir el resto de nuestra vida, ya no para los deseos de los hombres, sino para la voluntad de Dios’. (1 Pedro 4:2.) Le animamos de todo corazón, sí, le instamos, a que siga esta exhortación estudiando la Palabra de Dios, la Biblia, y poniendo en práctica las cosas que aprende. (Juan 13:17.) ¡De este modo llegará a tener una buena relación con Jehová, el Dios que rebosa en bondad y misericordia, y que puede recompensarnos con vida eterna!

      [Nota a pie de página]

      a La recuperación del alcoholismo es una tarea difícil que a menudo requiere ayuda profesional. Véase el número del 22 de mayo de 1992 de ¡Despertad!, nuestra otra revista, para información útil sobre este tema.

      [Fotografía en la página 5]

      ¿Muestra aprecio por la vida su modo de vivir?

      [Ilustración en la página 7]

      ¡El nuevo mundo de Dios nos permitirá disfrutar eternamente de los placeres de la vida!

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