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  • ¿Es normal sentirse así?
    Cuando muere un ser querido
    • ¿Es normal sentirse así?

      UN HOMBRE que estaba de duelo escribió: “Como me crié en Inglaterra, me enseñaron a no exteriorizar mis sentimientos. Aún me parece oír a mi padre, un ex militar, diciéndome con los dientes apretados: ‘¡No llores!’, cuando algo me producía dolor. No recuerdo si alguna vez mi madre nos besó o abrazó a mis tres hermanos y a mí. Cuando tenía 56 años, vi morir a mi padre. Aunque sentí una pena inmensa, al principio fui incapaz de llorar”.

      Hay culturas en las que los individuos expresan sus sentimientos abiertamente. Los demás saben si se sienten contentos o tristes. Pero en otras partes del mundo, especialmente en el norte de Europa y en Gran Bretaña, se ha educado a la gente, sobre todo a los hombres, para que oculten sus sentimientos, para que repriman sus emociones y no se inmuten ante nada. No obstante, ¿tiene algo de malo expresar el dolor cuando se sufre la pérdida de un ser querido? ¿Qué dice la Biblia al respecto?

      Personajes bíblicos que lloraron

      La Biblia fue escrita por hebreos del Mediterráneo oriental, quienes eran un pueblo expresivo. En sus páginas se encuentran muchos casos de personas que manifestaron públicamente su aflicción. El rey David, por ejemplo, quedó desolado cuando su hijo Amnón fue asesinado y ‘lloró con un llanto sumamente grande’. (2 Samuel 13:28-39.) Lloró incluso la muerte de su traicionero hijo Absalón, que había intentado usurpar el trono. El relato bíblico nos indica: “Entonces el rey [David] se perturbó y subió a la cámara del techo sobre el paso de entrada y se puso a llorar; y esto decía al andar: ‘¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!’”. (2 Samuel 18:33.) David manifestó su dolor como cualquier otro padre. ¡Cuántas veces han deseado los padres haber muerto ellos en lugar de sus hijos! Parece tan anormal que un hijo fallezca antes que sus padres.

      ¿Cómo reaccionó Jesús ante la muerte de su amigo Lázaro? Al acercarse a su tumba, lloró. (Juan 11:30-38.) María Magdalena también lloró cuando se aproximaba al sepulcro de Jesús. (Juan 20:11-16.) Es cierto que el cristiano que entiende la esperanza bíblica de la resurrección no llora inconsolablemente, como lo hacen algunos que no poseen un fundamento bíblico claro para sus creencias con respecto a la condición de los muertos. Pero, como todo ser humano con sentimientos normales, el verdadero cristiano, pese a tener la esperanza de la resurrección, llora la pérdida de cualquier persona querida. (1 Tesalonicenses 4:13, 14.)

      Llorar o no llorar

      ¿Cómo reacciona la gente hoy en día? ¿Le cuesta o le da vergüenza a usted exteriorizar sus sentimientos? ¿Qué recomiendan los especialistas? En muchas ocasiones, sus opiniones modernas son un mero reflejo de la sabiduría antigua inspirada de la Biblia. Dicen que debemos expresar el dolor en vez de reprimirlo. Esto nos recuerda a hombres fieles de la antigüedad, como Job, David y Jeremías, cuyas expresiones de dolor aparecen en la Biblia. Ellos no reprimieron sus sentimientos. Por consiguiente, no es sensato aislarse de los demás. (Proverbios 18:1.) Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el duelo se expresa de diferentes formas según la cultura y las creencias religiosas predominantes.a

      ¿Qué puede hacer si tiene ganas de llorar? Llorar es humano. Recuerde de nuevo que cuando Lázaro murió, Jesús “gimió en el espíritu y [...] cedió a las lágrimas”. (Juan 11:33, 35.) De este modo probó que el llanto es una reacción normal ante la muerte de un ser amado.

      Personas lamentando la pérdida de un ser querido

      Es normal sentir dolor y llorar cuando muere un ser querido

      El caso de Anne —cuyo bebé, Rachel, falleció del síndrome de muerte infantil súbita— corrobora lo anterior. Su esposo comentó: “Lo sorprendente fue que ni Anne ni yo lloramos en el entierro, aunque todos los demás estaban llorando”. A esto, Anne replicó: “Sí, pero yo he llorado mucho por ambos. Creo que su muerte me afectó de modo especial unas cuantas semanas después de la tragedia, cuando por fin un día me encontré sola en casa. Me pasé todo el día llorando. Pero creo que eso me ayudó. Me sentí mejor. Tenía que llorar la muerte de mi hija. Creo sinceramente que se debe dejar a las personas dolientes que lloren. Aunque decir ‘no llores’ es una reacción natural de los demás, en realidad no ayuda en nada”.

      La reacción de algunos

      ¿Cómo han reaccionado algunas personas al sufrir la pérdida de un ser querido? Pongamos por caso a Juanita, quien sabe lo que significa perder a un bebé. Juanita estaba embarazada cuando tuvo que ser hospitalizada debido a un accidente automovilístico. Anteriormente había tenido cinco abortos, así que es comprensible que estuviera preocupada. A las dos semanas se puso de parto prematuramente. Poco después nació la pequeña Vanessa, con un peso de apenas 900 gramos. “¡Estaba tan emocionada! —recuerda Juanita—. ¡Por fin era madre!”

      Pero su felicidad fue efímera. Vanessa murió a los cuatro días de su nacimiento. “Sentí un gran vacío —dice Juanita—. Había dejado de ser madre. Me sentía incompleta. Fue doloroso volver a casa y ver la habitación que habíamos preparado para Vanessa y las camisetas que yo le había comprado. Por los siguientes dos meses no hacía más que revivir el día de su nacimiento. No quería ver a nadie.”

      ¿Fue una reacción extrema? Aunque resulte difícil de entender, los que han pasado por la misma situación que Juanita explican que sufrieron tanto por la muerte de su bebé como lo hubieran hecho por la de alguien que hubiera vivido más tiempo. Según ellos, mucho antes de que nazca un niño, los padres ya lo aman. Entre el bebé y la madre se crea un vínculo especial. Cuando el bebé muere, la madre siente que se pierde a una persona real. Y eso es precisamente lo que los demás deben entender.

      Cómo pueden afectarle los sentimientos de ira y de culpa

      Otra madre describió así sus sentimientos al saber que su hijo de 6 años de edad había muerto súbitamente a causa de un problema cardíaco congénito: “Pasé por una serie de reacciones: aturdimiento, incredulidad, culpabilidad e indignación contra mi esposo y el médico por no darse cuenta de la gravedad de su estado”.

      La ira puede ser otro síntoma de la aflicción. Puede descargarse sobre los médicos y enfermeras, por creer que no hicieron todo lo que pudieron por el difunto, o sobre amigos y familiares que aparentemente dicen o hacen cosas que no debieran. Algunos se enfadan con el que ha fallecido por no haber cuidado su salud. Stella cuenta: “Recuerdo que me indigné con mi esposo porque yo sabía que las cosas podrían haber resultado de otra manera. Él había estado muy enfermo, pero no había hecho caso de las advertencias de los médicos”. Y a veces el enojo con el difunto se debe a las cargas que su muerte impone.

      Hay quienes se sienten culpables por su indignación, es decir, que se condenan a sí mismos por estar enojados. Otros se culpan de la muerte de su ser querido. “No hubiera muerto —se dicen a sí mismos convencidos— si yo le hubiera presionado para que fuera antes al médico” o “para que consultara a otro médico” o “para que se cuidara mejor”.

      Una madre recuerda cuando abrazaba a su hija

      La pérdida de un hijo es un trauma terrible; las muestras sinceras de condolencia y empatía pueden ayudar a los padres

      En el caso de otras personas, el sentimiento de culpabilidad es aún más extremo, sobre todo si el ser amado murió de manera repentina e inesperada. Empiezan a recordar las ocasiones en que se enfadaron con el fallecido o discutieron con él. O tal vez piensen que no se portaron todo lo bien que debían con él.

      El largo proceso de la aflicción de muchas madres confirma la opinión de muchos entendidos según la cual la pérdida de un hijo deja un vacío imposible de llenar en los padres, particularmente en la madre.

      La pérdida del cónyuge

      La pérdida del cónyuge constituye otro tipo de trauma, especialmente si ambos llevaban una vida muy activa juntos. Puede significar el fin de todo un estilo de vida en común, de viajes y de su trabajo, entretenimiento e interdependencia.

      Eunice explica lo que sucedió cuando su esposo falleció repentinamente de un ataque cardíaco: “Durante la primera semana pasé por una fase de insensibilidad; era como si hubiera dejado de funcionar. Perdí incluso el olfato y el gusto. Mi sentido de la lógica, en cambio, siguió funcionando. Puesto que había permanecido junto a mi esposo mientras trataban de estabilizarlo mediante resucitación cardiopulmonar y medicación, no sufrí los síntomas habituales de rechazo de la realidad. No obstante, me sentía sumamente frustrada, como si estuviera viendo un automóvil caerse por un precipicio sin poder hacer nada para evitarlo”.

      ¿Lloró? “Naturalmente, sobre todo cuando leí los cientos de tarjetas de condolencia que había recibido. Lloré con cada una de ellas. Eso me ayudó a afrontar el resto del día. Pero nada me ayudaba cuando me preguntaban una y otra vez cómo me sentía. Obviamente, me sentía desdichada.”

      ¿Qué ayudó a Eunice a soportar su pena? “De manera inconsciente tomé la decisión de seguir adelante con mi vida —dice—. Pero todavía me duele recordar que mi esposo, que tanto amaba la vida, no está aquí para disfrutarla.”

      “No deje que otros le manden...”

      Los autores del libro Leavetaking—When and How to Say Goodbye (La despedida: cuándo y cómo despedirse) aconsejan: “No deje que otros le manden cómo debe actuar o sentirse. El proceso de la aflicción difiere de persona a persona. A los demás les puede parecer —y quizás se lo digan— que está demasiado apenado o que no lo está lo suficiente. Perdónelos y olvídese de ello. Si intenta encajar a la fuerza en un molde creado por otras personas o por la sociedad en general, retardará su recuperación emocional”.

      Evidentemente, no todo el mundo sobrelleva su pesar de la misma forma. No estamos sugiriendo que un modo particular sea necesariamente mejor que otro para toda persona. Sin embargo, la situación sería alarmante si se produjera un estancamiento, si la persona apesadumbrada fuera incapaz de resignarse a la realidad. En tal caso, necesitaría la ayuda de amigos compasivos. La Biblia dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”. Por lo tanto, no tenga miedo de pedir ayuda ni de hablar ni de llorar. (Proverbios 17:17.)

      Cuando se pierde a un ser querido, es normal sentirse afligido, y no tiene nada de malo exteriorizarlo. Pero hay otras preguntas que requieren una respuesta: ‘¿Cómo puedo sobrellevar el dolor? ¿Es normal tener sentimientos de culpa y de ira? ¿Cómo puedo dominarlos? ¿Qué puede ayudarme a superar la pérdida y el pesar?’. En la siguiente sección se contestarán estas y otras preguntas.

  • ¿Es normal sentirse así?
    Cuando muere un ser querido
    • El proceso de la aflicción

      La palabra “proceso” no implica que la aflicción siga un patrón o programa fijo. Sus reacciones pueden traslaparse y variar en duración, dependiendo del individuo. Esta lista no está completa, pues pueden aparecer otras reacciones. A continuación se presentan algunos de los síntomas de aflicción que se pueden experimentar.

      Primeras reacciones: conmoción inicial; incredulidad, negación; aturdimiento; sentimientos de culpa; ira.

      Fase de aflicción aguda: pérdida de memoria e insomnio; cansancio extremo; cambios repentinos del estado de ánimo; dificultades para juzgar y pensar; ataques de llanto; trastornos del apetito, con la consiguiente pérdida o aumento de peso; diversos síntomas de alteraciones de la salud; letargo; disminución de la capacidad laboral; alucinaciones (sentir, ver u oír al difunto); en caso de pérdida de un hijo, resentimiento irracional hacia el cónyuge.

      Fase de estabilización: tristeza acompañada de nostalgia; recuerdos más gratos del fallecido, incluso con ciertos matices humorísticos.

  • ¿Es normal sentirse así?
    Cuando muere un ser querido
    • Aborto espontáneo y nacimiento de un niño muerto: el dolor de la madre

      Aunque ya tenía otros niños, Monna esperaba con gran ilusión el nacimiento de su próxima hija. Incluso antes de nacer, “jugaba con ella, le hablaba y soñaba con ella”.

      Los lazos entre ella y su futuro bebé eran cada vez más fuertes. Monna continúa diciendo: “Rachel Anne me daba pataditas que hacían que se cayera el libro que yo tenía apoyado sobre el vientre; me mantenía despierta por la noche. Todavía recuerdo sus primeras pataditas; eran como toquecitos suaves y cariñosos. Cada vez que se movía, me llenaba de ternura. La conocía tan bien que sabía cuándo sentía dolor y cuándo estaba enferma”.

      Monna prosigue su relato: “El doctor no me creyó hasta que fue demasiado tarde. Me decía que dejara de preocuparme. Creo que percibí el momento en que murió. De repente, dio una vuelta brusca. Al día siguiente estaba muerta”.

      La experiencia de Monna no es un caso aislado. Según el libro Surviving Pregnancy Loss (Cómo superar un aborto espontáneo), de las escritoras Friedman y Gradstein, tan solo en Estados Unidos alrededor de un millón de mujeres al año tienen un embarazo malogrado. La cifra mundial, lógicamente, es mucho mayor.

      Por lo general, la gente no se da cuenta de que tener un aborto espontáneo o dar a luz un bebé muerto es una tragedia que una mujer probablemente no olvidará por el resto de su vida. Por ejemplo: Verónica, que ahora es una mujer entrada en años, recuerda los abortos que tuvo y, especialmente, el bebé que le nació muerto, aunque se desarrolló hasta el noveno mes y llegó a pesar seis kilogramos. Lo llevó muerto dentro de sí durante las dos últimas semanas. Ella dijo: “Dar a luz un niño muerto es un verdadero trauma para una madre”.

      Las reacciones de estas madres frustradas no siempre son comprendidas, ni siquiera por otras mujeres. Una mujer que tuvo un aborto espontáneo escribió: “He aprendido de la forma más dolorosa posible que antes de que esto me ocurriera a mí, no tenía la menor idea de lo que tuvieron que sufrir mis amigas. Las traté con tanta insensibilidad e ignorancia como creo que ahora otros me tratan a mí”.

      Una pareja triste abrazándose

      Otro problema que se le puede presentar a la madre doliente es pensar que su esposo no siente la pérdida como ella. Una esposa lo expresó así: “En aquellos momentos, mi esposo me decepcionó por completo. Para él, era como si yo nunca hubiera estado embarazada. No podía experimentar el dolor que yo sentía. Supo compartir mis temores, pero no mi dolor”.

      Esta reacción probablemente sea natural en un esposo, pues a él no le unen los mismos lazos físicos y emocionales con el feto que unen a la madre. No obstante, él también sufre una pérdida. Y es fundamental que ambos comprendan que están sufriendo juntos, aunque de diferente manera. Deben compartir su pena. Si el esposo oculta su dolor, la esposa pudiera pensar que es insensible. Por lo tanto, lloren juntos, abrácense y díganse lo que piensan. Muéstrense que se necesitan el uno al otro como nunca antes. Esposos, actúen con empatía.

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    Cuando muere un ser querido
    • El síndrome de muerte infantil súbita: cómo soportar el dolor

      La muerte repentina de un niño representa una gran tragedia. Un día, un bebé aparentemente normal y sano no se despierta de su sueño. Es un suceso totalmente inesperado, pues ¿quién iba a imaginarse que un niño muriera antes que sus padres? El bebé en el que la madre centraba su amor infinito, de repente se convierte en objeto de su dolor infinito.

      A los padres les empiezan a embargar sentimientos de culpa. Se sienten responsables de la muerte, como si esta se hubiera debido a negligencia de su parte. Se preguntan a sí mismos: ‘¿Qué podríamos haber hecho para evitarla?’.b En algunos casos, el esposo incluso culpa inconscientemente a su esposa sin ningún fundamento. Cuando se fue a trabajar, el bebé estaba vivo y sano. Cuando regresó, supo que había muerto en la cuna. ¿Qué estaba haciendo ella? ¿Dónde se encontraba en ese momento? Es necesario aclarar estas dudas atormentadoras a fin de evitar tensiones en el matrimonio.

      La tragedia se debió a circunstancias imprevistas e imprevisibles. La Biblia afirma: “Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. (Eclesiastés 9:11.)

      ¿Cómo se puede ayudar a la familia que ha perdido a un bebé? Una madre doliente respondió: “Una amiga vino y me limpió la casa sin que se lo pidiera. Otros nos prepararon comidas. Algunos me ayudaron simplemente dándome un abrazo, sin decir nada, solo un abrazo. No quería hablar de ello. No quería explicar una y otra vez lo que había sucedido. No estaba para preguntas curiosas que me daban a entender que había fallado en algo. Yo era la madre; hubiera hecho cualquier cosa por salvar a mi niña”.

  • ¿Cómo puedo sobrellevar el dolor?
    Cuando muere un ser querido
    • ¿Cómo puedo sobrellevar el dolor?

      “ME SENTÍA obligado a reprimir mis sentimientos”, dice Mike al recordar la muerte de su padre. Mike creía que inhibir el dolor era propio de los hombres. Pero posteriormente se dio cuenta de su error. Así que cuando un amigo suyo perdió a su abuelo, sabía lo que debía hacer. “Hace un par de años —cuenta— le hubiera dado unas palmadas en el hombro y le hubiera dicho: ‘Pórtate como un hombre’. Pero en esta ocasión, lo tomé del brazo y le dije: ‘Exterioriza tus sentimientos. Te ayudará a sobreponerte. Si quieres que me vaya, me voy. Y si quieres que me quede, me quedo. Pero no tengas miedo de manifestar lo que sientes’.”

      MaryAnne también se consideraba obligada a contener sus emociones cuando falleció su esposo. “Estaba tan preocupada por dar un buen ejemplo a los demás —recuerda—, que refrenaba mis sentimientos normales. Pero con el tiempo comprendí que tratando de ser fuerte como una roca ante otros, no me estaba ayudando a mí misma. Comencé a analizar mi situación y a decirme: ‘Si tienes ganas de llorar, llora. No te hagas la fuerte. Desahógate’.”

      De modo que la recomendación de Mike y MaryAnne es: Manifieste su dolor. Y tienen razón, porque hacerlo sirve de desahogo. Dar libre curso a los sentimientos puede aliviar la tensión que se siente. La expresión natural de las emociones, acompañada de comprensión y de información precisa, le permitirá ver sus sentimientos desde una perspectiva correcta.

      Obviamente, no todo el mundo expresa el dolor de la misma forma. Y factores tales como si la muerte de la persona querida se produjo repentinamente o tras una larga enfermedad, podrían influir en la reacción emocional de los sobrevivientes. Con todo, lo que parece seguro es que reprimir los sentimientos puede perjudicar tanto física como emocionalmente. Es mucho más saludable desahogar la pena. ¿De qué forma? Las Escrituras contienen consejos prácticos.

      Cómo aliviar la pena

      Una forma de desahogarse es hablando. Después de perder a sus diez hijos y de sufrir otras cuantas desgracias personales, el antiguo patriarca Job dijo: “Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida. Ciertamente daré salida a [en hebreo, “soltaré”] mi preocupación acerca de mí mismo. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!”. (Job 1:2, 18, 19; 10:1.) Job no podía contener su preocupación por más tiempo. Tenía que darle rienda suelta; tenía que ‘hablar’. El dramaturgo inglés William Shakespeare escribió algo parecido en Macbeth: “Dad palabras al dolor. La desgracia que no habla, murmura en el fondo del corazón, que no puede más, hasta que le quiebra”. (Versión de Luis Astrana Marín.)

      Por consiguiente, si habla de sus sentimientos con “un compañero verdadero” que le escuche paciente y comprensivamente, puede encontrar cierto alivio. (Proverbios 17:17.) Al expresar verbalmente las experiencias y los sentimientos, por lo general resulta más fácil comprenderlos y sobrellevarlos. Y si el oyente también perdió a alguien y se sobrepuso, posiblemente le dé unas cuantas sugerencias prácticas para que usted también lo consiga. Una señora cuyo hijo había muerto expresó así cómo le había ayudado conversar con otra mujer que había sufrido una pérdida semejante: “Saber que otra persona había pasado por lo mismo, que había sobrevivido y que estaba llevando de nuevo una vida más o menos normal, me fortaleció mucho”.

      Una mujer que ha perdido a un ser querido pone por escrito sus sentimientos

      La Biblia contiene varios ejemplos de cómo el poner por escrito los sentimientos puede ayudar a expresar el dolor

      ¿Le incomoda hablar de sus sentimientos? Tras la muerte de Saúl y Jonatán, David compuso una endecha muy emotiva en la que plasmó su dolor. Con el tiempo, este canto triste llegó a formar parte del libro bíblico de Segundo de Samuel. (2 Samuel 1:17-27; 2 Crónicas 35:25.) Hay personas a las que, como a David, les resulta más fácil expresarse por escrito. Cierta viuda dijo que ella escribía lo que sentía y varios días después lo leía. Este método le resultó útil para desahogarse.

      Comunicar sus sentimientos de palabra o por escrito contribuirá a mitigar su dolor. También puede ayudarle a aclarar malentendidos. Una madre doliente relata: “Mi esposo y yo habíamos oído hablar de otras parejas que se habían divorciado después de perder a un hijo, y no queríamos que a nosotros nos sucediera lo mismo. Así que cada vez que nos enfadábamos y nos sentíamos tentados de culparnos el uno al otro, hablábamos del problema hasta resolverlo. Creo que de esa forma nuestra relación se hizo más íntima”. Por lo tanto, al exteriorizar sus sentimientos quizás entienda que, aunque otras personas hayan sufrido la misma pérdida que usted, no van a expresar su aflicción como usted, sino que lo harán a su paso y a su manera.

      Otra cosa que puede ayudarle a aliviar la pena es llorar. Según la Biblia, hay “un tiempo de llorar”. (Eclesiastés 3:1, 4.) Y no cabe duda de que ese tiempo llega cuando muere un ser querido. Parece que derramar lágrimas de dolor es parte esencial del proceso de recuperación.

      Una joven cuenta que una amiga íntima la ayudó a sobreponerse a la muerte de su madre. Ella recuerda: “Mi amiga siempre estaba a mi lado. Lloraba conmigo. Hablaba conmigo. Podía manifestar libremente mis emociones, y eso era muy importante para mí. No tenía por qué avergonzarme de llorar”. (Véase Romanos 12:15.) Tampoco usted tiene que avergonzarse de sus lágrimas. Como ya hemos visto, en la Biblia hay muchos ejemplos de hombres y mujeres de fe, entre ellos Jesucristo, que derramaron lágrimas de dolor abiertamente sin que parecieran sentir vergüenza por ello. (Génesis 50:3; 2 Samuel 1:11, 12; Juan 11:33, 35.)

      Unas personas dando consuelo a una mujer que está de duelo

      En todas las culturas, los dolientes agradecen que se les dé consuelo

      Es posible que durante algún tiempo sus emociones sean un tanto impredecibles. Quizás se le salten las lágrimas cuando menos se lo espere. Una viuda se dio cuenta de que cada vez que iba a comprar al supermercado (lo cual había hecho muchas veces con su esposo) rompía a llorar, sobre todo cuando por costumbre tomaba de los estantes los productos que le gustaban a su esposo. Así pues, sea paciente consigo mismo. Y no piense que tiene que contener las lágrimas. Recuerde que son una reacción natural y necesaria del proceso de aflicción.

      Cómo vencer el sentimiento de culpa

      Como se indicó anteriormente, algunos experimentan sentimientos de culpa tras la pérdida de alguien querido. Tal reacción explicaría en parte el profundo dolor del fiel Jacob cuando le hicieron creer que “una feroz bestia salvaje” había matado a su hijo José. El propio Jacob le había mandado ir a ver si sus hermanos estaban bien. De modo que posiblemente le atormentaban ideas como: ‘¿Por qué envié a José solo? ¿Por qué lo mandé a una zona infestada de bestias salvajes?’. (Génesis 37:33-35.)

      Tal vez usted crea que algún descuido suyo contribuyó a la muerte de la persona a quien quería. Si ese es el caso, le puede servir de ayuda pensar que los sentimientos de culpa —sea esta real o imaginaria— son una reacción normal de aflicción. Y tampoco estos sentimientos deben reprimirse necesariamente. Si habla de la culpa que siente, es probable que encuentre gran alivio.

      No obstante, debe comprender que, por mucho que amemos a una persona, no podemos controlar su vida ni evitar que “el tiempo y el suceso imprevisto” le acaezcan. (Eclesiastés 9:11.) Por otra parte, seguro que sus intenciones no fueron malas. Por ejemplo, si no concertó una cita con el médico antes, ¿fue porque quería que su ser querido enfermara y muriera? ¡Claro que no! Por lo tanto, ¿es usted verdaderamente culpable de su muerte? No.

      Así expresa una madre cómo superó su sentimiento de culpa después de la muerte de su hija en un accidente automovilístico: “Me sentí culpable de haberla mandado por algo. Pero me di cuenta de que era absurdo que me sintiera así. No tuvo nada de malo que la enviara con su padre a hacer un mandado. No fue más que un lamentable accidente”.

      ‘Pero quisiera haber dicho y hecho tantas cosas...’, quizás piense. Es posible; sin embargo, ¿quién puede decir que haya sido un padre, una madre o un hijo perfecto? La Biblia nos recuerda: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto”. (Santiago 3:2; Romanos 5:12.) Acepte, pues, el hecho de que no es perfecto. Pensar continuamente en todo lo que hubiera querido hacer no cambiará las cosas y puede retardar su recuperación.

      Si tiene buenas razones para creer que es culpable de verdad, que no son imaginaciones suyas, piense en que lo más importante para mitigar el sentimiento de culpa es obtener el perdón divino. La Biblia nos asegura: “Si errores fuera lo que tú vigilas, oh Jah, oh Jehová, ¿quién podría estar de pie? Porque hay el verdadero perdón contigo, a fin de que se te tema”. (Salmo 130:3, 4.) Usted no puede cambiar el pasado, pero sí puede suplicar a Dios que le perdone sus errores anteriores. ¿Qué más puede hacer? Pues bien, en vista de que Dios promete perdonar los errores del pasado, ¿no cree que usted también debería perdonarse a sí mismo? (Proverbios 28:13; 1 Juan 1:9.)

      Cómo dominar la ira

      ¿Se siente además bastante molesto con los médicos, las enfermeras, sus amigos o incluso con el fallecido? Tenga en cuenta que esa es otra reacción frecuente ante la pérdida de alguien querido. Quizás el dolor que siente vaya acompañado de ira de forma natural. Comprender tal hecho puede beneficiarle. Un escritor dijo: “Solo cuando se toma conciencia de la ira —no dejándose llevar por ella, sino percatándose de que se siente— es posible librarse de sus efectos nocivos”.

      También le puede servir de ayuda expresar su enojo. ¿Cómo? No mediante estallidos violentos, evidentemente. La Biblia advierte que la cólera prolongada es dañina. (Proverbios 14:29, 30.) Pero tal vez le reconforte hablar de lo que siente con un amigo comprensivo. A algunas personas les calma asimismo realizar ejercicios enérgicos cuando están enfadadas. (Véase también Efesios 4:25, 26.)

      Aunque es importante expresar con franqueza los sentimientos, conviene dar una advertencia. Existe una gran diferencia entre expresar los sentimientos y descargarlos sobre otros. No hay necesidad de que culpe a los demás de su ira y su frustración. De modo que trate de comunicar sus sentimientos, pero no en tono hostil. (Proverbios 18:21.) A continuación vamos a tratar la principal ayuda de que disponemos para sobrellevar el dolor.

      Ayuda de parte de Dios

      La Biblia nos asegura: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”. (Salmo 34:18.) En efecto, una relación con Dios le puede ayudar, más que cualquier otra cosa, a sobreponerse a la muerte de un ser querido. ¿De qué manera? Todas las sugerencias prácticas ofrecidas hasta ahora se basan en la Palabra de Dios, la Biblia, o están en armonía con ella. Aplicarlas puede ayudarle a sobrellevar el dolor.

      Por otra parte, nunca subestime el valor de la oración. La Biblia nos exhorta: “Arroja tu carga sobre Jehová mismo, y él mismo te sustentará”. (Salmo 55:22.) Si hablar de sus sentimientos con un amigo comprensivo le puede ayudar, ¡cuánto más le ayudará abrir su corazón al “Dios de todo consuelo”! (2 Corintios 1:3.)

      El valor de la oración no estriba solo en que nos haga sentir mejor. El “Oidor de la oración” promete dar espíritu santo a los siervos suyos que se lo pidan sinceramente. (Salmo 65:2; Lucas 11:13.) Y el espíritu santo o fuerza activa de Dios puede infundirle el ‘poder que va más allá de lo normal’ para que salga adelante. (2 Corintios 4:7.) Recuerde que Dios puede ayudar a sus siervos fieles a aguantar todos y cada uno de los problemas que se les presenten.

      Una señora que perdió a su hija recuerda cómo el poder de la oración les ayudó a ella y a su esposo a sobrellevar la pérdida. “Si estábamos en casa de noche y el dolor se volvía insoportable, orábamos juntos en voz alta —explica—. Cuando teníamos que hacer algo sin ella por primera vez, como ir a la reunión de congregación o a una asamblea, pedíamos fuerzas. Si al levantarnos por la mañana nos parecía que no podríamos hacer frente a la realidad, rogábamos a Jehová que nos ayudara. No sé por qué, pero me traumatizaba entrar sola en la casa; así que cada vez que lo hacía, le suplicaba a Jehová que me ayudara a mantenerme calmada.” Esta fiel mujer cree firmemente, y con razón, que aquellas oraciones fueron decisivas. Usted también puede comprobar que, en contestación a sus oraciones constantes, ‘la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará su corazón y sus facultades mentales’. (Filipenses 4:6, 7; Romanos 12:12.)

      La ayuda que Dios da es determinante. El apóstol cristiano Pablo afirmó que Dios “nos consuela en toda nuestra tribulación, para que nosotros podamos consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación”. Es cierto que la ayuda divina no elimina por completo el dolor, pero lo hace más llevadero. Eso no significa que no va a llorar más o que va a olvidarse de la persona amada. No obstante, puede recuperarse. Y cuando así suceda, su experiencia quizás le sirva para ser más comprensivo y compasivo al ayudar a otros a enfrentarse a una pérdida parecida. (2 Corintios 1:4.)

      Preguntas para meditar

      • ¿Por qué es importante que manifieste su dolor?

      • ¿Cómo puede aliviar su pena?

      • ¿Cómo pueden ayudarle las Escrituras a vencer los sentimientos de culpa y de ira?

      • ¿De qué manera puede ayudarle una relación con Dios a sobreponerse a la muerte de un ser querido?

      • ¿Qué sugerencias prácticas se ofrecen para sobrellevar el dolor?

      Consejos prácticos

      Confíe en los amigos: Deje que los demás le ayuden si se ofrecen y si su ayuda le puede resultar útil. Entienda que esa podría ser su manera de mostrar cómo se sienten; quizás no encuentran las palabras precisas para decírselo. (Proverbios 18:24.)

      Cuide su salud: La aflicción puede causarle un gran desgaste, sobre todo al principio. Su cuerpo necesita más que nunca descanso suficiente, ejercicio sano y una alimentación adecuada. Sería conveniente que su doctor de cabecera le realizara un reconocimiento general periódicamente.

      Aplace las decisiones importantes: Es preferible que no tome decisiones como vender la casa o cambiar de trabajo hasta que pueda pensar con mayor claridad. (Proverbios 21:5.) Una viuda contó que varios días después de la muerte de su esposo regaló muchas pertenencias de él, y que luego se dio cuenta de que se había desprendido de valiosos recuerdos.

      Sea paciente consigo mismo: La aflicción normalmente dura más de lo que la mayoría de la gente cree. Las fechas que traen recuerdos de la persona querida muerta reavivan el dolor año tras año. Determinadas fotografías, canciones o incluso olores pueden hacer saltar las lágrimas. Un estudio científico que se realizó del duelo describió el proceso de la aflicción de la siguiente forma: “Los dolientes pueden experimentar cambios drásticos y repentinos de su estado emocional, y el deseo de evitar cualquier recuerdo del difunto puede alternarse con un esfuerzo deliberado por cultivar tales recuerdos durante un tiempo”. Tenga presente las preciadas promesas de Jehová. (Filipenses 4:8, 9.)

      Sea comprensivo con los demás: Trate de ser paciente con los demás. Comprenda que la situación es embarazosa para ellos. Por no saber qué decir, quizás digan cosas inoportunas. (Colosenses 3:12, 13.)

      Absténgase de ingerir medicamentos o alcohol para contrarrestar la pena: El alivio que pueda sentir con los medicamentos o el alcohol es solo temporal. Medíquese únicamente bajo la supervisión de un médico. Sin embargo, tenga cuidado porque hay muchos fármacos que crean adicción. También se debe tener en cuenta que estos pueden retardar el proceso de la aflicción. Cierto patólogo advierte: “La tragedia tiene que soportarse, sufrirse y finalmente asimilarse; pero si esto se retrasa indebidamente insensibilizando a la [persona] con drogas, el proceso se puede prolongar o distorsionar”. Medite en los magníficos propósitos de Jehová y obtendrá alivio duradero. (Salmo 1:2; 119:97.)

      Vuelva a su actividad diaria: Al principio tal vez tenga que hacer un esfuerzo para ir a trabajar, ir de compras o realizar otras tareas. Pero posiblemente descubra que le beneficia seguir su programa habitual de actividades. Manténgase ocupado efectuando obras cristianas. (Compárese con 1 Corintios 15:58.)

      No tema que le desaparezca el dolor intenso: Por extraño que parezca, algunos dolientes temen dejar de sentir un pesar profundo, pues creen que ello indicaría que su amor por el fallecido está disminuyendo. No es así. La desaparición del dolor da paso a recuerdos valiosos que sin duda conservará para siempre. (Eclesiastés 3:1, 4.)

      No se inquiete excesivamente: Puede que se pregunte: ‘¿Qué va a ser de mí?’. La Biblia aconseja que no nos preocupemos por el día siguiente. “Vivir concentrándome más en el día presente me ayuda mucho”, explica cierta viuda. Jesús dijo a sus discípulos: “Nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes”. (Mateo 6:25-34.)

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