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GuadalupeAnuario de los testigos de Jehová 1995
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Con el fin de difundir el mensaje de la verdad bíblica, los Testigos pronunciaban discursos en plena calle durante las agradables noches tropicales. El orador elevaba mucho la voz, no solo para que lo escuchara el auditorio cercano, sino también para llamar la atención de los transeúntes. El hermano Laaland, de potente voz, participó con frecuencia en este privilegio de servicio. La escena que viene a su memoria es la siguiente: “En el crepúsculo de la tarde, formábamos un círculo debajo de un árbol o en una esquina. El orador se situaba en el centro y otros iluminaban el lugar con antorchas. El programa empezaba con un cántico y una oración. El discurso en sí podía durar de treinta minutos a una hora, dependiendo de lo que el discursante hubiese preparado. Los temas casi no variaban, pues el objetivo principal era combatir la religión falsa”.
Aquellas reuniones ayudaron a varias personas a aprender la verdad; pero no a todos agradaban los discursos. En ocasiones, algunos individuos, amparados en la oscuridad, arrojaban piedras al grupo. No obstante, los hermanos no se movían hasta que terminaba la reunión. Razonaban: “Si en la guerra los soldados se exponen a las balas, ¿por qué no habríamos de exponernos a unas cuantas pedradas por causa de las buenas nuevas?”. (2 Tim. 2:3.) A algunos publicadores incluso les dieron pedradas en la cabeza. Cierta noche, mientras una hermana sostenía una lámpara grande de petróleo para alumbrar al discursante, alguien lanzó una piedra contra la lámpara, pero erró el blanco y golpeó en la cabeza a un hombre que escuchaba el discurso. Cuando este murió en el hospital al día siguiente, el agraviante fue llevado ante un tribunal y castigado con severidad.
Un hermano recibe un poco de preparación
En 1945 el hermano Laaland fue a la Guayana Francesa, donde vivía su madre. Se estableció cerca de Saint-Laurent du Maroni, y aunque no había ninguna congregación, no dejó de dar testimonio.
La edición en inglés del Anuario informó más tarde: “Dos hermanos fueron en enero a la Guayana Francesa. Mientras hablaban a la gente de St. Laurent, alguien les dijo: ‘Río arriba hay un hombre que habla como ustedes’. Alquilaron un auto para buscarlo y, efectivamente, hallaron al hombre que había venido de Guadalupe dando discursos públicos. No tenía ninguna publicación, pero no por ello dejó de hablar del Reino. Su principal opositor, el sacerdote, estaba muy atareado desanimando a las personas de escuchar lo que este ‘loco’ pudiera decirles”.
Cuando los hermanos regresaron a Paramaribo (Surinam), donde había una sucursal de la Sociedad, el hermano Laaland los acompañó. Allí conoció a unos precursores, que lo animaron a emprender el servicio de tiempo completo. Aprendió a cultivar el interés y a dirigir estudios bíblicos. Mientras estuvo en Paramaribo, se le instruyó también en el funcionamiento de la organización teocrática; se dio cuenta de que tenía mucho que aprender. Pasados tres meses, se le nombró precursor especial y se le envió de nuevo a Saint-Laurent.
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GuadalupeAnuario de los testigos de Jehová 1995
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Poco después, en 1948, la Sociedad pidió al hermano Laaland que regresara a Guadalupe. En cuanto llegó, se ocupó en trabajar con miras a la reconciliación de los dos grupos. Algunos hermanos deseaban tanto la reunificación, que se levantaban a las cuatro de la mañana para ir a una colina a pedir en oración a Jehová que bendijera el esfuerzo que se hacía por conseguir la unidad. Más o menos en marzo de aquel año se restableció la unidad, después de más de cinco años de separación. El promedio de publicadores aumentó rápidamente de 13 en 1947 a 28 en 1948, con un máximo de 46. Como dice el Salmo 133:1: “¡Miren! ¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!”.
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[Fotografía en la página 125]
Olga Laaland informa sobre la obra en Guadalupe en una asamblea de distrito celebrada en Francia
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