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  • “El último enemigo” será derrotado
    La Atalaya 1993 | 15 de noviembre
    • Cómo hacer frente a la muerte de seres queridos

      La muerte es especialmente un enemigo cuando azota a un ser amado. “Será peor para ti”, dijo una esposa enferma a su esposo al prever su muerte. ¿Por qué se expresó así? Porque la Biblia dice: “Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol [el sepulcro común de la humanidad], el lugar adonde vas”. (Eclesiastés 9:10.) Los muertos dejan de padecer, pero los familiares y amigos que quedan sufren el dolor de la pérdida. ¿Puede hacerse algo para aliviar ese sufrimiento?

      Las páginas de la Palabra de Dios, la Biblia, contienen muchas palabras de consuelo. Por ejemplo, la lectura y meditación de los salmos es sin duda una fuente de consuelo. Expresiones como estas son muy reconfortantes: “Bendito sea Jehová, que diariamente nos lleva la carga, el Dios verdadero de nuestra salvación”. (Salmo 68:19.)

      Otra fuente de consuelo es la congregación cristiana. En el siglo primero de la era común, el apóstol Pablo escribió: “Honra a las viudas que realmente son viudas. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos  [que puedan atenderla materialmente], que estos aprendan primero a practicar devoción piadosa en su propia casa y a seguir pagando la debida compensación a sus padres y abuelos, porque esto es acepto a vista de Dios. Que sea puesta en la lista la viuda que haya cumplido no menos de sesenta años, mujer de un solo esposo, de quien se dé testimonio por sus excelentes obras: si crió hijos, si hospedó a extraños, si lavó los pies de los santos, si socorrió a los atribulados, si siguió con diligencia toda buena obra”. (1 Timoteo 5:3, 4, 9, 10.) Los testigos de Jehová ayudan y consuelan hoy día del mismo modo a sus hermanos en la fe.

      Por lo general, la mayor adaptación que los dolientes tienen que hacer es de naturaleza emocional. “Quería mucho a mi esposa —escribió un hombre que había perdido a su cónyuge hacía dos años—. Este es el suceso más triste de mi vida, y se me hace difícil superarlo.” La persona que ha estado casada por algún tiempo ha compartido su vida en la más íntima de las relaciones humanas. Cuando el cónyuge muere, es natural que el que sobrevive sienta una gran pérdida. ¿A quién puede recurrir por ayuda?

      En tales circunstancias, la compañía de buenos amigos cristianos puede resultar muy edificante. “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”, dice un sabio proverbio. (Proverbios 17:17.) El cónyuge que enviuda necesita ayuda, amigos que le apoyen. Los amigos prudentes animan al doliente a hablar, aunque le suponga derramar lágrimas. Es posible que un cristiano que ya haya pasado por el dolor y la angustia de perder a su cónyuge esté en mejor posición de ofrecer ayuda bondadosa. “Hablen confortadoramente a las almas abatidas”, dice la Biblia. (1 Tesalonicenses 5:14.) Pero recuerde que la persona que ha enviudado echa de menos a su cónyuge. Por lo tanto, los dolientes deben confiarse a otras personas solo en circunstancias que permitan a todos mantener una conducta casta. (1 Pedro 2:12.)

      El mejor antídoto para el dolor que causa la muerte es mantenerse ocupado ayudando a otros, lo que constituye un verdadero desafío para aquellos que creen que son quienes necesitan la ayuda. Aquí es donde entra en juego el altruismo. El hacer cosas altruistamente por otras personas nos ayuda a superar la tristeza y el dolor, pues Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.)

  • “El último enemigo” será derrotado
    La Atalaya 1993 | 15 de noviembre
    • [Fotografía en la página 5]

      Buenos amigos cristianos pueden edificar espiritualmente a los dolientes

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