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GuyanaAnuario de los testigos de Jehová 2005
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Ruby Smith, india caribe de nacimiento, se interesó en la verdad en 1975, cuando su abuela le dio un tratado (véase el recuadro de la pág. 181). Ruby tenía 16 años de edad. Progresó bien espiritualmente y se bautizó en 1978, en la Asamblea de Distrito “Fe Victoriosa”. Poco después, su familia se mudó a Georgetown por motivos comerciales, donde ella se casó con Eustace Smith. Aunque este no hablaba caribe, los dos estaban ansiosos por trasladarse a Baramita para llevar el mensaje del Reino a los parientes de Ruby y los demás habitantes de la zona. Ella comenta: “Jehová leyó nuestro corazón y contestó nuestros ruegos, pues en 1992 pudimos mudarnos a Baramita”.
Ruby prosigue: “En cuanto llegué, comencé a predicar. Celebrábamos reuniones debajo de nuestra pequeña casa, que estaba elevada a metro y medio [5 pies] del suelo. Al poco tiempo, la asistencia era tanta que ya no cabíamos, así que pasamos a reunirnos en tiendas de campaña prestadas. A medida que se corría la voz acerca de las reuniones, más personas acudían a ellas, y llegamos a ser nada menos que 300. Como yo hablaba bien el caribe, me correspondió interpretar La Atalaya. ¿Cómo podían escucharme todos? Usábamos un micrófono inalámbrico barato, y muchos traían su radio y sintonizaban la frecuencia apropiada.
”Para entonces, Eustace y yo estábamos convencidos de que el grupo necesitaba un Salón del Reino, así que, tras calcular el costo y hablar de ello con los demás, pusimos manos a la obra. Mi hermano Cecil Baird donó gran parte de los materiales, mientras que otros ayudaron en la construcción. Los trabajos comenzaron en junio de 1992 y finalizaron a principios del año siguiente, justo a tiempo para la Conmemoración. Nos impresionó ver a 800 personas presentes para escuchar el discurso que pronunció Gordon Daniels, superintendente viajante.
”El grupo de Baramita se convirtió en congregación el 1 de abril de 1996, y el Salón del Reino se dedicó el 25 de mayo. Desde entonces se ha ampliado, de modo que ahora puede acomodar a más de quinientas personas cómodamente sentadas y albergar asambleas de circuito y días especiales de asamblea. En efecto, lo que empezó como un grupito se ha transformado en una congregación de casi cien publicadores con una asistencia promedio de 300 en la Reunión Pública. ¡Y en la Conmemoración hubo 1.416 personas presentes!”
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GuyanaAnuario de los testigos de Jehová 2005
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[Ilustraciones y recuadro de las páginas 181 a 183]
Jehová me ha concedido ‘las peticiones de mi corazón’
Ruby Smith
Año de nacimiento: 1959
Año de bautismo: 1978
Otros datos: Esta hermana indígena de ascendencia caribe desempeñó un papel clave en la predicación de las buenas nuevas en Baramita, una reserva amerindia del interior de Guyana.
Mi primer contacto con los testigos de Jehová fue en 1975, cuando tenía 16 años. Mi abuela había recibido un tratado de su hijastro y me pidió que se lo tradujera porque ella no leía el inglés. Las promesas bíblicas de las que hablaba el tratado me impresionaron, así que llené el cupón y lo envié a la sucursal. Cuando me llegaron las publicaciones solicitadas, las estudié y comencé a comunicar las verdades que había aprendido a otras personas, empezando con mi abuela y mi tía. Lamentablemente, a mi padre eso no le pareció bien.
Poco después, mi abuela y mi tía comenzaron a predicar, lo que llevó a que algunos vecinos del pueblo vinieran a casa para aprender más de la Biblia. Mientras tanto, yo seguía leyendo las publicaciones y cuanto más lo hacía, más me convencía de que para agradar a Jehová debía dar algunos pasos, como confesarle a mi padre que le había robado algo del taller y hacer las paces con uno de mis hermanos. Tras mucha oración, logré hacer ambas cosas.
Por aquel entonces, la sucursal mandó a un precursor especial, Sheik Bakhsh, a visitar nuestra región. No se pudo quedar mucho tiempo, así que él y otro hermano, Eustace Smith, me dirigieron el estudio por correspondencia. Tiempo después llegué a ser la esposa de Eustace.
En 1978 fui a Georgetown para asistir a la asamblea “Fe Victoriosa”. Al llegar a la ciudad, me dirigí directamente a la sucursal para expresar mi deseo de bautizarme. Se hicieron planes para que Albert Small repasara conmigo las preguntas que los ancianos formulan a quienes desean bautizarse. ¡Qué contenta me sentí de volver a Baramita como sierva bautizada de Jehová!
Rebosante de celo, empecé a predicar de inmediato. Como había muchas personas interesadas, les pedí a algunas de ellas que construyeran un lugar sencillo de adoración. Todos los domingos nos reuníamos allí, y yo interpretaba La Atalaya al caribe. No obstante, mi padre me presentó mucha oposición e insistió en que me quedara en casa ese día de la semana. Así que comencé a grabar a escondidas los artículos en casete, y uno de mis hermanos ponía las grabaciones en la reunión. Para entonces ya asistían unas cien personas.
Poco después, nuestra familia se trasladó a Georgetown por razones de trabajo, y mi abuela se mudó a Matthews Ridge. Mi tía se quedó en Baramita, pero dejó de difundir las buenas nuevas. Como resultado, durante algún tiempo no hubo actividad del Reino en esa región.
En Georgetown conocí a Eustace Smith en persona, y poco después nos casamos. Aunque Eustace no hablaba caribe, los dos queríamos ir a Baramita para cultivar el interés que había. Nuestro deseo se hizo realidad en 1992. Tan pronto como llegamos, nos dedicamos a predicar y a organizar reuniones. La asistencia alcanzó enseguida la cifra de 300 personas.
También programamos una clase de alfabetización para después del Estudio de La Atalaya. Nuestra hija mayor, Yolande, ayudaba con las clases. Cuando empezó, tenía 11 años y era publicadora no bautizada. En la actualidad, ella y nuestra otra hija, Melissa, son precursoras regulares.
En 1993, Jehová bendijo a Baramita con un Salón del Reino. También nos dio “dádivas en hombres” que hablaban caribe y podían dirigir la congregación (Efe. 4:8). Desde el 1 de abril de 1996 somos la Congregación Baramita, y me da mucha satisfacción decir que mi madre, mi abuela y casi todos mis hermanos forman parte de ella. En verdad, Jehová me ha concedido ‘las peticiones de mi corazón’ (Sal. 37:4).
[Ilustración]
Eustace y yo en la actualidad
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