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  • ¿Qué puede hacerse?
    ¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
    • ¿Qué puede hacerse?

      Las ideas para combatir el efecto invernadero proliferan con la misma rapidez que la contaminación mundial. Algunas son prometedoras, otras, no.

      1 ENERGÍA SOLAR: En los últimos años se ha dejado de dar un amplio uso a la energía solar, en gran medida debido a la disminución de los precios del petróleo, pero mientras tanto se han logrado adelantos espectaculares en la eficacia de las células solares. Como informó hace poco The New York Times, por primera vez “es posible comparar la eficacia de la conversión de la energía solar en eléctrica a la generación de la energía convencional”. Si la energía solar llega a ser verdaderamente competitiva, cuando las centrales de energía solar reemplacen a las convencionales, esta tecnología podría ayudar a reducir las emisiones que provocan el efecto invernadero.

      2 HIDRÓGENO COMO COMBUSTIBLE: Esta idea al menos es viable tecnológicamente: usar hidrógeno puro como combustible para aviones y quizás hasta para automóviles, en lugar de productos derivados del petróleo. La ventaja para la atmósfera del hidrógeno es que su combustión es limpia, pues no produce nada de anhídrido carbónico, solo vapor. El hidrógeno es una excelente fuente de energía. En realidad, mantendría un avión volando un período de tiempo tres veces mayor que la misma cantidad de combustible normal. Un inconveniente, sin embargo, es que también resulta tres veces más caro. Además, el hidrógeno líquido debe mantenerse a temperaturas muy bajas y bajo presión, un inconveniente aún mayor. Cualquier escape del sistema de combustible podría provocar una desastrosa explosión, como en el caso de la lanzadera espacial estadounidense Challenger.

      3 ESCUDOS ESPACIALES: Se ha propuesto colocar en el espacio exterior enormes “parasoles” de plástico fino que arrojarían gigantescas sombras sobre la Tierra. A fin de compensar la duplicación prevista de la cantidad de anhídrido carbónico, deberían tener una superficie igual al 2% de la de la Tierra. Este plan no gozaría de popularidad entre los astrónomos.

      4 REFORESTACIÓN MUNDIAL: ¿Sabía usted que para eliminar el anhídrido carbónico de la atmósfera ya existen aparatos de gran eficacia, que no contaminan y que no precisan mantenimiento? Se trata de las plantas. Las plantas verdes utilizan el anhídrido carbónico como alimento, guardan el carbono para sí y devuelven el oxígeno al aire como materia de desecho. Si todo siguiera igual, un aumento en la cantidad de anhídrido carbónico fomentaría el crecimiento de las plantas verdes en todo el mundo, lo que permitiría la utilización del anhídrido carbónico adicional y ayudaría a controlar el efecto invernadero. Pero, lamentablemente, no todo lo relacionado con la vegetación sigue igual. Por todo el mundo se están talando árboles, las plantas que eliminan más carbono por hectárea, a un ritmo espantoso.

      Frente a esta tendencia, muchos científicos instan a que se apliquen medidas de reforestación para combatir el efecto invernadero. Dicen, por ejemplo, que cuatro millones de hectáreas de árboles podrían absorber todo el anhídrido carbónico emitido por las centrales energéticas en los próximos diez años. En unas reuniones de una comisión del Senado de Estados Unidos celebradas hace un año, se analizaron algunos programas para alcanzar esta meta que costarían miles de millones de dólares.

      Semejantes programas tal vez tuvieran éxito en Estados Unidos, pero ¿y en los trópicos? Los incentivos para plantar árboles no atraen en exceso a la gente hambrienta y desesperada que vive en lugares donde los árboles se talan a fin de aprovechar el terreno para cultivos. No obstante, las pluviselvas tropicales del mundo son parte de los recursos vitales de todo el planeta para producir oxígeno, y se están talando, quemando y destrozando. ¿Se acabará con este recurso vital?

      5 RAYOS QUE DESTRUYEN LOS CFC: Se podrían disparar a la atmósfera desde la Tierra láseres gigantescos ajustados para emitir frecuencias de energía que absorbieran los clorofluorocarbonos. Según se piensa, esta energía disgregaría las moléculas de CFC antes de que llegaran a la estratosfera y atacaran la capa de ozono. Algunos de los inconvenientes de este sistema son el gasto económico y energético de esos láseres y “el que pueda conseguirse que la energía del láser sea absorbida por las moléculas de CFC y no por otras, como las de vapor de agua y anhídrido carbónico”, dice el físico Thomas Stix, de la universidad de Princeton (Nueva Jersey, E.U.A.).

      6 SATÉLITES PARA RECOGER ENERGÍA SOLAR: Gigantescos conjuntos de células solares en órbita en el espacio recogerían de continuo energía solar sin las interrupciones debidas a las nubes o a la noche, y luego se irradiaría a la Tierra en forma de microondas o de rayos láser. Lo que se persigue es utilizar la energía solar en lugar de quemar más combustibles fósiles, pero los obstáculos técnicos y la magnitud del proyecto son desalentadores.

  • Una solución mundial
    ¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
    • LA CONFERENCIA de Toronto, mencionada anteriormente, terminó con un ferviente llamamiento a la cooperación internacional para solucionar los problemas que plantea el efecto invernadero. La revista Discover informa: “De pie ante una pintura realista de un cielo cubierto de nubes, el primer ministro de Canadá, Brian Mulroney, y la primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland, prometieron que sus países disminuirían el uso de los combustibles fósiles”.

      La señora Brundtland, primera ministra de Noruega y presidenta de la Comisión Mundial de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Medio Ambiente, dijo entre otras cosas: “El impacto del cambio climático mundial puede presentar un desafío mayor que cualquier otro al que se haya enfrentado la humanidad, con la excepción del de impedir una guerra nuclear”. También pidió un tratado internacional para proteger la atmósfera de mayor degradación.

      ¿Qué incluiría semejante tratado? En un documento presentado a la conferencia, el doctor Michael McElroy, de la universidad de Harvard, dijo al respecto: “Finalmente tendríamos que reducir de forma drástica el uso de los combustibles fósiles, una tarea nada fácil. ¿Cómo podemos persuadir a países como China, con abundantes suministros de carbón, para que limiten su desarrollo y el uso del combustible más económico y asequible que tienen? Es necesario un planteamiento internacional. [...] Hacen falta motivos que persuadan al Tercer Mundo de que ha de seguir un proceder más sabio que el nuestro”.

      Ahora bien, ¿cómo reaccionará el Tercer Mundo a esos argumentos? El estilo de vida acaudalado de Occidente, tan deseado por la población de los países pobres, requiere enormes reservas de energía. Los automóviles —deslumbrantes símbolos de prestigio y éxito— necesitan gasolina, a menos que se vayan a usar como meros adornos del jardín; los llamativos productos que son objeto de intensa propaganda necesitan envolturas de plástico, a las que el doctor Lester Lave, de la universidad Carnegie-Mellon llama “energía congelada”; para construir, iluminar y mantener nuevas autopistas, rascacielos, modernos aeropuertos internacionales y centros comerciales, se requieren enormes cantidades de energía. Y ahora las naciones ricas se proponen decir a las pobres: “Nosotros ya tenemos un estilo de vida opulento, pero de pronto nos ha empezado a preocupar el medio ambiente. Lo lamentamos, pero no pueden tener lo que nosotros ya tenemos. Han de ser ‘más sabios’ que nosotros. No pueden utilizar toda esta energía barata como hicimos nosotros, sino que deberán usar energía más cara y progresar más despacio, tendrán que hacer que sus habitantes esperen más tiempo para disfrutar del estilo de vida que les decimos que deben emular”. ¿Cómo se acogerá esa proposición en el Tercer Mundo?

      El doctor McElroy reconoce este escollo y dice a continuación: “Esto requerirá inevitablemente que [los países desarrollados] transfiramos algunos de nuestros recursos [al Tercer Mundo]. [...] Parece apropiado que estos recursos se consigan mediante un impuesto sobre los combustibles fósiles, la fuente de tantas de nuestras dificultades. Todavía no está claro cómo debería administrarse dicho impuesto. Parece que haría falta un organismo internacional con autoridad y autonomía sin precedentes, lo que haría inevitable que las naciones delegaran al menos parte de lo que habían considerado derechos inalienables a deliberar y actuar de modo independiente”.

      Pero, ¿es esta una esperanza realista? ¿Hay alguna probabilidad de que las naciones ricas hagan una cesión voluntaria de su soberanía y poder tributario a algún organismo internacional para transferir dinero a las pobres y combatir el efecto invernadero? Las naciones ricas y poderosas de nuestro planeta no llegaron a esa situación mediante esta clase de altruismo previsor. Defienden a capa y espada su soberanía nacional. ¿Van a cambiar ahora porque a algunos científicos les preocupe el efecto invernadero?

      Una verdadera soberanía mundial

      Para enfrentarse a una amenaza mundial como la de un efecto invernadero incontrolado, no se necesitan resoluciones, esperanzas y tópicos, sino un verdadero gobierno mundial capaz de imponer normas ambientales apropiadas desde el Ártico hasta el Antártico. La historia de la humanidad no da ningún motivo para esperar que el hombre pronto consiga semejante gobierno. “Durante nuestra historia hemos cometido todos los errores imaginables, y cada uno de ellos lo hemos repetido una y otra vez, produciendo una serie infinita de diferentes variaciones y modificaciones de cada error importante sin aprender nada de todo ello”, se lamenta el escritor científico Allan Wirtanen en la revista New Scientist.

      Los estudiantes sinceros de la historia de la humanidad aprenden una gran lección de todo esto: separado de su Creador, el hombre es incapaz de cuidar del planeta. ¿Le suena eso demasiado “religioso”? ¿No es suficientemente “científico”? ¿Le parece un poco “ingenuo” quizás?

      Pues bien, ¿qué es más ingenuo?, ¿esperar que la humanidad invierta el proceder que siempre ha seguido, venza las barreras nacionales, políticas, religiosas y culturales, y tome acción previsora para que no sobrevenga el desastre en el próximo siglo, o creer que Dios intervendrá antes de que sea demasiado tarde? El Creador ha prometido en su Palabra “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Hay amplia evidencia histórica y científica de que eso es lo que se propone hacer. ¿Por qué no dedica unos minutos a buscar las promesas bíblicas respecto a nuestra Tierra en el Salmo 37 y en los capítulos 11 y 65 de Isaías? Compare lo que allí dice con las actuales desalentadoras predicciones relacionadas con el efecto invernadero. ¿Cuáles son las que describen de verdad el futuro de la Tierra? ¿No cree que para su bien y el de sus hijos debe descubrirlo?

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