BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Página 2
    ¡Despertad! 1987 | 8 de agosto
    • Página 2

      Millones de padres por todo el mundo han perdido algún hijo. Enfermedad, hambre, guerra, asesinato, suicidio, accidente, muerte en la cuna, aborto... prescindiendo de cuál haya sido la causa, los padres siempre sienten un profundo pesar.

      Sin importar la edad del niño, los padres invariablemente experimentan un gran dolor. ¿Cómo puede soportarse el pesar? ¿Cómo se puede seguir viviendo? ¿Es el dibujo de esta página, en el que se ve a una familia recibiendo a su hijo de regreso de la muerte, solo una fantasía? ¿O será pronto una realidad?

      Algunas de estas preguntas se contestan en los relatos de la vida real contados por personas que han podido sobreponerse al gran pesar que les causó la pérdida de un hijo. Sírvase leer los artículos siguientes sobre este tema para saber cómo lo lograron en cada caso. Estamos convencidos de que derivará consuelo y esperanza al leerlos?

  • “¡No puede ser verdad!”
    ¡Despertad! 1987 | 8 de agosto
    • “¡No puede ser verdad!”

      “EL 31 de mayo de 1982 era un día hermoso. El Sol brillaba, el cielo estaba azul... y pensé que sería una ocasión perfecta para limpiar el jardín. Hacía poco que habíamos cortado el viejo olmo de hoja pequeña y todavía quedaban algunos palitos y ramas sobre el césped. Entonces recordé que nuestro amigo George tenía una máquina que podría facilitarme el trabajo, de modo que le telefoneé.

      ”George era un piloto experimentado, y le encantaba volar. De modo que no me sorprendí cuando me dijo que iba a invitar a unos amigos a dar un paseo en su avioneta y me preguntó si a nosotros también nos gustaría ir. Dianne, mi esposa, y yo decidimos que sería un cambio agradable después de arreglar el jardín. Llevamos a nuestra hijita de tres años con nosotros. María, una niña encantadora y despierta, de cabello y ojos de color castaño oscuro, estaba ilusionadísima.

      ”Cuando llegamos al aeropuerto, otro amigo esperaba su turno, así que nos metimos todos en la avioneta de cuatro plazas. Sobrevolamos el lago y nos dirigimos hacia las montañas. Era hermoso. Miramos fuera y vimos aquellos parajes que nos resultaban tan familiares y a algunas personas en una colina que disfrutaban de una comida campestre. María estaba entusiasmada. Entonces, al pasar sobre la cima de la colina, la avioneta fue arrastrada por una repentina y fuerte ráfaga de viento descendente. El motor empezó a fallar y se paró, ¡y nos precipitamos hacia abajo!

      ”En lo único en lo que pude pensar fue en tratar de colocarme entre mi esposa, que tenía a María en el regazo, y el asiento delantero. No lo conseguí. La avioneta se estrelló contra la ladera de la colina.

      ”Intenté levantarme, pero no conseguía moverme. Oí a Dianne pidiendo ayuda, pero no era capaz de hacer nada. Lo único que podía hacer era gritar por auxilio.

      ”Finalmente acudieron equipos médicos de urgencia para sacarnos de allí. Aunque habíamos hecho un aterrizaje forzoso perfecto, George y el otro amigo habían muerto, y nosotros tres nos encontrábamos gravemente heridos. María sufrió lesiones cefálicas e internas. Estando yo todavía encamado en el hospital, mi suegro asumió la dolorosa misión de venir a decirme que la niña había muerto... fue como recibir una puñalada en el pecho. ‘¿Por qué ella? ¿Por qué no pude haber sido yo? No es justo que una criatura como ella tenga que morir’, pensé. Si no hubiese aceptado aquel paseo en avioneta...

      ”Dianne tenía la columna vertebral rota, y su estado era crítico. Tres semanas después del accidente, ella también murió. Había perdido de un golpe a mi hijita y a mi esposa. Pensé que lo había perdido todo. ¿Cómo podría seguir viviendo?” —Según lo relató Jess Romero, Nuevo México (E.U.A.).

      “Mi hijo Jonathan estaba en Long Island visitando a unos amigos. A Valentina, mi esposa, no le agradaba que fuese allí. Siempre se preocupaba por el tráfico. Pero a él le gustaba la electrónica, y sus amigos tenían un taller donde podía hacer prácticas. Yo me encontraba en casa, en West Manhattan, y mi esposa había ido a Puerto Rico a visitar a su familia.

      ”Estaba dormitando frente al televisor mientras pensaba: ‘Jonathan regresará pronto’. Entonces sonó el timbre de la puerta. ‘Seguro que es él.’ No lo era. Era la policía y unos paramédicos.

      ”‘¿Conoce usted este permiso de conducción?’, preguntó el oficial de policía. ‘Sí, es el de mi hijo Jonathan.’ ‘Tenemos malas noticias para usted. Ha habido un accidente y... su hijo..., su hijo ha muerto.’ Mi primera reacción fue decir: ‘¡No puede ser! ¡No puede ser!’.

      ”Aquello nos cayó como una bomba y abrió una herida en nuestro corazón que todavía, casi dos años después, no se ha curado.” —Según lo relató Agustín Caraballoso, Nueva York (E.U.A.).

      “En la España de los sesenta, a pesar de la persecución religiosa que experimentábamos por ser Testigos, éramos una familia feliz: María —mi esposa—, nuestros tres hijos —David, Paquito e Isabel, de trece, once y nueve años respectivamente— y yo.

      ”En marzo de 1963, Paquito vino un día de la escuela quejándose de mucho dolor de cabeza. Estábamos desconcertados porque no sabíamos cuál podría ser la causa; pero esa situación no duró mucho. Tres horas después, había muerto. Una hemorragia cerebral había acabado con su vida.

      ”Paquito murió hace veinticuatro años, pero el profundo dolor de aquella pérdida sigue afectándonos hasta este día. Cuando unos padres pierden a su hijo, siempre sienten que han perdido una parte de sí mismos, sin importar cuánto tiempo haya transcurrido o cuántos otros hijos puedan tener.” —Según lo relató Ramón Serrano, Barcelona (España).

      Estas son solo unas pocas de los millones de tragedias que azotan a las familias por todo el mundo. Como testifican la mayoría de los padres dolientes, cuando la muerte se lleva a un hijo, esta es, sin duda, un enemigo. (1 Corintios 15:25, 26.)

      Pero, ¿cómo salieron adelante estas personas afligidas cuyos casos acabamos de citar? ¿Es posible volver a tener una vida normal después de semejante pérdida? ¿Existe alguna esperanza de que podamos ver de nuevo a nuestros seres queridos que han fallecido? En caso afirmativo, ¿dónde y cómo podrá ser eso? Estas y otras preguntas relacionadas se considerarán en los siguientes artículos.

      [Reconocimiento en la página 3]

      The Daily Herald, Provo, Utah

  • “¿Cómo puedo sobrellevar mi pesar?”
    ¡Despertad! 1987 | 8 de agosto
    • “¿Cómo puedo sobrellevar mi pesar?”

      BOB y Diane Krych sufrieron una gran tragedia hace dieciocho años. Su hijo David, de seis años, tenía un problema cardiaco congénito. Diane misma explica lo que sucedió:

      “Un doctor nos había aconsejado que le hiciésemos una prueba antes de que pasara un año, y nosotros concordamos. David estaba lleno de energía, era casi hiperactivo. Recuerdo que era el día 25 de enero y que David había estado molestando a su hermana revolviendo su habitación. Cuando me preguntó si podía salir a jugar, le di permiso.

      ”Poco después, oí una ambulancia y entonces una vecina vino corriendo hacia la casa, mientras gritaba: ‘¡Diane, es David, venga!’. Salí, y lo vi tendido sobre el capó del automóvil que le había atropellado. No pude reaccionar. Me sentí como paralizada. Se lo llevaron en la ambulancia, pero todo fue en vano. Su corazoncito se paró, y David murió.”

      ¡Despertad!: “¿Cómo le afectó esta trágica pérdida?”

      Diane: “Pasé por una serie de reacciones: aturdimiento, rechazo de la realidad, culpabilidad y hasta ira hacia mi esposo y hacia el doctor por no darse cuenta de la gravedad de su estado. Aquel día, David me había hecho enfadar mucho. Además, esperaba invitados para comer y tenía un bebé de diez semanas que atender. Era demasiado. De repente, me enteré que se llevaban a mi David al hospital.

      ”Me resistía a creer que estuviese muerto. No quería aceptar las palabras ‘muerto’ y ‘muerte’. En lo que a mí se refería, David se había ido de viaje. ‘Está vivo en la memoria de Dios y volverá’, me decía. Así que, unas siete semanas después de su muerte, empecé a escribirle cartas. Las estuve escribiendo ¡durante trece años!”

      ¿Cuánto tiempo perdura el pesar?

      El largo proceso del sentimiento de pesar de Diane apoya la declaración que hace el doctor Arthur Freese en su libro Help for Your Grief (Ayuda para su desconsuelo): “La mayor parte de los expertos creen que la pérdida de un hijo produce un permanente sentimiento de desconsuelo en los padres, particularmente en la madre”.

      “El pesar regresa con el año que pasa”, fue el sentir del poeta Shelley. Los recordatorios anuales del ser querido que ha muerto vuelven a abrir la herida. Millones de personas hoy en día pueden confirmar este hecho, y se preguntan: “¿Cómo puedo sobrellevar mi pesar?”. No obstante, este sigue un proceso de curación, aunque quizás nunca se complete. El intenso desconsuelo del principio va disminuyendo, aunque la sensación de pérdida continúa.

      Esta opinión la confirman Harold y Marjorie Bird, de Gran Bretaña, a quienes hace diez años se les ahogó su hijo, Stephen, con solo diecinueve años de edad. Para empeorar los asuntos, era su único hijo y nunca encontraron su cuerpo. Harold nos habla del proceso del sentimiento de pesar: “Se dice que el tiempo cura, pero en realidad solo embota un poco el recuerdo del ser querido. La única curación vendrá cuando volvamos a estar con él en la resurrección”.

      Un estudio científico sobre el desconsuelo que se siente cuando se pierde a un ser querido explicó que el proceso del sentimiento de pesar es el siguiente: “El doliente puede pasar drástica y rápidamente de un estado emocional a otro, y el deseo de evitar cualquier recuerdo del difunto puede alternarse con un esfuerzo deliberado por cultivar esos recuerdos durante un tiempo. Las personas suelen pasar de un estado de rechazo de la realidad a una aceptación gradual de la pérdida”.

      El doctor Freese aporta un rayo de luz a este sombrío tema. “Uno siempre debe mantener la debida perspectiva: reconocer que la gran mayoría de las personas que sufren pesar y la pérdida de un ser querido [...] salen de esa situación, se recuperan y siguen adelante en un estado físico muy parecido al que tenían cuando empezó el dolor y la agonía de su pesar.”

      En realidad, en muchos casos la persona hasta puede salir más fuerte de esa experiencia. ¿A qué es debido esto? A que el sufrimiento le ha enseñado empatía, es decir, saber entender mejor a los que han perdido a un ser querido, identificarse con ellos. Y como la empatía va mucho más allá de la condolencia, el que supera su propio pesar se convierte en alguien muy útil, un consejero, un consolador de aquellos que sufren la pérdida de un ser querido. Por ejemplo: Bob, cuyo hijo David murió de un paro cardiaco, dijo: “Hemos descubierto que el ayudar a otros a llevar su carga de pesar ha aligerado la nuestra”.

      ¿A qué se deben los sentimientos de culpa, ira y recriminación?

      Los expertos reconocen que las reacciones de culpa, ira y recriminación que a menudo se producen ante la pérdida de un ser querido son normales en esta situación. Los dolientes tratan de encontrar razones para lo sucedido, cuando a menudo no hay ninguna que sea válida o lógica. Algunas reacciones comunes son: “¿Por qué tuvo que sucederme a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? Si solo hubiese...”. Otros se vuelven contra Dios, preguntándose: “¿Cómo es que Dios permitió que sucediese? ¿Por qué me hizo esto?”.

      En estos casos, uno puede pensar en la respuesta que da la Biblia: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Los accidentes pueden suceder en cualquier lugar, en cualquier momento, y la muerte no es parcial. Además, un Dios de amor ciertamente no le quitaría un hijo a nadie caprichosamente. (Eclesiastés 9:11; 1 Juan 4:8.)

      A Agustín y Valentina, mencionados en el primer artículo, todavía les saltaban las lágrimas cuando hablaban de la muerte de Jonathan con el corresponsal de ¡Despertad! ¿Recriminaron a alguien por lo sucedido? Valentina respondió: “Nunca me gustó que fuese a Long Island en el automóvil de otra persona. Tengo que ser sincera: culpé a Agustín. Ahora me doy cuenta de que fue una reacción irracional, pero en aquellos momentos no podía dejar de pensar: ‘Si tan solo papá no le hubiese dejado ir, todavía estaría vivo’. Seguí culpándole a él. Tuve que desahogar mis sentimientos, porque el guardarlos me estaba perjudicando”.

      La ira de Diane Krych por la muerte prematura de David llegó a manifestarse hasta con resentimiento hacia los animales. Ella dijo a ¡Despertad!: “Si veía a un perro o a un gato andando por la calle, me decía: ‘Ese animal tiene un corazón sano latiendo dentro de sí. ¿Por qué no pudo mi hijo haber tenido un corazón sano? ¿Por qué debería estar paseando un animal en lugar de mi David?’”.

      Los expertos afirman que todas esas reacciones son irracionales aunque a menudo, son naturales. El hacerse preguntas es una forma de encontrar una explicación, es parte del proceso de aceptar la realidad. Con el tiempo, se consigue un punto de vista estable, y el sentido común prevalece. Como lo expresa el doctor Freese: “Lo que prueba que un sentimiento de pesar es equilibrado —que se abre paso adecuadamente a través de los problemas emocionales relacionados con el desconsuelo y el pesar, que acepta la muerte y se enfrenta honradamente a todos los sentimientos que la acompañan— es que el doliente acaba soportando estos malos momentos con un dolor pasajero o, únicamente, con pensamientos tristes comedidos”.

      Esto conduce a la estabilidad. El doctor Freese continúa diciendo: “Lo ideal es que la nostalgia y los recuerdos agradables, así como el poder hablar de la persona difunta sincera y afectuosamente, finalmente ocupen el lugar del dolor persistente, del pesar y de la angustia”. Cuando se llega a ese punto, los recuerdos provocan afecto más bien que pesar.

      Cómo hacer frente al sentimiento de pérdida cuando nace una criatura muerta

      Aunque Monna ya tenía otros hijos, esperaba con mucha ilusión el nacimiento de su próxima hija. Incluso antes de nacer, era “una criatura con la que jugaba, a la que hablaba y con la que soñaba”.

      Los lazos entre ella y la criatura que llevaba dentro eran cada vez más fuertes. Esa madre sigue diciendo: “Rachel Anne era una criatura que con sus pataditas lograba hacer caer un libro que me pusiera sobre el vientre; era una niña que me mantenía despierta por la noche. Todavía puedo recordar sus primeras pataditas, como toquecitos suaves y cariñosos. Cada vez que se movía, me llenaba un profundo amor. La conocía tan bien, que percibía cuándo sentía dolor, cuándo estaba enferma”.

      Monna sigue su relato: “El doctor no quiso creerme, hasta que fue demasiado tarde. Me decía que dejase de preocuparme. Creo que noté el momento en que murió. De repente, se dio la vuelta bruscamente. Al día siguiente, estaba muerta”.

      La experiencia de Monna no es un caso aislado. Según lo que los autores Friedman y Gradstein apuntan en su libro Surviving Pregnancy Loss (Cómo superar un aborto espontáneo), tan solo en los Estados Unidos, aproximadamente un millón de mujeres al año tienen un embarazo malogrado. Las personas no suelen darse cuenta de que, para una mujer, el tener un aborto o dar a luz una criatura muerta es una tragedia que la apesadumbra... quizás durante toda su vida. Por ejemplo: Veronica —de la ciudad de Nueva York—, que ahora tiene algo más de cincuenta años, recuerda los abortos que tuvo y, especialmente, la criatura que dio a luz muerta, aunque vivió hasta el noveno mes y nació pesando casi seis kilogramos (trece libras). La llevó muerta durante las dos últimas semanas. Según ella misma dijo: “El dar a luz un niño muerto es algo terrible para una madre”.

      Las reacciones de estas madres frustradas no siempre son comprendidas, ni siquiera por otras mujeres. Una psiquiatra que perdió a su hijo debido a un aborto escribió: “Lo que he aprendido, y de una manera muy dolorosa, es que, hasta que me sucedió a mí, no tenía ninguna idea de lo que tuvieron que sufrir mis amigas. He sido tan insensible e ignorante hacia ellas como ahora creo que otras personas lo son conmigo”.

      Otro problema de la madre doliente es tener la impresión de que su esposo no siente la pérdida igual que ella. Una esposa lo expresó con estas palabras: “En aquellos momentos, mi esposo me decepcionó totalmente. En lo que a él concernía, simplemente había dejado de estar embarazada. No podía experimentar el mismo sentimiento de pesar que yo. Él supo compartir mis temores, pero no mi pesar”.

      Quizás esta reacción sea natural para un esposo, pues a él no le unen los mismos lazos físicos y emocionales con la criatura que unen a la madre. No obstante, él también sufre una pérdida. Y es vital que el esposo y la esposa se den cuenta de que están sufriendo juntos, aunque de diferentes maneras. Deberían compartir su pesar. Si el esposo no manifiesta su dolor, la esposa pudiera pensar que es insensible. (Véase página 12.) Por lo tanto, lloren juntos, abrácense, díganse lo que piensan. Muéstrense que se necesitan el uno al otro como nunca antes.

      El enigma de la muerte en la cuna y el pesar que esta produce

      Millones de madres viven con un constante temor oculto. Una madre lo expresó así: “Cada noche oro a Dios para que por la mañana encuentre vivo a mi bebé”. Lo que estas madres temen es la muerte en la cuna o SIDS (Síndrome de muerte repentina, en inglés). La doctora Marie Valdes-Dapena, profesora de Patología de la universidad de Miami, Florida, dice que, cada año, tan solo en los Estados Unidos, hay de 6.000 a 7.000 casos de SIDS. Añade: “No cabe duda de que este es un problema de sanidad pública muy real”.

      La muerte en la cuna les sobreviene a los bebés por la noche, y, por lo general, entre el segundo y cuarto mes de su vida. La ciencia todavía no ha encontrado una explicación satisfactoria, y ni siquiera las autopsias han podido suministrar una razón para ese tipo de muerte súbita. Sigue siendo un enigma.a

      La secuela de la muerte en la cuna suele ser un terrible sentimiento de culpa. Por consiguiente, ¿qué puede ayudar a los padres en los casos de muerte en la cuna? En primer lugar, tienen que reconocer que ellos no podían haber evitado la tragedia. El SIDS es imprevisible y, normalmente, inevitable. Por consiguiente, no hay razón para sentir culpabilidad alguna. En segundo lugar, el apoyo, la confianza y la comprensión mutuos de los padres les ayudará a ambos a enfrentarse a su pesar. Hablen con otros de su bebé. Compartan sus sentimientos.

      Los abuelos también sienten pesar

      Los abuelos también sufren, y de manera especial. Un padre doliente lo expresó así: “Ellos no solo se sienten afectados por la muerte de un nieto, sino también por el pesar de su propio hijo”.

      Sin embargo, hay maneras de hacer más llevadera a los abuelos esta sensación de pérdida. En primer lugar, tómelos en cuenta. El nieto también era una extensión de ellos. Por consiguiente, si lo desean, cuente con ellos en todo lo relacionado con la muerte del niño. Esto no significa que ellos tengan que tomar las decisiones sin el consentimiento de los padres. Pero si quieren que se cuente con ellos, como sucede en general, debería escucharse su opinión.

      En esta breve consideración de los sentimientos de pesar hemos intentado comprender la aflicción de los dolientes. Pero todavía hay que considerar otro aspecto: ¿Cómo pueden ayudar otras personas, especialmente mediante sus comentarios? ¿Y cómo puede un esposo expresar su pesar? Sírvase leer el siguiente artículo.

      [Nota a pie de página]

      a Un número futuro de ¡Despertad! considerará con más detalle el SIDS.

      [Fotografía en la página 8]

      Al manifestar abiertamente su pesar, se ayudan mutuamente a sobrellevarlo.

      [Recuadro en la página 7]

      El proceso del sentimiento de pesar

      Esto no significa que el pesar tenga un horario fijo. Las reacciones pueden traslaparse y durar más o menos, según la persona.

      Las primeras reacciones:

      Choque inicial; rechazar la realidad, negarse a aceptarla; aturdimiento; sentimientos de culpabilidad; ira.

      El profundo pesar puede provocar:

      Pérdida de memoria e insomnio; fatiga extrema; abruptos cambios de ánimo; dificultades para juzgar y pensar; ataques de llanto;

      cambios de apetito, con la resultante pérdida o ganancia de peso; diversos síntomas de mala salud; letargo; menor capacidad

      de trabajo; alucinaciones (sentir, oír o ver al difunto).

      Período de estabilización:

      Tristeza junto con nostalgia; recuerdos más agradables del difunto, incluso con cierto humor.

      (Basado en la obra Help for Your Grief, del doctor Arthur Freese, páginas 23-26.)

      [Recuadro en la página 9]

      Qué puede ayudarle a superar el pesar

      Cada persona tiene que tratar de sobreponerse al pesar a su manera. Es fundamental evitar encerrarse en sí mismo y autocompadecerse. Estas son algunas recomendaciones basadas en la experiencia de padres dolientes entrevistados por ¡Despertad!:

      Manténgase ocupado y continúe con su rutina de trabajo y de otras actividades. Los que son testigos de Jehová hicieron especial hincapié en el valor de asistir a las reuniones cristianas y de estar activos en el ministerio. Muchos reconocieron que la oración les fue de gran ayuda.

      Manifieste su pesar; no trate de reprimirlo por completo. Cuanto antes se desahogue y llore, antes superará el período de profundo desconsuelo.

      No se aísle; relaciónese con otras personas y permita que los demás se relacionen con usted. Si le sirve de ayuda, hable libremente del ser querido que ha perdido.

      Tan pronto como sea posible, interésese en otras personas y en sus problemas. Trate de ayudar a otros y así se ayudará a sí mismo.

      [Recuadro en la página 10]

      ¿Qué pueden hacer otros para ayudar?

      Los corresponsales de ¡Despertad! han entrevistado en diferentes países a muchos padres que han perdido algún hijo. A continuación se incluyen algunas de las recomendaciones que se dieron para ayudar a las familias dolientes. Por supuesto, debe haber flexibilidad en su aplicación, que dependerá de los sentimientos de los que hayan sufrido la pérdida.

      1. Visite a los familiares del difunto desde el primer día y también invítelos a su casa. Prepáreles alguna comida. Siga haciéndolo todo el tiempo que sea necesario, no solo durante las primeras semanas.

      2. Deje que los padres decidan si desean que la ropa y demás objetos que recuerdan al hijo que ha muerto se guarden o se almacenen en otro lugar.

      3. Si el doliente lo desea, háblele de su hijo mencionándolo por nombre. Rememore los aspectos alegres y humorísticos de la personalidad y la vida del niño. No se cierre. Los padres quizás deseen hablarle de su ser querido.

      4. Si vive demasiado lejos para prestar ayuda directamente, escriba cartas de ánimo y consuelo. No evite hablar del difunto.

      5. Cuando sea apropiado, anime a los padres a mantenerse activos y a seguir con su anterior rutina. Consiga que salgan de casa y que hagan cosas por otros.

      [Recuadro en la página 10]

      Una abuela escribe:

      “Habiendo perdido en la muerte a mis queridos padres, a un hermano, a una hermana, a mi fiel compañero de toda la vida —mi amado esposo y amigo, mi Jim, a quien conocí y amé desde los trece años— y a mi querido nietecito Stuart Jamie..., puedo decir que no existe peor tristeza ni dolor ni aflicción, emociones que me invaden incluso mientras escribo, que la muerte de un niño.”

      —Edna Green, Inglaterra, cuando murió su nieto a los dos años y nueve meses.

  • Comentarios que no siempre consuelan
    ¡Despertad! 1987 | 8 de agosto
    • Comentarios que no siempre consuelan

      SI ALGUNA vez se ha visto embargado por un profundo pesar, ¿ha habido ocasiones en que los comentarios de otros le han herido? Aunque parece que la mayoría de las personas saben qué decir para consolar a otros, muchos dolientes pueden recordar comentarios que no les ayudaron. Ursula Mommsen-Henneberger dijo al periódico alemán Kieler Nachrichten que algunos padres “se sienten muy dolidos cuando alguien les dice: ‘Pero, ¿no es cierto que aún tienen a sus otros hijos?’”. Luego, añadió: “Los otros hijos pueden servir de consuelo, pero no lo sustituyen”.

      Kathleen Capitulo, consejera sobre este tema, dijo a ¡Despertad!: “Otro comentario que hay que evitar es: ‘Sé lo que sientes’. La verdad es que nadie sabe realmente lo que otra persona está pasando. Sin embargo, usted sí puede validar lo que sienten. Puede asegurarles que sus sentimientos son naturales”.

      Abe Malawski, según el libro Recovering From the Loss of a Child (Cómo superar la muerte de un hijo), dice que “cree firmemente que uno tiene que haber perdido un hijo para saber lo que eso significa”. Añadió: “Aunque se tengan otros quince, no importa. Nunca se puede reemplazar a un hijo”.

      Cuando se produce un aborto o nace una criatura muerta, otros comentarios que, aunque sinceros, tampoco animan son: “Pronto volverá a quedarse embarazada y olvidará todo esto”. “Es mejor así. De todos modos, la criatura habría sido deforme.” “No hay mal que por bien no venga.” En el momento cruel de la pérdida, esas frases estereotipadas, sin importar con cuánta buena intención se digan, no pueden mitigar el dolor.

      Los tópicos religiosos de algunos clérigos también pueden irritar a los dolientes. El decir que “Dios quería otro ángel” hace que nos lo imaginemos como un Dios cruel y egoísta, lo que equivale a una blasfemia. Además, ni la lógica ni la Biblia apoyan esa idea.

      ¿Es correcto que un cristiano se aflija?

      ¿Qué deben hacer los cristianos a quienes se les ha muerto un hijo? A veces, se citan las palabras de Pablo a los tesalonicenses: “No se entristezcan como los otros, los que no tienen esperanza”. (1 Tesalonicenses 4:13, Versión Popular.) ¿Prohibió Pablo que nos entristeciésemos y nos afligiésemos? No; simplemente dijo que el cristiano que tiene esperanza no se entristece de la misma manera que los que no la tienen. (Juan 5:28, 29.)

      Vamos a ilustrarlo: ¿Cómo reaccionó Jesús cuando María le dijo que Lázaro había muerto? El registro bíblico dice: “Jesús, pues, cuando la vio [a María] llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando, gimió en el espíritu y se perturbó”. Luego, cuando lo llevaron a donde yacía el difunto, “Jesús cedió a las lágrimas”. De modo que, ¿está mal contristarse? ¿Acaso indica falta de fe en la promesa de Dios de que habrá una resurrección? No; más bien, lo que indica es un profundo amor por la persona que ha fallecido. (Juan 11:30-35; compárese con Juan 20:11-18.)

      También puede molestar al doliente el afirmar con actitud condescendiente: “El tiempo todo lo cura”. Asimismo, evite preguntarle: “¿Lo ha superado ya?”. Una madre británica dijo: “Los que preguntan: ‘¿Lo ha superado ya?’ en realidad no comprenden lo que significa perder a alguien tan allegado como un hijo. No lo superaremos hasta que resucite y volvamos a tenerlo con nosotros”. Quizás aquí aplique la frase de Shakespeare: “Todo el mundo puede superar un pesar, excepto el que lo tiene”.

      A veces, el propio padre es víctima de una actitud desconsiderada. Un padre doliente se enfadaba cuando la gente le preguntaba: “¿Cómo está tu esposa?”. Él dijo: “Nunca preguntan cómo está el esposo. [...] No hay derecho, es injusto. Al esposo le afecta tanto como a la esposa. Él también siente pesar”.

      ¿No hay que exteriorizar los sentimientos?

      Muchas culturas defienden la idea de que el hombre no debe manifestar sus emociones o su pesar, sino que ha de aguantar impávido las contrariedades, sin inmutarse en absoluto. El autor inglés del siglo XVIII Oliver Goldsmith habló de “la silenciosa hombría del pesar”. Pero, ¿es necesariamente esa silenciosa hombría la mejor manera de superar dicho pesar?

      En su libro titulado The Bereaved Parent (El padre doliente), Harriet Sarnoff Schiff cita el caso de su propio esposo: “Ahí estaba un hombre, un padre, que miraba cómo enterraban a su hijo y al que, según el convencionalismo, la sociedad exigía que no exteriorizase sus sentimientos”. Luego, añadió: “Pagó un precio muy alto por no exteriorizar sus sentimientos. Al ir pasando el tiempo, en lugar de superar su pesar, se sumió más y más en la tristeza”.

      Ese hombre describió sus sentimientos, y es posible que otros puedan identificarse con ellos: “Me siento como si estuviese andando por la nieve en el polo Norte. Estoy muy fatigado. Sé que si me echo a descansar, me dormiré. Sé que si me duermo, moriré congelado. No me importa. Ya no puedo luchar más contra mi fatiga”.

      ¿Qué aconseja Harriet Schiff? “Olvidarse por completo de la vieja ética anglosajona estoicista y llorar. Deje fluir las lágrimas. [...] Estas ayudan a eliminar la tristeza.” Los escritores de la obra Surviving Pregnancy Loss (Cómo superar un aborto espontáneo) dan un consejo que aplica tanto a las mujeres como a los hombres: “Es posible que algunos admiren mucho el estoicismo, pero uno sólo puede liberarse del pesar si se esfuerza por superarlo”. (Cursivas nuestras.) De otra manera, existe el peligro de recaer en lo que se llama “pesar impropio”, que puede resultar en consecuencias desastrosas en los años venideros.

      El pesar impropio es incompleto, uno que la persona refrena en lugar de dejar que siga su curso hasta lograr aceptar la realidad de la pérdida. Ese tipo de pesar se puede manifestar por lo menos de tres maneras: un pesar reprimido, uno prolongado o uno crónico. ¿Qué puede hacerse para ayudar?

      Quizás se necesite consejo profesional. Un médico de cabecera o un consejero espiritual puede suministrar ayuda. Hasta algunos familiares perspicaces también pueden hacerlo. La persona necesita ayuda para seguir abriéndose paso a través del proceso del sentimiento de pesar.

      Jess Romero admite que lloró abiertamente cuando perdió a su esposa y a su hija en un accidente de aviación. Dijo a ¡Despertad!: “Después de algunas semanas, mis hermanas me llevaron del hospital a casa, y tan pronto como entré, vi la fotografía de mi hija en la pared. Mi cuñado vio que estaba conmovido y me dijo: ‘Adelante, llora’. Eso es lo que hice. Pude aliviar algo mi pesar reprimido”.

      Aunque el proceso del sentimiento de pesar puede mitigar algo el dolor, solo hay una solución duradera para la mayoría de las personas dolientes: volver a ver a sus seres queridos. De modo que,

  • Esperanza para los muertos, consuelo para los dolientes
    ¡Despertad! 1987 | 8 de agosto
    • Esperanza para los muertos, consuelo para los dolientes

      JESS Romero, mencionado en el primer artículo de esta revista, con el tiempo volvió a casarse. La herida de Agustín y Valentina Caraballoso, causada por la reciente muerte de Jonathan, todavía no ha cicatrizado, pero ya se sienten más sosegados. A Ramón y María Serrano, de España, todavía les saltan las lágrimas veinticuatro años después de la muerte de Paquito. Pero en todos estos casos, ¿qué fue lo que les ayudó a seguir adelante? Su respuesta es: “¡La esperanza de la resurrección!”.

      No obstante, ¿a qué nos referimos exactamente con la palabra “resurrección”? ¿Quiénes serán resucitados? ¿Cuándo? Y ¿cómo podemos estar seguros de ello?

      Una esperanza para los muertos, como Jesús enseñó

      Durante su ministerio en la Tierra, Jesús resucitó a varias personas. (Marcos 5:35-42.) Esas resurrecciones fueron una muestra de la gran resurrección que tendrá lugar cuando la Tierra vuelva a estar totalmente bajo la gobernación de Dios, tal como piden en oración millones de personas al decir: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:9, 10.)

      Un ejemplo del poder de Dios en este asunto puede verse en el relato de la ocasión en que Jesús resucitó a su amigo Lázaro; al mismo tiempo, dicho relato ayuda a entender la condición de los muertos. Jesús dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño”. No entendiendo el significado de estas palabras, los discípulos dijeron: “Señor, si está descansando, recobrará la salud”. Ellos creían que Jesús se refería a que Lázaro simplemente estaba dormido, cuando, en realidad, estaba muerto. De modo que, para que no hubiese duda, Jesús dijo: “Lázaro ha muerto”.

      Fíjese que Jesús no dijo que hubiese un alma inmortal que fuese a algún otro lugar. No estaba influido por la filosofía griega, sino por la clara enseñanza bíblica registrada en las Escrituras Hebreas. Lázaro estaba dormido en la muerte y, cuando Jesús llegó, hacía ya cuatro días que yacía en la tumba conmemorativa. Por lo tanto, ¿qué esperanza había para él?

      Cuando Jesús le habló a Marta, la hermana de Lázaro, le dijo: “Tu hermano se levantará”. ¿Cómo respondió ella? ¿Acaso dijo que su alma ya estaba en el cielo o en algún otro lugar? Su respuesta fue: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día”. Ella también creía en la enseñanza bíblica de una resurrección para vivir en la Tierra. Jesús le dio aún más razón para tener fe cuando le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir”. Entonces, para demostrar que lo que había dicho era cierto, se dirigió a la tumba de Lázaro y clamó con voz fuerte: “¡Lázaro, sal!”. Y ¿qué sucedió?

      El registro histórico dice: “El hombre que había estado muerto salió con los pies y las manos atados con envolturas, y su semblante estaba envuelto en un paño. Jesús les dijo: ‘Desátenlo y déjenlo ir’”. (Juan 11:1-44.)

      Ahí radica la esperanza que ha ayudado a muchas de las personas dolientes entrevistadas por ¡Despertad! Esa misma esperanza les da fuerzas para esperar con anhelo el futuro cercano cuando la Tierra será convertida en un paraíso y cuando verán cumplidas las esperanzadoras palabras que Jesús pronunció: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio”. (Juan 5:28, 29.)

      “Mi texto bíblico favorito es...”

      ¡Despertad! ha entrevistado a padres y a hermanos de fallecidos.a Varias veces, al explicar cómo se enfrentaron a su pesar, han dicho: “Permítame que le diga mi texto bíblico favorito”. Si usted está atravesando momentos de desconsuelo, es posible que también le ayuden estos textos.

      Yunhee, una joven de catorce años de Seúl (República de Corea), murió de leucemia en 1985. Chun Kwang-kook, su padre, explicó a ¡Despertad! cómo consoló a Yunhee durante las últimas semanas de su vida: “Le hablé de Lázaro. Jesús dijo que Lázaro estaba durmiendo, y, al igual que en su caso, cuando Jesús la llame y diga: ‘¡Yunhee! ¡Despierta!’, ella también se levantará del sueño”.

      Janet Hercock, de Inglaterra, tenía trece años cuando murió de cáncer en 1966. Dejó a sus padres y a dos hermanos: David y Timothy. David dijo a ¡Despertad! cuál era el texto que más le había ayudado: “Fue Hechos 17:31, que declara: ‘Porque [Dios] ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos’. En el funeral, el orador hizo hincapié en que la resurrección de Jesús es nuestra garantía de que habrá una resurrección en el futuro. Eso me ha fortalecido mucho”.

      En diciembre de 1975, George, un joven de tan solo catorce años, tomó el rifle de su padre y disparó contra sí mismo. ¿Cómo reaccionó Russell, el padre del muchacho, ante el suicidio de su hijo?b

      “Ciertos textos llegaron a ser como un ancla para mí. Por ejemplo, las palabras de Proverbios 3:5: ‘Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento’. Hasta cierto grado, mientras intentaba resignarme a lo que había sucedido, estaba apoyándome en mi propio entendimiento.”

      La familia Morgan, de Inglaterra, estaba en Suecia cuando su hijo Darrall enfermó de repente. Tuvieron que someterle a una operación quirúrgica de urgencia en Estocolmo. Después, le trasladaron en avión a Inglaterra, donde murió poco antes de cumplir veinticuatro años. Nell, su madre, dice: “Un texto en el que siempre pienso es Mateo 22:32, donde Jesús citó las palabras de Dios: ‘Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’. Y siguió diciendo: ‘Él es el Dios, no de los muertos, sino de los vivos’. Sé que esas palabras significan que Darrall está en la memoria de Dios y que volverá en la resurrección”.

      La esperanza para los muertos... pronto será una realidad

      La profecía bíblica indica que estamos cerca del tiempo en que Dios actuará para restaurar a la humanidad obediente a una condición de paz y de vida eterna. Dios promete: “Cambiaré su duelo en alborozo, y de veras los consolaré y los regocijaré, librados de su desconsuelo”. “‘Detén tu voz del llanto, y tus ojos de lágrimas, porque existe un galardón para tu actividad —es la expresión de Jehová—, y ellos ciertamente volverán de la tierra del enemigo [la muerte]’.” (Jeremías 31:13-17.)

      En aquel tiempo, Jehová irá devolviendo progresivamente la vida por medio de una resurrección de los que han muerto a lo largo de la historia de la humanidad. Bajo el gobierno celestial del nuevo sistema de Dios, esas personas tendrán la oportunidad de escoger la vida eterna por medio de obedecer entonces los mandatos de Dios para la vida. Por consiguiente, si nos dirigimos a la Biblia, encontraremos que existe una verdadera esperanza para los muertos y también consuelo para los vivos. (Hechos 24:15; Revelación 20:12-14; 21:1-4.)

      [Notas a pie de página]

      a En un número futuro de ¡Despertad! se considerará la reacción ante la pérdida de un hermano.

      b En un número futuro de ¡Despertad! se tratará el asunto del suicidio y del desconsuelo de los padres en esos casos.

      [Fotografías en la página 15]

      La Biblia promete que los muertos, como María y David, serán resucitados

      [Recuadro en la página 14]

      Diane Krych, la mujer que relata la muerte de su hijo David en el segundo artículo de esta revista, pasó por una etapa de profundo pesar y rechazo de la realidad. Prueba de ello son las cartas que le escribió y que guardó durante trece años. Dejó de escribirlas cuando se encaró a la realidad de la muerte de su propio padre, a quien había estado atendiendo. (¡Despertad! no recomienda que se escriban cartas para hallar alivio. Sin embargo, reproducimos la primera para ilustrar cómo le sirvió de ancla la esperanza de la resurrección y cómo esta la ha sostenido desde entonces.)

      Queridísimo David:

      Llevas ya cuarenta y seis días durmiendo. Parece que hayan transcurrido años desde que te vi y te tuve en mis brazos por última vez. Pero los días que estarás dormido están limitados. Quisiera saber cuántos serán, porque cada día iría tachando uno. Para nosotros es una espera larga, dura y solitaria, pero para ti parecerá como si solo hubiesen pasado unos minutos. Agradezco que así sea. Esperamos con anhelo el día en que Jehová te despierte del sueño en el nuevo sistema. Celebraremos la mayor fiesta que jamás has visto. Durará tres días por lo menos. Invitaremos a todos aquellos que conocemos. Será tu fiesta. Lo único que espero es que no tengamos que aguardar mucho para celebrarla. David, se me hace interminable la espera hasta que pueda tenerte entre mis brazos. Todos te echamos muchísimo de menos. Sin ti, la casa está vacía. Nada volverá a ser igual hasta que, de nuevo, estés en casa con nosotros.

      Así que, mi querido hijo, trataremos de ser pacientes y de esperar en Jehová hasta tu regreso, y, entretanto, te escribiremos notitas para ponerte al corriente de lo que sucede mientras estás dormido.

      Con todo mi cariño,

      Mamá

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir