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Página 2¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
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¿Se está recalentando la Tierra?
Es posible que la década de los ochenta sea recordada como aquella en la que la Tierra empezó a “derretirse”.
◼ En la primera mitad de 1988 se vivieron los cinco meses más calurosos de la historia de los récords de temperatura, y después de recopilarse todos los datos, ese año superó a todos los demás. Según la Oficina Meteorológica Británica, resultó ser el más cálido en casi un siglo.
◼ De modo que 1988 reemplazó al anterior récord de la historia... el año 1987.
◼ ¿Simple coincidencia? Tal vez. Los años 1981 y 1983 empataron en el tercer lugar de la tabla de temperaturas récord.
◼ ¿Qué años ocuparon el quinto y sexto lugar? 1980 y 1986.
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¿Qué es el efecto invernadero?¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
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¿Qué es el efecto invernadero?
¿Se da cuenta de que los datos climáticos terrestres nos dicen algo? Esa es la opinión del doctor James E. Hansen, director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales, un centro de investigación dirigido por la agencia espacial estadounidense NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial). En junio de 1988 dijo que todos estos datos no eran fruto de la casualidad. Después de impresionar al Senado de Estados Unidos con su testimonio, comentó: “Ya es hora de dejar de darle vueltas al asunto, tenemos que decir que hay bastante evidencia de que el efecto invernadero está aquí”.
ES POSIBLE que haya oído muchas veces la expresión efecto invernadero, con la que se alude, no a un invernadero literal para plantas, por supuesto, sino al calentamiento atmosférico que muchos científicos temen que ya afecte al entero planeta. No obstante, hasta oír el testimonio del doctor Hansen, los expertos no querían exponerlo tan abiertamente. Sobre dicho testimonio, el científico atmosférico Michael Oppenheimer declaró: “Fueron necesarios un foro gubernamental durante una ola de calor y sequía y un científico con las agallas suficientes para decir: ‘Sí, parece que [el efecto invernadero] ha empezado y lo hemos detectado’. Se sentía cómodo diciendo de manera clara y audible lo que otros decían en voz baja”.
El invernadero mundial
¿Ha aparcado alguna vez su automóvil al sol un día caluroso de verano con todas las ventanas cerradas? Cuando regresó, sintió una muestra de lo que es el efecto invernadero. Las ventanas de su automóvil dejan pasar los rayos solares, que en poco tiempo caldean el interior, pero ni el aire caliente del interior del vehículo ni el calor pueden escapar. ¿Por qué no? El calor se emite en forma de rayos infrarrojos, que aunque son invisibles al ojo, la piel sí puede percibir, como habrá notado, por ejemplo, al estar junto a un fuego. Pues bien, el mismo cristal que deja entrar la luz visible impide que gran parte de la radiación infrarroja invisible vuelva a salir, y como consecuencia, en el interior del automóvil la temperatura sube y sube.
La atmósfera terrestre funciona de manera similar al cristal de las ventanas del automóvil: deja pasar sin problemas la luz visible, pero impide el paso de una gran cantidad de radiación invisible, incluidas la luz infrarroja, la ultravioleta y los rayos X. Por lo general, esto es beneficioso, pues la luz ultravioleta y los rayos X son bastante peligrosos y se cree que causan cáncer. Pero, ¿por qué se impide el paso de los rayos infrarrojos?
Cuando la atmósfera absorbe la radiación infrarroja, actúa como una manta que rodeara nuestro planeta. A veces olvidamos que más allá de la Tierra está el espacio frío y vacío. Aunque el Sol calienta el planeta, sin nuestra “manta” a modo de invernadero, el calor se escaparía en seguida, y la temperatura de la superficie sería 40 °C más fría de lo que es hoy día. Los océanos se congelarían.
El problema es que un efecto invernadero descontrolado tendría graves consecuencias. Podría significar que muchísimas personas pasaran hambre si las zonas de cultivo de cereales se convirtieran en cuencas polvorientas. También podría dar lugar a fortísimos huracanes impulsados por el gran calor de los océanos; a que el nivel de los océanos subiese, inundando las zonas costeras; a que el cáncer de piel debido a la erosión de la capa de ozono se extendiese en gran manera, y a un sufrimiento humano incalculable.
Sube el termostato mundial
Seguramente en la escuela le enseñaron que alrededor del 99% de la atmósfera está compuesta de oxígeno y nitrógeno. Sin embargo, no son estos gases los que impiden el paso de los rayos infrarrojos, sino, aunque resulte paradójico, son unos pocos de los que hay en el restante 1%, junto con el vapor de agua, los que salvan al globo terráqueo de quedar totalmente congelado, pero al mismo tiempo amenazan con recalentarlo en demasía.
La mayoría de los científicos concuerda en que el aumento de la concentración de estos gases en la atmósfera hará que aumenten las temperaturas terrestres, aunque nadie puede estar seguro de cómo ocurrirá eso exactamente. A estos gases se les puede comparar a un termostato mundial, y parece que por más de cien años, el hombre lo ha subido sin parar. “La quema de combustibles fósiles (junto con otras actividades industriales y agrícolas) ha hecho aumentar la concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera en aproximadamente un veinticinco por ciento desde alrededor de 1860 —indica Irving M. Mintzer, del Instituto Mundial de Recursos—. Se cree que el aumento combinado de anhídrido carbónico y los otros gases que provocan el efecto invernadero que ha venido produciéndose en la atmósfera desde 1860 ya ha sometido a la superficie terrestre a temperaturas entre 0,5 y 1,5 °C por encima de la temperatura media mundial del período preindustrial.”
Es cierto que uno o dos grados no parecen mucho, pero, en realidad, representan bastante calor. Mintzer añade: “Por ejemplo, un cambio en la temperatura media mundial de solo 1 °C separa el actual régimen climático de América del Norte y Europa del de la Pequeña Edad Glacial de los siglos XIII al XVII”. Además, no hay razón para pensar que el calor adicional se distribuirá con uniformidad. Un grado más en el transcurso de un año podría venir en la forma de muchos grados más durante los meses más cálidos del verano, con efectos devastadores.
La conferencia de Toronto
Mientras el terrible verano de 1988 abrasaba América del Norte, más de trescientos delegados procedentes de 48 países asistían a la Conferencia Internacional sobre los Cambios Atmosféricos, celebrada en Toronto (Canadá). En un informe sobre dicha conferencia, el periódico Manchester Guardian Weekly mencionó esta siniestra predicción sobre las consecuencias del recalentamiento de la Tierra:
“El aumento de las temperaturas del mundo no será uniforme. Las altas latitudes se calentarán más deprisa que el ecuador, lo que significará que en las latitudes medias del hemisferio Norte, donde se cultiva la mayor parte de los cereales del mundo, el suelo perderá humedad.” En otras palabras, la fórmula para que se produzca un hambre mundial.
Se predicen inundaciones en todo el globo
Otra importante preocupación es el efecto de temperaturas más elevadas en el nivel de los océanos. La mayoría de la gente asocia la subida de los niveles del mar con el derretimiento de los glaciares y los casquetes polares, pero, en realidad, los océanos pueden subir bastante sin que se produzca ese derretimiento. ¿Cómo? Por causa de la expansión termal, el mismo fenómeno que hace que el mercurio de un termómetro suba durante un día de calor. Según el científico Robert Buddemeier, del Laboratorio Nacional de Lawrence Livermore, “si hiciésemos todo lo posible por frenar la tendencia al calentamiento, tal vez seríamos capaces de detener la subida del nivel del mar en un punto entre uno y dos metros, pero eso es lo máximo que se puede esperar”.
Subidas del nivel del mar de esta magnitud han causado preocupación en todo el mundo. “Una subida del nivel del mar de menos de 60 centímetros inundaría el 27% de Bangladesh, obligando a trasladarse a 25 millones de personas —informa U.N. Chronicle—. Egipto perdería el 20% de su tierra productiva; Estados Unidos, entre el 50 y el 80% de sus tierras húmedas costeras. Una subida de dos metros haría desaparecer el archipiélago de las Maldivas, constituido por 1.190 islas.”
Las predicciones supracitadas son conservadoras. Considere algunas de las más extremas que se hacen ahora: “Es el año 2035 —dice una de ellas—. Holanda está bajo agua. Bangladesh ha dejado de existir. Las lluvias torrenciales y el aumento del nivel de los mares han matado en esa zona a varios millones de personas y obligado al resto de la población a recluirse en campos de refugiados improvisados situados en terrenos más elevados de Pakistán y la India. En el centro de Europa y el medio oeste americano, décadas de sequía han convertido las que en otro tiempo eran fértiles tierras de cultivo en desiertos resecos”. (Jeremy Rifkin, en el periódico Manchester Guardian Weekly.)
¿De verdad es esto lo que le espera a nuestro planeta en el futuro?
[Recuadro en la página 5]
No todos los científicos están seguros de que el aumento de los gases que producen el efecto invernadero sea la causa del recalentamiento de la Tierra. Stephen H. Schneider, diseñador de modelos climáticos por ordenador para el Centro Nacional de Estados Unidos para la Investigación Atmosférica, advierte lo siguiente: “Por el simple hecho de que se haya producido un recalentamiento durante una década no hay base para afirmar que la causa sea el efecto invernadero. Sin embargo, no sería nada normal que la tendencia al recalentamiento se observase durante dos décadas, y si todos los años se superan los récords anteriores, creo que la mayoría de los escépticos cederán y admitirán que esa es la causa”. (Science News, tomo 135, 8 de abril de 1989)
[Recuadro en la página 6]
Por qué resulta tan difícil predecir el efecto invernadero
El clima terrestre es un sistema de una enorme complejidad, por lo que los científicos admiten con franqueza que sus predicciones son limitadas. A continuación se mencionan algunos factores que podrían tener una gran influencia en los modelos del clima futuro que en la actualidad se consiguen por ordenador.
DERRETIMIENTO DE LA NIEVE Y EL HIELO: El hielo y la nieve reflejan entre el 40 y el 60% de los rayos del Sol que llegan a la superficie terrestre, y así se enfría el planeta. Pero cuando las temperaturas cada vez más altas hagan que el hielo y la nieve se derritan, la tierra o el agua que hay debajo, y que son más oscuras, absorberán más calor, lo que aumentará el efecto invernadero quizás entre un 10 y un 20%.
NUBES: Una tierra más caliente significaría mayor humedad en todo el globo, es decir, más nubes. V. Ramanathan, experto en modelos climáticos conseguidos por ordenador de la universidad de Chicago, admite que “la regeneración de las nubes es una de las mayores fuentes de incertidumbre en la teoría de los cambios climáticos”. No obstante, se cree que una mayor cantidad de nubes contribuiría a un enfriamiento, pues aumentaría la reflexión de la energía solar.
Por otro lado, aunque las nubes reflejan algo de la energía solar, también actúan como mantas que atrapan la radiación que sube de la superficie terrestre, de modo que resulta difícil predecir qué efecto predominará en un mundo más caliente y con más nubes.
LOS OCÉANOS: El agua es un inestimable absorbente de calor, y parece que los océanos pueden almacenar suficiente calor como para demorar durante décadas el comienzo pleno del efecto invernadero. Ahora bien, a los científicos les resulta difícil predecir con exactitud cuánto serán capaces de demorarlo.
VOLCANES: Las nubes causadas por volcanes calientan la estratosfera y enfrían la superficie terrestre de una manera compleja. Es probable que los volcanes contribuyan a reducir el efecto invernadero, pero nadie puede predecir cuándo se producirá una gran erupción volcánica.
CICLOS SOLARES: Contrario a lo que piensan muchas personas, la energía solar no es totalmente constante. Entre 1979 y 1984 su brillo disminuyó en más o menos un 0,1%, y eso hace que el aumento de la temperatura mundial durante ese período parezca aún más siniestro.
[Recuadro/Diagrama en la página 7]
Los gases que influyen en el efecto invernadero
VAPOR DE AGUA: La cantidad de vapor de agua que hay en el aire depende sobre todo de la temperatura. El aire caliente almacena más humedad que el frío. El vapor de agua absorbe muy bien el calor, pero no puede producir por sí mismo el efecto invernadero. Sirve principalmente para amplificar los efectos de los otros gases.
ANHÍDRIDO CARBÓNICO (CO2): El gas más corriente de los que retienen el calor. Es vital para la vida en la Tierra, pues las plantas lo necesitan para subsistir. La cantidad de anhídrido carbónico que hay en la atmósfera aumenta en la actualidad en un 0,5% al año. Eso quizás no parezca mucho, pero significa que todos los años la quema de combustibles fósiles —como el carbón y el petróleo— manda a la atmósfera aproximadamente una tonelada de anhídrido carbónico por cada hombre, mujer y niño del planeta, es decir, 5.000 millones de toneladas de anhídrido carbónico al año. Más o menos la mitad finalmente lo utilizan las plantas o lo absorben los océanos, pero el resto se queda en el aire.
METANO (CH4): El principal componente del gas natural. Al igual que el anhídrido carbónico, contiene carbono. Su presencia en la atmósfera aumenta alrededor de un 1% anual (el doble que el anhídrido carbónico). Ya hay dos veces más metano en el aire que el que había en los tiempos preindustriales. A los científicos les preocupa que la creciente concentración de metano pueda dificultar que la atmósfera descomponga otros gases causantes del efecto invernadero, como los perjudiciales CFC (clorofluorocarbonos).
CFC: Cuando están en la estratosfera, estas sustancias químicas ayudan a destruir el ozono, y mientras se encuentran en la parte inferior de la atmósfera, contribuyen de manera determinante al efecto invernadero. En realidad, molécula a molécula, son unas diez mil veces más eficaces que el anhídrido carbónico en absorber rayos infrarrojos.
ÓXIDO NITROSO (N2O): Los dentistas lo denominan gas hilarante, pero su efecto en la atmósfera no da risa. Es un producto extremadamente estable derivado de la quema de combustibles fósiles. Una vez que llega a la atmósfera, se queda allí un promedio de ciento cincuenta años. Durante ese tiempo, si permanece en la troposfera, la parte baja de la atmósfera, absorbe calor, pero si sube a la estratosfera, contribuye a la destrucción del ozono. En la actualidad la concentración de este gas aumenta en un 0,25% al año.
OZONO (O3): Por último, pero no por ello menos importante, está el ozono. El ozono de la estratosfera es beneficioso, pues absorbe la peligrosa radiación ultravioleta que puede provocar cáncer de piel si penetra hasta la superficie terrestre. En la parte baja de la atmósfera, por el contrario, el ozono es peligroso. Este gas es un producto derivado de la combustión, en especial de la de los motores de los automóviles y de los aviones a reacción.
[Diagrama]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
El efecto invernadero: La atmósfera terrestre, como el cristal de un invernadero, capta el calor del Sol. La luz solar calienta la Tierra, pero el calor que se origina —transportado por radiación infrarroja— no puede escapar fácilmente de la atmósfera, porque los gases que producen el efecto invernadero bloquean la radiación y lo vuelven a enviar a la Tierra, de modo que aumenta el calor de la superficie terrestre
Gases que influyen en el efecto invernadero
Radiación que escapa
Radiación infrarroja retenida
Tierra
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¿Qué puede hacerse?¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
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¿Qué puede hacerse?
Las ideas para combatir el efecto invernadero proliferan con la misma rapidez que la contaminación mundial. Algunas son prometedoras, otras, no.
1 ENERGÍA SOLAR: En los últimos años se ha dejado de dar un amplio uso a la energía solar, en gran medida debido a la disminución de los precios del petróleo, pero mientras tanto se han logrado adelantos espectaculares en la eficacia de las células solares. Como informó hace poco The New York Times, por primera vez “es posible comparar la eficacia de la conversión de la energía solar en eléctrica a la generación de la energía convencional”. Si la energía solar llega a ser verdaderamente competitiva, cuando las centrales de energía solar reemplacen a las convencionales, esta tecnología podría ayudar a reducir las emisiones que provocan el efecto invernadero.
2 HIDRÓGENO COMO COMBUSTIBLE: Esta idea al menos es viable tecnológicamente: usar hidrógeno puro como combustible para aviones y quizás hasta para automóviles, en lugar de productos derivados del petróleo. La ventaja para la atmósfera del hidrógeno es que su combustión es limpia, pues no produce nada de anhídrido carbónico, solo vapor. El hidrógeno es una excelente fuente de energía. En realidad, mantendría un avión volando un período de tiempo tres veces mayor que la misma cantidad de combustible normal. Un inconveniente, sin embargo, es que también resulta tres veces más caro. Además, el hidrógeno líquido debe mantenerse a temperaturas muy bajas y bajo presión, un inconveniente aún mayor. Cualquier escape del sistema de combustible podría provocar una desastrosa explosión, como en el caso de la lanzadera espacial estadounidense Challenger.
3 ESCUDOS ESPACIALES: Se ha propuesto colocar en el espacio exterior enormes “parasoles” de plástico fino que arrojarían gigantescas sombras sobre la Tierra. A fin de compensar la duplicación prevista de la cantidad de anhídrido carbónico, deberían tener una superficie igual al 2% de la de la Tierra. Este plan no gozaría de popularidad entre los astrónomos.
4 REFORESTACIÓN MUNDIAL: ¿Sabía usted que para eliminar el anhídrido carbónico de la atmósfera ya existen aparatos de gran eficacia, que no contaminan y que no precisan mantenimiento? Se trata de las plantas. Las plantas verdes utilizan el anhídrido carbónico como alimento, guardan el carbono para sí y devuelven el oxígeno al aire como materia de desecho. Si todo siguiera igual, un aumento en la cantidad de anhídrido carbónico fomentaría el crecimiento de las plantas verdes en todo el mundo, lo que permitiría la utilización del anhídrido carbónico adicional y ayudaría a controlar el efecto invernadero. Pero, lamentablemente, no todo lo relacionado con la vegetación sigue igual. Por todo el mundo se están talando árboles, las plantas que eliminan más carbono por hectárea, a un ritmo espantoso.
Frente a esta tendencia, muchos científicos instan a que se apliquen medidas de reforestación para combatir el efecto invernadero. Dicen, por ejemplo, que cuatro millones de hectáreas de árboles podrían absorber todo el anhídrido carbónico emitido por las centrales energéticas en los próximos diez años. En unas reuniones de una comisión del Senado de Estados Unidos celebradas hace un año, se analizaron algunos programas para alcanzar esta meta que costarían miles de millones de dólares.
Semejantes programas tal vez tuvieran éxito en Estados Unidos, pero ¿y en los trópicos? Los incentivos para plantar árboles no atraen en exceso a la gente hambrienta y desesperada que vive en lugares donde los árboles se talan a fin de aprovechar el terreno para cultivos. No obstante, las pluviselvas tropicales del mundo son parte de los recursos vitales de todo el planeta para producir oxígeno, y se están talando, quemando y destrozando. ¿Se acabará con este recurso vital?
5 RAYOS QUE DESTRUYEN LOS CFC: Se podrían disparar a la atmósfera desde la Tierra láseres gigantescos ajustados para emitir frecuencias de energía que absorbieran los clorofluorocarbonos. Según se piensa, esta energía disgregaría las moléculas de CFC antes de que llegaran a la estratosfera y atacaran la capa de ozono. Algunos de los inconvenientes de este sistema son el gasto económico y energético de esos láseres y “el que pueda conseguirse que la energía del láser sea absorbida por las moléculas de CFC y no por otras, como las de vapor de agua y anhídrido carbónico”, dice el físico Thomas Stix, de la universidad de Princeton (Nueva Jersey, E.U.A.).
6 SATÉLITES PARA RECOGER ENERGÍA SOLAR: Gigantescos conjuntos de células solares en órbita en el espacio recogerían de continuo energía solar sin las interrupciones debidas a las nubes o a la noche, y luego se irradiaría a la Tierra en forma de microondas o de rayos láser. Lo que se persigue es utilizar la energía solar en lugar de quemar más combustibles fósiles, pero los obstáculos técnicos y la magnitud del proyecto son desalentadores.
[Diagrama/Ilustración en las páginas 8, 9]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
1. Energía solar
2. Hidrógeno como combustible
3. Escudos espaciales
4. Reforestación mundial
5. Rayos que destruyen los CFC
6. Satélites para recoger energía solar
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Una solución mundial¡Despertad! 1989 | 8 de septiembre
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Una solución mundial
LA CONFERENCIA de Toronto, mencionada anteriormente, terminó con un ferviente llamamiento a la cooperación internacional para solucionar los problemas que plantea el efecto invernadero. La revista Discover informa: “De pie ante una pintura realista de un cielo cubierto de nubes, el primer ministro de Canadá, Brian Mulroney, y la primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland, prometieron que sus países disminuirían el uso de los combustibles fósiles”.
La señora Brundtland, primera ministra de Noruega y presidenta de la Comisión Mundial de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Medio Ambiente, dijo entre otras cosas: “El impacto del cambio climático mundial puede presentar un desafío mayor que cualquier otro al que se haya enfrentado la humanidad, con la excepción del de impedir una guerra nuclear”. También pidió un tratado internacional para proteger la atmósfera de mayor degradación.
¿Qué incluiría semejante tratado? En un documento presentado a la conferencia, el doctor Michael McElroy, de la universidad de Harvard, dijo al respecto: “Finalmente tendríamos que reducir de forma drástica el uso de los combustibles fósiles, una tarea nada fácil. ¿Cómo podemos persuadir a países como China, con abundantes suministros de carbón, para que limiten su desarrollo y el uso del combustible más económico y asequible que tienen? Es necesario un planteamiento internacional. [...] Hacen falta motivos que persuadan al Tercer Mundo de que ha de seguir un proceder más sabio que el nuestro”.
Ahora bien, ¿cómo reaccionará el Tercer Mundo a esos argumentos? El estilo de vida acaudalado de Occidente, tan deseado por la población de los países pobres, requiere enormes reservas de energía. Los automóviles —deslumbrantes símbolos de prestigio y éxito— necesitan gasolina, a menos que se vayan a usar como meros adornos del jardín; los llamativos productos que son objeto de intensa propaganda necesitan envolturas de plástico, a las que el doctor Lester Lave, de la universidad Carnegie-Mellon llama “energía congelada”; para construir, iluminar y mantener nuevas autopistas, rascacielos, modernos aeropuertos internacionales y centros comerciales, se requieren enormes cantidades de energía. Y ahora las naciones ricas se proponen decir a las pobres: “Nosotros ya tenemos un estilo de vida opulento, pero de pronto nos ha empezado a preocupar el medio ambiente. Lo lamentamos, pero no pueden tener lo que nosotros ya tenemos. Han de ser ‘más sabios’ que nosotros. No pueden utilizar toda esta energía barata como hicimos nosotros, sino que deberán usar energía más cara y progresar más despacio, tendrán que hacer que sus habitantes esperen más tiempo para disfrutar del estilo de vida que les decimos que deben emular”. ¿Cómo se acogerá esa proposición en el Tercer Mundo?
El doctor McElroy reconoce este escollo y dice a continuación: “Esto requerirá inevitablemente que [los países desarrollados] transfiramos algunos de nuestros recursos [al Tercer Mundo]. [...] Parece apropiado que estos recursos se consigan mediante un impuesto sobre los combustibles fósiles, la fuente de tantas de nuestras dificultades. Todavía no está claro cómo debería administrarse dicho impuesto. Parece que haría falta un organismo internacional con autoridad y autonomía sin precedentes, lo que haría inevitable que las naciones delegaran al menos parte de lo que habían considerado derechos inalienables a deliberar y actuar de modo independiente”.
Pero, ¿es esta una esperanza realista? ¿Hay alguna probabilidad de que las naciones ricas hagan una cesión voluntaria de su soberanía y poder tributario a algún organismo internacional para transferir dinero a las pobres y combatir el efecto invernadero? Las naciones ricas y poderosas de nuestro planeta no llegaron a esa situación mediante esta clase de altruismo previsor. Defienden a capa y espada su soberanía nacional. ¿Van a cambiar ahora porque a algunos científicos les preocupe el efecto invernadero?
Una verdadera soberanía mundial
Para enfrentarse a una amenaza mundial como la de un efecto invernadero incontrolado, no se necesitan resoluciones, esperanzas y tópicos, sino un verdadero gobierno mundial capaz de imponer normas ambientales apropiadas desde el Ártico hasta el Antártico. La historia de la humanidad no da ningún motivo para esperar que el hombre pronto consiga semejante gobierno. “Durante nuestra historia hemos cometido todos los errores imaginables, y cada uno de ellos lo hemos repetido una y otra vez, produciendo una serie infinita de diferentes variaciones y modificaciones de cada error importante sin aprender nada de todo ello”, se lamenta el escritor científico Allan Wirtanen en la revista New Scientist.
Los estudiantes sinceros de la historia de la humanidad aprenden una gran lección de todo esto: separado de su Creador, el hombre es incapaz de cuidar del planeta. ¿Le suena eso demasiado “religioso”? ¿No es suficientemente “científico”? ¿Le parece un poco “ingenuo” quizás?
Pues bien, ¿qué es más ingenuo?, ¿esperar que la humanidad invierta el proceder que siempre ha seguido, venza las barreras nacionales, políticas, religiosas y culturales, y tome acción previsora para que no sobrevenga el desastre en el próximo siglo, o creer que Dios intervendrá antes de que sea demasiado tarde? El Creador ha prometido en su Palabra “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Hay amplia evidencia histórica y científica de que eso es lo que se propone hacer. ¿Por qué no dedica unos minutos a buscar las promesas bíblicas respecto a nuestra Tierra en el Salmo 37 y en los capítulos 11 y 65 de Isaías? Compare lo que allí dice con las actuales desalentadoras predicciones relacionadas con el efecto invernadero. ¿Cuáles son las que describen de verdad el futuro de la Tierra? ¿No cree que para su bien y el de sus hijos debe descubrirlo?
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