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Valió la pena adaptarse a los cambiosLa Atalaya 2011 | 15 de diciembre
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Una nueva asignación
En enero de 1969, Gerri y yo recibimos la invitación de ir al país sudamericano de Guyana, y la aceptamos gustosamente. Primero fuimos a Brooklyn (Nueva York), donde recibí capacitación para supervisar la predicación en el territorio de Guyana. En julio de 1969 llegamos finalmente a nuestra asignación. Para nosotros supuso un gran cambio afincarnos en un lugar después de dieciséis años en la obra de ministros viajantes. Además, yo trabajaba en la sucursal y Gerri pasaba la mayor parte del tiempo en el ministerio del campo como misionera.
Yo hacía de todo: desde cortar el césped y enviar las publicaciones que solicitaban las veintiocho congregaciones del país hasta atender la correspondencia con las oficinas centrales en Brooklyn. Trabajaba catorce y quince horas diarias. No era fácil para ninguno de los dos, pero nos adaptamos y disfrutamos de nuestra asignación. Cuando llegamos, había 950 publicadores en Guyana, y ahora hay más de 2.500.
Aunque nos encantaban las agradables temperaturas de Guyana y su variedad de frutas y verduras, la verdadera clave de nuestra felicidad era ver que aquellas personas humildes, sedientas de la verdad bíblica, estaban aprendiendo acerca del Reino de Dios. Gerri solía dirigir veinte estudios bíblicos semanales, y muchos de nuestros estudiantes progresaron y se bautizaron. Con el tiempo, algunos llegaron a ser precursores, ancianos y hasta misioneros.
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[Ilustración de la página 7]
Sirviendo feliz como misionero en Guyana
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