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  • El poder de las palabras
    ¡Despertad! 1991 | 8 de junio
    • El poder de las palabras

      EL SUICIDIO de aquella joven conmovió a los habitantes de un tranquilo pueblo de Inglaterra. Pero lo más alarmante fue la conclusión del jurado: ‘La mató un rumor infundado’. Las habladurías maliciosas que corrían por el pueblo habían arruinado el nombre, la reputación y finalmente la vida de aquella joven. (Rumor and Gossip—The Social Psychology of Hearsay, de Ralph L. Rosnow y Gary Alan Fine.)

      Aunque las consecuencias raras veces son tan trágicas, es innegable que lo que se dice sobre alguien tiene un gran poder. Hablar de otros pudiera ser una manera común de intercambiar información útil. Pero, también puede considerarse una acción que resulta en disturbios gubernamentales, rupturas familiares y carreras arruinadas.

      Las habladurías han provocado muchas noches sin dormir, congojas e indigestiones. Seguro que en algún momento de su vida usted también ha pasado por esa experiencia. De hecho, el escritor William M. Jones advierte que en el mundo de los negocios “hay que aceptar la posibilidad de que en el transcurso de su carrera alguien trate de apuñalarle [figurativamente] por la espalda”.

      Casi todo el mundo desaprueba los comentarios negativos sobre otros. Para los indios semínolas de Estados Unidos, “hablar mal de alguien” está al mismo nivel que mentir y robar. En una comunidad de África occidental, los chismosos corrían el peligro de que les cortasen los labios, o peor aún, ¡de ser ejecutados! En efecto, por toda la historia se han adoptado medidas para frenar el chisme.

      Del siglo XV al XVIII, en Inglaterra, Alemania y después Estados Unidos solía utilizarse un método denominado ducking stool, que consistía en atar al chismoso a una silla y zambullirlo repetidas veces en agua para avergonzarlo y hacer que dejase de esparcir comentarios dañinos.

      Aunque ya hace mucho tiempo que este método de castigo tuvo el mismo destino que la picota y el cepo, la batalla contra el chisme se sigue librando hasta nuestros días. Por ejemplo, en la década de los sesenta se establecieron en Estados Unidos unos centros que tenían el objetivo de atajar los rumores que pudiesen perjudicar las actividades del gobierno. En Irlanda del Norte e Inglaterra ha habido servicios similares. Hasta se han promulgado leyes para refrenar los chismes destinados a perjudicar económicamente a ciertas instituciones financieras.

      Pero a pesar de todos esos esfuerzos, el chisme continúa. Es una práctica que perdura y prospera. Hasta ahora no ha habido ley ni método humano que haya logrado extinguir su dañino poder. Se encuentra en todas partes: están los chismes de vecindad, los que se cuentan en la oficina, en la tienda, en las fiestas y en el seno de la familia. Es una práctica que trasciende a todas las culturas, razas y civilizaciones, y ha florecido en todo nivel de la sociedad. Un entendido en el tema dijo: “El chisme es tan común que es casi como respirar”. Y añadió: ‘Forma parte de la naturaleza humana’.

      Cierto, hablar de otros muchas veces revela un lado muy negativo de la naturaleza humana, un lado que se deleita en manchar la reputación de otros, en torcer la verdad y en destruir vidas. No obstante, hablar de otros no es malo en sí, y la charla informal tiene su lado positivo. Pero la clave para no perjudicar a otros y a uno mismo radica en saber dónde trazar la línea divisoria entre el habla dañina y el habla inofensiva.

      [Ilustración en la página 4]

      Algunos gobiernos castigaban a los chismosos atándolos a una silla y zambulléndolos repetidas veces en agua

      [Reconocimiento]

      Historical Pictures Service

  • Hablar de otros. ¿Por qué gusta?
    ¡Despertad! 1991 | 8 de junio
    • Hablar de otros. ¿Por qué gusta?

      EN chino es shén-tán; en finlandés, juoru; en inglés, gossip; en italiano pettegolézzo. Sí, chisme es la palabra, una costumbre que se da en todas partes. En algunos idiomas, como en el nuestro, el término chisme tiene una connotación totalmente negativa.

      No obstante, hablar de otros no puede calificarse siempre de chisme, aunque lo que se dice suele ser perjudicial o indiscreto. Hasta podría llegarse a la calumnia, una “acusación o imputación grave y falsa destinada a dañar la reputación de una persona”. No es extraño que un antiguo proverbio diga: “Por el viento del norte viene la lluvia, y por las malas lenguas las malas caras”. (Proverbios 25:23, Versión Popular.)

      En vista del daño que pueden causar las palabras, ¿a qué se debe que el hablar de otros nos resulte muchas veces tan irresistible y atrayente? ¿Dónde trazamos la línea divisoria entre el habla inofensiva y el habla dañina?

      Intercambio de información

      Existe una razón bastante elemental para hablar de otros: la gente se interesa en la gente. De modo que es natural que nos sintamos inclinados a hablar de otros. El antropólogo Max Gluckman dijo en cierta ocasión: “Todos los días sin excepción, y durante gran parte del tiempo, la mayoría de las personas hablamos de otros. Pienso que si tuviésemos que guardar un registro de cómo utilizamos las horas que estamos despiertos —en el caso de algunos—, el ‘trabajo’ ocuparía el primer lugar en la lista, y hablar de otros el segundo”.

      Cuando la charla informal es moderada y amistosa, puede servir para intercambiar información útil, como un medio de ponerse al corriente sobre los últimos sucesos. Puede girar en torno a cosas tan inocentes como quién se ha casado, quién está esperando un bebé o quién ha fallecido, o puede ser simplemente un comentario humorístico sin ninguna intención maliciosa.

      Pero con demasiada frecuencia el habla trivial rebasa los límites de lo que es propio y de buen gusto y se convierte en chisme. Los hechos se adornan, exageran o distorsionan. La humillación de alguien es motivo de risa. Se habla indiscretamente de asuntos privados de otros; se revelan confidencias; se daña o arruina la reputación de otros; cosas dignas de alabanza quedan eclipsadas por quejas, murmuraciones y críticas. El que no se tuviese la intención de causar daño sirve de poco consuelo a la víctima del chisme. Por eso, el chisme dañino ha sido comparado a una pella de barro que se arroja contra una pared limpia. Puede que no se quede pegada, pero siempre deja una marca de suciedad.

      El deseo de ser aceptados

      Otra razón por la que fácilmente podemos caer en el chisme es nuestro deseo natural de que otros nos aprecien y acepten. “Por una razón u otra —escribieron los psicólogos John Sabini y Maury Silver—, uno tiene la obligación de hablar; y hablar de otros es una manera agradable, fácil y universalmente aceptada de cumplir con la obligación.” (Moralities of Everyday Life.) De modo que, hasta cierto grado, hablar de otros facilita la conversación, es una manera de ser aceptado.

      El problema es que a la gente le suele entusiasmar más la información negativa que la positiva. Hay quienes parece que les gusta horrorizarse con noticias sensacionalistas y escandalosas. Hablar de otros realmente capta la atención, y cuanto más chocante o escandaloso sea el suculento detallito aludido, mejor. Raras veces se preocupan por verificar las noticias escandalosas que se comentan.

      La prensa del corazón

      Este tipo de noticias alimenta otra debilidad humana: la curiosidad desmesurada. Nos encantan los secretos. Nos gusta estar enterados de asuntos confidenciales. En fechas tan tempranas como 1730, cuando Benjamín Franklin empezó a escribir una columna de ecos de sociedad para el periódico Pennsylvania Gazette, se percibió que la gente pagaría por enterarse de las comidillas.

      La prensa sensacionalista y del corazón no solo perdura, sino que prospera. En Europa, los puestos de periódicos están repletos de tabloides en los que se cuentan historias sobre familias reales, pilotos de coches de carreras y otras celebridades internacionales. No es de extrañar que en un periódico se dijera que la prensa del corazón constituye un gran negocio.

      Pero, ¿es beneficioso sentir una curiosidad tan obsesiva por lo que pasa en la intimidad del hogar, en el dormitorio y en la mente de la gente? ¿Es saludable leer y ver información que tiende a despertar deseos sensuales? Obviamente, la prensa sensacionalista y del corazón lleva la curiosidad más allá de los límites razonables.

      “Radio macuto”

      Los rumores infundados y la información errónea también pueden terminar en chisme. Con decir “Me he enterado por ‘radio macuto’...”, muchos creen que ya tienen excusa para transmitir un rumor infundado. La expresión “radio macuto” se refiere a una emisora imaginaria de donde parten noticias oficiosas, rumores y bulos.

      Los rumores han causado pánico, estragos y muerte. Tan solo al mundo de los negocios, han provocado pérdidas incalculables. Una cadena de restaurantes de comida rápida dedicó más de un año a combatir un rumor falso que decía que sus hamburguesas tenían gusanos. Una empresa dedicada a la fabricación de jabón y otros productos tardó años y gastó millones de dólares para acabar con el rumor de que el logotipo de la compañía era un símbolo satánico y que dicha compañía estaba involucrada en cultos demoniacos.

      Pero quienes más angustia y daño sufren como consecuencia de los rumores son las personas individualmente. Y como, por lo general, a la gente le encantan las historias fantásticas, existe la tendencia de promoverlas sin tener en cuenta ni las consecuencias ni su veracidad.

      Chisme malicioso: calumnia

      La envidia y el odio muchas veces son la raíz de la calumnia, el chisme malicioso que se esparce para causar daño, la forma más destructiva de hablar de otros. La palabra griega para “calumniador” es di·á·bo·los, término que en la Biblia se atribuye a Satanás en la expresión “Satanás el Diablo”. (Revelación 12:9.) Es un título que le encaja bien, pues Satanás es el mayor calumniador de Dios. Pero al igual que Satanás, también hay quienes hablan de otros con fines maliciosos. A veces lo hacen por venganza, porque alguien ha herido su susceptibilidad o porque sienten celos de esa persona. En cualquier caso, buscan fomentar sus propios intereses al destrozar el buen nombre de otros.

      Aunque la calumnia es sin duda la forma más censurable de hablar de otros, el que participa en cualquier tipo de habla perjudicial e indiscreta denota una actitud deshonesta e irresponsable. En vista de todo esto, ¿cómo puede evitarse que el habla inofensiva degenere hasta convertirse en habla dañina, en calumnia?

      [Fotografía en la página 5]

      Hablar amistosamente de otros suele servir para intercambiar información útil y promover conversaciones

      [Fotografía en la página 6]

      El chisme dañino es como una pella de barro que se arroja contra una pared limpia. Puede que no se quede pegada, pero siempre deja una marca de suciedad

      [Fotografía en la página 7]

      Algunas personas hablan de otros para ser el centro de atención

  • Hablar de otros. Evite su lado perjudicial
    ¡Despertad! 1991 | 8 de junio
    • Hablar de otros. Evite su lado perjudicial

      MIENTRAS haya gente, se hablará de otros. Incluso en el nuevo mundo perfecto profetizado en la Biblia probablemente se hablará de otros.a (2 Pedro 3:13.) La charla informal acerca de amigos y conocidos es parte integrante de nuestra manera de comunicarnos con otros y mantener buenas relaciones.

      Pero nunca hay excusa para el habla perjudicial y maliciosa, es decir, para la calumnia. Este tipo de habla es dañina y hasta puede arruinar vidas, relaciones y reputaciones. De modo que, ¿cómo puede usted evitar extralimitarse y ceder al chisme? ¿Cómo puede protegerse de él? Algunos de los mejores consejos que jamás se han ofrecido sobre este tema se encuentran en la Biblia. Veamos tan solo algunos.

      Muérdase la lengua: Se ha dicho que “la conversación es un ejercicio para la mente, pero hablar de otros no es más que un ejercicio para la lengua”. Y es cierto, la mayoría de las injurias no reflejan malicia, sino que denotan que no se ha pensado antes de hablar. Hay quienes comentan sobre asuntos personales de otros; sazonan, exageran y distorsionan la verdad sin pensar en las consecuencias. Ponen al descubierto ante los demás las faltas de sus amigos, de su cónyuge o de sus hijos sin siquiera darse cuenta del daño que hacen.

      Por eso la Biblia aconseja: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”. (Proverbios 10:19.) En otras palabras: piense antes de hablar. Piense antes de decir algo sobre otra persona. Pregúntese: “¿Lo repetiría en su presencia? ¿Cómo me sentiría si se dijese esto de mí?”. (Mateo 7:12.) El Salmo 39:1 señala: “Guardaré mis caminos para no pecar con la lengua. Pondré un bozal, sí, como guardia para mi propia boca”.

      Hay que admitir que en algunas circunstancias morderse la lengua resulta casi imposible. Por ejemplo, puede que tenga firmes sospechas de que alguien ha cometido un mal grave contra usted o su familia. Quizás no disponga de pruebas, pero siente la necesidad de hacer algo al respecto. ¿Sería una calumnia hablar del asunto con un amigo de confianza o con alguien que ocupe un puesto de autoridad? ¿Podría calificarse de chisme malicioso el que usted abordase a alguien para pedir consejo? Obviamente no. La Biblia reconoce la sabiduría de tener habla confidencial. Por supuesto, cuando se manejan situaciones tan delicadas es vital mostrar buen juicio y equilibrio. (Proverbios 15:22.)

      No preste oídos a los chismes: ¿Qué pasaría con los “bocazas” si nadie les prestase oído? El problema no lo crean solo los que siempre dicen cosas imprudentes; los que se deleitan en escucharlas también son responsables. Como dicen que quien calla otorga, el que usted preste oídos a ese tipo de comentarios podría interpretarse como que aprueba lo que se dice y contribuiría a diseminar el chisme. Proverbios 17:4 dice: “El malhechor presta atención al labio de la nocividad. Un falsificador presta oído a la lengua que causa adversidades”.

      Por lo tanto, cuando la conversación sobre alguien se descontrola, debería tener el valor de decir: “Cambiemos de tema”. Y si su actual círculo de amistades demuestra una tendencia irremediable hacia el chisme, incluso tendría que pensar en buscarse nuevas compañías. La Biblia dice: “El chismoso no sabe guardar un secreto, así que no te juntes con gente chismosa”. (Proverbios 20:19, Versión Popular.) Quizás solo sea cuestión de tiempo el que usted se convierta en el tema de conversación.

      No se tome demasiado en serio lo que otros digan de usted: A la mayoría de las personas les gusta que se hable de alguien, siempre que ese alguien no sean ellas. Pero supóngase que usted es víctima de un rumor de mal gusto o falso. A veces es posible averiguar quién ha originado el rumor y se puede resolver la cuestión calmadamente. Pero, ¿y si eso no es posible?

      Enfadándose no se consigue nada. De hecho, “el que es presto para la cólera comete tontedad”, dice la Biblia. (Proverbios 14:17.) Por eso Salomón aconsejó: “No des tu corazón a todas las palabras que hable la gente [...]. Porque tu propio corazón sabe bien, aun muchas veces, que tú, hasta tú, has invocado el mal contra otros”. (Eclesiastés 7:21, 22.) Hablar de otros es una realidad de la vida, y en un momento u otro es probable que usted haya participado activamente en ello. ¿Es un asunto de tanta importancia que merezca la pena disgustarse? ¿Acabará ese rumor por desvanecerse con el tiempo? Hay un “tiempo de reír”, y quizás la mejor manera de acallar un rumor es tomárselo a risa y así demostrar que tiene sentido del humor. (Eclesiastés 3:4.)

      No eche leña al fuego: Si el rumor no desaparece, pregúntese: “¿Estoy dando motivos para que otros hablen de mí? ¿Me estaré comportando de manera cuestionable, dando la apariencia de obrar mal?”. Considere las siguientes situaciones:

      ◻ Los compañeros de trabajo de cierta mujer dicen a sus espaldas que es perezosa y que no es de fiar, a pesar de que cumple bien con sus responsabilidades. ¿Por qué tiene esa mala reputación? Por un lado, manifiesta una actitud despreocupada y pausada que fácilmente puede malinterpretarse como pereza. Además, su estilo de arreglarse es muy informal para el puesto de trabajo que ocupa. Y es indiscreta cuando atiende sus llamadas telefónicas personales; habla tan fuerte que atrae la atención de todo el personal de la oficina. Por eso la critican.

      ◻ Un tendero es la comidilla de su pequeña comunidad. Corre el rumor de que le ha sido infiel a su mujer. El hombre niega con todas sus fuerzas esa falsedad. ¿De dónde ha surgido el rumor? De su reputación de tratar con demasiada familiaridad a las clientas.

      ◻ Se comenta que cierta adolescente es de costumbres relajadas. Hay quienes dicen que tiene varios amantes y que es cocainómana. Todo eso es falso. No obstante, se relaciona con personas que están metidas en la droga. Es extremada en el vestir, en su forma de peinarse y maquillarse.

      Si usted es víctima de alguna calumnia, quizás sería útil determinar si su comportamiento, su manera de tratar a otros y hasta su forma de vestir y arreglarse contribuyen de alguna manera a lo que se dice de usted. Si hace algunos ajustes en su estilo de vida pudiera acabar con los rumores. “Donde no hay leña, se apaga el fuego”, dice la Biblia. (Proverbios 26:20.) Además, si sus acciones rozan el límite de lo impropio, siempre existe el peligro de deslizarse hacia el mal, de tal modo que lo que antes no era más que un rumor, ahora sea una realidad. (Compárese con Gálatas 6:7, 8; 1 Corintios 10:12.)

      ‘Ocúpese de sus propios asuntos’

      Hablar de otros es una costumbre muy arraigada. Sin embargo, debemos darnos cuenta del poder destructivo que puede tener. Por eso, podemos evitar mucha angustia y pesar tanto para nosotros mismos como para los demás si acatamos el siguiente consejo bíblico: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas [...]; y el Dios de la paz estará con ustedes”. (Filipenses 4:8, 9.)

      En efecto, Dios mismo se interesa en cómo hablamos de otros. Jesucristo advirtió: “De todo dicho ocioso que hablen los hombres rendirán cuenta en el Día del Juicio; porque por tus palabras serás declarado justo, y por tus palabras serás condenado”. (Mateo 12:36, 37; compárese con Salmo 52:2-5.)

      ¿Desea tener buenas relaciones con otros, paz mental y, lo más importante de todo, una buena reputación ante Dios? Entonces siga el consejo inspirado de la Palabra de Dios: ‘Tengan como mira suya el vivir en quietud y ocuparse en sus propios negocios’. (1 Tesalonicenses 4:11.) Manifieste interés en los demás, pero hágalo con bondad y decoro. De esa forma conseguirá evitar el habla maliciosa y dañina.

      [Nota a pie de página]

      a Si desea más información, véase el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc., capítulo 19.

      [Fotografía en la página 9]

      Aléjese del habla perjudicial

      [Fotografía en la página 10]

      ¿Da pie con su conducta indiscreta a que otros hablen de usted?

  • Hablar de otros. Evite su lado perjudicial
    ¡Despertad! 1991 | 8 de junio
    • Pero nunca hay excusa para el habla perjudicial y maliciosa, es decir, para la calumnia. Este tipo de habla es dañina y hasta puede arruinar vidas, relaciones y reputaciones. De modo que, ¿cómo puede usted evitar extralimitarse y ceder al chisme? ¿Cómo puede protegerse de él? Algunos de los mejores consejos que jamás se han ofrecido sobre este tema se encuentran en la Biblia. Veamos tan solo algunos.

      Muérdase la lengua: Se ha dicho que “la conversación es un ejercicio para la mente, pero hablar de otros no es más que un ejercicio para la lengua”. Y es cierto, la mayoría de las injurias no reflejan malicia, sino que denotan que no se ha pensado antes de hablar. Hay quienes comentan sobre asuntos personales de otros; sazonan, exageran y distorsionan la verdad sin pensar en las consecuencias. Ponen al descubierto ante los demás las faltas de sus amigos, de su cónyuge o de sus hijos sin siquiera darse cuenta del daño que hacen.

      Por eso la Biblia aconseja: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”. (Proverbios 10:19.) En otras palabras: piense antes de hablar. Piense antes de decir algo sobre otra persona. Pregúntese: “¿Lo repetiría en su presencia? ¿Cómo me sentiría si se dijese esto de mí?”. (Mateo 7:12.) El Salmo 39:1 señala: “Guardaré mis caminos para no pecar con la lengua. Pondré un bozal, sí, como guardia para mi propia boca”.

      Hay que admitir que en algunas circunstancias morderse la lengua resulta casi imposible. Por ejemplo, puede que tenga firmes sospechas de que alguien ha cometido un mal grave contra usted o su familia. Quizás no disponga de pruebas, pero siente la necesidad de hacer algo al respecto. ¿Sería una calumnia hablar del asunto con un amigo de confianza o con alguien que ocupe un puesto de autoridad? ¿Podría calificarse de chisme malicioso el que usted abordase a alguien para pedir consejo? Obviamente no. La Biblia reconoce la sabiduría de tener habla confidencial. Por supuesto, cuando se manejan situaciones tan delicadas es vital mostrar buen juicio y equilibrio. (Proverbios 15:22.)

      No preste oídos a los chismes: ¿Qué pasaría con los “bocazas” si nadie les prestase oído? El problema no lo crean solo los que siempre dicen cosas imprudentes; los que se deleitan en escucharlas también son responsables. Como dicen que quien calla otorga, el que usted preste oídos a ese tipo de comentarios podría interpretarse como que aprueba lo que se dice y contribuiría a diseminar el chisme. Proverbios 17:4 dice: “El malhechor presta atención al labio de la nocividad. Un falsificador presta oído a la lengua que causa adversidades”.

      Por lo tanto, cuando la conversación sobre alguien se descontrola, debería tener el valor de decir: “Cambiemos de tema”. Y si su actual círculo de amistades demuestra una tendencia irremediable hacia el chisme, incluso tendría que pensar en buscarse nuevas compañías. La Biblia dice: “El chismoso no sabe guardar un secreto, así que no te juntes con gente chismosa”. (Proverbios 20:19, Versión Popular.) Quizás solo sea cuestión de tiempo el que usted se convierta en el tema de conversación.

      No se tome demasiado en serio lo que otros digan de usted: A la mayoría de las personas les gusta que se hable de alguien, siempre que ese alguien no sean ellas. Pero supóngase que usted es víctima de un rumor de mal gusto o falso. A veces es posible averiguar quién ha originado el rumor y se puede resolver la cuestión calmadamente. Pero, ¿y si eso no es posible?

      Enfadándose no se consigue nada. De hecho, “el que es presto para la cólera comete tontedad”, dice la Biblia. (Proverbios 14:17.) Por eso Salomón aconsejó: “No des tu corazón a todas las palabras que hable la gente [...]. Porque tu propio corazón sabe bien, aun muchas veces, que tú, hasta tú, has invocado el mal contra otros”. (Eclesiastés 7:21, 22.) Hablar de otros es una realidad de la vida, y en un momento u otro es probable que usted haya participado activamente en ello. ¿Es un asunto de tanta importancia que merezca la pena disgustarse? ¿Acabará ese rumor por desvanecerse con el tiempo? Hay un “tiempo de reír”, y quizás la mejor manera de acallar un rumor es tomárselo a risa y así demostrar que tiene sentido del humor. (Eclesiastés 3:4.)

      No eche leña al fuego: Si el rumor no desaparece, pregúntese: “¿Estoy dando motivos para que otros hablen de mí? ¿Me estaré comportando de manera cuestionable, dando la apariencia de obrar mal?”. Considere las siguientes situaciones:

      ◻ Los compañeros de trabajo de cierta mujer dicen a sus espaldas que es perezosa y que no es de fiar, a pesar de que cumple bien con sus responsabilidades. ¿Por qué tiene esa mala reputación? Por un lado, manifiesta una actitud despreocupada y pausada que fácilmente puede malinterpretarse como pereza. Además, su estilo de arreglarse es muy informal para el puesto de trabajo que ocupa. Y es indiscreta cuando atiende sus llamadas telefónicas personales; habla tan fuerte que atrae la atención de todo el personal de la oficina. Por eso la critican.

      ◻ Un tendero es la comidilla de su pequeña comunidad. Corre el rumor de que le ha sido infiel a su mujer. El hombre niega con todas sus fuerzas esa falsedad. ¿De dónde ha surgido el rumor? De su reputación de tratar con demasiada familiaridad a las clientas.

      ◻ Se comenta que cierta adolescente es de costumbres relajadas. Hay quienes dicen que tiene varios amantes y que es cocainómana. Todo eso es falso. No obstante, se relaciona con personas que están metidas en la droga. Es extremada en el vestir, en su forma de peinarse y maquillarse.

      Si usted es víctima de alguna calumnia, quizás sería útil determinar si su comportamiento, su manera de tratar a otros y hasta su forma de vestir y arreglarse contribuyen de alguna manera a lo que se dice de usted. Si hace algunos ajustes en su estilo de vida pudiera acabar con los rumores. “Donde no hay leña, se apaga el fuego”, dice la Biblia. (Proverbios 26:20.) Además, si sus acciones rozan el límite de lo impropio, siempre existe el peligro de deslizarse hacia el mal, de tal modo que lo que antes no era más que un rumor, ahora sea una realidad. (Compárese con Gálatas 6:7, 8; 1 Corintios 10:12.)

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