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Dioses y diosasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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DIOSES Y DIOSAS
Las deidades que las naciones han adorado y siguen adorando son creaciones humanas, producto de hombres “casquivanos”, imperfectos, que “tornaron la gloria del Dios incorruptible en algo semejante a la imagen del hombre corruptible, y de aves y cuadrúpedos y cosas que se arrastran”. (Ro 1:21-23.) Por lo tanto, no debería sorprendernos que esas deidades reflejasen las mismas características y debilidades que sus adoradores imperfectos. Una expresión hebrea con la que se alude a los ídolos o dioses falsos es “dioses que nada valen”. (Le 19:4; Isa 2:20.)
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Los relatos mitológicos atribuyen a las deidades egipcias debilidades e imperfecciones humanas, como angustia o miedo, y con cierta frecuencia se las representa en situaciones de peligro. Por ejemplo, el dios Osiris fue asesinado, y de Horus se dijo que en su infancia sufrió de dolores internos, cefaleas y disentería, que murió de la picadura de un escorpión y que luego se le devolvió a la vida. Se creía que Isis tenía un absceso mamario. Respecto a Ra, el dios-sol, se explicaba que con el transcurso de los años su fuerza se había ido desvaneciendo y babeaba. Estuvo en peligro de perder la vida a causa de la mordedura de una serpiente sobrenatural que Isis había formado, aunque se recuperó gracias al conjuro pronunciado por Isis. A la diosa Sekhmet, que representaba el poder destructor del Sol, se le atribuía una sed insaciable de sangre. Tanto se deleitaba en dar muerte a los hombres, que Ra temió por el futuro de la raza humana. Para salvar a la humanidad del exterminio, Ra hizo derramar sobre el campo de batalla siete mil jarras de una mezcla de cerveza y zumo de granadas. Sekhmet, creyendo que se trataba de sangre humana, la bebió con ansiedad hasta quedar tan ebria que no pudo proseguir la matanza. De Neftis se contaba que emborrachó a su hermano Osiris, el marido de su hermana Isis, y tuvo relaciones sexuales con él. Y, por último, se decía que los dioses solares Tem y Horus acostumbraban a masturbarse.
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La mitología presenta a las deidades griegas casi como si fuesen hombres y mujeres comunes. Su figura corresponde a la humana, aunque se les concebía con un tamaño, una belleza y una fortaleza mucho mayores que las del hombre. Como por sus venas fluía “icor” y no sangre, se afirmaba que sus cuerpos eran incorruptibles. No obstante, se creía que los hombres podían infligirles heridas dolorosas con sus armas, aunque siempre se sanaban. También se decía que los dioses permanecían jóvenes.
La mayoría de las deidades griegas eran sumamente inmorales y manifestaban debilidades humanas. Luchaban entre sí y conspiraban unos contra otros: Zeus, el dios supremo del panteón griego, destronó a Crono, su propio padre, quien con anterioridad había depuesto y castrado a su padre Urano. Ambos, Urano y Crono, fueron padres muy crueles. Urano había restringido a la Tierra a los hijos que su esposa Gea le había dado y no les permitía siquiera ver la luz. Crono, por su parte, devoró a los hijos que Rea le dio. Algunas de las prácticas que se les atribuyen a ciertas deidades son el adulterio, la fornicación, el incesto, la violación, la mentira, el robo, la borrachera y el asesinato. A los que incurrían en la desaprobación de los dioses se les imponía castigos crueles. Por ejemplo, cuando el sátiro Marsias desafió a Apolos a un concurso musical, este lo ató a un árbol y lo desolló vivo. Y se dice que la diosa Ártemis transformó a Acteón en un ciervo e hizo que los propios perros de la víctima se lo comieran, solo porque la había visto desnuda.
Claro que hay quienes afirman que estos relatos mitológicos solo eran fruto de la imaginación de los poetas. Pero ya en el siglo V E.C. Agustín escribió: “Por lo que aducen en su defensa, que no es verdad aquello que dicen contra sus dioses, sino falso y fingido, por esto mismo es mayor mal si se pone la mira en la piedad religiosa. Y si consideras la malicia de los demonios, ¿qué cosa hay más astuta y habilidosa para engañar? Cuando un ultraje se echa en cara a un príncipe bueno y útil para la patria, ¿acaso no es tanto más indigno, cuanto más remoto está de la verdad y más ajeno a su vida?”. (La Ciudad de Dios, II, 10[9].) Sin embargo, la popularidad de que gozaron las representaciones escénicas griegas de esas narraciones poéticas demuestra que para una mayoría su contenido no era vejatorio y hasta estaban de acuerdo con él. La inmoralidad de las deidades justificaba la de los propios humanos, y esto tenía el parabién de la gente. (Véase GRECIA, GRIEGOS [La religión griega].)
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Si bien los dioses falsos tienen las características de sus hacedores, las personas que los adoran también llegan a asemejárseles mucho. Para ilustrarlo: el rey Manasés de Judá adoraba a dioses falsos, incluso hasta el punto de hacer pasar a su hijo por el fuego, pero su entrega a la adoración falsa no le convirtió en un rey mejor. Por el contrario, demostró ser como las deidades sedientas de sangre que adoraba, y derramó mucha sangre inocente. (2Re 21:1-6, 16.) En marcado contraste, los adoradores del Dios verdadero se esfuerzan por imitar a su perfecto Hacedor, desplegando el fruto de su espíritu: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autodominio. (Ef 5:1; Gál 5:22, 23.)
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La imagen que los antiguos textos babilonios ofrecen de sus deidades no es más que un reflejo del comportamiento pecaminoso de los mortales. Estas fuentes hablan del nacimiento de las deidades —como Tamuz—, sus amores, sus familias, sus luchas y hasta de su muerte. Dicen además que, aterrorizados por el Diluvio, se ‘acurrucaron como perros’. Se les presenta como avariciosos, dados a la glotonería y a la borrachera, irascibles, vengativos y recelosos, dioses que se tenían un odio implacable. Por ejemplo, Tiamat, resuelta a destruir a los demás dioses, fue vencida por Marduk, quien la cortó en dos mitades; con una formó el firmamento y la otra la usó para fundar la Tierra. Ereshkigal, la soberana de los infiernos, ordenó a su mensajero, Namtaru, que encarcelara a su hermana Istar y la afligiese con sesenta enfermedades. (Véase NERGAL.)
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Se le describe como un hijo rebelde que destronó y castró a su propio padre, y como un sangriento tirano, asesino y adúltero. En los textos de Ras Shamra se le llama el “padre Toro El” y se le representa con barba y pelo cano. De Aserá, su consorte, se dice que es la progenitora de los dioses, y de El, su progenitor.
El dios cananeo más importante era el dios de la fertilidad: Baal, deidad del cielo, la lluvia y la tormenta. (Jue 2:12, 13.) En los textos de Ras Shamra a menudo se llama a Baal hijo de Dagón, aunque también se le llama hijo del dios El. A la hermana de Baal, Anat, se la muestra refiriéndose al dios El como su padre, y dicho dios, a su vez, la llama su hija. De ahí que a Baal probablemente se le considerase hijo del dios El, aunque puede que también se le haya tenido por su nieto. En los relatos mitológicos Baal aparece atacando y venciendo a Yam, el dios de las aguas y que al parecer era el hijo favorito o amado de El. Sin embargo, en su conflicto con otro hijo de El, Mot, el dios de la muerte y de la aridez, Baal es asesinado. Así, Canaán, al igual que Babilonia, tenía su dios que sufrió una muerte violenta y después fue restaurado a la vida. (Véase BAAL núm. 4.)
Anat, Aserá y Astoret son las diosas principales que se mencionan en los textos de Ras Shamra. Sin embargo, parece que sus papeles se traslapaban bastante. En Siria, donde se hallaron los textos de Ras Shamra, quizás se haya tenido a Anat por la esposa de Baal, pues, aunque repetidas veces se la llama “doncella”, se dice que tiene coito con Baal. Pero el registro de las Escrituras solo menciona en relación con Baal a Astoret y al poste sagrado o aserá. De ahí que tanto a Aserá como a Astoret también se las haya considerado a veces esposas de Baal. (Jue 2:13; 3:7; 10:6; 1Sa 7:4; 12:10; 1Re 18:19; véanse ASTORET; COLUMNA SAGRADA; POSTE SAGRADO.)
Las referencias a Anat que figuran en los textos de Ras Shamra dan algún indicio del concepto degradado que tanto los cananeos como los sirios tenían de sus deidades. Se describe a esta diosa como la más hermosa de las hermanas de Baal, pero con un genio muy violento. Se dice que amenazó a su padre, El, con aplastarle la cabeza y hacer que su pelo y barba canosos quedasen empapados en sangre si no accedía a sus deseos. En otra ocasión se la muestra participando en un festín de asesinatos; se ataba las cabezas de sus víctimas a la espalda y las manos a la cintura, y se metía en sangre hasta las rodillas, y hasta las caderas en el crúor de hombres valientes. El placer que sentía por esos asesinatos orgiásticos queda reflejado en las siguientes palabras: “Su hígado se hincha de risa, su corazón se llena de alegría”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, págs. 136, 137, 142, 152.)
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