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  • Parte 1: Enfoquemos la atención en las diversas formas de gobierno
    ¡Despertad! 1990 | 8 de agosto
    • Gobernación humana en la balanza

      Parte 1: Enfoquemos la atención en las diversas formas de gobierno

      LOS trascendentales cambios políticos que ocurrieron en Europa durante 1989 enfocaron la atención del mundo de manera singular en el tema de la gobernación. Una revista de noticias comentó que “1989 no será recordado como el año en que la Europa oriental cambió, sino como el año en que la Europa oriental, tal y como la hemos conocido durante cuatro décadas, llegó a su fin”.

      Francis Fukuyama, miembro del equipo organizador de medidas políticas del Departamento de Estado de Estados Unidos, fue aún más allá al escribir recientemente que “lo que presenciamos posiblemente no sea tan solo el fin de la guerra fría o la desaparición de un período concreto de historia posbélica, sino el fin de la historia como tal, es decir, el punto final de la evolución ideológica del hombre”.

      Este punto de vista, a pesar de ser muy controvertido, enfoca nuestra atención en algunas cuestiones muy importantes. Por ejemplo, ¿qué puede decirse de los siglos de gobernación humana que hemos dejado atrás? ¿Ha alcanzado la humanidad ese punto en la corriente del tiempo en el que se puede hablar de “el fin de la historia como tal”? ¿Qué depara exactamente el futuro para los gobiernos? Y, ¿qué efecto tendrán en cada uno de nosotros individualmente estos acontecimientos futuros?

      Lo que la gente opina de los gobiernos

      El hecho de que millones de personas se sientan francamente desilusionadas con sus líderes políticos no solo es cierto de los europeos, sino también, en mayor o menor grado, de los ciudadanos de cualquier país. Echemos una mirada, por ejemplo, a los países de América Latina.

      A finales de 1988, un conocido periódico alemán de economía calificó la situación política en esa parte del mundo de “ruinosa”. Entrando en detalles, dijo: “La economía argentina se agrieta. Brasil amenaza con hacerse ingobernable. Perú se encuentra en las últimas. Uruguay sale del paso a duras penas. Ecuador trata de evaluar lo que sin duda es una situación de emergencia. Colombia y Venezuela [...] mantienen una frágil tradición democrática. En México la estabilidad de un partido dirigente que ha gobernado sin rival durante cincuenta años [...] se desintegra a la vista de todos. Ya se despide a los años ochenta como a una ‘década perdida’”.

      En algunos lugares la popularidad de los políticos está en sus niveles más bajos. Cuando a los austriacos se les pidió que colocasen veintiuna ocupaciones en orden de prestigio, a los políticos les otorgaron el decimonoveno lugar. Además, los sondeos de opinión llevados a cabo en la República Federal de Alemania revelan que el 62% de los ciudadanos entrevistados admiten tener poca confianza en los políticos.

      El profesor Reinhold Bergler, director del Instituto de Psicología de la universidad de Bonn, advierte que “los jóvenes están a punto de volver la espalda al Estado, la política y los políticos”. También afirma que el 46% de estos jóvenes ven a los políticos como personas que “hablan demasiado” y el 44% cree que se dejarían corromper.

      Un encuestador americano escribió lo siguiente en los años setenta: “Se cree que el sistema (político) es tan insensible y fraudulento que los votantes no pueden servirse de él para llevar a cabo sus propósitos”. Por esta razón, la cantidad de estadounidenses que piensa que a los políticos “en realidad no les importa lo que le suceda a las personas” ha experimentado un constante aumento desde 1966. En aquel año, un 29% era de esa opinión, hasta la década de los ochenta, cuando dicha cantidad aumentó a un 58%. El periódico alemán Stuttgarter Nachrichten justifica esa opinión cuando dice: “Demasiados políticos piensan primero en sus propios intereses y, solo después, quizás en los de sus votantes”.

      Es comprensible que la apatía política vaya en aumento. En 1980 solo el 53% de los ciudadanos estadounidenses con derecho al voto fueron a las urnas, lo que supuso la quinta disminución consecutiva en el número de votantes. Para 1988 la cantidad de votantes se había reducido a tan solo el 50% de los ciudadanos con derecho al voto.

      Los políticos se dan cuenta del problema. Un líder mundial muy conocido confesó: “Hay mucha hipocresía [...] en la política”. Al explicar la razón, añadió: “Es necesaria para conseguir un puesto y también para conservarlo”. ¿Quién dijo esas palabras? Fue el ex presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de quien pocas personas dudarían —en vista de los escándalos que redujeron su mandato presidencial— que supiera de qué hablaba.

      Las irregularidades políticas hacen que las personas honradas se pregunten si aún es posible que haya un buen gobierno. ¿No nos iría mejor sin ningún tipo de gobierno en absoluto? ¿Podría estar la solución en ‘la ausencia de gobierno’?

      [Comentario en la página 4]

      “Cuando no hay dirección diestra, el pueblo cae” (Proverbios 11:14)

  • ¿Es realmente necesario un gobierno?
    ¡Despertad! 1990 | 8 de agosto
    • Gobernación humana en la balanza

      ¿Es realmente necesario un gobierno?

      ANARQUÍA: Ausencia de gobierno. Estado de una colectividad en la que no existe autoridad y cuyos miembros preconizan la absoluta libertad del individuo.

      EL FILÓSOFO griego Aristóteles dijo que todos los tipos de gobierno son por naturaleza inestables y transitorios. En opinión de cierto escritor, Aristóteles también afirmó que “la estabilidad de todos los regímenes se ve alterada por el poder corrosivo del tiempo”.

      En vista de este hecho, no sorprende que algunas personas hayan abogado por no tener ningún tipo de gobierno en absoluto o, por tener el mínimo posible. Pero abogar por ‘la ausencia de gobierno’ en realidad equivale a pedir anarquía, término tomado de una palabra griega que significa “sin jefe”.

      Aunque no fue sino hasta 1840, hace exactamente ciento cincuenta años, cuando Pierre-Joseph Proudhon, escritor francés de temas políticos, utilizó la palabra “anarquía”, la filosofía del anarquismo ya la había esbozado con claridad doscientos años antes el inglés Gerrard Winstanley. Como se explica en The New Encyclopædia Britannica, “Winstanley expuso lo que después se convertiría en los principios básicos de la anarquía: el poder corrompe; la propiedad es incompatible con la libertad; la autoridad y la propiedad son las que engendran el crimen; y solo en una sociedad sin gobernantes, en la que se comparta el trabajo y su producto, es posible que los hombres sean libres y felices, no mediante actuar según unas leyes impuestas desde arriba, sino según su propia conciencia”.

      No obstante, ¿no nos enseña la experiencia que para que un grupo de personas funcione necesita estar organizado? Como explica The World Book Encyclopedia, “desde los tiempos más remotos toda sociedad ha tenido como parte vital algún tipo de gobierno”, y añade que “cada grupo de personas —desde una familia hasta una nación— tiene reglas de conducta que gobiernan la vida de sus miembros”. ¿De qué otra forma podría llevar a cabo sus propósitos para el beneficio de todas las personas que lo componen?

      Por eso, la mayoría de las personas en seguida aceptan la idea de que ciertas instituciones tienen un derecho legítimo de ejercer autoridad y de tomar decisiones para el bien común. Si no hubiese ningún gobierno que tomase las decisiones para la comunidad, cada persona seguiría los dictados de su propia conciencia, como dijo Winstanley. ¿Se promovería así la unidad? O, ¿no es más probable que cada persona tendiese a buscar sus propios intereses, a menudo en perjuicio de los derechos igualmente legítimos de otros?

      Los intentos de anarquía que se han llevado a cabo no han logrado mejorar la suerte de la humanidad. El esfuerzo de los terroristas del siglo XX por desestabilizar la sociedad, por destruir lo que a su modo de ver les está destruyendo a ellos, tampoco lo han conseguido.

      En pocas palabras, ‘la ausencia de gobierno’ invita al caos. Por lo tanto, la cuestión no radica en qué es mejor, si ‘gobierno o ausencia de gobierno’, sino en ‘¿qué clase de gobierno producirá los mejores resultados?’.

      El origen de la gobernación humana

      El modelo original establecido para el hombre en el jardín de Edén hace más de seis mil años fue una gobernación divina. El Creador recalcó que el hombre dependía de Él y de Su forma de dirigir los asuntos, tal como lo expresó más tarde un principio bíblico: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) O como reza un proverbio chino: “Sin la ayuda del Cielo el hombre no puede dar un paso”.

      Sin embargo, la primera pareja humana no pensó así. Optaron por obrar “sin la ayuda del Cielo”, y por eso más tarde se vieron obligados a marcharse del paraíso que Dios les había dado. Con el tiempo, a medida que la familia humana crecía, también aumentó la necesidad de disponer de normas gubernamentales que asegurasen la paz y el orden dentro de este colectivo. Una vez rechazada la gobernación de Dios, la única alternativa para llenar ese vacío fue la gobernación humana. (Génesis 3:1-5.)

      Todos iguales... pero diferentes

      Desde este comienzo poco propicio, la gobernación humana ha adoptado muchas formas. Todos los gobiernos, tanto los muy sencillos como los extremadamente complejos, tienen ciertas similitudes. Veamos algunas de ellas:

      Atienden las necesidades de sus súbditos. El gobierno que deja de hacerlo pierde su legitimidad.

      Dictan un código de conducta, que si no es acatado por sus súbditos, resulta en castigo. Este código consta de reglas y leyes, así como de tradiciones desarrolladas en el transcurso de los siglos. La mayoría de los ciudadanos lo obedecen, ya sea porque disciernen los beneficios que se derivan de hacerlo, piensan que es ‘lo que hay que hacer’, se sienten presionados por los que les rodean o tan solo porque de no hacerlo serán castigados.

      Prestan servicios legislativos, ejecutivos y judiciales a través de algún tipo de organización. Se dictan leyes, se administra justicia y se aplican las normas.

      Mantienen fuertes lazos económicos con el mundo del comercio.

      Suelen aliarse con alguna forma de religión, de forma más o menos estrecha. Lo hacen para conceder cierta legitimidad a su gobernación —‘la bendición del cielo’— que de otra forma no tendría.

      Por supuesto, hay diferentes clases de gobiernos. Los expertos en ciencias políticas los clasifican de diversas maneras. A este respecto, The New Encyclopædia Britannica explica: “Existe la distinción clásica entre gobiernos según la cantidad de gobernantes: el que es ejercido por un solo hombre (monarquía o tiranía), por una minoría (aristocracia u oligarquía), o por la mayoría (democracia)”.

      A veces los gobiernos se clasifican según sus instituciones más importantes (parlamentarismo, gobierno de un gabinete), según sus principios básicos de autoridad política (tradicional, carismático), según su estructura económica, o según su uso o abuso del poder. “Aunque ninguno de estos principios de análisis abarca todo aspecto —comenta esta obra de referencia—, cada uno tiene cierta validez.”

      No obstante, sin importar cómo los clasifiquemos, es esencial recordar que todas las formas de gobernación humana sin excepción están ahora en la balanza. Esto tendrá consecuencias trascendentales para nosotros.

      [Comentario en la página 6]

      El apóstol Pablo dijo sobre todas las autoridades gubernamentales que han regido hasta el tiempo actual: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores”. (Romanos 13:1, 7.) De modo que los cristianos que acatan la dirección de la Biblia, obedecen a conciencia todas las leyes del país en que viven, a menos que se les pida que quebranten las leyes de Dios, que son supremas

      [Fotografía en la página 7]

      El gobierno es necesario para impedir el caos, tal como lo es el control del tráfico

  • La gobernación humana en la balanza. ¿Por qué?
    ¡Despertad! 1990 | 8 de agosto
    • Gobernación humana en la balanza

      La gobernación humana en la balanza. ¿Por qué?

      “¡Despertad!” se complace en anunciar la publicación de una serie de artículos sobre “La gobernación humana en la balanza”

      NADIE puede negar la influencia que han ejercido los gobiernos —por limitar nuestra consideración a la política— en la historia mundial y en cada uno de nosotros individualmente. Al menos en parte, han sido los caprichos de los cambios políticos los que han dictado el idioma que usted habla, el nivel de vida al que aspira, el tipo de trabajo que hace, el sistema social que disfruta y tal vez hasta la religión que profesa.

      En vista de que es necesario que haya algún tipo de gobierno, ¿quién de nosotros no desea vivir bajo uno que satisfaga nuestras necesidades de la mejor manera posible? Pero, ¿qué clase de gobierno es el mejor? Y, ¿tenemos la posibilidad de escogerlo?

      ¡Despertad! se complace en anunciar una serie de artículos sobre “La gobernación humana en la balanza” que se publicarán en números futuros de esta revista. Durante lo que queda de 1990, esta serie tratará del fundamento histórico de las monarquías, las aristocracias, las oligarquías y las plutocracias. Profundizará en la amplia gama de democracias y en las numerosas clases de repúblicas. Enfocará la atención en las autocracias, las dictaduras y gobiernos totalitarios, como el fascismo y el nazismo, propios de la segunda guerra mundial. También se considerará el socialismo y el comunismo.

      Debido a que la gobernación humana es compleja e intrincada, sería imposible explicarla de forma exhaustiva. Por eso, los artículos no se han concebido como un extenso manual de política. No apoyarán ni promoverán los intereses de los gobiernos humanos en general ni de ninguno en particular. Cualquier comparación que se haga entre las diversas formas de gobierno no tendrá el propósito de abogar en favor de algún gobierno en detrimento de otro. ¡Despertad! se apegará fielmente a los principios establecidos en la página 5, donde dice: “Sondea su trasfondo e indica cuál es el significado real de los acontecimientos actuales, aunque siempre mantiene una postura neutral en lo que respecta a la política”.

      Los artículos “La gobernación humana en la balanza” están concebidos para formar parte de ese ‘sondeo del trasfondo’. Asimismo, indicarán “el significado real de los acontecimientos actuales”, acontecimientos que muestran que la gobernación humana se encara a una crisis.

      El libro The Columbia History of the World describe la crisis de esta manera: “La condición en que se encuentran los gobiernos, las religiones, la moralidad, las relaciones sociales, la lengua, las artes y esa base fundamental de la vida civilizada, la esperanza del pueblo, nos permite llegar por lo menos a una conclusión tentativa respecto a la importancia de la época presente. El gobierno no solo encabeza la lista sino que también es el primero en importancia. [...] [Existe] desprecio por la ley, por el Estado que la hace cumplir y por los gobernantes que todavía creen en ambos. [...] El punto de vista actual está en marcado contraste con el de hace un siglo [...]. En muchas partes del mundo hay contingentes preparados para, tan pronto reciban la orden, tomar por asalto un ayuntamiento, interrumpir una audiencia pública, destrozar una universidad o hacer volar una embajada. [...] El afán por la libertad absoluta es virulento. [...] En breve, el único ideal político y social, el único poder motor del momento será el separatismo, prescindiendo de qué restos de filosofías antiguas esconda debajo. Si esto no es todavía el ‘colapso’, no hay duda de que es la ‘desintegración’”.

      ¿Desembocará pronto esa “desintegración” en “colapso”?, y si es así, ¿con qué consecuencias para el mundo en que vivimos? A decir verdad, el ser humano, que ha pesado a sus gobiernos durante miles de años y los ha hallado deficientes, no ha sido el único que ha sometido a juicio a la gobernación humana. En esta ocasión es el propio Creador del universo quien los llama a cuentas. El registro que la gobernación humana se ha hecho durante el transcurso de los siglos ¿justifica el que se le permita continuar? ¿O indicará la balanza del juicio divino que debe desaparecer? En este último caso, ¿qué puede reemplazarla?

      La serie de artículos “La gobernación humana en la balanza” ampliará su conocimiento sobre los gobiernos. También le llenará de esperanza porque le da motivos para ser optimista. Se acerca un gobierno mejor, y lo más sobresaliente es que usted puede vivir para disfrutarlo.

      [Fotografías en la página 9]

      ¿Juzgará Dios favorablemente la gobernación humana cuando sus frutos se pesen en la balanza de la justicia divina?

      [Reconocimiento]

      Foto OMS/PAHO de J. Vizcarra

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