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Se trabaja en el “campo” antes de la siegaLa Atalaya 2000 | 15 de octubre
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Aumenta la luz
Entre esas personas estuvo Henry Grew (1781-1862), de Birmingham (Inglaterra). A la edad de 13 años viajó con su familia a través del Atlántico rumbo a Estados Unidos, adonde llegaron el 8 de julio de 1795. Se establecieron en Providence (Rhode Island). Sus padres le inculcaron amor por la Biblia. En 1807, cuando Grew tenía 25 años, se le invitó a servir de pastor de la Iglesia Bautista de Hartford (Connecticut).
Él tomó en serio sus responsabilidades de enseñanza y procuró ayudar a las personas que atendía a vivir en conformidad con las Escrituras. Sin embargo, creía en mantener la congregación limpia de la contaminación de personas que practicaran deliberadamente el pecado. En ocasiones, él y otros hombres responsables de la Iglesia tuvieron que expulsar a los que cometían fornicación o que participaban en otras prácticas inmundas.
Hubo otros problemas en la Iglesia que le preocuparon. Algunos hombres que no eran feligreses se encargaban de los asuntos económicos y dirigían los cánticos en los servicios religiosos. También podían votar sobre asuntos relacionados con la congregación y de esta manera ejercían cierto control sobre lo que se hacía. Basándose en el principio de mantenerse separados del mundo, Grew creía firmemente que solo los hombres fieles debían encargarse de tales responsabilidades (2 Corintios 6:14-18; Santiago 1:27). Consideraba que tener a incrédulos cantando alabanzas a Dios era una blasfemia. En vista de esta postura, a Henry Grew se le echó de la Iglesia en 1811. Otros miembros que veían los asuntos de manera parecida a la suya se separaron de la Iglesia al mismo tiempo.
Se apartan de la cristiandad
Este grupo, incluido Henry Grew, empezó a estudiar la Biblia con el objetivo de conformar su vida y sus actividades al consejo divino. Gracias a esos estudios, la agrupación no tardó en comprender mejor las verdades bíblicas y en denunciar los errores de la cristiandad. Por ejemplo, en 1824, Grew escribió una refutación bien razonada de la Trinidad. Observe la lógica de este pasaje de sus escritos: “‘Respecto a aquel día o la hora, ningún hombre sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el PADRE’ [Marcos 13:32]. Fíjese en la gradación en la escala de los seres: hombre, ángeles, Hijo, Padre. [...] Nuestro Señor nos enseña que únicamente el Padre conocía aquel día. Pero esto no es cierto si, como dicen algunos, el Padre, la Palabra y el Espíritu Santo son tres personas en un Dios; pues, según esta [enseñanza, la doctrina de la Trinidad], el [...] Hijo lo conocía igual que el Padre”.
Grew puso al descubierto la hipocresía de los clérigos y los comandantes militares que fingían servir a Cristo. En 1828 declaró: “¿Podemos imaginarnos una mayor incongruencia que la de un cristiano que sale de su cuarto privado, donde ha estado orando por sus enemigos, y ordena a sus tropas hundir sus armas letales con endiablada furia en el corazón de esos mismos enemigos? En el primer caso se parece de buena gana a su moribundo Maestro, pero ¿a quién se asemeja en el segundo caso? Jesús oró a favor de sus asesinos. Los cristianos matan a aquellos por quienes oran”.
De forma más categórica, Grew escribió: “¿Cuándo creeremos al Altísimo, quien nos asegura que de él ‘nadie se mofa’? ¿Cuándo entenderemos la naturaleza, el carácter, de esa santa religión que exige que nos abstengamos incluso de ‘la apariencia de mal’? [...] ¿No es una calumnia contra el Hijo del bendito suponer que su religión exija que un hombre se comporte como un ángel en un caso, y como un demonio en otro?”.
La vida eterna no es inherente
Antes de que hubiera radio o televisión, se solían expresar las opiniones personales escribiendo y distribuyendo panfletos. Alrededor del año 1835, Grew redactó un importante panfleto en el que puso de manifiesto que las enseñanzas de la inmortalidad del alma y el fuego del infierno no son bíblicas. Creía que estas doctrinas eran una blasfemia contra Dios.
Dicho panfleto tuvo efectos de largo alcance. En 1837, George Storrs, de 40 años, encontró un ejemplar en el tren. Storrs era originario de Lebanon (Nueva Hampshire), y en ese tiempo vivía en Utica (Nueva York).
Era un ministro muy respetado de la Iglesia Metodista Episcopal. Cuando leyó la información, le impresionó que pudiera presentarse un argumento tan convincente contra estas enseñanzas fundamentales de la cristiandad, las cuales él nunca había cuestionado. No sabía quién era el escritor del panfleto, y no fue sino hasta unos años más tarde, por lo menos hasta 1844, que conoció a Henry Grew en Filadelfia (Pensilvania), donde ambos residían.
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Storrs y Grew colaboraron en debates contra la doctrina de la inmortalidad del alma. Grew siguió predicando con celo hasta su muerte el 8 de agosto de 1862 en Filadelfia.
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Grew, por ejemplo, agradecía el rescate que suministró Jesús, pero no entendía que era un “rescate correspondiente”, es decir, la vida humana perfecta de Jesús que se dio a cambio de la vida humana perfecta que perdió Adán (1 Timoteo 2:6). Henry Grew también se equivocó al creer que Jesús volvería para gobernar visiblemente en la Tierra. Sin embargo, a Grew le interesaba la santificación del nombre de Jehová, un tema que había interesado a muy pocas personas desde el siglo II E.C.
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