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    Anuario de los testigos de Jehová 2005
    • Los indígenas aceptan las buenas nuevas

      A principios de la década de 1970, mientras daba testimonio en el mercado de Charity, Frederick McAlman dejó las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en manos de una mujer nativa llamada Monica Fitzallen (véase el recuadro de la pág. 176). Ella, que vivía en una reserva india, se las llevó a casa y las leyó durante un período en que estuvo enferma. Al instante comprendió que había hallado la verdad y no tardó en convertirse en la única publicadora de las buenas nuevas de la reserva. En 1974 se bautizó.

      Monica recuerda: “Predicaba con entusiasmo de casa en casa, feliz de compartir con los miembros de mi comunidad la fe que acababa de hallar. Sin embargo, tenía que remar por ríos y arroyos para llegar a sus casas. Cuando aumentó la cantidad de personas interesadas, comencé a celebrar reuniones en las que leíamos y analizábamos información del manual bíblico La verdad que lleva a vida eterna”.

      ¿Produjo fruto el empeño de Monica? Desde luego que sí, pues ahora disfruta de la compañía de trece publicadores, entre ellos su esposo, su hijo, su nuera y su nieta. Hasta hace poco, el grupito tenía que viajar doce horas en canoa hasta Charity, la congregación más cercana. Pero ahora celebran las reuniones en su propia comunidad, y la asistencia alcanza el triple de la cifra de publicadores.

  • Guyana
    Anuario de los testigos de Jehová 2005
    • [Ilustración y recuadro de las páginas 176 y 177]

      Estudié la Palabra de Dios por correspondencia

      Monica Fitzallen

      Año de nacimiento: 1931

      Año de bautismo: 1974

      Otros datos: Dado que estaba aislada, estudió la Palabra de Dios por correspondencia durante dos años y predicó mucho a otros amerindios. Ahora que está ciega, memoriza versículos y los utiliza en el ministerio.

      Vivo en una reserva amerindia llamada Waramuri que está en el río Moruka, en la zona noroccidental de Guyana. Cuando conocí la verdad, a principios de la década de 1970, la congregación más cercana estaba a doce horas en piragua. Era la de Charity, a orillas del río Pomeroon.

      Conocí a los testigos de Jehová un día que estaba de compras en Charity. Frederick McAlman me ofreció las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Se las acepté, pero cuando llegué a casa, las metí en un baúl y me olvidé de ellas. Dos años después me enfermé y quedé postrada en cama algún tiempo, lo cual me causó una depresión profunda. Entonces me acordé de las revistas. Las leí e inmediatamente reconocí que aquello era la verdad.

      Por aquel entonces, mi esposo, Eugene, empezó a buscar empleo río abajo, en dirección a Charity. Como yo había empezado a recobrar la salud, lo acompañé, si bien mi objetivo principal para hacerlo era encontrar a los testigos de Jehová. No tuve que buscar mucho, porque una Testigo llegó a la casa donde nos hospedábamos. “¿Usted es de los de La Atalaya?”, le pregunté. Cuando me respondió que sí, inquirí sobre el hombre con quien había hablado en el mercado dos años antes. Rápidamente fue a buscar a Frederick McAlman, quien por casualidad estaba predicando con un grupo de publicadores en un territorio cercano.

      Cuando llegaron los dos, el hermano McAlman me demostró el sistema de estudio bíblico con el libro La verdad que lleva a vida eterna. Acepté el curso bíblico, pero lo llevé a cabo por correspondencia, ya que Eugene y yo tuvimos que volver a casa. Así estudié dos libros: el libro La verdad y el titulado ‘Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta’. Mientras estudiaba el primero, presenté mi renuncia oficial a la Iglesia Anglicana y me hice publicadora no bautizada. El sacerdote me escribió una carta en la que decía: “No escuches a los testigos de Jehová. Su comprensión de la Biblia es superficial. Voy a ir a visitarte y hablaremos de este asunto”. Pero nunca vino.

      Puesto que era la única publicadora de la reserva, transmití a los vecinos el conocimiento que acababa de adquirir. También le prediqué a mi esposo, quien, para mi gran satisfacción, se bautizó un año después que yo. En la actualidad, Eugene es uno de los catorce publicadores de la localidad.

      En los últimos años, el glaucoma y las cataratas me han dejado ciega, así que ahora me aprendo los textos de memoria para usarlos en el ministerio. Sin embargo, le doy gracias a Jehová porque aún puedo servirle.

  • Guyana
    Anuario de los testigos de Jehová 2005
    • [Ilustración de la página 178]

      Frederick McAlman, con Eugene y Monica Fitzallen, predica las buenas nuevas a un indígena que repara su canoa

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