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HaitíAnuario de los testigos de Jehová 1994
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Los hombres también pueden hacerlo
Los graduados de Galaad recibieron más refuerzos en 1956. Entre los recién llegados estaba Max Danyleyko, que hablaba francés por haber sido misionero en Quebec. Llegó en febrero y fue asignado a trabajar con Grady Rains, que vivía en Haití desde 1952. Refiriéndose a sus primeras experiencias, el hermano Danyleyko dice:
“La casa que alquilamos en Petit-Goâve no tenía agua corriente, de modo que tomamos un balde y fuimos a la fuente pública. Pero unas mujeres vinieron corriendo, agarraron el balde y lo cargaron por nosotros, diciendo: ‘Yon nonm pa kapab fè sa!’. (¡Los hombres no hacen eso!) Aquello se consideraba trabajo de mujeres. Lo mismo sucedió en el mercado. Pasó algún tiempo antes de que les hiciéramos entender que los hombres también pueden hacerlo. Después observamos que otros hombres siguieron nuestro ejemplo.”
Aunque los mercados se hallan en enormes espacios techados, parte de ellos queda al aire libre. Las innumerables mercancías están expuestas en largas mesas bajo techo o afuera en la misma calle, sobre el pavimento. Visitemos uno de estos:
Nos abrimos paso con dificultad entre el gentío, pasando cuidadosamente por el lado de los vendedores o por encima de sus productos. Al ver unas hermosas limas, nos dirigimos a la mujer que está en cuclillas junto a ellas y sostenemos el siguiente diálogo: ‘¿Cuánto valen cuatro montones?’. ‘Ochenta centavos.’ ‘Le doy 50.’ ‘No, 70 es lo mínimo.’ ‘Sesenta’, decimos, mientras nos alejamos. Entonces nos llama con un silbido. Le pagamos 60 centavos, tomamos las limas y le preguntamos: ‘Wa ban m’ degi?’. (¿Y de regalo?) Sonriendo, nos da una lima gratis, y todo el mundo queda contento.
Misioneros en Saint-Marc
En cuanto George y Thelma Corwin llegaron a Haití en abril de 1956, a él lo llevaron al servicio del campo. Nos cuenta: “Llegamos del aeropuerto a Betel, y después de almorzar, Peter Lukuc me invitó a predicar. Tras visitar unos cuantos hogares juntos, me pidió que fuera a una casa mientras él hablaba en otra. ¡Mi primer día en Haití y ya tenía que predicar en un idioma extraño! Pero los haitianos son gente considerada y pude arreglármelas bien”.
Los Corwin y Peter Lukuc fueron asignados a Saint-Marc. Para comenzar les dieron algunas hojas de suscripciones vencidas. Mientras buscaban a una suscriptora, los Corwin conocieron a su hermana, una profesora jubilada llamada Adèle Canel. Estudiaron el libro “Sea Dios veraz”; ella utilizaba un ejemplar en francés, y ellos, uno en inglés. Más adelante, su esposo también se integró al estudio. Al poco tiempo, dividieron la habitación para utilizar una parte como vivienda y la parte mayor como salón de reuniones. Ambos se hicieron Testigos, y fue así como, en 1956, nació la congregación de Saint-Marc.
Entre aquellos a quienes los Corwin dieron estudios bíblicos se encontraba Marc-Aurel Jean, que estudiaba en su sastrería. Su padre, Emmanuel, no sabía leer, pero escuchaba y aprendía. Poco tiempo después ambos empezaron a asistir a las reuniones y a predicar. El padre se aprendía un sermón de memoria y luego lo recitaba. Cuando inició un estudio bíblico con un pescador, primero estudiaba unos cuantos párrafos con su hijo y asimilaba la información; después salía a dar el estudio con la Biblia, un folleto y el libro de cánticos. Tenía por costumbre principiar y acabar el estudio con cántico y oración, como se hace en las reuniones.
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HaitíAnuario de los testigos de Jehová 1994
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[Fotografía en la página 139]
George y Thelma Corwin trabajaban el territorio en motocicletas, como lo hicieron otros misioneros antes de ellos
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